Puede considerarse a la idolatría profesada hacia el Estado como un neopaganismo que predomina en muchos países. El culto totalitario reemplaza a la religión de carácter moral. El bien, la verdad y la libertad son desplazados por el odio, la mentira y la esclavitud. Jacques Maritain escribió: “La tragedia de las democracias modernas consiste en que ellas mismas no han logrado aún realizar la democracia. Las causas de este fracaso son innumerables. En primer lugar, los enemigos del ideal democrático no se han desarmado nunca; y sus resentimientos, su odio al pueblo y a la libertad, no han hecho más que crecer a medida que las debilidades y las faltas de las democracias modernas les iban dando pretextos” (De “Cristianismo y democracia”-Editorial Dedalo-Buenos Aires 1961).
El igualitarismo predicado por el nuevo paganismo apunta a denigrar todo valor logrado a través del mérito; se anulan premios y castigos; se exaltan los derechos mientras se anulan los deberes. De esa forma el individuo igualitario y soberbio pretende dominar a quienes lo superan. Ludwig von Mises escribió: “Los abogados del socialismo que son bastante sagaces para comprenderlo nos dicen que la libertad y la democracia carecen de valor para las masas. El pueblo, dicen, quiere comida y techo, y para obtener más y mejor pan está dispuesto a renunciar a la libertad y a la autodeterminación sometiéndose a una competente autoridad paternal. A esto los antiguos liberales solían replicar que el socialismo no mejorará el nivel de vida de las masas, sino que, por el contrario, lo empeorará, pues el socialismo es un sistema de producción menos eficiente que el capitalismo. Pero tampoco esta respuesta imponía silencio a los paladines del socialismo. Concedamos, replicaban muchos de ellos, que el socialismo no traerá la riqueza para todos, sino una menor producción de riqueza; con todo, las masas serán más felices bajo el socialismo, porque compartirán preocupaciones con todos sus conciudadanos y no habrá clases ricas envidiadas por los pobres. Los harapientos obreros que en la Rusia soviética se mueren de hambre son mil veces más felices, nos dicen, que los obreros de occidente que viven en condiciones que comparadas con las normas rusas son lujosas; la igualdad en la pobreza es un estado más satisfactorio que el bienestar donde hay personas que gozan de más lujo que el término medio” (De “Omnipotencia gubernamental”-Editorial Hermes-México 1953).
La degradación del hombre común, a quien se le ofrece la esclavitud socialista a cambio de liberarlo de la envidia que siente hacia quienes poseen más y mejores bienes materiales, viene sustentada por una ideología que lo aleja de la realidad. Así, Karl Marx sostiene que el despojo revolucionario de los medios de producción y su posterior confiscación por parte del Estado, solucionarán todos los conflictos sociales. Con el tiempo -sostiene Marx- el Estado habrá de desaparecer por cuanto ya no será necesaria su coerción. Esta contradicción surge al considerar que, en las condiciones ideales del comunismo, el Estado no resultará necesario restringiendo la libertad individual, de ahí que habría de volverse a la propiedad privada de los medios de producción. Pero, por otra parte, antes se dijo que la propiedad privada de los medios de producción es la causa de todos los males existentes.
Para solucionar este embrollo, Marx dice que el hombre, bajo el socialismo, modificará su propia naturaleza humana y que, luego de varias generaciones, al heredar los atributos sociales adquiridos, no necesitará la coerción del Estado. Además, los marxistas sostienen que no hay contradicción alguna por cuanto, según la dialéctica, lo que resulta falso en un momento puede resultar verdadero en otra época, y viceversa. Vladimir Lenin fue quien puso en práctica la ideología marxista tratando de lograr el “hombre nuevo soviético”, adaptado al socialismo. Como la naturaleza humana depende tanto de nuestra herencia genética como de la influencia recibida del medio social, resultó ser todo un disparate.
La dialéctica es opuesta a la lógica utilizada por los científicos serios, la herencia de los caracteres adquiridos se opone a la genética mendeliana, la planificación económica se opone a la ciencia económica que describe al mercado, el altruismo resulta ser una tergiversación del amor natural, predicado por el cristianismo y descrito por la psicología social.
El marxismo-leninismo no sólo induce un intenso odio por el prójimo, sino que destruye a la sociedad al debilitar el vínculo que debe imperar entre los hombres. También impide que se adquieran los conocimientos que ofrece la ciencia universal por cuanto se opone y contradice a la mayor parte de sus ramas, especialmente las sociales. Sin embargo, bajo el nombre de socialdemocracia, el totalitarismo disfrazado de democracia, predomina sobre las tendencias compatibles con la libertad, con la verdad y con la ética natural. Jesús Huerta de Soto escribió: “El análisis histórico es incontrovertible: el Estado no ha dejado de crecer. Y no ha dejado de crecer porque la mezcla del Estado, como institución monopolista de la violencia, con la naturaleza humana es «explosiva». El Estado impulsa y atrae como un imán de fuerza irresistible las pasiones, vicios y facetas más perversas de la naturaleza del ser humano que intenta, por un lado, evadirse a sus mandatos y, por otro, aprovecharse todo lo que pueda del poder monopolista del Estado. Además, y especialmente en los entornos democráticos, el efecto combinado de la acción de los grupos privilegiados de interés, los fenómenos de miopía gubernamental y «compra de votos», el carácter megalómano de los políticos y la irresponsabilidad y ceguera de las burocracias generan un cóctel peligrosamente inestable y explosivo, continuamente zarandeado por crisis sociales, económicas y políticas que, paradójicamente, son siempre utilizadas por los políticos y «líderes» sociales para justificar ulteriores dosis de intervención que, en vez de solucionar, crean y agravan aún más los problemas”.
