Por Agustín De Beitia
Un documental mostrará cómo se vivía en el país con la izquierda revolucionaria. José D’Angelo cuenta en una entrevista cómo es el filme que está preparando. Su objetivo es retratar la magnitud de la agresión terrorista en la década de 1970 y señalar que esos mismos agresores son los que hoy manejan el relato de los derechos humanos.
El periodista y escritor José D’Angelo ha contribuido con sus libros Mentirás tus muertos y La estafa con los desaparecidos a desmitificar el “relato”, como se conoce a la historia oficial sobre lo sucedido en la década del setenta en nuestro país, que es en definitiva la historia escrita por Montoneros.
Esa versión de los hechos, otrora monolítica, hoy es desafiada y muestra sus fisuras, lo que puede explicar la desesperación con que algunos quieren defenderla a toda costa: por ejemplo, echando mano a la censura, como hemos visto en estos días, para que La estafa con los desaparecidos no pudiera ser presentado en la Biblioteca del Congreso Nacional, con la esperanza de que tampoco se conozcan los fraudes cometidos en nombre de los derechos humanos. Pero la disputa por la historia está lejos de acallarse y en breve se trasladará también al celuloide. Porque después del éxito de la película Argentina 1985, un filme que recupera los relatos sobre el horror de la dictadura, D’Angelo se propuso filmar un documental para exponer lo que queda en un cono de sombra en la cinta de Santiago Mitre, esto es, cómo se vivía en nuestro país diez años antes del juicio a las Juntas. O, en palabras del escritor, para reflexionar sobre “si Caperucita era tan buena” como parece.
El proyecto de filmar un documental histórico, que se titulará precisamente Argentina 1975, lo anunció D’Angelo hace unas pocas semanas y ya se encuentra en plena de fase de desarrollo. La fecha de estreno tentativa de la cinta es durante el mes de julio. “Estamos bien, estamos avanzados”, dice el autor, quien agrega que está en conversaciones con plataformas comerciales para ver por dónde se difundirá.
“Me parecía que se podía aportar algo a la discusión pública o a la agenda pública respecto de estos temas”, dice en alusión a los motivos que lo llevaron a pensar en un filme.
“Es siempre bueno tener varias voces. Y como la película Argentina 1985 tuvo mucha difusión, mucho éxito desde el punto de vista de la taquilla, es positivo que los argentinos podamos reflexionar sobre esos años, diez años antes del juicio a las Juntas”.
-Leí que le gustó la película de Santiago Mitre
-Fui a ver Argentina 1985 dos veces. Me pareció una muy buena película, está muy bien lograda. ¡Hay que mantener la atención del público durante una hora y media en un tema tan árido, tan ríspido! Así que hay muchos logros. Las actuaciones son muy buenas. A mí me llamaron la atención un par de cosas. La primera es que el fiscal (Julio César) Strassera, interpretado por (Ricardo) Darín, emplea en su alegato final -aquel famoso del “nunca más”-, la palabra genocidio para referirse a lo actuado por las Juntas Militares. Yo volví a mi casa, busqué en Youtube el alegato de Strassera, y en ninguno de esos ocho minutos se menciona la palabra genocidio. Entonces ya no me gustó tanto la película. Porque dije: acá hay una tergiversación manifiesta del pasado. Esa palabra genocidio es una palabra muy cara a los intereses de la izquierda revolucionaria que sostiene el relato.
-¿Qué más registró?
-Hay otras cosas que me llamaron la atención. El núcleo de la película son los testimonios sobre las atrocidades de la represión militar a ciudadanos argentinos, pero no se dice ni una sola palabra respecto del peronismo. No es que en el juicio se hubiera dicho eso. Pero el peronismo está ausente. La película quiere mostrar “qué malo que era el lobo”. Pero a los argentinos nos vienen hablando hace 40 años de qué malo era el lobo. ¿Por qué no hablamos de Caperucita? ¿Por qué no contamos qué era Caperucita? Porque no se puede entender un cuento que trata sobre Caperucita y el Lobo si no se explica quién era Caperucita.
-La película Argentina 1985 es, desde el vamos, una historia sesgada.
