La lucha por el poder parece ser uno de los deportes preferidos por los seres humanos de todas las épocas, que adopta con la lucha por el dinero sólo uno de sus aspectos. Sin embargo, cuando se habla de poder, entendido como la capacidad para influir sobre el resto de la sociedad (o de la humanidad), no siempre tal influencia ha de ser negativa, ya que existe también el poder personal para hacer el bien.
Ante la necesidad evidente de unión de los seres humanos de todo el planeta, o bien de una nación, se han propuesto dos caminos principales. Uno implica establecer un gobierno que concentre todo el poder en muy pocas manos mientras que el otro implica distribuir el poder en varias manos. El primero, conocido como socialismo, implica una especie de "ruleta rusa", ya que si tal gobierno cae en manos de un Hitler o un Stalin, se producirán catástrofes humanas como las ocurridas bajo el mando de tales personajes.
La segunda alternativa es la propuesta por el liberalismo, que ve en la división del poder total existente en una sociedad, cierto factor de seguridad que debe existir para evitar catástrofes como las producidas por los totalitarismos del siglo XX. Así, la división política de los poderes del Estado y la vigencia de la propiedad privada, van en ese sentido.
Hasta ahora hablamos de un poder material que, para bien o para mal, afecta a la mayor parte de los individuos, sin advertir que existe un poder más efectivo aún y es el poder ejercido sobre la mente de las personas. Es así que, en casos extremos, alguien puede estar encerrado en una cárcel y tener la mente libre, mientras que en el otro caso extremo, alguien puede circular libremente por una ciudad teniendo su mente aprisionada por una ideología que puede orientarlo hacia el mal.
Este es el tipo de poder mental en donde coexisten las ideas políticas junto a las religiosas, compitiendo entre ambas, estableciendo alianzas o bien luchando para hacer desaparecer al rival. También en este caso es posible la existencia de ideologías que producen tanto buenos como malos resultados.
Vladimir Lenin fue un político que no buscó alianzas con la religión, sino que trató de erradicarla definitivamente porque advirtió que existía una ideología religiosa que impedía que sus ideas ingresaran en mentes ya conquistadas. Walter Block escribió: "¿Qué institución constituye el mayor enemigo para la libertad humana? Sólo puede haber una respuesta: el Estado en general, y su versión totalitaria en particular. Quizás no haya mejor ejemplo de un gobierno semejante que el de la URSS, y sus dictadores Lenin y Stalin (aunque la primacía en términos de cantidad total de inocentes asesinados podría pertenecer a la China de Mao)".
"Nos preguntamos entonces, ¿qué instituciones fueron singularmente expuestas al oprobio por estos dos ilustres rusos? Sólo puede haber una respuesta: en primer lugar la religión, y en segundo la familia. No fue por accidente que los soviets promulgaran leyes que recompensaban a los niños para que entregaran a sus padres por actividades anticomunistas. Con seguridad, no hay mejor manera de disolver la familia que esta diabólica política. ¿Y cómo trataron a la religión? Preguntar esto es responderlo. La religión se convirtió en el enemigo público número uno, y sus practicantes fueron cruelmente perseguidos".
"¿Por qué meterse con la religión y la familia? Porque son estos los dos grandes competidores del Estado por la lealtad de la gente. Desde su propia perspectiva malvada, los comunistas estaban en lo cierto al fijar su atención en estas dos instituciones. Por lo tanto, todos los enemigos del Estado arrogante harían bien en abrazar religión y familia como sus amigos, tanto si ellos mismos son ateos como si no, tanto si son padres de familia como si no" (De www.mises.org.es).
En el caso de las alianzas entre Estado y religión, aparecen distintas posibilidades. La mejor es aquella en que ambos sectores colaboran con el objetivo de beneficiar a todo integrante de la sociedad. Otras veces se unen pensando sólo en sus objetivos sectoriales, tratando cada uno de usar al otro, siendo alianzas que tienden a originar conflictos en el transcurso del tiempo.
Aquí es oportuno establecer una analogía con el caso de una bella mujer que es "amada" perdidamente por un hombre. Cuando, por alguna razón, esa mujer termina la relación, puede ocurrir que surjan actitudes como "o mía o de nadie más", que lleva a situaciones trágicas. En realidad, está mal expresado aquello de que "del amor al odio hay un solo paso". En realidad, el hombre "perdidamente enamorado" estaba motivado por un gran egoísmo, ya que valoraba a la mujer siempre y cuando estuviera a su lado. Como el amor verdadero, que contempla la felicidad de la otra persona, era casi inexistente, fue el egoísmo el que se transformó en odio, y no lo que casi siempre se dice.
