En los inicios de su utilización, se asoció a la palabra ideología un significado próximo al de ciencia de las ideas, o del estudio de la aparición de los distintos sistemas cognitivos sin tener en cuenta el grado de concordancia con el mundo real. Posteriormente se la consideró peyorativamente, siendo este último el significado dominante en el ámbito de la política. Nicola Abbagnano escribió: “El término fue creado por Destutt de Tracy (Idéologie, 1801) para indicar «el análisis de las sensaciones y de las ideas», según el modelo de Condillac. La ideología fue la corriente filosófica que señaló el tránsito del empirismo iluminista al espiritualismo tradicionalista que floreció en la primera mitad del siglo XIX. Dado que algunos de los ideólogos franceses le fueron hostiles, Napoleón adoptó el término en sentido despectivo, llamando «ideólogos» a los «doctrinarios», o sea a personas privadas de sentido político y, en general, sin contacto con la realidad. En ese momento se inicia la historia del significado moderno del término que se aplica, no a una especie cualquiera de análisis filosófico, sino a una doctrina más o menos privada de validez objetiva, pero mantenida por los intereses evidentes o escondidos de los que la utilizan” (Del “Diccionario de Filosofía”-Fondo de Cultura Económica-México 1986).
Una definición general debe contemplar tanto a las ideologías compatibles con la realidad como a las demás, como la siguiente: “La ideología es un sistema de certezas, opiniones y creencias, como expresión ordenada de ideas –por eso hablamos de sistema- que tiene un punto de partida consciente o inconscientemente axiomático. Este punto de arranque está fuertemente penetrado de valoraciones, lo cual explica que se exprese ordinariamente en una terminología o lenguaje emocional y persuasivo. De allí también el uso de símbolos, palabras o frases claves o recursos semejantes”.
En cuanto a las ideologías incompatibles con la ciencia, los autores prosiguen: “Es, en definitiva, un sistema cerrado, sin fisuras, e impermeable a cualquier cuestionamiento. Este fuerte cerrazón, propio de las ideologías, explica, por un lado, el choque y la contrastación irreconciliable entre ideologías de distinto signo, y por otro, la imposibilidad de su «refutabilidad» o falsabilidad, como diría Popper; despoja a las ideologías del carácter científico que sus mentores pretenden atribuirle, y que él lo ejemplifica magistralmente en sus análisis del freudismo y del marxismo” (Del “Diccionario de Sociología” de Enrique del Acebo Ibáñez y Roberto J. Brie-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 2006).
No sólo entran en el esquema anterior las ideologías políticas y filosóficas, sino también las religiosas, ya que, en definitiva, parten de creencias que no pueden fundamentarse en observaciones y verificaciones concretas. De ahí que en ese ámbito no sea posible llegar a acuerdo alguno por cuanto no toman a la realidad como referencia, llegándose sólo a una aceptable “tolerancia”. En cambio, si se tratara de distintas teorías propuestas para describirla, o a partes de ella, se aceptaría la que se aproxima en mayor medida a dicha realidad rechazándose el resto.
Que una descripción no sea admitida en el ámbito de la ciencia experimental, no implica que necesariamente su contenido sea falso, sino que, debido a la imposibilidad de verificación, no puede conocerse su grado de aproximación a la realidad. Mario Bunge escribió: “La idea de ideología está a la orden del día. Hay mucho interés, en particular, por las relaciones entre ideología por una parte, y ciencia y filosofía por otra. Desgraciadamente abundan, especialmente en el Tercer Mundo, quienes confunden ideología con filosofía y aun con ciencia social: vociferan consignas en lugar de hacer análisis filosóficos o sociológicos, y repiten y comentan dogmas ideológicos en lugar de construir teorías filosóficas o sociológicas. Esto es más fácil que hacer ciencia o filosofía, y produce la ilusión de ser socialmente útil”.
“De hecho estas confusiones obstruyen el avance del conocimiento, ya que van acompañadas de la repetición dogmática o del comentario libresco. Y al obstaculizar el avance de la investigación de la realidad bloquea la comprensión de ésta y, por ese motivo, hace imposible la modificación racional y eficaz de la misma. En definitiva, el ideologismo –que habitualmente se opone al cientificismo- es culturalmente retrógrado y políticamente inoperante cuando no destructivo” (De “Ciencia y desarrollo”-Ediciones Siglo Veinte-Buenos Aires 1984).
Otra forma de evitar la utilización del método científico consiste en utilizarlo a medias, es decir, se establece una hipótesis, sin modificaciones o correcciones posteriores, buscando compatibilizarla con la realidad. Simplemente se trata de teorías erróneas que son defendidas haciéndolas pasar por científicas. Debe advertirse que la ciencia experimental está asociada al método de prueba y error y a la competencia entre distintas teorías, por lo cual, por cada teoría científica verdadera quedaron en el camino varias erróneas y son las que, en lugar de ser abandonadas, pasan a ser partes del conjunto de las ideologías no verificadas.
