Respecto de casi todos los conocimientos que podemos adquirir, existe siempre un punto de vista que nos los hace ver como simples. También esto ocurre en el caso del cristianismo. Puede decirse que, con las prédicas cristianas, se busca acentuar en todo ser humano una actitud favorable a la empatía emocional, tratando de que cada uno logre tener la predisposición permanente a compartir las penas y alegrías ajenas como propias. Una vez logrado este objetivo, se cumplirán todas las consecuencias favorables al individuo y a la sociedad.
Como podrá advertirse fácilmente, pocos son los seguidores que cumplen con el objetivo propuesto y pocos son los predicadores que difunden tal esencial objetivo. Sin ni siquiera preocuparse por el significado concreto del “Amarás al prójimo como a ti mismo”, los predicadores hacen recaer su atención en la creencia, en la oración, por lo general reemplazando lo que Cristo dijo a los hombres por lo que los hombres dicen sobre Cristo, convirtiendo la religión moral en una vulgar idolatría y en un vulgar paganismo.
En lugar de hacer recaer la atención en lo que resulta accesible a nuestras decisiones, se concentra el interés en cuestiones que no dependen de nosotros. Así, se discute acerca de la creencia en la vida eterna, algo que existe, o no, en forma independiente de nuestras creencias al respecto. Incluso se llega al absurdo de que muchos consideran que irán al cielo, no como consecuencia de haber adoptado la actitud moral requerida por los mandamientos, sino por el sólo hecho de “creer”.
Es penosa la situación advertida en las redes sociales cuando se observa que la principal actividad de los católicos consiste en descalificar a los protestantes y la principal actividad de los protestantes consiste en descalificar a los católicos, pero nadie habla de la actitud que deberíamos lograr según la prioridad establecida por el propio Cristo. A manera de ejemplo, puede mencionarse la discusión acerca del día festivo, siendo el sábado para algunos y el domingo para otros, algo que carece de importancia por no tener ninguna relación con la ética bíblica.
Otros, se preocupan por la veracidad de la simbología bíblica de la Creación, fundamentándola con las conclusiones que los astrofísicos han llegado por el momento, lo que carece de importancia por cuanto “la Biblia nos dice cómo ir al cielo, y no cómo es el cielo”, según la expresión de Galileo Galilei. Luego, cuando alguien descubre una incompatibilidad entre astronomía y religión, tiende a afirmar que toda la Biblia es errónea, lo que carece de sentido si se considera que la Biblia establece mensajes éticos y no científicos.
Cuando algunos predicadores advierten que se está perdiendo el sentido original de los Evangelios, tienden a preocuparse por la “cuestión social”. Como no se han dado cuenta todavía que la “cuestión social” sólo se ha de resolver cuando la mayoría de la sociedad intente adoptar la actitud empática antes mencionada, llegan a la conclusión de que se trata de un problema económico y que los pobres son virtuosos por tener poco dinero y los ricos son pecaminosos por tenerlo en demasía, llegando de esa forma a posturas marxistas. De ahí que no deba extrañar que el propio Bergoglio haya afirmado que “son los comunistas los que se parecen a los cristianos”.
Los idólatras de Dios por lo general tienden a rechazar la naturaleza tal como fue creada, poniendo en duda las habilidades del Dios Creador. Incluso los pedidos acerca de milagros implican que las leyes naturales que fundamentan todo lo existente deben ser cambiadas o interrumpidas de vez en cuando. La salvación de la humanidad propuesta por Cristo es esencialmente una salvación condicional, es decir, una salvación que se producirá para quienes cumplan con los mandamientos bíblicos y no para quienes se limiten a rezar y a creer, sin intentar adoptar la predisposición empática.
La palabra “salvación” nos da la idea de salvarnos de ir al infierno luego de cumplida la vida normal, si bien en nuestra época científica podría decirse que la obra de Cristo implica una orientación hacia una óptima adaptación al orden natural, manteniendo la vigencia de siempre.
De la manera en que, por el momento, funcionan las religiones, no se vislumbra un cambio positivo. Para comenzar a advertir un final de una época de confusión y el inicio de otra de claridad, es necesario e imprescindible encontrar un vínculo objetivo y observable, común a todos los hombres, y esto lo encontramos en las leyes naturales que rigen todo lo existente, especialmente en las leyes que rigen nuestras conductas individuales.
Una religión así constituida (religión natural o deísmo) será indistinguible de la ciencia experimental. Si bien será una solución para los problemas que afectan a la humanidad, el sector vinculado a lo sobrenatural será el principal opositor a todo cambio posible. Es admisible, sin embargo, interpretar al cristianismo como una religión natural, considerando una identidad entre leyes naturales y leyes sobrenaturales (de validez estas últimas para los sectores teístas).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Digamos que los predicadores oficiales del cristianismo, o de cualquier otro credo, están más dedicados a hacer incapié en los ritos que en el mensaje profundo que debieran ayudar a extender e internalizar porque es una forma de realzar su posición, su poder. Las disputas entre las diversas variantes (iglesias, grupos, sectas) no son más que la prueba del nueve de lo antedicho. Y si llega a acontecer la "salvación" será debida muy principalmente al conocimiento.
Publicar un comentario