Si se desea resumir en pocas palabras el contenido de la Biblia, puede decirse que se trata de un libro que describe la lucha histórica entre el bien y el mal, en la búsqueda del predominio del primero. De ahí que aparezca en la literatura cristiana la figura del Anticristo para simbolizar al personaje impulsor del mal más influyente, en una determinada época. También se trata de una disputa entre la verdad y la mentira. Por lo tanto, para anular de raíz a la religión, nada mejor que postular la validez del relativismo moral y cognitivo. Albert Camus escribió: “Si nada es verdadero ni falso, bueno o malo, la regla será mostrarse el más eficaz, es decir, el más fuerte. El mundo, entonces, ya no se dividirá en justos e injustos, sino en amos y esclavos”.
La visión del Apocalipsis surge en la época del emperador Nerón, quien promovió desde el Estado romano la lucha contra los primeros cristianos. Si tal visión del mundo hiciera referencia al siglo XX, no sería difícil encontrar la figura predominante del mal. Para ello resulta suficiente tener presente las cifras de cristianos asesinados por las fuerzas opositoras del bien y de la verdad, encontrándose así unos pocos “candidatos”. El primero es Hitler, aunque en realidad combatió con preponderancia a los judíos antes que a los cristianos, siendo una destacada fuerza del mal. Sin embargo, mientras que los nazis eliminaron a unos 6 millones de judíos, y algunos millones más de otros grupos étnicos o religiosos, los comunistas eliminaron a unos 100 millones de individuos. Estas cifras alarmantes provienen de fuentes fidedignas de la era soviética y de la China maoísta. Incluso desde el mismo Estado soviético se admitió el genocidio impuesto por Stalin, el fiel seguidor de los planes de Lenin. Puede detallarse el aspecto común a todas las grandes tragedias en la siguiente síntesis:
Catástrofe social = Poder absoluto del Estado + Actitud dominante de odio en quien lo dirige
Esto vale tanto para el Emperador de Roma, el Führer del Estado totalitario nazi o el Jefe supremo del Estado Socialista. Por las razones mencionadas, puede considerarse a Vladimir Ulianov (1870-1924), más conocido por su pseudónimo de Lenin, como el Anticristo más importante de la historia, ya que fue el principal promotor de la instauración del socialismo en Rusia, basándose en Karl Marx, el principal teórico de tal sistema. El marxismo-leninismo adquirió todas las características de una religión, ya que se basa en la creencia personal de sus seguidores y que incluso los lleva a la veneración de sus líderes. Ha sido, y continúa siendo, el principal opositor del cristianismo. Hélène Carrère d'Encausse escribió:
“La religión, componente decisivo de la vieja conciencia social rusa, que definió la mayoría de los valores a los que adhiere la sociedad –en especial el orden político y las solidaridades familiares- debe ser erradicada de los espíritus y no únicamente en sus instituciones. Es por eso que, a la persecución de las instituciones religiosas y sus servidores va a agregarse, a partir de 1922, todo un dispositivo de formación antirreligiosa de las mentes mediante la propaganda y la ridiculización. Publicaciones que se dirigen a grupos sociales o profesionales diferenciados –a semejanza de las publicaciones comunistas de 1917-, carnavales sacrílegos, la movilización de un personal permanente encargado de esa propaganda: todo atestigua la magnitud del proyecto. Así, cree Lenin, la conciencia religiosa, que a su juicio es una parte del espontaneísmo aborrecido, en la medida en que durante siglos dio forma al pensamiento ruso, no puede sino desaparecer para dejar su lugar al progreso de los espíritus hacia una conciencia modelada exclusivamente por la ideología comunista”.
“Sus instrucciones sobre las ejecuciones se respetaron. En 1922, conforme a su deseo, se «liquidó» a casi 8 mil servidores de la Iglesia. Nikita Struve calculó que sólo durante ese año murieron asesinados 2.691 sacerdotes, 1.962 monjes y 3.447 monjas, cifras confirmadas en 1990 por un historiador soviético”. Una cifra similar sufrió el clero español durante la Guerra Civil en manos del sector republicano. Sin embargo, últimamente se piden investigaciones sobres los “asesinatos cometidos por el franquismo”, ya que, se sobreentiende que las victimas ocasionadas por los marxistas-leninistas no tienen valor humano alguno.
En cuanto a la actitud de sus seguidores, la citada autora agrega: “Embalsamado, expuesto a la vista de los peregrinos en su féretro de cristal, Lenin se convirtió en objeto de una veneración casi religiosa” (De “Lenin”-Fondo de Cultura Económica-Buenos Aires 1999).
Respecto a sus atributos personales, agrega: “Físicamente, sorprende por un envejecimiento prematuro. A los 25 años se le darían de buena gana, aseguran los testigos, cerca de cuarenta. Bajo, delgado, con una calvicie precoz que descubre una frente inmensa, pelo ralo, la barba de un rojo ya apagado: todo esto destaca, principalmente, su tipo asiático –heredado de su abuela calmuca- y unos ojos notables pero desconcertantes. Una mirada demasiado penetrante, demasiado sostenida, de un color indefinible: una «mirada de lobo», dirán algunos”.
La expresión anterior hace recordar la mirada de unos de los más influyentes seguidores de Lenin en Latinoamérica, el escritor Eduardo Galeano, autor del libro “Las venas abiertas de América Latina”, que culpa de todos los males latinoamericanos al capitalismo extranjero, siendo unos de los promotores de la inusitada violencia guerrillera de los años 70. Recientemente, según informaciones periodísticas, reconoció no saber en su momento lo suficiente respecto de economía y política, aunque su maléfica influencia ya fue ejercida.
