Entre las sorpresas que brinda la historia de la ciencia aparece la de un niño abandonado, apenas nacido, en las puertas de una iglesia. Con el tiempo ha de ser una figura importante en física, matemáticas y en humanidades, ya que es uno de los autores de la Enciclopedia Francesa de Diderot-D’Alembert, este es el caso de Jean Le Rond D’Alembert (1717-1789). Al respecto, David Millar escribió: “El nombre de D’Alembert procede de la iglesia de Saint Jean Le Rond, en cuya entrada fue abandonado y recogido cuando aún era un bebé”.
“Probablemente era hijo ilegítimo de una cortesana parisina, Marie de Tenzin, y el caballero Destouches, quien sufragó los gastos de su educación. D’Alembert fue acogido por un vidriero y su esposa, estudió jurisprudencia y fue admitido en el servicio de abogacía en 1738. sin embargo, D’Alembert flirteó brevemente con la medicina antes de decidirse por el estudio de las matemáticas, viviendo en delante de la renta anual concedida por su padre”.
“Las primeras investigaciones de D’Alembert se orientaron hacia la clasificación del concepto de límite en el cálculo, introduciendo la idea de diferentes órdenes de infinitos. En 1741 fue admitido por la Academia de Ciencias, y dos años más tarde publicó su Tratado de Dinámica, en el que incluía el Principio de D’Alembert. Este principio consiste en afirmar que la Tercera Ley de Newton es aplicable tanto para cuerpos en reposo como en movimiento”.
“Con este telón de fondo podía tratar toda una serie de problemas, tales como la derivación del movimiento planar de un fluido. D’Alembert desarrolló la teoría de las ecuaciones diferenciales parciales y resolvió sistemas que hacían referencia a cuerdas en vibración y a la ecuación general de onda (1747)”.
“Se unió a Euler, Clairaut, Lagrange y Laplace en la aplicación del cálculo a la mecánica celeste, determinando el movimiento de tres cuerpos en gravitación recíproca. Ello permitió comprender muchas de las observaciones astronómicas. Así, por ejemplo, D’Alembertg explicó matemáticamente (1754) el descubrimiento newtoniano de la presesión de los equinoccios, así como las perturbaciones de las órbitas planetarias”.
“Un amigo de D’Alembert, Diderot, lo persuadió para colaborar en la redacción de una Enciclopedia que compilara los temas científicos más relevantes. Cuando ya hubo preparado el primer volumen, la Iglesia denunció el proyecto, y D’Alembert puso en marcha la publicación de ocho tomos de abstrusos estudios matemáticos” (Del “Diccionario básico de científicos” de David Millar y otros-Editorial Tecnos SA-Madrid 1994).
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D’Alambert también participó en otros ámbitos distintos de los estrictamente científicos, todo un codirector de la Enciclopedia, cuyo último objetivo era difundir el conocimiento al mayor número posible de personas, no pudo dejar de entrar en el barro político, así en su obra “Sobre la destrucción de los jesuitas en Francia. Panfleto” (1776) se alineó con los enemigos de la Compañía de Jesús con motivo del pleito que acabó con la expulsión de ésta de Francia y les acusó de perseguir el poder por encima de cualquier otra cuestión, moral o religión incluidas.
Es pertinente señalar que su gran conocimiento de la materia científica y su ideal racionalista le condujeron a establecer interconexión entre varias ramas de la ciencia, estableciendo una filosofía de la misma, aspecto destacable del movimiento de la Ilustración.
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