Se dice del hombre que es un animal político, o un animal social. Por ello, alguien que viva desvinculado del resto de la sociedad, carecerá del principal atributo que poseemos. Puede siempre advertirse la existencia de fallas morales cuando alquien se desvincula de la sociedad, o bien porque es obligado a desvincularse, como ocurre con los efectos de los diversos sectarismos.
Una sociedad se diferencia de un conglomerado humano en el hecho de tener objetivos comunes y respetar leyes comunes. Si estos objetivos y estas leyes han sido establecidos por los propios seres humanos, surgirán posibles desacuerdos; de ahí la necesidad de descubrir en el propio orden natural un posible sentido objetivo del proceso evolutivo como también las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales a fin de adaptarnos a las mismas.
Para establecer una adecuada socialización, debe establecerse una "moneda de cambio" para vincularnos a los demás, compartiendo algo de nosotros. En realidad, muchos son los que acatan literalmente lo de la "moneda de cambio" y proponen a los medios de producción como vínculo entre los seres humanos mientras otros proponen al intercambio de bienes y servicios en el mercado.
La religión bíblica, por el contrario, propone como vínculo de unión entre los seres humanos a la empatia emocional, sugiriendo compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. Incluso desde ámbitos religiosos se sugiere ayudar monetariamente al pobre como si a ello se redujera toda la moral bíblica. En realidad, toda ayuda surgirá en forma espontánea luego de adoptar la actitud o predisposición sugerida por los mandamientos. Debemos darnos primeramente a nosotros mismos, compartiendo aspectos emocionales y también comunicando información que resulte positiva para el crecimiento personal de todos.
Entre individuo y sociedad se establece un intercambio de deberes y derechos en forma similar al intercambio de bienes y servicios entre comerciante y consumidor. Si recibimos educación estatal gratuita, implica que en el resto de la sociedad recayó el gasto respectivo. De ahí nace una obligación moral (o real en algunos países) de devolver a la sociedad una parte, o todo, lo que cada uno recibió.
Los derechos se materializan en todo lo que la sociedad nos da; los deberes se materializan en lo que cada individuo devuelve a la sociedad. Este intercambio debe ser equilibrado; de lo contrario surge el parásito social que vive a costa de los demás sin trabajar. También se deteriora el equilibrio cuando un líder totalitario exige de cada individuo mucho más de lo que el Estado-intermediario le devuelve.
No todo individuo es consciente de este intercambio, como es el caso del hombre-masa que siente que posee sólo derechos, pero no obligaciones. F. M. Klinger escribió: "Muchos hay que se quejan de la sociedad humana y mueren con esta queja, sin pensar o haber pensado nunca que esa misma sociedad ha hecho por ellos más en un día, que ellos por ella en toda su vida" (Del "Diccionario de citas" de C. Goicoechea Romano-Editorial Labor SA-Barcelona 1953).
La moral natural, sintetizada en el amor al prójimo, como predisposición permanente que deberíamos adoptar, resulta ser una exigencia impuesta por el orden natural así como una ventaja evolutiva; resulta ser un derecho concedido como también un deber exigido para asegurar nuestra supervivencia. Paul Gille escribió: “La moral es un fenómeno de la vida social: en otros términos, las primeras nociones morales datan y se derivan de las primeras sociedades”.
“No puede ser de otro modo: no hay evolución, ni siquiera formación humana sin sociedad, y no hay sociedad posible sin una moral, es decir, sin un sistema de convenciones entre individuos reunidos para ayudarse mutuamente en la lucha –imposible de sostener aisladamente- para la conservación y mejora de la vida, contra las fuerzas naturales y los organismos vitales concurrentes”.
Otro enemigo del establecimiento de la sociedad humana óptima es el egoísmo, sintetizado por Arthur Schopenhauer: "El egoísmo es inmenso, y está esparcido por todo el universo. Dad a escoger a un individuo entre ser aniquilado o ver aniquilarse el resto del mundo y no hay por qué decir a qué lado caerá la balanza. Cada uno nace de esa suerte, de sí mismo el centro del universo; todo lo refiere a él; los acontecimientos que a su vista pasan, por ejemplo, los grandes cambios que suceden en los destinos de los pueblos, los juzga ante todo según su interés en el asunto; por más pequeño y remoto que sea ese interés, desde luego a él los refiere" (De "El fundamento de la moral"-Editorial El Libro-Buenos Aires 1948).
Desde el socialismo se sugiere al hombre abandonar sus ideales propios para someterse a los proyectos colectivos concebidos por los ideólogos. El colectivismo resultante requiere de la pasividad y la uniformidad de los insectos, cuyas mínimas diferencias se deben a que son orientados por instintos antes que por aspectos emocionales o razonamientos. De ahí que la generalizada lucha contra el individualismo ha de estar orientada, en definitiva, a la exaltación de la igualdad inherente a los insectos. Gille agrega: “Algunos sociólogos, despreciando la naturaleza psicológica, psíquica, del fenómeno moral, tienden a reducir toda la moral a la ciencia de los hechos sociológicos, a la ciencia objetiva de las costumbres. Para esos objetivistas exclusivos no es ya cuestión de conciencia, de deber, de bien, de sanción íntima, sino de leyes sociales, de costumbres, de ritos, de relaciones económicas. Las razones de nuestros actos no están ya en nosotros, sino en el medio en que evolucionamos y cuya presión invencible sufrimos. La conciencia es un eco, ya no una voz. Yo interrogo a la conciencia –dice un crítico- y la sociedad responde”.
“Habría, en consecuencia, un fatalismo moral análogo al fatalismo histórico de Marx, y más aún al fatalismo psicológico que parece haber triunfado, provisionalmente al menos, en el pensamiento científico actual. Se reconstituiría la conciencia moral con sus determinantes sociales. Y la moral ya no sería asunto de conciencia…la «ciencia moral» desaparece ante la «ciencia de las costumbres»”.
“El alma de la moralidad, sin embargo, es la autonomía. Ser moral es tomar de sí mismo, espontáneamente, el principio de sus decisiones. Y una concepción que, en apariencia, desdeña la iniciativa individual, que parece ver en la conciencia una resultante pasiva, un efecto y no una causa, suscita inmediatamente las más naturales sospechas”.
“La asociación es, pues, una condición de vida para el ser humano, y al mismo tiempo le obliga a contar con otro y le impone obligaciones generales cuyo conjunto constituye la moral, considerada así como la resultante de toda sociedad o como el mismo lazo social. En cuanto hay asociación, ipso facto nace una moral rudimentaria; el hecho social engendra el hecho moral” (De “Historia de las ideas morales”-Editorial Partenón-Buenos Aires 1945).
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1 comentario:
Entre la exacerbación del egoísmo proveniente de intereses económicos apenas disimulados y la uniformidad insectívora que pregonan los colectivistas para asegurarse su eterna reelección política la moralidad individual está siendo fuertemente corroída. Afortunadamente estamos ante una característica humana innata y una verdadera necesidad que consciente o inconscientemente se echa de menos si queda reducida a niveles mínimos como en la actualidad, por lo que difícilmente conseguirán domeñarla al completo.
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