En toda época, cuando predomina la crisis moral, incluso entre quienes se autodenominan cristianos, surge la necesidad de cambios, ya que se supone que los Evangelios han sido mal interpretados, o bien que han sido dejados de lado. Así surge la Reforma protestante, cuya principal misión consiste en alejarse de la Iglesia Católica que en sus épocas padecía una grave crisis moral asociada a sus jerarcas.
Entre las propuestas de los reformadores aparece la “libre interpretación de la Biblia”, ya que, supuestamente, con la ayuda del Espíritu Santo cualquiera podría interpretar adecuadamente los Evangelios, sin necesidad de los sacerdotes. Quienes se oponen desde el catolicismo, aducen que es imprescindible la interpretación admitida por la Iglesia Católica justamente por recibir tal ayuda “desde arriba”.
Ninguno de estos procedimientos asegura coincidir con lo que el propio Cristo expresó a través de los Evangelios, ya que sintetiza en los dos mandamientos (amor a Dios y al prójimo) “toda la Ley y los profetas”. Ello implica que se puede diferir en la interpretación de varias de las simbologías bíblicas, siempre y cuando conduzcan al cumplimiento de tales mandamientos.
El amor a Dios implica un mandamiento cognitivo, que induce a pensar en la existencia de un orden natural regido por leyes estrictas, mientras que el amor al prójimo (empatía emocional) es un mandamiento ético, que también se lo interpreta de variadas formas, por lo general las más fáciles y accesibles a cada individuo. De ahí la decadencia de la religión moral, que altera la prioridad indicada por Cristo, por cuanto gran parte de los creyentes supone que sólo con “creer” (lo que cada uno cree) les asegurará la vida eterna. Es por ello que la mayoría responde, cuando se le pregunta acerca de su posible adhesión religiosa, que son “creyentes”, cuando en realidad deberían haber contestado que son “cumplidores de mandamientos” y que por ello intentan compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.
La universalidad del cristianismo deriva de que el mandamiento del amor al prójimo puede ser cumplido por cualquier habitante del planeta, ya sea que conozca, o no, el contenido de los Evangelios, pudiéndose denominar “cristiano” a todo el que lo cumpla, en forma independiente de otros aspectos.
A continuación se menciona un artículo respecto de la división entre protestantes y católicos:
DE LA REFORMA A LA SECULARIZACIÓN
Por Pablo S. Otero
Hace cinco siglos comenzaba en la Iglesia Católica de Alemania la conocida como Reforma Protestante. Luego que el monje agustiniano Martin Lutero, en 1517, expresara con las famosas 95 tésis su disconformidad con la jerarquía eclesiástica, Occidente ya no sería igual.
Desde aquel histórico acontecimiento pasaron muchos años y el mundo moderno falla y tiene muchos elementos para desencantarnos, asegura el historiador y filósofo estadounidense Brad S. Gregory (1963). Y haciéndose eco del célebre pensamiento de William Faulkner "el pasado nunca está muerto, ni siquiera es pasado", elabora y desarrolla en La Reforma involuntaria (Fondo de Cultura Económica, 664 páginas) la teoría de que lo acontecido hace 500 años en Alemania continúa influyendo profundamente en la vida de todos, no sólo en Europa, sino a lo largo y ancho de todo el mundo, sean cristianos o no, o creyentes del tipo que sea.
El argumento principal de esta monumental y documentada investigación es que el mundo occidental de hoy es un producto extraordinariamente complejo y enredado de rechazos, retenciones y transformaciones del cristianismo medieval occidental, en el que la era de la Reforma Protestante constituye el parteaguas decisivo.
Esta influencia, explica Gregory, que ejerció la Reforma en la secularización final de la sociedad fue compleja, indirecta, no deliberada y distó de ser inmediata. Es decir, el presente no tenía que resultar necesariamente como lo vivimos en la actualidad. "No era necesario, ni forzoso que termináramos en la situación en la que estamos. Se tomaron decisiones humanas que no tenían que haberse tomado, algunas de las cuales resultaron tener profundas consecuencias", asegura el especialista en historia del cristianismo.
