Luego de las luchas por la independencia, le sigue una etapa de desencuentros y guerras civiles. Surge entonces un grupo de intelectuales, unidos contra la tiranía rosista, que elabora un proyecto para el país del futuro, que efectivamente se consolidará a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Ricardo López Göttig escribió: “Quienes conformaron la denominada Generación del 37 reflexionaron y actuaron para cambiar aquella Argentina en la cual vivían. Primero, con su pluma y desde el exilio, ya sea escribiendo artículos en periódicos de Chile y Uruguay, o bien libros que circulaban de modo clandestino en el territorio argentino. Luego, una vez que Rosas fue derrotado militarmente en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, continuaron su brega a través de libros y artículos, pero sumaron la actuación parlamentaria, el gobierno ejecutivo, la tribuna electoral y la cátedra universitaria. Dos miembros destacados de esta generación, Bartolomé Mitre (1821-1906) y Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), alcanzaron la primera magistratura de la República, en los periodos de 1862-1868 y 1868-1874, respectivamente”.
“En 1836, un grupo de jóvenes comienza a reunirse en el Salón Literario de Marcos Sastre, librero de profesión, para fomentar y discutir las nuevas ideas que arriban de Europa. Allí participaban Alberdi (1810-1884), Juan María Gutiérrez (1809-1878), Vicente Fidel López (1815-1903), Miguel Cané, entre otros. En esos encuentros a lo largo de 1837, Juan Bautista Alberdi propugnó un acercamiento a Rosas, pretendiendo influir en su política de gobierno, reconociendo su contribución al orden. Sin embargo, fue el poeta Esteban Echeverría (1805-1851) quien se opuso vigorosamente a estos intentos de aproximación –que ardorosamente defendía Marcos Sastre-, caracterizando en duros términos el régimen imperante, lo cual le valió ser reconocido como el mentor del movimiento juvenil”.
“Poco tiempo después, en forma secreta, constituyen una asociación destinada a difundir las ideas del progreso y un programa de acción que renovara la política y la sociedad argentina. El 23 de junio de 1838 forman la Joven Argentina treinta y cinco jóvenes, en torno al documento Creencia, que se estructuraba en torno a quince palabras simbólicas como inspiración ideológica y espiritual. Este grupo tomaba como ejemplo a las sociedades secretas, con su elaborado ceremonial, que se estaban organizando en Europa y con las que Echeverría tomó contacto durante sus cinco años de residencia”.
“El programa de la generación del 37 es el del progreso fundado en la libertad y la iniciativa de los individuos, a las que el Estado no entorpecería en su accionar, pero a los que ayudaría con la protección de los derechos individuales y de propiedad. Orden que significaba la preservación de un marco jurídico estable y de las autoridades elegidas de acuerdo a las formas establecidas en los textos constitucionales.” (De “Los fundadores de la República”-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2006).
Predomina en estos pensadores la idea del ciudadano del mundo y de una nación inmersa en el conjunto de las naciones. La mejor época de la Argentina se establece cuando predominan tales ideas, mientras que la decadencia y el estancamiento surgen del nacionalismo, populismo y totalitarismo predominantes con posterioridad. Los países se enfrentan a una realidad que puede simbolizarse mediante un gran muro con una puerta; unos pocos logran penetrar por la puerta del éxito y muchos son los que permanentemente golpean sus cabezas contra el muro del fracaso.
Se transcriben a continuación algunos escritos de los integrantes del grupo y que son citados por el mencionado autor:
a) Limitación del poder: es esencial en el pensamiento liberal la división de poderes en el Estado como la competencia en el mercado, como factores de seguridad para evitar los excesos asociados a los hombres con demasiado poder.
Bartolomé Mitre escribió: “Poder dictatorial, señores, es todo aquel que se funda en la suprema ley de la necesidad, y hace de su voluntad una ley. La dictadura, como se ha dicho ya, puede justificarse por el interés de todos, legitimarse por la necesidad y glorificarse por el peligro; pero cuando carece de estas condiciones es una usurpación injustificable de parte del que la inviste, y una abdicación cobarde del que la otorga”.
“Poder irresponsable es aquel que no tiene contrapeso, ni obligación de dar cuenta a nadie de sus acciones, ni autoridad superior a él que pueda fiscalizarlas”. “Poder despótico es todo poder especial establecido fuera de las condiciones del derecho natural o escrito, y que por consecuencia no tiene ley ni regla alguna a que ajustarse”.
“Basta que un poder se halle en cualesquiera de estas condiciones para ser calificado de despótico, aunque no haga uso de las facultades de que está investido. Si abusa de esas facultades será lo que se llama un poder tiránico, como lo fue el de Cromwell y el de Rosas”.
b) Inmigración: una forma de lograr el desarrollo económico y cultural de otros países, consiste en facilitar el ingreso de inmigrantes de allí provenientes. Domingo Faustino Sarmiento escribió: “Nosotros necesitamos mezclarnos a la población de países más adelantados que el nuestro, para que nos comuniquen sus artes, sus industrias, su actividad y su aptitud al trabajo. El europeo que viene a establecerse entre nosotros, si hace una gran fortuna, esa fortuna no existía antes, la ha creado él, la ha añadido a la riqueza del país. La tierra que labra, la casa que construye, el establecimiento que levanta, son adquisiciones y progresos para el país; y sus medios industriales, aunque él se vaya, quedan en el dominio de los conocimientos adquiridos por nosotros”.