El intelectual revolucionario Piotr Struve escribió: “La impresión que me causó Lenin, y que siempre seguirá viva, fue desagradable…Lo sentí en el acto como un enemigo, aun cuando entonces todavía éramos allegados. La brutalidad y la crueldad de Lenin –que advertí desde nuestro primer encuentro- estaban indisolublemente ligadas a una irreprimible pasión por el poder…Lo terrible en él es la mezcla de ascetismo personal, de capacidad de autoflagelarse, y de flagelar a los otros, que se expresa en un odio social abstracto y una fría crueldad política” (Citado en “Lenin”).
En concordancia con lo anterior, Pablo Giussani escribe respecto de los “Montoneros de Lenin”: “El narcisismo revolucionario necesita, de un modo visceral y como componente de su propia identidad, situaciones de violencia. Violencia practicada y violencia padecida. Heroísmo y martirio” (De “Montoneros. La soberbia armada”-Editorial Sudamericana-Planeta SA-Buenos Aires 1984).
Bertrand Russell, por su parte, comenta: “Cuando conocí a Lenin, tuve mucha menos impresión de un gran hombre de lo que esperaba; mis más vívidas impresiones fueron de fanatismo y crueldad mogólica. Cuando le interrogué acerca del socialismo en la agricultura, me explicó con júbilo cómo había incitado a los campesinos más pobres contra los más ricos: «Y muy pronto les colgaron de los árboles más cercanos -¡ja, ja, ja!» Sus risotadas ante el recuerdo de los muertos hicieron que la sangre se me congelara” (De “Ensayos impopulares”-Editorial Hermes-Buenos Aires 1963).
Si todos los males son provocados por los “imperialismos capitalistas”, con la colaboración de la “derecha” nacional, entonces no es admisible el menor cargo de conciencia cuando se elimina a uno de tales colaboracionistas (empresarios, militares, policías, intelectuales, etc.). La izquierda política, heredera del marxismo-leninismo, en una primera etapa de su labor destructiva, fragmenta las sociedades. Jean Madiran escribió:
“La distinción entre una derecha y una izquierda es siempre una iniciativa de la izquierda, tomada por la izquierda en provecho de la izquierda: para derribar los poderes o para apoderarse de ellos”. “Existe una derecha, por otra parte, asombrada de serlo, y consintiéndolo mal, en la medida en que una izquierda se forma, la designa, se opone a ella. Es así como comienzan las cosas o recomienzan, y no en sentido inverso. Los que instauran o vuelven a poner en circulación el juego derecha-izquierda se sitúan ellos mismos a la izquierda, delimitan una derecha para combatirla y para excluirla. En un segundo momento, la derecha así designada y atacada estrecha las filas, ordinariamente ni bastante rápido ni bastante fuerte, se organiza, se defiende, contraataca, algunas veces victoriosamente: nunca es sólo defensa y contraataque, incluso represalias”. “La izquierda consiste en crear: 1- Una izquierda por agrupación y conspiración. 2- Una derecha por exclusión y denuncia. 3- Una lucha izquierda contra derecha (De “La derecha y la izquierda”-Editorial Iction-Buenos Aires 1981).
Los seguidores de Marx y Lenin, se caracterizan por tener una llamativa y acentuada animadversión por todo lo que sea religión, especialmente si se trata de la cristiana. También detestan a los empresarios, ya sean justos o explotadores. La persona desprevenida advierte que siempre reclaman por los derechos humanos de los terroristas, los que profesan el marxismo-leninismo activo, mientras que, respecto de la vida de los cristianos asesinados, o de la gente decente en general, no se interesan en lo más mínimo.
Respecto de las injusticias de este mundo, puede decirse que son observadas y reconocidas por todos, ya se trate de cristianos o de marxistas-leninistas. Sin embargo, las actitudes adoptadas son totalmente opuestas, ya que el cristiano piensa siempre en restaurar las cosas a través de una mejora ética individual mientras que el marxista-leninista piensa siempre en destruir la “mala sociedad” para instaurar el socialismo. Jean Madiran escribió: “La esperanza cristiana indica que la única revolución por hacer es interior y personal, y que el resto es dado por añadidura (lo que no quiere decir cruzándose de brazos)”.
En cuanto a las referencias que se dan en el libro del Apocalipsis respecto del Anticristo, Miguel Jiménez escribió: “A partir de tales escritos se fue configurando el personaje llamado finalmente el Anticristo, el cual, de acuerdo con la más antigua tradición, nacería en Babilonia y reinaría sobre el mundo solamente tres años, transcurrido los cuales, Cristo o el arcángel Miguel lo destruirían” (De “Apocalipsis según Juan el Evangelista”-Grupo Editorial G.R.M., S.L.-Barcelona 2003).
El breve reinado del Anticristo, según la profecía, puede asociarse a la frágil salud de Lenin. Hélène Carrère d'Encausse escribió: “Este revolucionario profesional, que nunca piensa sino en términos de destrucción del poder existente y conquista del nuevo poder, pero que no tiene ninguna experiencia de su ejercicio, se transforma al instante en administrador de un Estado en el que hay que crearlo todo. Sólo va a ejercer durante cuatro años ese poder –un tiempo muy corto, devorado por acontecimientos contrarios a su consolidación-. ¡Sin embargo, ese lapso bastará para edificar un Estado de un poderío incomparable, duradero, y establecer un sistema que sobrevivirá 67 años a su fundador! En cuatro años todo se lleva a cabo, a continuación ya no habrá sino «sucesores de Lenin». Pero la obra es suya”.
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