Una relación de ese tipo se estableció entre el peronismo y la Iglesia Católica. En alianza en las primeras etapas del peronismo, los seguidores del tirano terminan incendiando y vandalizando decenas de templos católicos, ya que Perón no admitía que la Iglesia sobrepasara su poder, aun en el ámbito de alguna fracción de su poder total. Mantenía clara la idea de Mussolini: "Todo en el Estado".
Para ilustrar el vínculo, se menciona una diálogo entre un arzobispo y un sacerdote tercermundista. Héctor H. Hernández escribió: "Así las cosas, el arzobispo auxiliar de Buenos Aires -Monseñor Aramburu- se queda con un aspecto del asunto y se olvida de otro: «Pero usted m'hijo, aparece defendiendo a peronistas y se olvida que Perón mandó quemar las iglesias». Mugica le contesta, sobre este punto, con lucidez católica, recordando algunas verdades o aciertos del peronismo: «No, no me olvido. Pero me acuerdo también que Perón impuso la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas». Los dos tenían razón" (De "Sacheri. Predicar y morir por la Argentina"-Vórtice Editorial-Buenos Aires 2007).
Pareciera que, para el autor citado, al peronismo no habría que juzgarlo en función de lo que hizo por la sociedad, sino por lo que hizo por la Iglesia Católica. Una actitud algo similar se comenta respecto del vínculo entre la Iglesia y el régimen nazi. En tal caso, el pacto de no agresión implicaba que la Iglesia no se opondría al nazismo mientras el nazismo no se opusiera a la Iglesia. John Cornwell escribió: "En 1933, Eugenio Pacelli encontró en la persona de Adolf Hitler un oponente adecuado para negociar con éxito su concordato con el Reich. El tratado autorizaba al papado a imponer el nuevo Código a los católicos alemanes y garantizaba generosos privilegios a las escuelas católicas y al clero".
"A cambio, la Iglesia Católica alemana, su partido político parlamentario y sus cientos y cientos de asociaciones y periódicos se comprometían, «voluntariamente», impulsados por Pacelli, a no inmiscuirse en la actividad social y política. Esa abdicación del catolicismo político alemán en 1933, negociado e impuesto desde el Vaticano por Pacelli con el respaldo del Papa Pío XI, permitió que el nazismo pudiera asentarse sin encontrar la oposición de la más poderosa comunidad católica del mundo, justo lo contrario de lo que había sucedido sesenta años antes, cuando los católicos alemanes se enfrentaron y derrotaron a Bismarck en su Kulturkampf".
"Como alardeó el propio Hitler en la reunión del gabinete del 14 de julio de 1933, la garantía de no-intervención ofrecida por Pacelli dejaba al régimen las manos libres para resolver a su modo la «cuestión judía». Según las actas de aquella reunión, «Hitler expresó su opinión de que debe considerarse un gran triunfo. El concordato concede a Alemania una oportunidad, creando un ámbito de confianza particularmente significativo en la urgente lucha contra la judería internacional». La sensación de que el Vaticano respaldaba al nazismo contribuyó en Alemania y en el extranjero a sellar el destino de Europa" (De "El Papa de Hitler"-Editorial Planeta SA-Barcelona 2000).
La influencia de la Iglesia sobre la política debería establecerse sin renunciar a la ética cristiana evitando hacer acuerdos o pactos con ideologías incompatibles con esa ética. Este ha sido el caso del sacerdote y filósofo Jaime Balmes, quien publicaba periódicos políticos en la convulsionada España del siglo XIX. No formaba parte de ninguno de los partidos en pugna pero sus escritos permitían disponer de puntos de vista más amplios que los vigentes en esa época.
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4 comentarios:
Hitler subió al poder por la influencia del Papa del momento en el Partido del Centro, formación católica alemana, cuyos votos fueron imprescindibles para que el parlamento nombrara primer ministro a Hitler dada la insuficiente mayoría del partido nazi. Otro detalle de la alianza entre nacionalsocialismo y Vaticano es la supuesta aparición mariana de Fátima (1917): la promesa de la conversión de Rusia no fue revelada por una de las niñas que la protagonizaron (Lucía) hasta el año 1941, cuando ya era monja, y fue dada a conocer al público en 1942 por el cardenal Schuster, gran partidario del eje Roma-Berlín.
Entonces la influencia de la Iglesia fue mayor de lo que yo creía....Y ahora sigue promoviendo el totalitarismo marxista-leninista....
En 1959 Juan XXIII le otorgó a su amigo personal Franz Von Papen el título de chambelán privado del Papa. Von Papen fue absuelto en los juicios de Nuremberg pese a ser vicecanciller de Hitler y su embajador en Austria en tiempos del Anschluss o absorción de este país por el Reich. También fue quien estuvo tras la operación política que nombró a Hitler (líder del Partido Obrero Nacional Socialista) canciller gracias al apoyo del Partido del Centro y del Partido Nacional del Pueblo Alemán.
Juan el bueno, parece, no era tan bueno....
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