El reciente Campeonato Mundial de Fútbol 2014 nos permite establecer una analogía con los restantes sucesos de nuestra vida en los cuales participamos ya sea como observadores o bien como actores. Tal acontecimiento deportivo ha implicado, para muchos, una secuencia que comienza con expectativas y esperanza, seguida por la realización para finalizar como un recuerdo que será valorado en función de las expectativas previas.
Para personas que no tengan otros intereses distintos del fútbol, al finalizar el certamen padecerán del “vacío existencial” por cuanto no tienen en sus mentes otras expectativas para llenar sus vidas y sus días, mientras que, por el contrario, quienes tengan muchos proyectos por realizar, la finalización del Mundial no implicará un cambio importante. Víktor Frankl escribió: “Cada época tiene sus neurosis y cada tiempo necesita su psicoterapia”. “El paciente típico de nuestros días no sufre tanto, como en los tiempos de Adler, bajo un complejo de inferioridad, sino bajo un abismal complejo de falta de sentido, acompañado de un sentimiento de vacío, razón por la que me inclino a hablar de un vacío existencial”.
“Cuando se me pregunta cómo explico la génesis de este vacío existencial, suelo ofrecer la siguiente fórmula abreviada: contrariamente al animal, el hombre carece de instintos que le digan lo que tiene que hacer y, a diferencia de los hombres del pasado, el hombre actual ya no tiene tradiciones que le digan lo que debe ser. Entonces, ignorando lo que tiene que hacer e ignorando también lo que debe ser, parece que muchas veces ya no sabe tampoco lo que quiere en el fondo. Y entonces sólo quiere lo que los demás hacen (¡conformismo!), o bien, sólo hace lo que otros quieren, lo que quieren de él (totalitarismo)” (De “Ante el vacío existencial”-Editorial Herder SA-Barcelona 1986).
Cuando un individuo dispone de muchos proyectos para el futuro, vive una existencia plena, teniendo motivos suficientes para la lucha cotidiana, cuya intensidad dependerá principalmente de cuánto de importante sea para él lograrlos. La felicidad ha de ser una consecuencia inmediata de la “plenitud existencial”. Por el contrario, cuando no se tienen proyectos, se cae en el “vacío existencial” que será un estado mental que requerirá ser “llenado” de alguna forma. Si no lo es mediante proyectos adecuados, lo será mediante sustitutos que lo llevan a la “felicidad artificial”, caracterizada por el corto plazo y la frustración posterior.
Puede decirse que la acción humana proviene de una tensión básica promovida por la diferencia entre lo que somos y lo que deseamos ser, o entre lo que tenemos y lo que deseamos tener. Por lo tanto, la ausencia de objetivos futuros implicará la inacción, el tedio y la negligencia. Sintetizando la idea:
Acción = Diferencia (tensión) entre lo que somos y lo que queremos ser
Si se tienen pretensiones inaccesibles, podrá llegarse a la frustración, por lo cual es necesario replantearse los objetivos. Abraham H. Maslow escribió: “En condiciones óptimas, lo que es, es valorado. (Se ha alcanzado lo que debe ser). Esta fusión puede darse en dos sentidos: o bien con el mejoramiento de lo real, para que así se acerque más a lo ideal, o bien con la reducción de lo ideal, para que se aproxime más a lo real” (De “La personalidad creadora”-Editorial Kairós-Barcelona 2005).
Quizá la mutilación espiritual del hombre sea la principal causa de fracaso en la vida, esto es, del fracaso en el logro de un aceptable nivel de felicidad. Tal mutilación implica principalmente renunciar a la búsqueda de valores afectivos o morales, como también de aquellos asociados a nuestro intelecto, por lo que al hombre sólo le resta satisfacer las comodidades de su propio cuerpo. El excesivo materialismo reinante es el resultado inmediato de tal abandono, o de tal mutilación. Al no lograrse un adecuado nivel de felicidad, se necesita una sustitución y por ello se cae en la búsqueda de la felicidad artificial (vicios, drogas, diversión, etc.) que se caracterizan por deteriorar la salud permitiendo lograr un nivel de felicidad inferior al del comienzo de la búsqueda. Para lograr un equilibrado desarrollo personal es necesario tener ambiciones que involucren tanto los aspectos afectivos, como los intelectuales y los asociados al cuerpo. Ello se logrará como una consecuencia de disponer de un adecuado sentido de la vida.
Adviértase que varios personajes religiosos considerados como ejemplos para emular, abandonaron totalmente la búsqueda de comodidades para su cuerpo por cuanto advertían que la búsqueda de lo espiritual satisfacía ampliamente el sentido de sus vidas. El sufrimiento asociado a las incomodidades derivadas de la pobreza material, que reclama igualdad, al menos debe inducir a contemplar la posibilidad de un crecimiento moral e intelectual como punto de partida para una salida de tal situación.
