En los regímenes de tipo populista o totalitario, por lo general no se cumple con la mayoría de las promesas gubernamentales, de ahí que se pretenda compensar esa ausencia con la propaganda oficial haciéndole creer a la opinión pública en el cumplimiento efectivo de tales objetivos, mientras que la realidad es todo lo contrario a lo que dicen las autoridades. Por ello se ha dicho: “Dime de qué te jactas y te diré de qué careces”. Andrei Sajarov escribió respecto de la Unión Soviética: “La tesis que afirma la pretendida excepcionalidad del sistema político y económico soviético ha constituido siempre un «dogma de fe» para la propaganda soviética y prosoviética…Este dogma se defiende con tanta mayor insistencia cuanto más evidente se hace el completo fracaso de la mayoría de las promesas que contiene” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).
Como lo que más le importa a un líder populista o totalitario no es la realidad, sino la opinión que se tenga de esa realidad, en lugar de intentar realizar las promesas, crea un relato que cuesta menos trabajo y esfuerzo, manteniendo contenta a la población hasta que pueda advertir el engaño recién cuando llegue la etapa de un próximo gobierno, en cuyo caso el líder mentiroso ya no estará allí. Incluso es posible que trate de encubrir sus actos culpando a los “enemigos” con las intención de volver al poder en el futuro. La propaganda oficial ayuda a los gobernantes a encubrir errores, ya que parecieran sufrir un severo complejo de inferioridad que será compensado con un consiguiente complejo de superioridad. Los habitantes, eso sí, tendrán que soportar las consecuencias de los desajustes psicológicos de quienes eligieron para que los gobiernen. El citado autor agrega: “La realidad soviética no soporta la comparación con los países capitalistas adelantados; de ahí la imperiosa necesidad de sustentar el dogma y mantener a nuestra sociedad bajo la hipnosis de una fe ciega, responsable, entre otras causas, de la atmósfera de secreto a que aquélla está sometida. Al socaire de tal estado de cosas, se han elaborado alegaciones como la siguiente, que muchos recordamos todavía: «¿Qué sentido tiene aprender de nadie si, a fin de cuentas, llevamos sobre los demás una era histórica de adelanto?»”.
En la Argentina kirchnerista, la propaganda oficial menciona bastante seguido la “inclusión social” y la “igualdad”, de donde surge cierta sospecha por la veracidad del cumplimiento de tales objetivos. En primer lugar, se advierte una tendencia a buscar nuevos destinatarios de las ayudas sociales. Los gastos excesivos del Estado favorecen tanto el proceso inflacionario como la vagancia y desalientan la inversión, ya que el empresario, presionado excesivamente con impuestos, dispone de menores recursos para la inversión. Al reducirse la inversión, se reduce la posibilidad de crear empleos genuinos. El propio Aníbal Fernández, político representativo del kirchnerismo, advirtió la efectividad provisoria de tales planes. Guillermo Laura y Adolfo Sturzenegger escribieron: “A mediados del 2003, el ministro del interior, Aníbal Fernández, reconoció que el Plan Jefes y Jefas de Hogar «es una porquería ya que significa la demostración más acabada del fracaso de la política», aunque advirtió que se implementó para «resolver el hambre de 15 millones de habitantes». «El mejor momento va a ser el día que lo saquemos. Va a ser bárbaro, porque los beneficiarios van a tener trabajo y con su plata harán lo que se les antoje y darán de comer en el mejor comedor que existe en el mundo: el de su casa, con la vieja al lado» (La Nación, 25/8/2003)” (Citado en “Abundancia de lo indispensable”-Pearson Education SA-Buenos Aires 2004).
Como las ayudas sociales generan muchos votos, ya que el receptor puede sentir temor a que un cambio de gobierno lo deje sin ese recurso, son utilizadas por el populismo como una manera de mantener el poder. De ahí que tal dependencia respecto del Estado, implica una forma concreta de exclusión social, ya que la persona incluida en la sociedad no es aquel que requiere de una ayuda mensual, sino quien es capaz de ganarse el sustento por sus propios medios.
Es oportuno mencionar alguna de las costumbres predominantes en países avanzados. Es frecuente, en los EEUU, que los padres ricos concedan a sus hijos nada más que lo necesario para sobrevivir, buscando que aprendan a ganarse la vida por sus propios medios sin depender de los demás. Por el contrario, brindándoles comodidades y seguridad suficientes, impiden que se capaciten para una verdadera inclusión social.
