En los inicios de la ciencia económica, se asociaba el valor de un bien al trabajo demandado, o al costo de producción. Sin embargo, para que las descripciones fueran compatibles con el proceso económico, se advirtió que el valor de un bien depende principalmente de lo que el consumidor acepta pagar. Luego, el fabricante decidirá si le conviene, o no, seguir produciendo ante la predisposición observada en los clientes. Ludwig von Mises escribió: “El beneficio del empresario brota de su capacidad para prever, con mayor justeza que los demás, la futura demanda de los consumidores. La empresa con fin lucrativo hállase inexorablemente sometida a la soberanía de los consumidores. Las pérdidas y las ganancias constituyen los resortes gracias a los cuales el imperio de los consumidores gobierna el mercado”.
En una economía en la cual el consumidor elige libremente lo que desea comprar, y sólo es influenciado por la propaganda, es quien decide y orienta la producción. Por el contrario, en una economía planificada, en la cual el consumidor es obligado a aceptar “lo que el Estado decidió producir”, no tiene ninguna posibilidad de orientar la producción. Luego, la ciencia económica es la que describe el comportamiento del hombre en una economía libre y no en aquellas en donde la coerción le induce a aceptar lo que otro decidió producir. “La economía de mercado crea un ambiente que induce a practicar la abstención y a invertir su fruto, el capital acumulado, en aquellos sectores que mejor satisfacen las necesidades más urgentes del consumidor”. “Si no hay personas dispuestas a ahorrar, reduciendo su consumo, faltarán los medios necesarios para efectivamente ampliar las inversiones. Tales medios no pueden ser engendrados mediante imprimir papel moneda o conceder créditos sin más existencia que la escrituraria y contable. La expansión crediticia constituye la principal arma de que dispone el jerarca en su lucha contra la economía de mercado”. (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).
La acción humana se asocia, en economía, a las decisiones del hombre en un mercado competitivo cuando tiene la posibilidad de elegir libremente. Desde la Escuela Austriaca de Economía se considera al proceso económico como una cuestión vinculada esencialmente al consumidor, y luego al productor. Israel Kirzner expresó: “La visión de Carl Menger fue comprender cómo funciona la economía. La economía funciona porque los consumidores quieren cosas. Y como quieren cosas, entonces actúan. Actúan, escogen, hacen ofertas de compra. Y si un empresario inteligente sabe que los consumidores están haciendo ofertas, ese empresario inteligente puede darse cuenta de que puede obtener beneficio satisfaciendo esas ofertas de compra, satisfaciendo esas demandas. Al hacer eso está actuando como si fuera el agente de los consumidores, dirigiendo los recursos hacia los canales que satisfacen en mayor medida los deseos de los consumidores”.
Como también en psicología social se han establecido teorías de la acción, puede indagarse acerca de una posible coincidencia de ambos puntos de vista, es decir, del económico y del de la psicología social. En caso de que ambos puntos de vista se adapten a la descripción de la realidad, seguramente tendrán puntos coincidentes, incluso con la posterior esperanza de que sean equivalentes o, al menos, compatibles. Posiblemente Mises consideró sólo la psicología individual sin tener en cuenta la “psicología de las actitudes”, quizás poco desarrollada en su tiempo, que no es otra cosa que la psicología social. Al respecto escribió: “Nuestra ciencia se ocupa de la acción humana, no de los fenómenos psicológicos capaces de ocasionar determinadas actuaciones. Es ello precisamente lo que distingue y separa la teoría general de la acción humana, o praxeología, de la psicología”.
Entre los aspectos considerados en ambas descripciones aparecen los conceptos de libertad y de cooperación. Toda teoría de la acción debe describir las decisiones no limitadas o anuladas por otros hombres, por lo que se contempla la situación ideal en la que el hombre está regido por las leyes naturales que gobiernan nuestra propia naturaleza humana. “No hay más libertad que la engendrada por la economía de mercado. No existe gobierno ni constitución que pueda garantizar la libertad si no ampara y defiende las instituciones fundamentales en las que se basa tal organización social. Reemplazarla por la planificación económica implica anular toda libertad. Las gentes, en tal supuesto, sólo gozan de un derecho: el de obedecer” (“La acción humana”).
La teoría de la acción surgida de la psicología social puede sintetizarse en la existencia de la actitud característica en las personas, constituida, a la vez, por las componentes afectivas y cognitivas. Entre las primeras encontramos las que orientan al hombre bajo dos tendencias generales: cooperación y competencia. Con la actitud del amor se responde a la tendencia a la cooperación y mediante el odio y el egoísmo a la tendencia hacia la competencia. La indiferencia completa el conjunto de componentes afectivas básicas, cuyos porcentajes relativos conforman la gran variedad de actitudes individuales.