En principio, los distintos problemas humanos surgen del vacío existencial. Mientras que en otras épocas era la religión la que brindaba la posibilidad de un sentido, su deterioro y posterior pérdida de influencia ha agudizado los problemas humanos y sociales. Simultáneamente, el ascenso del ateísmo y el nihilismo activos, que niegan que la vida y el universo tengan algún sentido, refuerzan la tendencia negativa reinante. Al considerar que el universo o la humanidad no tienen sentido, se los trata de reemplazar artificialmente mediante el socialismo, cumpliendo un rol similar al que la felicidad artificial desempeña a nivel individual. Jean Madiran escribió: “Los juegos del circo de la televisión, el espectáculo gratuito de cada noche, preparan un pueblo abúlico y perezoso, que aspira al ocio y no al esfuerzo laborioso: semejante pueblo tarde o temprano votará en su mayoría por el espejismo social-comunista. La incitación política a la lujuria…cultiva el espíritu del goce en detrimento del espíritu de sacrificio, y entrega a sus víctimas, drogadas y desarmadas, a las fáciles seducciones de todas las demagogias de la izquierda” (De “La derecha y la izquierda”-Editorial Iction-Buenos Aires 1981).
Distintos estudios realizados indican que gran parte de los suicidas, alcohólicos y drogadictos sufren esencialmente de falta de sentido en sus vidas. Víktor Frankl escribió: “Me presentaron una notable estadística, referida a 60 estudiantes de la Idaho State University, en la que se les preguntaba por el motivo que les había empujado al intento de suicidio. De ella se desprendía que el 85% de los encuestados no veían ya ningún sentido a sus vidas. Lo curioso es que el 93% gozaba de excelente salud física y psíquica, tenían buena situación económica, se entendían perfectamente con su familia, desarrollaban una activa vida social y estaban satisfechos de sus progresos en los estudios”. “El hecho sólo es explicable si se admite que el hombre tiende genuinamente –y donde ya no, al menos tendía originariamente- a descubrir un sentido en su vida y a llenarlo de contenido”.
Por lo general, buscamos una orientación para poder alcanzar el bien y evitar el mal. La ética consiste justamente en esta búsqueda. Sin embargo, si tomamos, por ejemplo, los mandamientos bíblicos para llegar al bien y evitar el mal, desprendidos de su contexto religioso, posiblemente no se los pueda asimilar de la forma en que es deseable. De ahí que surja la posibilidad de considerar al bien como aquello que favorece el logro de un objetivo (adaptación al orden natural) y al mal como aquello que lo impide. Sin la presencia evidente de la búsqueda de tal objetivo, resulta poca efectiva la acción ética mencionada. El citado autor escribió: “Dar sentido tendría una finalidad moralizante. Y la moral, en su antiguo sentido, quedaría muy pronto agotada. A la corta o a la larga, dejamos de moralizar y ontologizamos la moral. El bien y el mal no se definirán en el sentido de algo que debemos o respectivamente no debemos hacer; el bien será lo que fomenta el cumplimiento del sentido impuesto y pedido a un ser, y consideramos malo lo que impide ese cumplimiento”.
Si el nihilismo y el ateismo profundizan los males de las sociedades actuales promoviendo y exaltando la ausencia de sentido, todo parece indicar que la antigua fe religiosa, reinterpretada adecuadamente, podrá servirnos para afrontar gran parte de los problemas actuales y, especialmente, para eliminar el sufrimiento que aqueja a muchas personas. Sin embargo, la complejidad de la palabra “fe”, asociada a la religión, resulta inversamente proporcional a la sencillez de su escritura. Si consultamos por el significado atribuido a dicha palabra, nos encontraremos con una gran variedad de posibilidades. De ahí que será importante encontrar la mejor definición, es decir, la que produzca los mejores resultados y la que pueda ser puesta en práctica por la mayoría de las personas. L. Doumergue escribió:
“Para ciertos creyentes, hay en toda fe dos elementos, uno intelectual, el otro místico, el de la creencia y el de la confianza, y ambos son inseparables y necesarios”. “Para otros creyentes, el elemento intelectual, el de la creencia, es el más importante, y su importancia puede amenazar con suprimir y suprime de hecho el elemento místico, el de la confianza”. “Finalmente, hay aún otros creyentes para quienes el elemento místico, el de la confianza, es el más importante, con importancia tal que puede amenazar e incluso suprimir el elemento intelectual de la fe, el de la creencia. Los creyentes de este tipo son los fideístas” (Del “Diccionario del Lenguaje Filosófico” de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1966).
Resulta necesario, sin embargo, pasar de la creencia a la evidencia, aunque ésta sea indirecta y limitada. Luego, mediante el razonamiento quizás podamos afianzar nuestra confianza de que existe un sentido objetivo del universo. Un indicio lo tenemos al considerar que todo lo existente está regido mediante alguna ley natural, por lo cual de inmediato podemos asociarle una finalidad aparente, que se irá haciendo cada vez más evidente con el progreso del conocimiento humano. Mientras mayor sea nuestra familiaridad con el universo se irá confirmando nuestra creencia inicial de que podemos adaptarnos a sus leyes hasta llegar a verlo como un lugar favorable para la vida, confirmando gran parte de lo que nos sugería la fe religiosa.
Mediante esta actitud no se trata de destruir la fe religiosa tradicional para reemplazarla por un insipiente racionalismo, sino que, por el contrario, ya que gran parte de la población, por una causa o por otra, se haya lejos de adoptar la actitud de fe tradicional, se hace necesario buscar un sustituto a fin de reencauzar a la humanidad en armonía con el sentido aparente del universo y de la humanidad. Gottfried Leibniz escribió: “La relación de las causas con los efectos, lejos de causar una fatalidad insoportable, nos proporciona el medio de evitarla”. “No necesitamos de la fe revelada para saber que existe un tal principio único de todas las cosas, perfectamente bueno y sabio. La razón nos lo enseña por demostraciones infalibles” (De “Teodicea”).
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