Respecto del universo existen opiniones optimistas y también pesimistas; los optimistas suponen que el universo, por ser la obra de Dios, es bueno y perfecto, sólo que el ser humano no se adapta a las leyes que lo gobiernan. Los pesimistas aducen que es casi una trampa para el ser humano por lo que deben ser los hombres quienes lo dominen y le impongan sus propias leyes. Para Goodfried Leibniz el universo no es bueno ni malo, sino que es el mejor universo que pudo Dios hacer.
Desde una visión científica del universo puede decirse que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes y que, ya sea que opinemos que está bien hecho, o no, que sea favorable a la vida inteligente, o no, sólo nos queda la posibilidad de adaptarnos a sus leyes. En este caso, seguramente, podremos decir que se trata de un universo amigable para el ser humano.
Como el ser humano posee libertad de elección, mediante tal atributo puede elegir tanto el bien como el mal; de ahí que un universo que permite la existencia del mal, o sufrimiento, pareciera ser un universo mal hecho. Si, por el contrario, no tuviésemos libertad de elección y fuéramos como robots que nunca se equivocan, no existiría el mal ni el sufrimiento, pero tampoco existirían las enormes potencialidades de la vida inteligente, por lo que, en este caso, aparecería el mal por otra parte. De ahí que Leibniz no afirmaba que el universo era bueno del todo, sino el mejor posible.
Adviértase que una sociedad sin sufrimientos y sin libertad es esencialmente el objetivo de los diversos socialismos, en los cuales puede observarse que la ausencia de libertad, con sus consiguientes restricciones productivas, produce mayores sufrimientos que los que inicialmente se quiso limitar.
Respecto de la postura de Leibniz, Leszek Kolakowski escribió: "Leibniz, en su Teodicea y en muchos otros escritos, abordó, una y otra vez, el espinoso tema. Sus argumentos proceden desde Dios a las criaturas y no en la otra dirección y se reducen a esto:
"Puesto que Dios es infinitamente sabio, bueno y poderoso, tiene que haber creado el mejor de los mundos posibles, es decir, un mundo en el que la cantidad de bien supere a la masa del mal en la máxima proporción posible. De modo que es seguro de antemano, y ello se incluye en el concepto mismo del Ser perfecto, que vivimos en el mejor de los mundos que puede concebirse lógicamente".
"Un escéptico que arguyera que no se necesita vivir en este mundo más de un día o dos para adquirir dudas considerables de que sea el mejor universo imaginable, no puede hacer vacilar la confianza de Leibniz. Él no niega la existencia del mal, sólo tiene la certidumbre de que cualquier otro mundo posible sería peor que éste. Leibniz parecía ser de la opinión de que la suya era una teoría bastante optimista".
"El argumento de Leibniz es que algunos conjuntos de cosas y de cualidades son compatibles entre sí y otras no, y que ésta es una incompatibilidad lógica. Dicho de otro modo, cualquier mundo posible se presenta como un lote y Dios tuvo que hallar la combinación de cualidades lógicamente posibles que resultara en el máximo bien. En lugar de sujetos humanos libres, Dios podría haber creado unos seres incapaces de pecar, pero sólo al precio de privarles de su libre voluntad, que incluye, inevitablemente, la posibilidad de pecar y los actos pecaminosos de hecho".
"Y Dios calculó que un mundo habitado por autómatas sin pecado produciría mucho menos bien que uno que contuviera seres humanos dotados de libertad de elección y que, por lo tanto, pudieran preferir con frecuencia el mal. Dios tuvo que resolver, por así decirlo, una ecuación diferencial bastante complicada (en realidad, una ecuación infinita) para calcular en cuál de los mundos posibles la cantidad de mal sería mínima comparada con la cantidad de bien; y ése es el mundo en que vivimos" (De "Si Dios no existe..."-Ediciones Altaya SA-Barcelona 1999).
Además de criterios de otros tipos, como el de la imposibilidad del cálculo económico en economías planificadas, el planteo de Leibniz, aplicado al socialismo, convalida sus desventajas comprobables. Puede decirse que una sociedad libre, aun con empresarios pecadores y egoístas, produce menos males que una sociedad sin empresarios y sin libertad.
Pareciera que Dios dijo a la humanidad: "Les doy libertad, pero al precio de que a veces elegirán el mal". Luego Marx pareciera "corregir" a Dios diciendo: "Les quito la libertad, pero al precio de elegir por ustedes el bien que todos gozarán".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Dejando aparte las interesantes disquisiciones presentes, que son muy enjundiosas, dos cosas parecen evidentes: que estamos en un mundo de leyes naturales invariantes y que, a senso contrario y como superación de la naturaleza, el ser humano es libre, puede elegir entre hacer el bien o hacer el mal, no estando predeterminado en ninguno de los dos sentidos.
Publicar un comentario