Es posible levantar un "edificio intelectual" toda vez que se haya podido encontrar un fundamento firme y observable, como el establecido a partir de las actitudes básicas del ser humano. Al definir las cuatro actitudes básicas (amor, odio, egoísmo y negligencia) se establece una moral natural cuya evidencia resulta inmediata. Tanto el bien como el mal se exponen juntos, por lo cual la aceptación del primero y el rechazo de los últimos sugieren un camino a adoptar.
Al adoptarse una ética natural elemental, se rechaza la posibilidad del relativismo moral, permitiendo además interpretar el amor en base a la empatía emocional, aspecto vinculado con el reciente descubrimiento, por parte de los neurocientíficos, de las neuronas espejo. También se lo puede asociar al mandamiento cristiano del amor al prójimo, ampliando de esa forma los alcances del fundamento adoptado.
En la "Ética demostrada según el orden geométrico", Baruch de Spinoza ya hubo definido el amor y el odio según el mismo criterio adoptado posteriormente en el caso de las actitudes básicas de la psicología social, es decir, considerando que el amor implica compartir penas y alegrías ajenas como propias, mientras que el odio implica responder con alegría propia a las penas ajenas y con tristeza propia a las alegrías ajenas.
También Arthur Schopenhauer observó, como fundamentales, tres de las cuatro actitudes básicas, sin tener en cuenta a la negligencia o indiferencia, ya que tal actitud no está orientada a la acción, mientras que el mencionado filósofo sólo intentó describir las motivaciones para la acción. Lo importante resulta la reunión de pensadores que hayan observado tales aspectos del comportamiento humano para sumarlos a quienes establecieron los mandamientos y sugerencias bíblicas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, para tener así la esperanza de que tales aspectos básicos sean alguna vez aceptados como el fundamento de una ética natural de alcance generalizado.
Schopnehauer escribió al respecto: "No hay más que tres resortes fundamentales de las acciones humanas, y todos los motivos posibles sólo se relacionan con estos tres resortes. En primer término, el egoísmo, que quiere su propio bien y no tiene límites; después, la perversidad, que quiere el mal ajeno y llega hasta la suma crueldad; y por último, la conmiseración, que quiere el bien del prójimo y llega hasta la generosidad, la grandeza del alma. Toda acción humana debe referirse a uno de estos tres móviles, o aun dos a la vez" (De "El amor y otras pasiones"-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2001).
Si a las cuatro actitudes básicas les agregamos las cuatro posibles actitudes que contemplan los aspectos cognitivos, disponemos de una visión bastante completa del comportamiento humano. Tales actitudes cognitivas están asociadas al método de prueba y error, por el cual adoptamos como referencia, o como elemento de comparación, a la propia realidad, o bien a lo que opina otra persona, o bien a lo que opina uno mismo o, finalmente, a lo que opina la mayoría. De esta forma se cubren todas las alternativas posibles.
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