Quizás no exista una forma tan eficaz y sencilla de pasar por persona virtuosa que la de mostrar cierta sensibilidad social ante la pobreza material de los seres humanos. De ahí que la “opción por los pobres” se haya constituido en una moda típica de la época. Las buenas intenciones casi nunca van más allá de las declamaciones y las palabras por cuanto todo se reduce a elegir gobernantes que previamente declamaron esa prioridad. Luego, la sensibilidad social se reduce estrictamente a una adhesión materializada en el voto a favor de los políticos que prometieron tal opción.
Quien cumple con la “obligación moral” de votar por los partidos socialdemócratas, o populistas, siente haber realizado una gran obra de bien para erradicar la pobreza, mientras que, simultáneamente, ha de considerar como insensible y perverso a todo aquel que se oponga al ideal populista o totalitario. Se considerará “individualista” a quien se oponga al saqueo generalizado por parte del Estado ya que se ha confundido individualismo con egoísmo. La falsa supremacía ética de quienes promueven una masiva confiscación estatal de la producción sobre la de quienes pretenden su intercambio en el mercado, se observa cotidianamente. Sin embargo, “La Madre Teresa nos da muestras de un espíritu fundamentalmente práctico. Ella sabía que para ayudar eficazmente no bastaban las buenas intenciones y el amor. De modo que lleva a la práctica aquello de Dios ayuda a los que se ayudan”.
“¡Cuántas veces dejamos de hacer cosas que podrían ayudar al prójimo por perdernos en vueltas y consideraciones! Pensamos cuál será el modo más efectivo y, finalmente, no hacemos nada. O dejamos de hacerlo porque consideramos que no tiene relevancia. Pensemos que siempre se empieza por lo pequeño, y que lo importante es hacer algo” (De “Las Enseñanzas de la Madre Teresa”-Libro Latino SA-Buenos Aires 1999).
En lugar de promover el trabajo en quienes ni siquiera producen lo que consumen, se opta por redistribuir la producción ya existente, presuponiendo que la pobreza no depende tanto de la insuficiencia de bienes y servicios sino de la perversidad de quienes no los distribuyen con justicia, por lo cual se aduce que el proceso del mercado debe ser sustituido por el intervencionismo o por la planificación económica estatal. Así, la desconfianza es dirigida sobre el sector productivo y no tanto en la juventud que pierde su tiempo en el ocio y el vicio para llegar a la mayoría de edad con conocimientos mínimos y sin saber ni querer hacer algo útil, quedando a la espera de que un gobierno populista redistribuya con “justicia social” lo que produce la “clase explotadora”.
Quienes advierten que la vagancia generalizada junto con el derroche de los recursos económicos por parte del Estado, son causas importantes de la pobreza existente, son criticados como personas insensibles que están en “contra de los pobres” suponiendo incluso que disfrutan contemplando la existencia de gente de inferior categoría social.
Al considerarse como virtuosa la incapacidad de lograr una adecuada posición económica y como pecaminoso el éxito laboral, se promueve la “lucha de clases”. Tal lucha no se da en forma espontánea sino que es inducida por ideólogos marxistas, populistas y pseudo-cristianos.
Para solucionar el problema de la pobreza, se debe promover el trabajo productivo en forma generalizada, en lugar de aprovecharse de la situación para culpar al “sistema económico” cuando en realidad tal sistema tiene mucho que ver con las ideas vigentes y las actitudes predominantes en una sociedad. Entre quienes proponen una falsa opción por los pobres encontramos a sectores “religiosos” que no pierden la oportunidad de promover sistemas económicos fallidos, como ha sido el socialismo, que fue abandonado por muchos países por su ineficacia. Jorge Pixley y Clodovis Boff (pastor bautista y sacerdote, respectivamente) escriben: “Los pobres constituyen un fenómeno social producido, y no un hecho natural. Han sido reducidos a la pobreza (em-pobrecidos) o mantenidos en ella por las fuerzas de un sistema de dominación. Los pobres aparecen así como clases dominadas”.
“Los pobres son pobres porque son explotados o rechazados por una organización económica perversa, como es en nuestro caso el capitalismo. Es éste un sistema explotador y excluyente. Por eso mismo el pobre es un oprimido y un sufridor. Es mantenido bajo el sistema o fuera de él. Esta es la verdadera explicación de la pobreza de los pobres” (De “Opción por los pobres”-Ediciones Paulinas-Buenos Aires 1986).
Los autores mencionados, al hablar de capitalismo, hacen referencia al capitalismo privado, o economía de mercado, sin mencionar al capitalismo estatal, o socialismo, que presenta los mismos defectos atribuidos al capitalismo privado, pero bastante más acentuados. Por alguna razón, los países socialistas abandonaron tal sistema adoptando la economía de mercado. Justamente, en China adoptaron el capitalismo privado para liberar de la pobreza a varios millones de individuos, que estaban sometidos por la explotación del capitalismo estatal; sistema que en forma irresponsable es promovido por predicadores “cristianos”, que parecen ignorar lo que sucedió en la mayor parte de los países comunistas.
