Los distintos lenguajes surgen de la necesidad imperiosa que tiene el hombre de comunicarse con sus semejantes y así convertirse en un ser social por cuanto, como individuo aislado, tiene pocas posibilidades de supervivencia. Debido a las similitudes entre distintos lenguajes, varios autores suponen que existió un lenguaje original y común que se fue difundiendo, con cambios, por todo el planeta. Sin embargo, resulta más convincente suponer que se fueron generando en forma espontánea en los distintos lugares y pueblos debiéndose tales coincidencias a los atributos biológicos genéticamente heredados, que son similares en cada individuo. Noam Chomsky escribió: “Más interesante es, para mí por lo menos, la posibilidad de que a través del estudio del lenguaje podamos descubrir los principios abstractos que gobiernan su uso y su estructura, los cuales son universales por necesidad biológica y no meros accidentes históricos, y derivan de características mentales de la especie” (De “Reflexiones sobre el lenguaje”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1984).
Al existir un fuerte vínculo entre pensamiento y lenguaje, surge el interrogante acerca de la posibilidad de que este último constituya un medio eficaz para la creatividad intelectual. El vínculo mencionado puede evidenciarse en la siguiente expresión de Max Müller: “Pensar es hablar en voz baja. Hablar es pensar en voz alta”. Henry Hazlitt escribió al respecto: “El corolario del postulado de Max Müller revista una importancia extraordinaria. Todo individuo equipado con un vocabulario pobre será casi con toda seguridad un mal pensador. Cuanto más rico y abundante sea nuestro léxico y mayor sea nuestra conciencia de las distinciones y de los matices semánticos, tanto más fecundo y preciso será nuestro pensamiento. El conocimiento de las cosas y de las palabras que las designan se desarrollan conjuntamente”.
“De la ineludible dependencia recíproca entre el pensamiento y el lenguaje se pueden extraer otros corolarios. Quien aspire a pensar con claridad y precisión, deberá aspirar también a escribir con esas mismas cualidades. La buena redacción es hermana gemela del pensamiento exacto. Quien quiera aprender a pensar, tendrá que aprender a escribir”. “Francis Bacon lo sintetizó con insuperable concisión: «La lectura hace al hombre completo; la conversación lo hace ágil; el escribir lo hace preciso»” (De “El pensar como ciencia”-Editorial Nova SACI-Buenos Aires 1969).
En cuanto a la “creatividad del lenguaje”, se recurrirá a una analogía con la “creatividad de las matemáticas”. Luego que el físico Paul Dirac establece una ecuación matemática aplicada a los fenómenos atómicos, advierte que entre sus soluciones aparecen estados de energía negativa, que permiten el posterior descubrimiento teórico de la antimateria. Dirac comentó el hecho diciendo que “la ecuación es más inteligente que su autor”, ya que él mismo no había previsto tal fenómeno. Puede decirse que el hombre tiene capacidad para establecer ecuaciones matemáticas y que, a la vez, las ecuaciones matemáticas poseen cierta creatividad implícita que permite aportar conocimientos inaccesibles por otros medios, como la propia imaginación del científico.
Cuando se habla de la “creatividad del lenguaje” se hace referencia a la posibilidad de que las descripciones verbales o simbólicas permitan establecer nuevas ideas que no han sido previstas por otros medios, como la formación de imágenes no asociadas a palabras. En este caso, la creatividad es limitada por cuanto las palabras son bastante menos complejas que las ecuaciones matemáticas, y sólo constituyen un medio adicional que emplea el razonamiento para establecer su proceso. En realidad, el proceso creativo es el mismo que el empleado para la adquisición del conocimiento ya establecido, aunque a veces se llega a la innovación motivados por el mismo afán impulsor. José Hierro S. Pescador escribió: “Chomsky ha afirmado que el uso del lenguaje se caracteriza por ser creativo, y que esta creatividad se manifiesta en los hechos siguientes. Primero, en que el uso del lenguaje es innovador, en cuanto que gran parte de las expresiones que pronunciamos son totalmente nuevas y no constituyen una repetición de las ya escuchadas con anterioridad. Incluso que ni siquiera son «semejantes en estructura»”. “Otra es la afirmación de que el número de expresiones que pueden formarse correctamente en un lenguaje es potencialmente infinito” (De “Principios de Filosofía del Lenguaje”-Alianza Editorial SA-Madrid 1997).
El pensamiento no sólo se basa en el lenguaje, sino también en imágenes no asociadas a palabras. David G. Myers escribió: “Los artistas piensan en imágenes. Lo mismo hacen los compositores, los poetas, los matemáticos, los atletas y los científicos. Albert Einstein reconoció que algunos de sus más grandes descubrimientos los realizó mediante imágenes visuales y más tarde pudo explicarlos con palabras” (De “Psicología”-Editorial Médica Panamericana SA-Madrid 2006).
