En la etapa de transición del feudalismo al capitalismo se advierte una transición del teísmo reinante hacia un deísmo naciente. En la etapa feudal predomina la idea de un Dios que inteviene en los acontecimientos humanos, mientras que los deístas suponen un Dios que establece las leyes naturales y deja de intervenir. Sin embargo, desde el punto de vista ético, los mandamientos bíblicos pueden respetarse y cumplirse en ambos casos. Tal cumplimiento resulta prioritario a partir de las propias palabras de Cristo.
Como los teístas, por lo general, consideran que la religión bíblica es algo distinto de una ética natural, siguen descalificando todo lo que contradiga sus creencias. Les resulta imperdonable la desaparición de la Edad Media y rechazan al liberalismo en base a una actitud de venganza por lo que ocurrió hace casi mil años atrás. José Luis Romero escribió: "El cristianismo le ofrece a toda la estructura señorial, surgida de hechos de fuerza, un fundamento absoluto. La identidad entre realidad e irrealidad, el sistema de causalidad sobrenatural, la idea trascendente del hombre, la sociedad dual, todo está en la revelación, en los Libros Sagrados. Si tiene un fundamento sobrenatural, es inamovible, y quien intente modificarlo es sacrílego".
"Con la revolución burguesa empieza a constituirse, al lado de la estructura tradicional, otra nueva, y los grupos de la naciente burguesía, al proyectarla y crearla, descubren que si bien la estructura tradicional resiste, también concede y transa. Hay señores que entran en sociedad con los burgueses, otros que inventan impuestos al mercado, a la aduana, a las ganancias, al uso de puentes y caminos, y que también ofrecen garantías, robusteciendo así la nueva estructura".
"Si la estructura socioeconómica no resiste demasiado, la mental se revela mucho más rígida. Los burgueses, que se cuidan de afirmar y demostrar su religiosidad, empiezan a dar por sobrentendido o a admitir inconscientemente que el Dios en el que afirman creer no interviene en la contingencia de cada día. Así comienza a ser minado, muy lentamente y en forma no declarada, el contingentismo propio de la mentalidad cristiano feudal".
"El contingentismo, es decir la idea de que Dios interviene en todo y que todo cuanto ocurre posee el rastro de la voluntad divina, tiene un elemento fatalista, común a la tradición hebreo-cristiana y a la musulmana. Si Dios interviene en todo, ¿a qué ocuparse? Para operar sobre el mundo, la burguesía asumió, expresa o tácitamente, que la divinidad no opera de manera contingente. La divinidad crea, es demiúrgica, pero lo creado tiene desde un primer momento su propia ley. De allí deriva la teoría del libre albedrío y la posibilidad de la creación humana, no sujeta en lo contingente a Dios".
"Una estructura social y económica creada por el hombre es inestable, y el signo de su inestabilidad es la movilidad social: no hay en la sociedad un sitio preestablecido para cada hombre; este es el fruto del esfuerzo y la fortuna de cada uno. Si se combina la tendencia a la movilidad de la estructura con la ausencia de una concepción contingentista, resulta que toda la estructura que crea la burguesía no tiene otro fundamento que el histórico-fáctico" (De "Estudio de la mentalidad burguesa"-Alianza Editorial SA-Buenos Aires 1987).
En realidad, el proceso económico del mercado no es una estructura creada por el hombre, sino un proceso natural. Ello se debe a que todo intercambio voluntario entre dos personas favorece a ambas, de lo contrario los intercambios dejan de producirse. Esto sucede cuando se actúa en forma egoísta pensando sólo en una ventaja unilateral. También en el mercado se requiere aquello de "hacer por los demás lo que uno quiere que los demás hagan con uno", que es la forma esencial de igualdad entre los seres humanos.
Como la producción de alimentos y de bienes necesarios para nuestra supervivencia es esencial, el sistema natural del mercado premia con la riqueza a quienes más y mejor producen, castigando con la pobreza a quienes poco o nada producen, si bien este proceso sufre severas distorsiones como en el caso argentino, en donde millones de parásitos que nada producen reciben del Estado mayores recursos que los adquiridos por quienes trabajan arduamente.
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1 comentario:
El abandono no explícito, pero abandono al fin y al cabo, del contingentismo posibilitó toda una serie de cambios mentales, sociales y económicos que desembocó en el Renacimiento, el Humanismo y el estado moderno o absoluto. En realidad, se trató de una profunda redefinición de lo que se entendía por cristianismo, por naturaleza, por sociedad y por humanidad.
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