Cuando se habla de la utilidad de la ciencia, por lo general se piensa en las aplicaciones tecnológicas derivadas de la investigación científica. Sin embargo, desde el punto de vista del científico, cuenta más la utilidad cultural que produce en la sociedad. Las discusiones respecto del mejor uso que se le ha de dar a los siempre pocos recursos destinados por el Estado a la investigación, surgen de tales prioridades diferentes. Santiago Ramón y Cajal escribía en las primeras décadas del siglo XX: “La posteridad duradera de las naciones es obra de la ciencia y de sus múltiples aplicaciones al fomento de la vida y de los intereses materiales. De esta indiscutible verdad síguese la obligación inexcusable del Estado de estimular y promover la cultura, desarrollando una política científica, encaminada a generalizar la instrucción y a beneficiar en provecho común todos los talentos útiles y fecundos brotados en el seno de la raza”.
“La política científica implica el empleo simultáneo de estos cuatro modos de acción:
1- Elevar el nivel intelectual de la masa para formar ambiente moral susceptible de comprender, estimular y galardonar al sabio.
2- Proporcionar a las clases sociales más humildes ocasión de recibir en Liceos, Institutos o Centros de enseñanza popular, instrucción general suficiente a fin de que el joven reconozca su vocación y sean aprovechadas, en bien de la nación, todas las elevadas aptitudes intelectuales.
3- Transformar la Universidad, hasta hoy casi exclusivamente consagrada a la colación de títulos y a la enseñanza profesional, en un Centro de impulsión intelectual, al modo de Alemania, donde la Universidad representa el órgano principal de la producción filosófica, científica e industrial.
4- En fin, formar y cultivar, mediante el pensionado en el extranjero o por otros métodos de selección y contagio natural, un plantel de profesores eméritos, capacitados para descubrir nuevas verdades y para transmitir a la juventud el gusto y la pasión por la investigación original” (De “Los tónicos de la voluntad”-Espasa-Calpe SA-Madrid 1971).
Por otra parte, Bernardo Houssay escribió: “Se puede medir la ilustración y clarividencia de los gobernantes por la importancia que acuerdan a la investigación científica fundamental, por lo que realmente hacen para ayudarla, y por el apoyo y respeto que dispensan a los auténticos hombres de ciencia”. “La investigación científica consiste en un examen incesante de los problemas, sin otro límite que la demostración de la verdad, independientemente de los dogmas religiosos, políticos o de otra clase. Exige libertad de investigación, de expresión y de discusión. La ciencia no se desarrolla bien más que en una atmósfera de libertad, mientras que languidece o entra en decadencia bajo los regímenes de opresión”. “Los gobiernos deben suministrar los recursos necesarios para la enseñanza y la investigación científica, pero jamás deben entrometerse en la vida espiritual y las orientaciones científicas de las universidades o centros de investigación fundamental” (De “La investigación científica”-Editorial Columba-Buenos Aires 1960).
Así como es importante tener presente la opinión pública respecto de la forma en que se conduce un país, es importante tener presente la opinión de la comunidad científica respecto de la marcha de la ciencia. Tal comunidad es un organismo cultural que se va instalando en la sociedad y que se identifica con las creencias comunes a sus integrantes. Michael Polanyi escribió: “Una comunidad que practique eficazmente la libre discusión está, por tanto, entregada a un propósito cuádruple: 1) que existe la verdad; 2) que todos los miembros de la comunidad la desean; 3) que todos se sienten obligados hacia ella, y 4) que se sienten capacitados de buscarla”. “Parece ser que el verdadero propósito de la ciencia no es el progreso del bienestar, sino que ésta es más bien una tarea secundaria añadida como una oportunidad de cumplir sus verdaderos fines en el campo espiritual”.
Las situaciones adversas al libre desarrollo de la ciencia se establecen principalmente bajo gobiernos totalitarios, donde la opinión de la comunidad científica es desplazada por la opinión de la comunidad política, que normalmente es la opinión de un líder que supone conocer de ciencia más que los propios científicos sin nunca antes haberle dedicado un tiempo mínimo. “Aplicar la planificación a la ciencia significa el intento por reemplazar los fines que la ciencia se propone a sí misma, por los fines propuestos a la ciencia por el gobierno en interés del bienestar público. Esto convierte al gobierno en responsable de la aceptación o rechazo finales, por parte del público, de cualquier exigencia particular de la ciencia y de la concesión o negación de su protección a investigaciones científicas especiales, de acuerdo con el bienestar social. Al serles negada justificación e, incluso, realidad a los verdaderos fines de la ciencia, el científico que aún los busca es tenido, naturalmente, por reo de un deseo egoísta para su propio goce. Para el político será lógico y justo intervenir entonces en cuestiones científicas, pretendiendo ser el guardián de intereses superiores abandonados sin razón por los científicos. A un necio le bastará recomendarse a sí mismo a un político para aumentar considerablemente sus posibilidades de ser reconocido como científico…De este modo, la corrupción o el franco servilismo debilitarán y reducirán la verdadera práctica de la ciencia” (De “Ciencia, fe y sociedad”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1961).