El segundo punto de coincidencia implica la búsqueda de la cooperación. Así, la tendencia a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias (definición del amor), extrapolada a los intercambios materiales ha de contemplar el beneficio simultáneo de ambas partes intervinientes. Una actitud cooperativa auténtica es la que deriva de un predominante sentimiento afectivo como el mencionado y se hará evidente en todas las circunstancias sociales, ya sean económicas o en simples acciones de comunicación personal. “La sociedad implica acción concertada, cooperación. La sociedad es fruto engendrado por consciente y deliberada conducta. No quiere ello decir que las gentes celebraran un contrato a cuyo amparo fundaran la sociedad humana. Las actuaciones que originan la cooperación social y, a diario, la renuevan no aspiran más que a cooperar y colaborar con los demás al objeto de alcanzar fines personales específicos. Ese complejo de recíprocas relaciones plasmado por dichas concertadas actuaciones se denomina sociedad. Reemplaza una –al menos, imaginable- vida individual aislada por una vida de colaboración. La sociedad es división del trabajo y combinación de esfuerzo. Por ser el hombre animal que actúa, conviértese en animal social”.
Mientras que el cristianismo sugiere “buscar el Reino de Dios y su justicia” ya que “lo demás se dará por añadidura”, objetivo que implica principalmente cumplir con el mandamiento del amor al prójimo, la actitud libre y cooperativa propuesta por Mises sintetiza en forma coincidente lo esencial de la acción humana. Se tiene en cuenta justamente que el mercado es un sistema espontáneo autoorganizado al cual el hombre se debe adaptar, es decir, debe primero adaptarse éticamente a la ley natural mediante la actitud cooperativa, y luego se dará como consecuencia la sociedad definida como el Reino de Dios que, simultáneamente permitirá establecer un orden económico coincidente con la economía de mercado. Si el hombre no adopta una actitud cooperativa, porque tampoco se lo propone, entonces tanto el éxito social como el económico serán limitados.
El matemático Henri Poincaré dijo “Descubrir es elegir”, indicando que lo esencial de la invención matemática no radica en la generación, mediante deducción lógica, de todas las relaciones posibles, algo que podría hacerse actualmente con una computadora, sino en la elección de aquellas relaciones importantes por su generalidad y posterior utilización. También en el ámbito de las decisiones humanas lo importante es la elección de la actitud favorable a la cooperación, ya que las demás también son partes de nuestra naturaleza humana. No caben dudas que el camino de la cooperación es el que a todos conviene.
Una aceptable teoría de la acción, tanto social como económica, debe describir aceptablemente el éxito como el fracaso, es decir, el estado óptimo como el más alejado a ese ideal, junto a los demás estados intermedios. De ahí que lo que “debe ser” sea una meta concreta a alcanzar, mientras que “lo que es” ha de encontrarse como diferencia respecto de lo que “debe ser”. Quienes critican los fundamentos adoptados, por considerar que se parte de lo que el hombre “debe ser” y no de lo que en realidad “es”, se les puede decir que lo que el hombre “debe ser” es una simple optimización de “lo que es”.
En lugar de generalizar resultados estadísticos de la economía para encontrar leyes subyacentes, se parte de principios de la psicología social. Henry Hazlitt escribió: “Un método aplicable a casi todos los problemas es el que denominamos deductivo o apriorístico. Llega a la formulación de conclusiones sin necesidad de recurrir a la observación ni a la experimentación. Consiste en un razonamiento que parte de la experiencia anterior o de principios ya consagrados y llega al esclarecimiento de casos particulares. Sin embargo, se lo puede emplear tanto para ratificar la observación y experimentación como para reemplazarlas” (De “El pensar como ciencia”-Editorial Nova-Buenos Aires 1969).
En realidad, al coincidir los principios psicológicos adoptados por la economía con aquellos resultados logrados en psicología social, se advierte que surgen en realidad de la observación y de la verificación experimental en esta última rama de la ciencia. Uno de ellos es descrito por Gabriel J. Zanotti como sigue: “Acción humana implica el intento deliberado de pasar de un estado menos satisfactorio a otro más satisfactorio (primer axioma). Es decir, la insatisfacción es el incentivo de la acción” (De “Introducción a la Escuela Austriaca de Economía”-Unión Editorial SA-Madrid 2012).
Debe aclararse que en todo sistema complejo adaptativo, existe una tensión básica que trata de reducir la diferencia entre el objetivo a lograr y lo realmente logrado, constituyendo el origen de la motivación. Puede hacerse un resumen de lo que implica la economía, al menos observada desde la postura de la psicología social:
Economía = Psicología social + Mercado
Ello implica que el hombre en libertad, adaptado a la ley natural, eligiendo la actitud cooperativa, tiende a establecer, entre otros ordenamientos, el sistema autoorganizado espontáneamente conocido como mercado. Al asociarse la ética cooperativa al desarrollo del mercado, surge un dilema similar al de la aparición prioritaria del huevo o de la gallina. Desde algunos ámbitos de la economía se dirá que el desarrollo del mercado favorece la mejora ética (o al menos reduce las posibilidades de corrupción), mientras que desde el resto de las ciencias sociales seguramente se dirá que la mejora ética individual favorecerá el desarrollo del mercado, que no es otra cosa que el desarrollo económico de una nación. Sin resolver el dilema planteado, puede decirse que se habrá dado un paso adelante si al menos podemos vincular ética con desarrollo.
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