PRIMEROS PASOS
Para comprender la transformación que trajo la Reforma, es necesario conocer el proceso que llevó a esos cambios. La crisis de la cristiandad medieval, sostiene al respecto Gregory, se originó por el fracaso de los mismos cristianos (incluida, o en primer lugar, la jerarquía de la Iglesia) para vivir de acuerdo a las prescripciones y exhortaciones de la Iglesia. "Se trataba -desarrolla el autor del libro- de un trabajo moral mal ejecutado, que fracasaba a la hora de practicar lo que se predicaba. Juzgadas por los propios criterios de la Iglesia (...) las realidades concretas de la cristiandad de la baja Edad Media tardía, en cuanto a un todo, estaban lejos de lo que Jesús había predicado y distantes de los propios ideales de la Iglesia. Los pecados se encontraban en todas partes".
Ahora bien, para aquellos que percibían esta triste realidad la pregunta del millón era ¿cómo solucionar este error, esta desviación del camino correcto?. "Sólo las verdaderas enseñanzas de Dios podían ser el fundamento de una genuina renovación de la vida humana, y había que encontrarlas en la sola Biblia, liberada de las trampas y tradiciones egocéntricas de la Iglesia romana", responde Gregory poniéndose en la mente y las intenciones de los reformadores.
En concreto: Para que el cristianismo represente y sea la forma correcta de vida humana querida por Dios, tenía que basarse en la interpretación correcta de la palabra de Dios contenida en la Escritura.
Sin embargo, lo que parecía algo simple no lo era. Porque esta correcta lectura de la realidad, es decir, la intención de distinguir lo esencial de lo no esencial, de encontrar el camino correcto para que la vida humana fuera genuinamente cristiana, trajo aparejado un gran problema: ¿Cómo conocer o determinar lo que era el verdadero cristianismo? Si bien la Reforma protestante tuvo éxito en promover un camino alternativo, creó de manera involuntaria una dificultad que fue determinar quién sería el verdadero intérprete de las Sagradas Escrituras.
Si se tiene en cuenta que el cristianismo de la baja Edad Media representaba una cosmovisión generalizada, es decir, estaba presente en todos los ámbitos de la vida humana, tanto la Reforma Protestante como las dificultades que trajo aparejada, también influyeron en todos los aspectos de la sociedad. La problemática de establecer quién era el mejor representante o intérprete de la Biblia también necesitaba una solución cuya respuesta fue elaborándose durante siglos. Y la salida adoptada por la mayoría de los Estados occidentales liberales modernos fue hacer de la religión un asunto privado y diferenciarlo de la vida pública.
Esta secularización o desaparición de valores identificados con una religión es la que analiza minuciosamente Gregory basándose en una bibliografía compuesta por más de mil títulos. Desarrolla en cada capítulo cómo esta Reforma llegó hasta nuestros días y nos sigue influyendo.
Los temas concretos abordados por Gregory son la exclusión de Dios de la vida social y el reinado de la ciencia; la relativización de cualquier doctrina que tenga que ver con las cuestiones esenciales de la vida; el intento de controlar a la Iglesias, sobre todo durante el siglo XX; la subjetivización de la moralidad; la elección de la vida consumista por encima de la vida cristiana virtuosa, y la secularización del conocimiento. Todos ejemplos concretos que despliega ampliamente Gregory para demostrar su teoría.
(De www.laprensa.com.ar)
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1 comentario:
La cuestión religiosa encierra unos dilemas y preguntas irresolubles porque para una correcta lectura del aspecto religioso de la existencia, o de la realidad humana sin más, es necesario acreditar que los criterios utilizados son los más correctos posibles, y eso es tan trascendentes e importante de por sí que cualquier cuestionamiento de un planteamiento que se haga al respecto lo erosiona si no es total y satisfactoriamente contestado desde los postulados de ese planteamiento. Y eso no suele verse satisfecho, sólo tenemos que fijarnos en los numerosos credos existentes.
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