En ámbitos tales como la educación y el Derecho se escuchan voces que proclaman que "tal sistema educativo es anticuado" o que "tal ley es del siglo pasado" como alegatos para suprimirlos o reemplazarlos. En realidad debería pensarse respecto de sistemas y leyes en función de sus efectividades respectivas en lugar de sus épocas o fechas de iniciación. Ello se debe a que el ser humano no cambia su naturaleza en miles de años ya que el proceso de la evolución biológica actúa a través de millones de años. De ahí que algunos conocimientos básicos, que no podrán ser superados, pueden haberse conquistado ya en épocas lejanas del pasado.
Quienes en la educación buscan dejar sus huellas a través de sus actuaciones respectivas, por lo general apuntan a establecer cambios sin tener presente los efectos que puedan tener. De esta manera se advierte un penoso retroceso en cuanto a los resultados obtenidos en los últimos años. Se atacan los sistemas y los hábitos antiguos, no porque ellos sean poco efectivos, sino por el hecho de ser "viejos". También el culto al pasado, mediante la actitud de agradecimiento y admiración, puede hacer perder de vista el criterio de la efectividad o la veracidad.
Asociados a esta tendencia aparece la triste costumbre de mirar a las generaciones pasadas como personas ingenuas y carentes de inteligencia de manera de justificar cierta necesidad de cambios por el cambio mismo. José Ortega y Gasset escribió: "El defecto más grave del hombre es la ingratitud. Fundo esta calificación superlativa en que, siendo la sustancia del hombre su historia, todo comportamiento antihistórico adquiere en él un carácter de suicidio".
"El ingrato olvida que la mayor parte de lo que tiene no es obra suya, sino que le vino regalada de otros, los cuales se esforzaron en crearlo y obtenerlo. Ahora bien, al olvidarlo desconoce radicalmente la verdadera condición de eso que tiene. Cree que es un don espontáneo de la naturaleza y, como la naturaleza, indestructible. Esto le hace errar a fondo en el manejo de esas ventajas con que se encuentra e irlas perdiendo más o menos".
"Hoy presenciamos este fenómeno en grande escala. El hombre actual no se hace eficazmente a cargo de que casi todo lo que hoy poseemos para afrontar con alguna holgura la existencia lo debemos al pasado y que, por lo tanto, necesitamos andar con mucha atención, delicadeza y perspicacia en nuestro trato con él -sobre todo, que es mucho tenerlo muy en cuenta porque, en rigor, está presente en lo que nos legó-. Olvidar el pasado, devolverle la espalda, produce el efecto que hoy asistimos: la rebarbarización del hombre" (De "Ideas y creencias"-Espasa-Calpe SA-Madrid 1968).
Si bien estos escritos de Ortega tienen ya casi un siglo de antigüedad, se advierte cierta vigencia en la actualidad. La historia de las sociedades tiende a ser una valiosa experimentación para orientar las investigaciones sociológicas y para poner a prueba las diversas teorías al respecto. Es posible decir, en cuanto al tema en cuestión, que si se cambia la actitud ingrata por otra acorde a una mayor valoración de las generaciones pasadas, es posible que se comprenda mejor la función social que todos deberíamos alcanzar.
Ortega continúa: "Pero no me interesan ahora estas formas extremas y transitorias de ingratitud. Me importa más el nivel normal de ella que acompaña siempre al hombre y le impide hacerse cargo de cuál es su verdadera condición. Y como en percatarse de sí mismo y caer en la cuenta de lo que somos y de lo que es en su auténtica y primaria realidad cuanto nos rodea consiste la filosofía, quiere decirse que la ingratitud engendra en nosotros terrible ceguera filosófica".
"Hemos heredado todos aquellos esfuerzos en forma de creencias que son el capital sobre que vivimos. La grande y a la vez elementalísima averiguación que va a hacer Occidente en los próximos años, cuando acabe de liquidar la borrachera de insensatez que agarró en el siglo XVIII, es que el hombre es, por encima de todo, heredero. Y que esto y no otra cosa es lo que le diferencia radicalmente del animal. Pero tener conciencia de que se es heredero es tener conciencia histórica".
El proceso de la evolución cultural del ser humano se basa esencialmente en la "herencia de los conocimientos adquiridos", por lo que la visión de Ortega se adapta bastante al proceso evolutivo mencionado.
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2 comentarios:
Hay quien piensa que más que heredar los occidentales actuales hemos dejado de heredar la civilización que nos sería más propia. Al arrepentirnos de ella desde el siglo XVIII, las nuevas generaciones carecen de ese bagaje cultural porque en las escuelas no se transmite y en su lugar se opta por dar primacía al juego y a la espontaneidad, con lo que se propicia la barbarie casi pura porque en cabeza vacía reinan los impulsos.
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