La crisis social de nuestra época puede asociarse al fenómeno de la masificación, siendo el hombre-masa aquel que piensa y actúa como la mayoría lo hace, sin que sus decisiones estén orientadas por algún principio moral. Como síntomas de este proceso se advierte la búsqueda y promoción de la "igualdad", que en realidad es un igualitarismo que reconoce derechos y rechaza deberes. También se busca la "libertad", disociada de la responsabilidad, por lo cual resulta la búsqueda de la legitimación del libertinaje.
El igualitarismo dista de ser la igualdad promovida por el "amarás al prójimo al igual que a ti mismo", ya que se busca una igualdad que trata de rebajar a todo aquel individuo que intenta elevarse sobre la mediocridad y la masificación, siendo la envidia el principal motor del proceso. Alfredo Sáenz escribió: "Por lo general, el proceso de nivelación uniforma por lo bajo. En Norteamérica, escribe Ortega, se dice que ser diferente es ser indecente. «La masa arrolla todo lo diferente, egregio, individual, calificado y selecto. Quien no sea como todo el mundo, quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado». Pero enseguida agrega: «Claro que este 'todo el mundo' no es 'todo el mundo'». «Todo el mundo» era, normalmente, la unidad compleja de masa y minorías discrepantes, especiales. Ahora «todo el mundo» es sólo la masa".
También el hombre masa entiende por "libertad", no la situación personal derivada de un aumento de responsabilidad e individualidad, sino la posibilidad de hacer lo que le viene en ganas, que no es otra cosa que el libertinaje. Al no sentirse atado al cumplimiento de deberes, tiende a ignorar las leyes establecidas o admitidas por la sociedad de la que forma parte. De ahí que la Argentina haya sido definida como "Un país al margen de la ley" (Carlos Nino).
Si uno se pregunta por qué una gran mayoría de votantes apoya electoralmente a políticos populistas o totalitarios, podrá advertir que lo hacen porque tales políticos hablan todo el tiempo de "igualdad", significando el mencionado igualitarismo. Los sistemas totalitarios, por otra parte, han conformado la exaltación de la masificación colectiva, porque prometieron una igualdad absoluta asociada a una eximición de toda responsabilidad individual, que es justamente lo que ambiciona el hombre-masa.
Respecto de los sistemas totalitarios, Alfredo Sáenz escribió: "La Revolución soviética se propuso concretar el proyecto igualitario, pero en un gran hormiguero social. Si antes el burgués intentó rebajar al noble poniéndolo a su nivel, ahora el proletario buscaría lo mismo, haciendo que el burgués descendiese de su rango. Siempre un movimiento que tiende hacia abajo".
"El trasfondo ideológico de la lucha de clases, del combate del proletariado contra la burguesía, no es sino la expresión de un marcado complejo de inferioridad. La clase «explotada» busca su liberación, y a la envidia humillada sucede el orgullo de clase. «Nada somos, seámoslo todo», canta la Internacional, resumiendo en un solo verso el proceso ideológico de la dictadura del proletariado".
"En el fondo, esta desembozada tendencia a igualarlo todo tiene no poco que ver con la propensión al facilismo. En vez de subir uno, hacer bajar a los demás. Aquí interviene lo que Nietzsche llamaba «la ley de la transmutación de los valores», el hombre sigue aún reconociendo un sistema de valores, como meta digna de su existencia, pero en vez de los valores sublimes, cuya adquisición requiere un gesto de energía y una vigorosa afirmación de la personalidad, prefiere valores enclenques, que pueden obtenerse sin fatiga y sobre todo sin sacrificio" (De "El hombre moderno"-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1998).
Varias decenas de años atrás, Ortega y Gasset advertía los peligros de la masificación de las sociedades. Lamentablemente, sus advertencias no fueron tenidas en cuenta; la severa decadencia de la Argentina, asociada principalmente al peronismo, coincide en forma casi total con las descripciones que aparecen en su libro La rebelión de las masas. Sáenz agrega: "Lo más grave es que este hombre-masa, sabiéndose vulgar, y entendiendo que ha logrado poner a todos a su nivel, tiene el coraje de afirmar, como nos decía Ortega, el derecho a la vulgaridad, y tratar de imponerlo a los demás".
"Antes era conducido por los más capaces, ahora ya no hay «más capaces que él», por lo que pretende dirigir y gobernar a sus compatriotas, incluidos los realmente capacitados. Este hombre piensa que la vida es fácil, holgada, sin exigencias de perfeccionamiento, lo que lo lleva a afirmarse a sí mismo tal cual es, contentándose con su haber moral e intelectual. De este modo, al tiempo que anhela ejercer dominio político, se cree capaz de opinar omne re scibile, juzgando, decidiendo y pronunciándose, dogmáticamente y sin información alguna, sobre las más delicadas cuestiones de orden moral y social".
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1 comentario:
Sí, es dramático el descaro con que se pretenden burlar las normas establecidas por parte de una gran cantidad de personas que va, además, en aumento porque suele salir gratis. A ello hay que sumar que desde instancias oficiales se remacha ese proceso cambiando las normas en el sentido de hacer ortodoxo, o cuando menos disculpable, lo que hasta el momento se correspondía con una conducta sancionable.
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