El desarrollo integral de las naciones requiere, entre otros aspectos, de un ambiente científico y cultural adecuado; aunque resulta redundante mencionar juntos ambos aspectos por cuanto la ciencia es una parte importante de la cultura. Richard Feynman escribió en el Epílogo de sus “Lecciones de Física“: “Por último, permítanme agregar que la intención principal de mis clases no ha sido prepararlos para un examen –tampoco prepararlos para trabajar en la industria o en las fuerzas armadas-. El propósito mayor ha sido hacerles apreciar lo maravilloso que es el mundo y cómo lo encara el físico, porque creo sinceramente que esto constituye una gran parte de la verdadera cultura de los tiempos modernos” (De “Lecciones de Física” Tomo III- de R.P. Feynman, R.B. Leighton y M. Sands-Fondo Educativo Interamericano SA-Bogotá 1971).
Uno de los prejuicios dominantes en personas con poca cultura, pero que pretenden pasar por cultos, es el desprecio por las ciencias exactas junto a una desmedida exaltación del arte, las humanidades o las letras, ya que las primeras requieren, para su comprensión, de mucha predisposición y trabajo intelectual, mientras que las últimas, al menos para un observador superficial, la exigencia es bastante menor. Stephen Jay Gould escribió: “El Nobel británico Peter Medawar, un científico de educación humanística y clásica, decía que no era justo que un científico que conocía poco el arte y la música fuese considerado entre la gente de letras como un imbécil y un filisteo, mientras que ellos no se sentían en absoluto obligados a conocer la ciencia para considerarse cultos: toda persona culta tenía que poseer una cultura artística, musical y literaria, pero no necesariamente científica” (De “La Tercera Cultura” de John Brockman-Tusquets Editores SA-Barcelona 1996).
La actividad científica se justifica esencialmente por su aspecto cultural, existiendo además la posibilidad de formar capital humano apto para aplicaciones concretas posteriores. Aquí podemos aplicar un criterio similar al cristiano: “Busca la verdad por puro «espíritu deportivo», que lo demás vendrá por añadidura”. Existen, sin embargo, otras posturas al respecto, por lo que podemos sintetizarlas en el siguiente resumen:
a) Ciencia para la mente: sirve para satisfacer nuestras inquietudes intelectuales y, luego, para las necesidades de nuestro cuerpo.
b) Ciencia para el cuerpo: al buscarse una utilidad “práctica”, relega al aspecto intelectual, no permitiendo satisfacer adecuadamente ninguna de las necesidades del hombre
Bernardo Houssay escribió: ““Dos grandes tendencias extremas hay en la apreciación del papel social de la ciencia y entre ellas varias posiciones intermedias. Para algunos, el papel de la ciencia es adquirir nuevos conocimientos. Para otros, la ciencia es un esfuerzo para satisfacer las necesidades materiales y los deseos de la vida corriente. Esta posición, cuya expresión más categórica se halla en los países comunistas, lleva a considerar que a los hombres de ciencia no puede dárseles libertad de elegir el objeto de sus investigaciones; deben obedecer a un plan central, de modo que sus trabajos tiendan a satisfacer necesidades materiales y deseos del hombre. Así, S.I. Vasilov ha dicho que «los días de la llamada ciencia pura han terminado para siempre en el país de los Soviets», expresión que ha sido imitada por algún dictador sudamericano”.
“Un concepto diametralmente opuesto es el de los países democráticos. En ellos, la ciencia es la búsqueda del conocimiento, con libertad de investigación, expresión y crítica. Se estima que es un valor independiente, de gran trascendencia social en el plano intelectual, técnico y moral”.
Comparando los resultados logrados por la ciencia planificada desde el Estado con aquellos obtenidos por la realizada libremente, se advierten mejores resultados en este último caso. Andrei Sajarov escribe: “La comparación de los logros de la URSS en el campo de la ciencia, la técnica y la economía, con los obtenidos por los países extranjeros lo demuestra con toda claridad. No es casualidad que sea precisamente en nuestro país donde, durante largos años, se hayan visto privados de su normal desarrollo muchos y prometedores intentos científicos de la biología y la cibernética, mientras, revestidas de suntuosos colores, la demagogia descarada, la ignorancia y la charlatanería ganaban florecientes la luz pública. No es casualidad que hayan sido realizados en otros países todos los hallazgos importantes de la ciencia y de la técnica modernas: la mecánica cuántica, las nuevas partículas elementales, la fisión del uranio; el descubrimiento de los antibióticos y de la mayoría de los nuevos preparados farmacéuticos de alta efectividad; la invención del transistor, de las computadoras electrónicas y del rayo láser; la generación de nuevas especies vegetales de gran rendimiento agrícola, el descubrimiento de otros componentes de la «revolución verde» y la creación de una nueva tecnología de la agricultura, la industria y la construcción” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).