Ante una desmedida búsqueda de igualitarismo (igualdad ficticia, o no natural), se han eliminado premios y castigos en los distintos establecimientos educativos estatales, de tal forma que los buenos alumnos deban adaptarse a los peores, o bien irse a colegios privados. Los resultados en los exámenes que se toman a nivel internacional muestran la grave decadencia de la educación argentina, siendo una causa de exclusión social masiva, dado que el bajo nivel adquirido por los alumnos los hace ineptos para desempeñarse en trabajos que requieran de ciertas habilidades intelectuales. Alejandro Katz escribió: “De todos los factores necesarios, la educación es el que más efectos produce en el largo plazo. No es extraño, por tanto, que haya sido el más desatendido por el Gobierno, tal como demuestran, más allá del gasto realizado y con una contundencia que no admite respuestas, todas las pruebas de evaluación de calidad educativa. El derecho de acceder a una escuela pública de calidad ha sido expropiado. A tal punto lo ha sido que los sectores populares que aún pretenden dar a sus hijos una buena educación aspiran a enviarlos a escuelas privadas, aunque éstas sean escuelas parroquiales: la continuada decadencia de la educación pública y la consiguiente migración de la escuela estatal a la privada no son prueba del fracaso de la política gubernamental, son prueba de su éxito, del triunfo de una concepción de la sociedad que, más allá de los discursos, se ha desinteresado del derecho que tienen a acceder al futuro aquellos que no lo han recibido de sus mayores como herencia” (De “El simulacro”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2013).
Otra forma de exclusión social generada por el kirchnerismo es la que distingue entre aliados y opositores al gobierno, es decir, a amigos y enemigos. En los medios masivos de difusión oficialistas, los políticos, periodistas o empresarios que den muestras de no coincidir con el gobierno, son denigrados y difamados en forma permanente. De ahí que la persona de pensamiento independiente, cuando es catalogada como enemigo, no tendrá la menor predisposición a tener vinculo alguno con alguien que esté de acuerdo con el odio masivo que se siembra desde el propio gobierno nacional.
Para reforzar la división de la sociedad se recurre a dos factores adicionales: la unificación del enemigo y la mentira histórica. La primera implica unificar en un enemigo común al capitalista, empresario, pro-occidental, burgués, católico, neoliberal, etc., de manera que los defectos asociados a cada categoría puedan asignarse a las restantes. En cuanto a la distorsión de la verdad histórica, se ha procedido a ignorar la acción terrorista de los grupos subversivos de los 70 con más de 20.000 atentados, unos 1700 secuestros extorsivos y alrededor de 1.000 asesinatos. Se ha optado por silenciar el hecho de que tales terroristas recibían apoyo de una potencia extranjera, a favor de la que luchaban, mientras que el sector argentino sólo intentaba cumplir con la misión que por ley le corresponde a todo militar. Que haya habido excesos en la represión, no justifica que gran parte de la población manifieste abiertamente haber preferido el triunfo del invasor que del propio sector nacional. Pretender que la Argentina haya formado parte de la URSS, viviendo como actualmente viven los cubanos, es una muestra más del intenso odio que sienten los kirchneristas por el sector “enemigo”.
La exclusión del país del contexto internacional, debida a la necesidad del gobierno de entrar en conflicto con alguien, ha debilitado nuestra imagen cerrando puertas para el comercio global. La imagen del país no es la mejor cuando oficialmente se hace ostentación de soberanía no pagando las deudas contraídas, o no respetando fallos judiciales y ni siquiera la persona y la investidura de los miembros de una justicia que fue admitida previamente para casos de posibles litigios.
Finalmente tenemos la exclusión social del peligroso delincuente, principalmente por obra de Eugenio Zaffaroni y de sus secuaces, quienes pretenden incluirlo socialmente a costa de las víctimas inocentes que no sólo quedan marginadas de la sociedad, sino de la vida. El peligroso delincuente en libertad despierta sensaciones similares a las que provoca un perro rabioso, ya que sólo puede sentirse temor y deseos de estar lo más lejos posible, de ahí que no pueda decirse que por ese camino se lo ha de reinsertar en la sociedad o que en el futuro se lo haya de lograr.
Puede hacerse un resumen de las distintas formas de exclusión que caracterizan a la “década ganada”:
1- Exclusión laboral: autonomía vs. dependencia
2- Exclusión educativa: privada vs. estatal
3- Exclusión política: amigo vs. enemigo
4- Exclusión histórica: militarismo vs. guerrilla
5- Exclusión nacional: nacionalismo vs. internacionalismo
6- Exclusión en seguridad: delincuencia vs. decencia
Puede decirse que el kirchnerismo promueve la desintegración social tanto como la nacional, aunque un sector importante de la población no tenga el menor inconveniente en que ello ocurra. Alejandro Katz agrega: “El progresismo reaccionario kirchnerista no se propuso explorar los modos en que los individuos puedan gozar de autonomía, participar así de la vida política y decidir sobre sus propios destinos personales: su problema, una vez más, no es enfrentar la laboriosa tarea de contribuir a una sociedad justa, es tan sólo la acumulación y el mantenimiento del poder. La concentración de riqueza tiene su correlato en una concentración inaudita de poder porque una economía de consumidores –y no de propietarios- se corresponde con una democracia de clientes-y no de ciudadanos”.
“El progresismo reaccionario lo sabe: sabe que mayor autonomía para las personas, que una mejor distribución de la riqueza, que un incremento en el grado de libertad de los ciudadanos entraña una pérdida de la libertad del gobernante. Y es allí donde opera la teoría del poder kirchnerista según la cual el líder es el único que debe gozar de una libertad total, a expensas de la libertad de los demás. Opera, justamente, a contramano de una teoría de la sociedad justa, integrada por individuos autónomos, propietarios, dueños de sus destinos individuales”.
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