Los movimientos totalitarios, que motivaron las mayores catástrofes sociales del siglo XX, con un alto costo de vidas humanas, mostraron los peligros a los que se exponen los pueblos al ser guiados por ideólogos cuyas prédicas no sólo están alejadas de la ciencia experimental, sino de la moral elemental. Tal fue el caso de nazis y marxistas quienes, al culpar en sus escritos, por todos los males sociales, a judíos y burgueses, respectivamente, promovieron masivos asesinatos sin que hiciera falta inducir a tales acciones en forma explícita. Jean-François Revel escribió:
“¿Qué es una ideología? Es una triple dispensa: intelectual, práctica y moral. La primera consiste en retener los hechos favorables a la tesis que se sostiene, incluso en inventarlos totalmente, y en negar los otros, omitirlos, olvidarlos, impedir que sean conocidos. La dispensa práctica suprime el criterio de la eficacia, quita todo valor de refutación a los fracasos. Una de las funciones de las ideologías es, además, fabricar explicaciones que los excusan”. “La dispensa moral abole toda noción de bien y mal para los actores ideológicos; o más bien, el servicio de la ideología es el que ocupa el lugar de la moral. Lo que es crimen o vicio para el hombre común no lo es para ellos. La absolución ideológica del asesinato y del genocidio ha sido ampliamente tratada por los historiadores. Se menciona menos a menudo que santifica también la malversación, el nepotismo, la corrupción. Los socialistas tienen una idea tan alta de su propia moralidad que casi se creería, al oírlos, que vuelven honrada a la corrupción cuando se entregan a ella, en vez de ser ella la que empaña la virtud cuando sucumben ante la tentación” (De “El conocimiento inútil”-Editorial Planeta SA-Barcelona 1989).
Los conflictos ocurridos entre ciencia y religión derivan esencialmente de un conflicto entre ciencia e ideología religiosa, tal el caso de Galileo Galilei, en su defensa y apoyo al sistema copernicano, y la Iglesia Católica de su época. Lo que llama la atención es que la ciencia astronómica es éticamente neutral, mientras que la religión es una cuestión esencialmente asociada al comportamiento del hombre en sociedad. El citado autor escribe respecto del Islam: “El integrismo islámico actúa menos en la única esfera de la religión que como movimiento político vestido con justificaciones religiosas. Es en esto en lo que nos afecta, manifestándose ante todo como un odio de una parte del Tercer Mundo a la civilización democrática occidental y una voluntad de destruirla”.
Entre los conflictos entre ciencia e ideología no científica, como los mencionados, aparece la existente entre el marxismo-leninismo y las distintas ciencias sociales, como la economía. Con todo cinismo, y ante el público, han cambiado los roles mostrando que tal ideología no científica es “una ciencia”, mientras que el resto es todo “ideología”. En realidad, el liberalismo económico sigue los lineamientos básicos de la ciencia económica, sin que ello garantice su validez ilimitada o una siempre acertada aplicación de la misma, mientras que el marxismo-leninismo aborrece y desconoce totalmente al sistema autoorganizado del mercado. Revel agrega: “La ideología no puede ser, según ellos [los marxistas], más que mentira, pero no excluye la sinceridad, porque la clase social que se beneficia de ella cree esa mentira. Ello es lo que Engels llamó «la falsa conciencia». Para colmo, la mentira puede parecer igualmente verdadera a la clase explotada, extravío que se ha bautizado con un vocablo que, él también, ha hecho carrera: la «alienación». En un sentido amplio, se puede incluir en la ideología no sólo las concepciones políticas y económicas, sino los valores morales, religiosos, familiares, estéticos, el derecho, el deporte, la cocina, los juegos del circo y del ajedrez”.
Todo esto implica que gran parte de los intelectuales de la actualidad adopta posturas anticientíficas, o bien pseudo-científicas. Como la intelectualidad, junto a los docentes, actúa como una mediadora entre la creación del conocimiento y su difusión, en realidad está cumpliendo un papel deformador del conocimiento científico comprobado, haciéndose difusora de prácticas totalmente opuestas a la ciencia y a la verdad. “La ideología es una mezcla de emociones fuertes y de ideas simples acordes con un comportamiento. Es, a la vez, intolerante y contradictoria. Intolerante, por su incapacidad de soportar que exista algo fuera de ella. Contradictoria, por estar dotada de la extraña facultad de actuar de una manera opuesta a sus propios principios, sin tener el sentimiento de traicionarlos. Su repetido fracaso no la induce nunca a reconsiderarlos; al contrario, la incita a radicalizar su aplicación”.
No debemos descartar la futura realización de un conjunto de ideas, compatible con la ciencia experimental, que pueda servir de guía para una óptima adaptación cultural al orden natural. Esta alternativa presenta una variante respecto de los antiguos sistemas filosóficos y religiosos, ya que para tener éxito no hace falta poseer los pocos comunes atributos intelectuales de las figuras destacadas de antaño, sino la aptitud del docente que puede ordenar el conocimiento adquirido por la humanidad para retransmitirlo en una forma simple y sintetizada. Mario Bunge escribió: “Hemos llamado ideologías clásicas a las que no adoptan el método científico. Pero una ideología no es necesariamente ajena a la ciencia. Es concebible una ideología científica, esto es, compatible con las ciencias sociales del momento y adecuada a la realidad social de determinada área en determinado periodo. Semejante ideología no podrá ser estática o dogmática: tendrá que evolucionar junto con la ciencia social. Tendrá que ser, pues, tan reformista o aun revolucionaria como la ciencia misma”.
“En principio es posible diseñar ideologías científicas, esto es, sistemas de creencias fundadas en el estudio científico de la realidad social y de las necesidades y deseos de la gente. Una ideología científica, o no clásica, será entonces ciencia social aplicada al servicio de la mayoría. El día que nazca dejará de ser ideología en el sentido clásico y se terminará entonces el conflicto entre ciencia e ideología”.
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