Debido a que el proceso autorregulado del mercado puede ser perturbado por intromisiones por parte del Estado, se considera "liberal", en lo económico, a quienes sostienen que deben rechazarse tales intromisiones, ya que las mismas siempre empeoran aquello que se quiso mejorar. Luego, respecto del resto de las actividades sociales, existen diferencias entre las figuras representativas del liberalismo.
Puede establecerse una síntesis de las principales tendencias económicas, respecto del rol del Estado, incluidas las no liberales:
a) Socialismo: rechaza el proceso del mercado y propone la dirección estatal de una economía sin propiedad privada
b) Socialdemocracia: admite la intromisión del Estado para redistribuir lo que no pudo distribuir el mercado
c) Hayek: admite la existencia del Estado mientras no perturbe el proceso del mercado
d) Mises: admite un Estado mínimo que se limita a la justicia y a la seguridad, principalmente
e) Rothbard: rechaza la existencia del Estado (anarcocapitalismo)
Friedrich Hayek ha sido calificado, a veces maliciosamente, como socialdemócrata, ya que, para el anarcocapitalista, liberal significa rechazo total del Estado. Debe tenerse presente que la Economía Social de Mercado de Konrad Adenauer y Ludwig Erhard, que produjo el "milagro alemán" en la postguerra, se estableció con una fuerte presencia del Estado, lo que convalida en cierta forma la postura de Hayek.
De la misma forma en que, en el cristianismo, se discute respecto de la divinidad de Cristo o de la creencia auténtica, o no, de cada individuo, olvidándose del cumplimiento de los mandamientos bíblicos, en el liberalismo pareciera que se discute más respecto de la "pureza ideológica" que de la efectividad de las propuestas concretas. Así, mientras la postura cercana a Hayek ha sido puesta en práctica en varias ocasiones, el anarcocapitalismo nunca ha sido puesto en práctica, por la sencilla razón de que tal anarquismo sólo funcionaría eficazmente en poblaciones con un elevado nivel ético, algo que no se da en la realidad.
Las distintas posturas económicos se establecen basándose en la confianza o en la desconfianza en los seres humanos, o bien en la confianza o desconfianza en los diversos sectores. Así, para el socialista, toda la virtud radica en los seguidores de Marx y toda la ausencia de virtud en el sector empresarial. De ahí que la conclusión inmediata es la estatización de los medios de producción.
Hayek y Mises parecieran ser conscientes de los atributos de los seres humanos reales proponiendo sus opiniones respecto de la misión y las limitaciones del Estado. En cambio, el anarcocapitalista desconfía de la gente a cargo del Estado mientras que, a la vez, confía en el ciudadano común al pensar que podría conducirse civilizadamente aún sin la existencia del Estado. En este caso se ignora que el nivel ético de gobernantes y pueblo es similar, ya que parte del pueblo accede al poder estatal e, incluso, es el que elige a sus representantes.
Alfred Müller-Armack escribió: "La economía social de mercado no presupone un Estado débil, sino que ve más bien en un Estado democrático fuerte la garantía del funcionamiento de este orden. El Estado no sólo está presente en función de la seguridad del ejercicio del derecho privado. Precisamente gracias a la economía social de mercado se ha visto confirmado en una de sus tareas esenciales: intervenir en favor del mantenimiento de una auténtica competencia como función política (en el sentido de Eucken, Frank Böhm y Miksch). El orden de competencia, asegurado por el Estado, anula asimismo factores de poder y los canaliza hacia el mercado".
"De esta suerte, una competencia socialmente apta para funcionar tiende a prevenir la acumulación de fortunas unilaterales provenientes de privilegios económicos. Por otra parte, este proceso también sienta bases para correcciones y transferencias de ingresos del Estado a los sectores más alicaídos de la población. Pero condición previa para cualquier intromisión de esta clase por parte del Estado es su compatibilidad con la economía de mercado y la correspondiente formación de réditos. Es decir, que el objetivo social debe ser logrado con medidas conformes con el mercado, sin estorbar el desarrollo de precios propiamente de mercado".
"Este postulado de la conformidad de Estado y mercado constituye el decisivo contraste entre este tipo de economía y el dirigismo. En este último, mercados enteros son paralizados por precios decretados. Y con ello amplios sectores de la población se ven perjudicados y padecen finalmente una notoria falta de los bienes indispensables para la vida. Por la conformidad con el Estado se distingue asimismo la economía social de mercado del intervencionismo. Este mezcla los entre sí contradictorios elementos del dirigismo con los de la economía de mercado según su conveniencia, hasta tanto se eliminen mutuamente e impidan la producción" (De "El orden del futuro" de Ludwig Erhard y A. Müller-Armack-EUDEBA-Buenos Aires 1981).
En el mismo sentido, Álvaro C. Alsogaray escribió: "El Estado no debe proceder como espectador impasible frente a situaciones especiales que impliquen un daño social. La intervención del Estado es necesaria para trazar el marco de la actividad económica, establecer las reglas del juego y atender a dichas situaciones especiales".
"La competencia juega un papel decisivo a los efectos del funcionamiento del mercado. Es función de los gobiernos establecer condiciones de competencia efectiva. Para ello hay que combatir los monopolios y eliminar las trabas e interferencias burocráticas que la dificultan".
"El Estado debe «planificar la economía». Pero esta planificación supone el uso de métodos muy distintos a los de la economía dirigida, con sus torpes disposiciones y rígidas reglas. El mejor plan, el que según ya hemos señalado resuelve en forma espontánea la mayor parte de los casos, es el del mercado. Por lo tanto la planificación estatal debe, como objetivo primordial, asegurar el funcionamiento del mismo". (De "Bases para la acción política futura"-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969).
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1 comentario:
Creo que podemos resumir lo que se propone como buena actitud del Estado en economía en que éste debe respetar al mercado como principio general de la economía, pero puede y debe intervenir cuando ese principio se ponga en peligro por causa de algún tipo de monopolio y también para corregir sus resultados (nunca antes) desde un punto de vista social usando el sistema impositivo.
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