“El Estado se ha convertido en el «ídolo» al que todos recurren y adoran. La estatolatría es, sin duda alguna, la más grave y peligrosa enfermedad social de nuestro tiempo. Se nos educa para creer que todos los problemas pueden y deben ser detectados a tiempo y solucionados por el Estado. Nuestro destino depende del Estado y los políticos que lo controlan deben garantizarnos todo lo que exija nuestro bienestar. El ser humano permanece inmaduro y se revela contra su propia naturaleza creativa (que hace ineludiblemente incierto su futuro). Exige una bola de cristal que le asegure no sólo conocer lo que va a pasar sino además que cualesquiera problemas que surjan le serán solucionados”.
“Esta «infantilización» de las masas se fomenta de forma deliberada por los políticos y líderes sociales pues así justifican públicamente su existencia y aseguran su popularidad, situación de predominio y capacidad de control. Además una legión de intelectuales, profesores e ingenieros sociales se suman a esta arrogante borrachera del poder. Ni siquiera las iglesias y denominaciones religiosas más respetables han sido capaces de diagnosticar que la estatolatría es hoy en día la principal amenaza al ser humano libre, moral y responsable; que el Estado es un ídolo falso de inmenso poder al que todos adoran y que no consiente que los seres humanos se liberen de su control ni tengan lealtades morales o religiosas ajenas a las que él mismo pueda dominar. Es más, ha logrado algo que a priori podría parecer imposible: distraer sinuosa y sistemáticamente a la ciudadanía de que él es el verdadero origen de los conflictos y males sociales, creando por doquier «cabezas de turco» (el «capitalismo», el ánimo de lucro, la propiedad privada) a las que culpar de los problemas y dirigir la ira popular, así como las condenas más serias y rotundas de los propios líderes morales y religiosos, casi ninguno de los cuales se ha dado cuenta del engaño ni atrevido hasta ahora a denunciar que la estatolatría es la principal amenaza en el presente siglo a la religión, a la moral y, por tanto, a la civilización humana”.
“Que el Estado y el poder político sean la encarnación institucional del Anticristo debe resultar obvio para cualquiera con mínimos conocimientos de historia que lea las consideraciones del Papa [Benedicto XVI] sobre la más grave tentación que puede hacernos el Maligno: «El tentador no es tan burdo como para proponernos directamente adorar al diablo. Sólo nos propone decidirnos por lo racional, preferir un mundo planificado y organizado, en el que Dios puede ocupar un lugar, pero como asunto privado, sin interferir en nuestros propósitos esenciales. Vladimir Soloviev atribuye un libro al Anticristo, «El camino abierto para la paz y el bienestar del mundo», que se convierte, por así decirlo, en la nueva Biblia y que tiene como contenido esencial la adoración del bienestar y la planificación racional” (J. Ratzinger en «Jesús de Nazaret» I)” (De “Liberalismo vs. anarco-capitalismo” en www.anarcocapitalista.com ).
La mayor ambición de los idólatras del Estado es poder observar la caída del capitalismo, que, en caso de producirse, habrá de ser una catástrofe social sólo superada por aquellas producidas por comunistas y nazis. La severa crisis financiera del 2008 fue interpretada en ese sentido, aunque en realidad se trataba de una crisis del intervencionismo económico y del Estado de bienestar, impulsados por la socialdemocracia. Armando Ribas escribió: “La crisis actual [la del 2008] si bien se considera que fue causada por la falta de regulación, no es menos cierto que la sobre-especulación surgida en el mercado inmobiliario fue el resultado de la demagogia inserta en el proyecto del presidente Jimmy Carter de que cada americano tenía derecho a tener su propia casa, un derivado del artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El crédito creciente surgido como consecuencia de satisfacer ese supuesto derecho unido a la reducción de las tasas de interés, provocó en el mercado lo que Minsky denominara especulación pura, es decir, cuando se compran bienes no para usarlos sino para revenderlos” (Citado en “La idolatría del Estado” de Carlos Mira-Ediciones B Argentina SA-Buenos Aires 2009).
La reducción por parte del Estado de las tasas de interés implica cierto intervencionismo económico, “prohibido” por el capitalismo, ya que cada vez que se distorsiona el mercado buscando alguna mejora en algún sentido, las cosas empeoran en ese sentido. Gabriel J. Zanotti escribió: “La bajada artificial de la tasa de interés produce los efectos estudiados con ocasión de analizar el precio máximo (precio tope); se contrae la oferta de ahorros y aumenta su demanda, pues ahora, con la tasa de interés más baja, a muchos inversores les es posible encarar proyectos que antes, con tasas de interés más alta, no les era posible encarar o abordar. Existe, pues, un artificioso excedente de demanda sobre la oferta, excedente que sin embargo es «tapado» por el papel moneda inyectado que simula ser ahorro. Tal es el proceso de la expansión crediticia”. “Aquí comienza el proceso que finalmente desemboca en la tan temida crisis”. “O sea, lo que fundamentalmente le preocupaba a Ludwig von Mises: la expansión gubernamental de medios fiduciarios” (De “Introducción a la Escuela Austriaca de Economía”-Unión Editorial SA-Madrid 2012).
La expansión crediticia artificial en los EEUU fue favorecida por cláusulas de 1996 que obligaban a Fannie Mae y Freddie Mac asignar entre el 12 y el 22% de la cartera de hipotecas a sectores de menos recursos, constituyendo claramente la intervención estatal inicial que permitió la severa crisis posterior. Sin embargo, aun cuando tales intervenciones son rechazadas por principio por los economistas liberales, se culpó por la crisis a las “fallas del sistema capitalista” en lugar de hacerlo con el “sistema intervencionista”.
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