Si hablamos de una falsa opción por los pobres, debe haber una opción verdadera, tal la actitud propuesta por la Madre Teresa de Calcuta. Además del esfuerzo individual, debe existir la decisión política de reemplazar el sistema económico ineficaz por aquel que funcione mejor, como también ocurrió en la India al reemplazarse el socialismo fabiano por la economía de mercado, mejorando la condición de millones de seres humanos. Se puede hacer una síntesis de ambas posturas:
a)Opción verdadera por los pobres: Ayuda concreta creando fuentes de trabajo.
b)Falsa opción por los pobres: Culpar al sector productivo por la pobreza generalizada.
La Iglesia actual sostiene que su misión es liberar al individuo, no de sus pecados y debilidades propias, como indicaba Cristo, sino de la dominación existente bajo el capitalismo privado (aunque poco se preocupe por las victimas del capitalismo estatal vigente en Cuba o en Venezuela). Incluso al promover la Teología de la Liberación, acepta explícitamente que su tarea es liberar al pobre de la explotación laboral impuesta por el rico, que se establece parcialmente cuando no se logra conformar mercados desarrollados con una competencia plena. De ahí que resulte falsa la generalización supuesta por los sectores de la Iglesia ideológicamente identificados con dicha “teología”.
Los problemas sociales existentes, como el de la pobreza, son una consecuencia de fallas éticas individuales; por lo que la Iglesia debería dedicarse a predicar la doctrina cristiana en lugar de promover la lucha de clases junto al marxismo. Si se afirma que el pobre es totalmente inocente por su pobreza y que el rico es totalmente culpable por esa situación, se estimula la violencia social degradando al pobre ya que se promueve su odio personal para orientarlo contra el sector productivo.
No sólo la Iglesia promueve una falsa opción por los pobres cuando se opone a la economía de mercado. También los políticos populistas utilizan a los pobres como instrumentos de sus campañas partidarias tratando de pasar a la historia como “defensores de la justicia social”. Lo absurdo del caso es que la mayoría de los “intelectuales” adoptan como referencia los discursos de tiranos, como Juan D. Perón, en lugar de tener en cuenta los hechos concretos. Así, podemos mencionar la congelación del precio del alquiler de viviendas mantenido por el peronismo. Ante un análisis superficial, se supone que ello va a “favorecer a los pobres”. Sin embargo, debido al proceso inflacionario promovido en la época, el inquilino terminaba pagando un alquiler insignificante. De ahí que a nadie se le iba a ocurrir construir nuevas viviendas para alquilar, disminuyendo las posibilidades de trabajo del sector de la construcción. Al quedar pocas viviendas disponibles, perjudicaba a quienes quisieran alquilar por primera vez, mientras que el precio de los alquileres aumentó bastante en épocas posteriores en concordancia con la ley de la oferta y la demanda. Todavía el país mantiene un elevado déficit habitacional.
Actualmente se sostiene que Perón beneficiaba a los pobres, cuando en realidad los usaba para conquistar el poder político y satisfacer su egoísmo personal. Y si alguien piensa que el problema habitacional y económico se solucionará parcialmente con mayor inversión en la construcción, sustentada por leyes de alquileres que protejan al inversor y a su propiedad, seguramente se sostendrá que tal sugerencia proviene de un anti-peronista, lo que equivale a estar “en contra de los pobres”, aunque en realidad las ventajas serán para todos los sectores. “Mientras institucionalizaba la limosna para regocijo transitorio de las masas y dilapidaba festivamente el patrimonio de una Nación todavía próspera, el dictador Juan Domingo Perón edificó un Estado personalista y policíaco que aterrorizó a sus oponentes a la vez que envilecía las costumbres, enemistaba a los argentinos y agobiaba con un adoctrinamiento generalizado del que no escaparon ni los niños”.
“Supo ser un prepotente demagogo que encarceló y torturó a cuanto disidente pudo y usó y traicionó a todo aquel que se le cruzara y redituara, cerró cuanto diario no lo elogiara, no escatimó el crimen político y acabó elevando el culto a la personalidad a extremos vergonzosos y fetichistas”.
“Antes de su irrupción en la escena política (golpe de Estado mediante), la Argentina era la sexta potencia mundial. Pero después de su paso por la vida pública, el país quedó reducido a su mínima expresión, sin que por ello disminuyera un ápice el numeroso caudal de acólitos del déspota” (De “Perón, el fetiche de las masas” de Nicolás Márquez-Grupo Unión-Buenos Aires 2015).
Debido a la eficacia mostrada por Perón como embaucador de masas, los políticos e, incluso, los militares con actuación política posterior, adoptaron parcialmente sus estrategias. Los periodistas e intelectuales, para no perder seguidores, optaron por callar gran parte de la verdad histórica. De ahí que el nivel de pobreza del país siga aumentado a medida que pasan los años. Nicolás Márquez escribió: “Y si a la adhesión que, tanto sea por genuina convicción como por mera especulación electoral despierta Perón en vastos sectores de la sociedad le sumamos el hecho de que los políticos no peronistas hace tiempo han dejado de cuestionarse su figura (procurando así evitar enemistarse con la mitad de la masa electoral), nos encontramos luego que con esta simbiosis consistente en la adulación de sus afectos por un lado y el silencio cómplice de sus detractores por el otro, Perón va quedando sin mayores contrastes como «un grande» ante la desatenta y complaciente opinión pública contemporánea”.
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