Si bien la nobleza de otras épocas implicaba la posesión de ciertas virtudes morales, en la actualidad, y bajo gobiernos que hablan todo el tiempo de "igualdad", se advierte en sectores de la sociedad ciertos comportamientos que responden a una idealización errónea de la antigua nobleza. Tal idealización se concreta en la creencia de que el noble es alguien que no es servicial con nadie y que todos lo han de servir, es decir, algo así como el noble déspota.
Desde el punto de vista de la economía, tal actitud conduce a un trabajo a desgano, ya que todo intercambio en el mercado implica producir lo que ha de satisfacer a otra persona. Esmerarse en hacer un trabajo de calidad y en el tiempo acordado, implica actuar en forma servicial, algo ajeno al noble déspota que adhiere al populismo.
Ante la prioridad otorgada al peatón ante el cruce de una calle, en el caso en que se llegue en forma simultánea con el automóvil que dobla, se advierte que el peatón populista jamás va a renunciar a tal prioridad aunque genere cierto y circunstancial atascamiento en el tráfico y aunque arriesgue su vida cruzando la calle sin apenas mirar si un automovilista ha respetado su prioridad.
El noble populista se opone a caminar aunque sea una pequeña distancia, por lo que ha de estacionar en doble fila por no caminar dos o tres cuadras. De ahí los severos atoraderos de autos y ómnibus que generan a la salida de las escuelas. Si lo ven caminando por algún lugar, quizás crean que todavía no posee automóvil; lo que lo bajaría de "nivel social".
Un caso extremo es el de un vecino que, por no estacionar a dos o tres cuadras, optó por erradicar dos arbolitos frente a la casa que alquilaba, hormigonando los huecos respectivos, para estacionar el vehículo en un lugar incluso prohibido por las ordenanzas municipales.
El caso más destacado es el del ex Director Técnico de la Selección Nacional de Fútbol de Argentina, Sampaoli, cuando viajaba en un automóvil con demasiados ocupantes. Cuando un policía de tránsito observa la situación, obliga a algunos a descender del auto, por lo que el mencionado seleccionador reacciona diciéndole: "Me vas hacer caminar cuatro cuadras vos que ganas cien pesos".
El noble populista por lo general está acupado con su celular o bien conversando con otros empleados en alguna oficina pública. En lugar de mostrar al público cierto interés por hacerle perder la menor cantidad de tiempo, pareciera gozar de cierta satisfacción personal por tener circunstancialmente cierto poder o nivel superior, algo que predomina en su subsconsciente.
Si realmente la igualdad promovida por el populismo fuera el objetivo de las masas, quizás no pretendieran avanzar en forma casi ilimitada y por cualquier medio. Henry Hazlitt escribió: "El envidioso suele disfrutar más si ve a otro privado de algo que si lo consigue para sí. Lo que les alborota no es tanto lo que a ellos les falta como lo que tienen los demás. Los envidiosos no se satisfacen con la igualdad; lo que secretamente anhelan es la superioridad y el desquite. Se cuenta que, en la revolución francesa de 1848, una repartidora de carbón decía a una dama ricamente ataviada: «Sí, señora; ahora todos vamos a ser iguales; yo vestiré de seda y usted tendrá que acarrear carbón»" (De "La conquista de la pobreza"-Unión Editorial SA-Madrid 1974).
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1 comentario:
Los pobres o medianías partidarios del populismo suelen tener comportamientos propios de los antiguos “señoritos”, hijos de familias acomodadas con ínfulas de grandeza porque simplemente su trabajo no era manual y gozaban de ilustración, algo que les distinguía claramente de la mayoría social, aunque no tuvieran ni mucho menos los posibles económicos de los auténticamente burgueses o aristócratas. Es un caso típico de hombre masa.
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