La actividad científica surge de la necesidad personal del individuo que confía en la existencia de leyes naturales subyacentes a todo lo existente. Si esas leyes se asocian a la materia orgánica como a la inorgánica, entonces el individuo se dedica a la ciencia experimental. Si se asocian al comportamiento del hombre que busca adaptarse al orden natural, se dedica a la religión, no habiendo una diferencia esencial entre ambas actitudes. Max Planck escribió: “Estudiando su vida [la de Johannes Kepler] es posible darse cuenta de que la fuente de sus energías inagotables y de su capacidad productiva se encontraba en la profunda fe que tenía en su propia ciencia, y no en la creencia de que eventualmente lograse llegar a una síntesis aritmética de sus observaciones astronómicas; es decir, su fe inextinguible en la existencia de un plan definido oculto tras el conjunto de la creación. La creencia en ese plan le aseguraba que su tarea era digna de ser continuada, y la fe indestructible en su labor iluminó y alentó su árida vida” (De “¿Adónde va la ciencia?”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1961).
Gran parte de los problemas existenciales actuales radican en el descuido del aspecto intelectual que poseemos. Como necesariamente hemos de llenar nuestro tiempo pensando en algo concreto, sería beneficioso dedicarlo parcialmente a alguna actividad intelectual como la ciencia, ya sea como actor o bien como observador. De esa manera se irá revirtiendo la tendencia al materialismo y a la superficialidad reinante. La utilidad práctica de la ciencia debe asociarse principalmente con este aspecto cultural. Bernardo Houssay escribió: “La investigación científica es una de las bases principales de la civilización actual. Ella ha mejorado el bienestar de los hombres; los ha liberado de la esclavitud del trabajo pesado y ha hecho su vida más sana, bella y más rica en espiritualidad”.
“De la investigación científica dependen la salud, el bienestar, la riqueza, el poder y hasta la independencia de las naciones. Les permite sobrevivir y progresar en medio de una competencia mundial en la que triunfan los países que han dado mayor ayuda a los hombres de ciencia y han llegado a una alta jerarquía por la cantidad y número de sus centros de investigación”.
“Los resultados que se obtienen de la investigación fundamental desinteresada son extraordinarios. Así el químico Pasteur, partiendo del estudio de la asimetría de los cristales y las fermentaciones, llegó a demostrar el origen infeccioso de muchas enfermedades. Fue un hombre de ciencia que, si bien no era médico, revolucionó la medicina mediante estudios de ciencia pura. Por ellos se transformó la higiene y fue posible el desarrollo de la cirugía” (De “La investigación científica”-Editorial Columba-Buenos Aires 1960).
Quienes no están de acuerdo con las inversiones en investigación científica, reflejan sus posturas preguntando: ¿Para qué sirve tal o cual investigación? ¿Para qué sirve la astronomía? Es oportuno recordar que Isaac Newton enuncia la Ley de Gravitación Universal junto a los fundamentos de la Mecánica sin ningún otro objetivo que el de satisfacer sus necesidades intelectuales. Sin embargo, su síntesis de la Mecánica pronto se constituyó en el fundamento científico del posterior desarrollo tecnológico e industrial, siendo la “añadidura” que casi siempre acompaña al progreso científico.
Una nación desarrollada se asemeja a un vehículo de tres ruedas que funcionan con normalidad, y ellas son: política, economía y cultura. Una nación subdesarrollada avanza muy poco por cuanto tiene deteriorada una, o más, de tales ruedas. Por lo tanto, el impedimento para salir del subdesarrollo implica generalmente apuntar a la reparación de una de las ruedas en desmedro de las otras, en lugar de intentar la reparación conjunta de las tres.
En realidad, tanto la política, como la economía y la cultura dependen bastante de las ideas dominantes en una sociedad, y éstas serán acertadas, o no, para los tres casos. Así, en un Estado totalitario, se opta por un control y una planificación central estatal que limita no sólo las libertades políticas, sino también las económicas y las culturales, mientras que en los Estados democráticos tales actividades son permitidas y apoyadas por el Estado en beneficio de todos. El citado autor agrega:
“La inmensa importancia de los hombres de ciencia no está aún reconocida en las jóvenes naciones de Iberoamérica”. “En estas naciones se cree erróneamente que esto puede subsanarse, en un instante, por inversiones crecidas de dinero. Los fondos son necesarios para el desarrollo científico, pero no son eficaces si falta la competencia. Es inútil el riego (el dinero) si no hay la semilla o la planta (el hombre capaz)”. “En todas las naciones que marchan a la cabeza de la civilización, se practica el «full-time» (consagración o dedicación exclusiva), condición indispensable para la formación de los grandes investigadores y la utilización eficaz de su competencia. Pero esto no confiere vocación y capacidad a los que no la tienen. Aplicándolo a medianías se crea una burocracia pseudo-científica que se prodiga en pequeños trabajos dispersos, conferencias y tomos anuales, en lo que se gasta mucho y sin ningún provecho para la ciencia”.
“La investigación científica en el campo de la medicina ha estado confiada, en primer lugar, a los institutos privados (Instituto Pasteur, Instituto Rockefeller, Instituto Kaiser Wilhelm [hoy Max Plack], etc.), a las universidades, a los institutos oficiales y a los laboratorios de investigación médica de grandes fábricas de medicamentos. Los subsidios a las investigaciones fueron acordados sobre todo por fundaciones filantrópicas”. “Los institutos de investigación privada tienen la ventaja de realizar estudios básicos desinteresados y sin preocuparse de si su aplicación será inmediata o demorada. En cambio, es muy difícil llevarlos a cabo en institutos oficiales o industriales, inclinados, por lo general, a las investigaciones aplicadas”.
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