-Sí, pero yo no me peleo con Argentina 1985. Te diría que le agradezco a Santiago Mitre, por más que hago notar estas cosas, como que tergiversa la historia o no la cuenta completa... Pero le agradezco. Su película viene muy bien. Lo que digo es: Ahora vamos a ver Argentina 1975. Ahora vamos a ver cómo Caperucita, es decir, las guerrillas, llevaban adelante, durante un gobierno constitucional, una campaña militar. Se podrá ver la contratapa de la revista Evita Montonera de abril del 75 que dice, con títulos catástrofe: “Campaña militar de Montoneros. Ejecuciones 17, ametrallamientos 34, detenciones 5, etc. Bajas del enemigo, 31 muertos”. Los argentinos que lo vivimos debemos recordar, y aquellos que no lo vivieron deben saber, cuál era la magnitud de la agresión de los grupos guerrilleros. Acercar esta otra lectura, que le falta a Argentina 1985, va a permitir tener una visión más amplia. Y este no es un tema del pasado sino del presente más absoluto.
-¿Por qué lo dice?
-Porque con el kirchnerismo en el poder o en las cercanías del poder, el pasado nos espera. El eslogan de campaña kirchnerista es: “Cristina está proscripta, luche y vuelve”. Habría que decirles: “eso es el pasado, muchachos. Eso es el setenta. Ustedes están haciendo una apropiación del pasado”. Pero esto es algo para conversar con la clase dirigente no kirchnerista. Porque para los kirchneristas es una religión. Y para los no kirchneristas es como traerles a la memoria la soga de Lenin. Lenin sostenía que cuando se licitara la compra de la soga para colgarlos, ellos iban a pelear en la licitación. Ellos les iban a dar la soga con la que los iban a colgar. Bueno, para la clase dirigente no kirchnerista el mensaje es: ¿cuándo van a terminar con ese contrato leonino, con exclusividad, que mantiene con el poder la izquierda revolucionaria que en los setenta bañó a la Argentina en sangre? ¿Cuándo le van a quitar el manejo del capital simbólico de los derechos humanos y del capital real de los miles de millones de pesos que manejan? Esta es una cifra que no tiene que ver solamente con la secretaría de Derechos Humanos, sino también con otras reparticiones. Todas las cajas del kirchnerismo están hoy en manos de setentistas como (María Fernanda) Raverta, (Andrés) Larroque, (Juan) Cabandié… Entonces, no es un tema del pasado. Es del presente absoluto. Pero esto también es culpa de la supuesta oposición. La supuesta oposición no entendía (y esperemos que ahora lo entienda) que este combustible ideológico que significan los setenta para el kirchnerismo, hay que combatirlo, hay que derrotarlo en la disputa de ideas.
-¿Qué material está usando para su filme?
-Mirá: estoy releyendo el libro 1976, del Tata Yofre, porque provee muchas ideas, mucho armazón para el guion de la película. Porque lo sucedido ese año es la salida de lo que venía ocurriendo en 1975. Yofre cita al escritor Milan Kundera. El dice: “En el 75 todos querían que salgan los militares. Todos”. Pero dice otra cosa que es muy importante: “Para liquidar a las naciones lo primero que se hace es quitarles la memoria, se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Y luego viene alguien y les escribe nuevos libros, les da otra cultura y les inventa otra historia. Entonces la nación comienza a olvidar lo que es y lo que ha sido”. Bueno, eso es lo que pasa con los argentinos y es lo que pasa con los Kirchner. En mi vida vi una manipulación tan brutal del pasado reciente, usada como herramienta política. Ha sido uno de los pilares del kirchnerismo la manipulación del pasado. Y nadie le ha disputado ese territorio. ¿El peronismo por qué no lo hace? Recién lo empieza a hacer ahora (Miguel Angel) Pichetto. También Julio Bárbaro. Pero ellos formaban parte o eran cercanos al kirchnerismo en el comienzo.
-Ahora, esto excede al actual gobierno y excede a los Kirchner, que sólo se montaron a una ola que ya existía. Una ola en la que está el periodismo, el cine, el mundo editorial. Pongo solo un ejemplo: la agencia de noticias italiana Ansa publicó un artículo sobre la película Argentina 1985, junto a otras notas sobre los horrores de la dictadura, en el marco de una producción especial por el aniversario de la democracia en nuestro país. Ese es el horizonte de recepción de la película. Pero es que ese es realmente el horizonte de producción de la película. No resulta tan extraña la repercusión que tuvo ni los premios que mereció o la candidatura al Oscar. Porque, más allá de los méritos de la película, hay toda una industria cultural que favorece su difusión.