Henri Poincaré agrupaba a los matemáticos bajo dos categorías principales: los que razonaban en base a imágenes y los que lo hacían en base a símbolos, escribiendo al respecto: “Es imposible estudiar las obras de los grandes matemáticos, y aun las de los pequeños, sin observar y sin distinguir dos tendencias opuestas o, más bien, dos clases de espíritus enteramente diferentes. Unos están preocupados, ante todo, por la lógica; al leer sus trabajos, se siente la tentación de creer que no han avanzado sino paso a paso….sin abandonar nada al azar. Los otros se dejan guiar por la intuición y, desde el primer momento, hacen conquistas rápidas, pero a veces precarias, como osados caballeros de vanguardia”.
“No es la materia que tratan la que les impone uno u otro método. Si de los primeros se dice, a menudo, que son analistas, y si se llama geómetras a los otros, esto no impide que unos permanezcan analistas aun cuando estudien geometría, mientras que los otros son todavía geómetras, aun cuando se ocupen de análisis puro. Es la propia naturaleza de sus espíritus quien los hace lógicos o intuitivos, y no pueden despojarse de ella cuando abordan un asunto nuevo” (De “El valor de la ciencia”¨-Espasa-Calpe Argentina SA-Buenos Aires 1947).
Mientras que el intuitivo se parece a un hombre que da un fuerte golpe para hacer oscilar un columpio, el lógico se asemeja al que aplica leves golpes con una frecuencia similar a la propia de oscilación del columpio, llegando a inducirle una oscilación similar, aunque empleando un tiempo mayor. De ahí que el pensamiento intuitivo sea rápido, mientras que el pensamiento lógico resulta lento. Mientras que la verdad aparece más claramente ante el pensamiento en base a imágenes, la coherencia lógica está asociada al pensamiento verbal. Por ello resulta necesario un control entre ambos tipos de pensamiento, para asegurar tanto la verdad como la coherencia lógica. Daniel Kahneman escribió: “Durante décadas, los psicólogos han mostrado gran interés por dos modos de pensamiento”. “El Sistema 1 opera de manera rápida y automática, con poco o ningún esfuerzo y sin sensación de control voluntario”. “El Sistema 2 centra la atención en las actividades mentales esforzadas que lo demandan, incluidos los cálculos complejos” (De “Pensar rápido, pensar despacio”-Debate-Buenos Aires 2012).
En filosofía, frecuentemente encontramos autores que establecen deducciones lógicas a partir de palabras llegando a laberintos lingüísticos de dudosa validez. De ahí que no deba descartarse la posibilidad de que también por ese medio se llegue a conocimientos compatibles con la realidad. En todos los casos debe tenerse presente que nuestro razonamiento implica tanto imágenes como palabras, y que deben controlarse los resultados obtenidos por un método compatibilizándolos con el otro. Oswald Ducrot escribió: “El análisis lingüístico aparece realizado de manera sistemática –y considerado a menudo como la única indagación filosófica legítima- en la obra de casi todos los filósofos ingleses de primera mitad del siglo XX, que se llaman a sí mismos «filósofos del lenguaje» y dan a su investigación el nombre de filosofía analítica”.
“Sostienen que casi todo cuanto se ha escrito en materia de filosofía es, si no falso, carente de sentido y que su apariencia de profundidad está dada por una mala utilización del lenguaje cotidiano” (Del “Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje” de O. Ducrot y T. Todorov-Siglo Veintiuno Editores-Buenos Aires 2014).
En cuanto a las limitaciones del lenguaje, puede decirse que, al no requerirse, para la formación de oraciones, una estricta coherencia lógica, el lenguaje no puede tener en forma implícita una creatividad similar a la asociada a los entes matemáticos, como erróneamente alguien pueda creer. Karl Vossler escribió: “Una falsedad filosófica, un absurdo empírico y hasta una inexactitud lógica pueden presentarse en forma idiomáticamente correcta. La justeza y corrección gramatical no tiene nada que ver con la exactitud empírica, ni con la histórica, ni con la lógica. Ni tampoco con la verdad. Nada hay en el reino del error ni en el de la mentira que no pueda envolverse en palabra y estilizarse en forma impecable” (De “Filosofía del Lenguaje”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1968).
La utilización frecuente del lenguaje nos permite reforzar los vínculos entre neuronas al pensar insistentemente sobre un concepto, ya que iguales palabras evocan imágenes similares. Nombrar y vincular en nuestra mente una misma cosa implica realizar un ejercicio, o entrenamiento, mental que, de la misma forma en que el ejercicio físico fortalece el músculo, ha de fortalecer los circuitos neuronales respectivos. De ahí que la buena memoria dependa también de una intensa actividad mental, ya que ésta refuerza circuitos neuronales al pensar una y otra vez sobre cada concepto memorizado.
Desde el punto de vista educativo, surge un aspecto a tener en cuenta y es el de llegar a que el docente transmita al alumno cierto nivel umbral de información que le permita luego realizar razonamientos propios sobre el tema. Para cada tema existe una extensión óptima que le permite al receptor realizar razonamientos posteriores. Este óptimo implica las imágenes básicas y necesarias para un posterior razonamiento. Menos información resulta incompleta porque no permite tal objetivo, mientras que más información tiende a encubrir las ideas importantes. Con ello se apunta a la formación de la actitud crítica, que no es otra cosa que la capacidad para razonar por cuenta propia. Galileo Galilei escribió: “Uno no puede enseñarle nada al hombre, sólo puede permitirle aprender por sí mismo”.
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