Puede mencionarse el caso de la psicología soviética, relatada luego de la caída del comunismo. Leonidas A. Radzijovsky escribió: “Nuestro fin primero es efectuar un diagnóstico de la situación actual. Diagnóstico que nos permita observar los mismos problemas que existen en todas las instituciones sociales de nuestro país: en primer lugar, un total divorcio entre hechos y palabras. Nuestra psicología estudia, y esto ya desde hace muchos años, no a las personas reales, sino a un cierto esquema que refleja, lamentablemente, la ausencia de un diálogo libre y científico, y sí la presencia de «focus» adivinativos, que en un determinado momento se van a corresponder con tal o cual dictado «desde arriba», con tales o cuales clisés ideológicos”. “Como resultado de todo esto, quedan fuera de los límites de análisis de los psicólogos no sólo las distintas formas que adoptan las conductas patológicas, sino también los rasgos que pueden caracterizar toda estructura de personalidad, como ser agresividad, pérdida del sentido de la vida, soledad o integración interpersonal, etc. Por lo visto, las investigaciones psicológicas realizadas bajo nuestros auspicios, en su mayor parte se apoyan fuera de la vida del hombre. Y en esto radica la baja autoridad que detenta nuestra psicología y su bajo nivel científico”.
“A la psicología se le permitía su existencia pero, ¡atención!, como una ciencia puramente «académica» que estudiara sin problemas en nivel individual de la memoria o, si se quiere, cómo el ser humano era capaz de aceptar pasivamente cualquier «ukaz» emanado del correspondiente ministerio o empresa. Voy a mencionar un solo ejemplo: a uno de los directores del Instituto de Fisiología Infantil le llega una indicación desde el Ministerio de Educación para organizar un estudio sobre la cantidad óptima de niños para ocupar un aula, visto desde un punto de vista fisiológico. Pero la indicación ministerial alertaba que esa cantidad no podía ser menor de 35 ¡ni mayor de 36!”. “Recuerdo trabajos dedicados a forjar una imagen del hombre optimista, seguro, afectivo, en el cual eran impensables sentimientos de soledad, inseguridad, búsqueda de sentido a la vida, falta de perspectivas vitales. Eso no podía existir: NO Y NUNCA. Esas situaciones podían existir sólo en aquellas sociedades donde el hombre explota al hombre. Si en alguna situación excepcional, «nuestro personaje» no llegaba a entender el sentido de las cosas y de la vida, pues simplemente había que darle una buena explicación. ¡Y esa era toda la psicología!”.
“Esa mentira era presentada ante nuestra sociedad, por lo que nuestro pobre ciudadano no tenía a dónde dirigirse con sus conflictos. ¡Cómo perdía esta nueva ciencia un real objeto de estudio…!”. “En psicología tuvimos, reconozcámoslo, muchos colegas que, sin generar mentiras científicas, sin embargo se adaptaban a ellas y aceptaban coexistir con ellas. Y esto no se relacionaba sólo con el pasado. No pienso en una persona determinada, no pienso concretamente en alguien que ya no existe y no puede defenderse. Pienso que, para mí, personalmente, lo más sensato, lo más honrado, sería recordar mis propios pecados, y si hay entre nosotros alguien que no haya pecado…restaría sólo envidiarlo”.
El momento de esplendor de la psicología soviética se produjo en la década de los 20, apenas iniciada la etapa socialista. De esa época quedan los nombres de Vigotsky, Luria y Leontiev, principalmente. Luego la psicología fue decayendo a medida que el Estado avanzaba sobre las distintas actividades libres que iban quedando. “El «siglo de oro» de la psicología soviética fue muy corto. Duró sólo cinco o seis años. Y cuando intentamos entender qué es lo áureo en este siglo XX, veremos que faltó esto y aquello, y esto otro, lo de más allá no se consideró, y aquello no se alcanzó…Pero sí existió lo fundamental: existió una atmósfera creativa, había creencias, había ciencia, había algo que rápidamente era realizado y concretado, había trabajo real, más allá de las disputas. Y en el presente, sesenta años después, recordamos esa época. Evidentemente, ese tipo de momento no lo tuvimos. No se repitió esa situación en la biografía social de la psicología” (Citado en “Angustia por la utopía” de Mario Golder-Ateneo Vigotskiano de la Argentina-Buenos Aires 2002).
Puede decirse que un gobierno democrático se comporta como tal, cuando apoya sin interferir tanto a la economía como a la ciencia, actividades que requieren de libertad para desarrollar plenamente sus potencialidades. Por el contrario, un gobierno totalitario se comporta como tal cuando interfiere sin apoyar tanto a la economía como a la ciencia (además de otros atributos). Puede encontrarse un ejemplo en el caso de Enrico Fermi, quien tuvo el apoyo de un físico y político cuando formó el Grupo de Roma, integrado, entre otros, por Emilio Segré, Edoardo Amaldi, Oscar D`Agostino, Franco Rasetti, Bruno Pontecorvo, G.C. Trabacchi, Enrico Persico y Ettore Majorana. Respecto del apoyo estatal, Gerald Holton escribió: “Hubo que tomar la decisión concerniente a la dirección y la magnitud del esfuerzo, y hubo de ser llevada al más alto nivel de gobierno para obtener apoyo financiero y administrativo. Ésta es la principal significación del discurso de Orso Mario Corbino….sobre «Los nuevos objetivos de la física experimental». Corbino –senador del reino de Italia así como profesor de física experimental, y director del Instituto de Física de la Universidad de Roma, en el cual trabajaban Fermi y su grupo- explicó al público, a los hombres de ciencia y al Senado, que la investigación de la física en Italia había de cambiar de dirección a la investigación de la física nuclear” (De “La imaginación científica”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).
Con el avance del fascismo, el grupo se desintegró.
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