“El medio, pues, de volar, de suplir al tiempo y a la distancia para poblar, enriquecer nuestro país y hacerlo fuerte contra la Europa, es hacer segura la situación de los extranjeros, atraerlos a nuestro suelo, allanarles el camino de establecerse y hacerles amar el país, para que atraigan a su vez a otros con la noticia de su bienestar y de las ventajas de su posición. Europa en este momento es presa de trastornos que desquician las fortunas, conmueven las sociedades, ahuyentan los capitales, y los hombres inquietos por su porvenir tan nebuloso, suspiran encontrar un país adonde trasladarse y fijar su morada”.
“La habilidad política de un gobierno americano estaría, pues, en mostrarse no sólo dispuesto a recibir esos millones de huéspedes sino en solicitarlos, seducirlos, ofrecerles ventajas, abrirle medios y caminos de establecerse y fijarse en el país”.
c) Libertad de culto: si los inmigrantes profesan diversas religiones, se las debe permitir; de lo contrario se estaría desalentando su ingreso al país. Juan Bautista Alberdi escribió: “Si queréis pobladores morales y religiosos, no fomentéis el ateísmo. Si queréis familias que formen las costumbres privadas, respetad su altar a cada creencia. La América española, reducida al catolicismo con exclusión de otro culto, representa un solitario y silencioso convento de monjes. El dilema es fatal: o católicos exclusivamente y despoblada; o poblada y próspera, y tolerancia en materia de religión. Llamar la raza anglosajona y las poblaciones de Alemania, de Suecia y de Suiza, y negarles el ejercicio de su culto, es lo mismo que no llamarlas, sino por ceremonia, por hipocresía de liberalismo”.
“Esto se verdadero a la letra: excluir los cultos disidentes de la América del Sur, es excluir a los ingleses, a los alemanes, a los suizos, a los norteamericanos, que no son católicos; es decir, a los pobladores de que más necesita este continente. Traerlos sin culto, es traerlos sin el agente que les hace ser lo que son; a que vivan sin religión, a que se hagan ateos”.
c) Libertad: para desarrollar sus potencialidades, se busca que todo individuo sea regido por leyes naturales en lugar de ser dirigido por el Estado, o por otros hombres. Juan Bautista Alberdi escribió: “Cuando uno o muchos individuos de un Estado son atropellados sus derechos internacionales, es decir, de miembros de la sociedad de la humanidad, aunque sea por el gobierno de su país, ellos pueden, invocando el derecho internacional, pedir al mundo que lo haga respetar en sus personas, aunque sea contra el gobierno de su país”.
“Para que las naciones formen un pueblo y se gobiernen por leyes comunes, no es necesario que se constituyan en confederación, ni tengan autoridades comunes a la imagen de las de cada Estado”.
“Esta sociedad existe ya, por la ley natural que ha creado la de cada nación. Cada día se hace más estrecha por el poder mismo de la necesidad que las naciones tienen de estrecharse para ser cada una más rica, más feliz, más fuerte, más libre. A medida que el espacio desaparece bajo el poder milagroso del vapor y de la electricidad, que el bienestar de los pueblos se hace solidario por la obra de ese agente internacional que se llama comercio, que anuda, encadena y traba los intereses unos con otros mejor que lo haría toda la diplomacia del mundo, las naciones se encuentran acercadas una de otra, como formando un solo país”.
d) Libertad de prensa: la libertad de pensamiento debe estar asociada a la libertad para expresarlos. Bartolomé Mitre escribió: “Soy de los que piensan que la licencia de la prensa sólo se cura con la libertad de prensa. En apoyo de mi opinión tengo el ejemplo de las dos naciones más próspera, más libres y más tranquilas del mundo: los EEUU e Inglaterra; es decir, una República y una Monarquía, como si la lógica humana, a que algunas veces llamamos Providencia, hubiese querido demostrar con esto, que el régimen de la libertad absoluta es compatible con todas las formas y sistemas de gobierno”.
“En esos dos pueblos, modelos del gobierno representativo, nadie se aterra por las picaduras de una avispa, ni por la cornada de un toro, ni por el cordonazo de un reverendo padre, ni ven en una hoja de papel impresa, por muy virulenta que sea, un fantasma pavoroso ante el cual el pueblo y el gobierno retrocedan espantados, no Señores; y esta majestad, atributo de la fuerza, y esta tranquilidad tienen su origen en que allí la prensa no tiene de hecho más tribunal que la opinión, ni más ley que la conciencia, ni más castigo que la reprobación de todos los hombres honrados”.
e) La propiedad privada: la ausencia de propiedad impide que los hombres se unan a los demás a través de los afectos, quedando atados o esclavizados por el Estado, que se adueña incluso de las decisiones personales que deberían corresponder a cada individuo. Juan Bautista Alberdi escribió: “Para proteger mejor el fin social de la riqueza, la Constitución ha preferido la distribución libre a la distribución reglamentaria y artificial. La distribución de las riquezas se opera por sí sola, tanto más equitativamente cuanto menos se injiere el Estado en imponerles reglas”.
“Así, la Constitución Argentina, en vez de inventar despóticamente reglas y principios de distribución para las riquezas, las ha tomado de las leyes naturales que gobiernan este fenómeno de la economía social, subordinado a las leyes normales que rigen la existencia del hombre en la Tierra”.
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