Los fundamentos esgrimidos por los principales totalitarismos presentan diferencias, aunque en la práctica sus efectos tienden a ser similares. Así, tenemos a fascistas y nazis que proponen restaurar algo perdido que fue parte del pasado, mientras que los revolucionarios marxistas proponen una sociedad nueva, que nunca antes existió.
El principal problema de los totalitarismos consiste en que limitan y hasta niegan el potencial individual que cada ser humano posee, ya que condenan todo individualismo prohibiendo todo proyecto personal que no tenga el aval del Estado.
Como estrategia para lograr nuestra supervivencia, el proceso evolutivo favorece el surgimiento de una gran variedad de personalidades que conducirán, en libertad, a una gran variedad de especializaciones productivas. Cada uno se dedica a lo que mejor puede hacer y, luego, lo que cada uno produce, podrá llegar a los demás a través de intercambios, que son la base de una economía de mercado. Los estudios psicológicos acerca de las inteligencias múltiples ponen en evidencia estas diferencias entre individuos; diferencias que tienden a beneficiar a toda la humanidad (siempre y cuando no sean anuladas por alguna forma de totalitarismo y colectivismo).
En el planteo implícito en el proceso evolutivo, no aparece el Estado como un intermediario posible, y mucho menos como el objetivo que debe observar cada ser humano. De ahí que los totalitarismos (todo en el Estado) no sólo atentan contra la naturaleza individual humana, sino también contra un principio de supervivencia implícito en las leyes psicológicas que gobiernan nuestras conductas individuales.
Respecto del fascismo, Walter Theimer escribió: "Mussolini se oponía al «absurdo» concepto de la igualdad política entre los hombres y al principio de la mayoría, pero ante todo combatía la teoría de que el objetivo de la sociedad es el bienestar del individuo. A ello opuso el valor absoluto del Estado, concebido como puro elemento de poder. El Estado pretende dominar toda la vida del individuo, y éste tiene ante todo la obligación de servir al Estado".
"En su política exterior, el fascismo representó una tendencia nacionalista y de expansión. Era acentuadamente guerrera y militarista. Invocaba la grandeza de la antigua Roma, y divulgó un mito «latino». Había que oponer el sentido estatal de los romanos al «individualismo germánico», y la misión de Italia era restaurar el Imperio Romano. Cierto rasgo romántico-emocional fue la característica del movimiento. El coraje, la voluntad, la fe, la disciplina se exaltaban como virtudes cardinales, y en cambio no se toleraba la crítica y un juicio independiente" (Del "Diccionario de Política Mundial"-Miguel A. Collia Editor-Buenos Aires 1958).
Adolf Hitler establece una teoría básica cerca del desarrollo de la cultura universal, siendo el fundamento del nazismo. Considera que existen pueblos o razas que crean la cultura, otros que la transmiten y otros que la destruyen.
La "contribución" nazi a la cultura universal provendría de la continuidad de un pasado ario creador de la cultura y una tarea "purificadora" de aquellos pueblos destructores de la misma. Para compatibilizar teoría y realidad, los ideólogos totalitarios proceden en forma inversa a los científicos. Mientras el científico modifica su teoría para que sea compatible con la realidad, el ideólogo trata de "cambiar" o de tergiversar la realidad para que sea compatible con la teoría.
Hitler tuvo "delante de sus narices" una prueba evidente de que su teoría, que sugiere que los judíos son un pueblo destructor de la cultura universal, no tenía ni siquiera una mínima veracidad. Heather Pringle escribió: "Sólo entre 1901 y 1939 había habido veintiún científicos y eruditos judíos que habían ganado el premio Nobel, desde Albert Einstein, por su contribución a la física teórica, hasta Otto Loewi, por sus trabajos pioneros sobre la transmisión química de impulsos nerviosos. De hecho, casi el 30% de todos los Premios Nobel alemanes de aquel periodo fueron judíos, y ello a pesar de que estos representaban apenas el 1 por ciento de toda la población alemana" (De "El plan maestro"-Debate-Buenos Aires 2008).
Quien se encarga de las investigaciones históricas y antropológicas sobre el supuesto gran pasado ario fue Heinrich Himmler. La citada autora escribe al respecto: "En 1935 Heinrich Himmler, uno de los jerarcas nazis más poderosos, creó el Ahnenerbe, un instituto de investigación que producía pruebas arqueológicas con fines políticos. Himmler reunió una peculiar combinación de aventureros, místicos y respetables profesores para que le ayudaran a reescribir la historia de la humanidad. Los investigadores realizaron expediciones públicas y misiones secretas en Irak, Finlandia, el Tibet y más allá, con el apoyo absoluto del Tercer Reich".
"Pese a que la guerra y las estrecheces económicas se aproximaban, Heinrich Himmler siguió organizando y financiando estas costosas misiones porque consideraba que la prehistoria necesitaba una profunda revisión. El líder de las SS y arquitecto de los campos de exterminio nazis estaba convencido de que los arqueólogos habían ignorado durante siglos los logros de una raza primigenia de guerreros rubios y con ojos azules: los arios. Himmler creía que los ancestros de los alemanes habían crecido en el árido y helado Ártico, que habían dominado como raza superior e invencible. Según su teoría, solo quedaban restos de esa raza en lugares especiales del mundo. Encontrar a los auténticos arios y eliminar todas las demás razas se convirtió en la piedra angular del proyecto nazi".
La labor de los seguidorees de Karl Marx consistía en realizar toda acción que validara la teoría de su ideólogo, que implicaba una supuesta lucha de clases que sería el "motor de la historia" (aún cuando la mayoría de los seres humanos jamás se haya sentido parte de una clase explotada o de una clase explotadora). Esta vez el fundamento no habría de buscarse en el pasado de manera de restaurar alguna sociedad del pasado, si bien se requería una interpretación al respecto. La fe en la veracidad de la teoría marxista hizo creer que sólo bastaba destruir la sociedad capitalista para que se llegara a la solución de todos los problemas con la nueva sociedad sin clases. La realidad desmintió más de una vez todas las hipótesis marxistas.
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1 comentario:
Es muy nihilista dejar que todo, es decir, las familias, las escuelas, las empresas, el ocio, etc, esté bajo el dominio del Estado porque se elimina la espontaneidad, la innovación, la experimentación, la búsqueda de la verdad y la de la felicidad. Es normal que junto a ello se glorifique la violencia y la estratificación social o racial, son su natural complemento antihumano.
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