-Yo no me peleo con eso. No me quiero quedar en la crítica. Yo digo: ¡qué bueno que me vienen a contar el cuento de Caperucita y el Lobo! Hablemos ahora de Caperucita. A mí la película Argentina 1985 me pareció buena. Lo que pasa es que hay que aportar esta otra mirada.
-Ni siquiera es el único caso. Miremos el cine sobre esa época: En retirada, El exilio de Gardel, La historia oficial, La noche de los lápices, El censor, Garaje Olimpo… y así podría seguir. Hay medio centenar de películas con la misma mirada.
-Si, eso es así. Podría yo quejarme, pero prefiero no hacerlo y en cambio preparar un documental. Lo que digo es: es muy buena esta oportunidad para que los argentinos reflexionen sobre lo que fueron las organizaciones político-militares, es decir, la guerrilla, durante el gobierno constitucional peronista. Y para eso voy a invitar a participar del documental a todos los actores de esos años. Desde Isabel Perón hasta el papa Francisco. Desde Firmenich hasta Vaca Narvaja y Perdía. También Carlos Ruckauf, Claudio Escribano de La Nación, monseñor Casareto. Va a contar con el testimonio de Julio González, que fue el secretario de Legal y Técnica de la presidencia de la Nación con Isabel Perón, y con el testimonio de la viuda de López Rega. Va a contar con testimonios interesantes de la Iglesia, de los gremios, de la política, para que describan cómo era vivir en la Argentina en 1975. Es un desafío comunicacional. Lo escribí en mi libro La estafa con los desaparecidos”: “la cantidad de atentados guerrilleros durante el gobierno constitucional peronista en los años 73, 74 y 75, fue abrumadora. Existe un desafío comunicacional aún no satisfecho que de alguna manera permita hacer sentir y entender, vivamente, lo que los argentinos pasamos en aquel período de la historia de nuestro país, fundamentalmente los que por edad no lo experimentaron”. Entonces, es tanto lo que yo tengo para mostrar…
-¿Y qué es lo que contará?
-Espera. Antes te comparto dos apuntes más sobre esa película: Norman Brisky, que hace el papel de un amigo de Strassera, le dice al fiscal: “tu objetivo es la clase media. Tenés que convencer a la clase media”. Esa es la primera cuestión para tomar en cuenta. La segunda es la siguiente. Cuando (Luis) Moreno Ocampo (interpretado por Peter Lanzani) le cuenta a Strassera que tiene un tío militar y más de una vez se refiere a la postura de su madre, que va a misa en la misma iglesia que va Videla, el fiscal, cansado, le dice que no le hable más de la madre, que ellos no la van a convencer. Y entonces arrancan en la película los testimonios de las víctimas, contando lo mal que lo pasaron con la tortura. En medio de esos testimonios, el amigo de Strassera (Brisky) vuelve a reunirse con el fiscal y le dice: “¡Bien! ¡Están logrando atención con emoción!”. Hasta la madre de Moreno Ocampo se termina convenciendo de que fueron malos los militares.
-Dirigirse a la clase media, concitar atención con emoción, son apuntes muy inteligentes...Parecen anotaciones para luego reproducir en un proyecto propio.
-Si, de alguna forma las tengo en cuenta para el documental.
-Hay un axioma muy aceptado de que la derecha debe imitar a la izquierda en su estrategia cultural…
-Debe mirarlas, por lo menos.
-Ese axioma parece sugerir que la izquierda es especialmente hábil y la derecha, dormida. ¿No es simplista ese planteo? ¿No cree usted que, más que con la voluntad, tiene que ver con cómo incide la industrial cultural?
-Bueno, insisto, no me meto en eso. Yo digo: Muchachos, ¿vieron Argentina 1985? Ahora vean Argentina 1975. Estoy trabajando en eso. Yo apunto a la clase política que va a disputar el poder. A la derecha liberal sólo le digo que recuerde la soga de Lenin. Porque ellos le han dado hasta ahora la soga a los tipos que los van a ahorcar. Mi objetivo con esta película es que los argentinos nos preguntemos si los que manejan los derechos humanos en la Argentina son las personas correctas, porque forman parte de esa izquierda revolucionaria que en los setenta intentó tomar el poder con las armas en la mano. Los muchachos que llevaron adelante una campaña militar de Montoneros en un gobierno constitucional y se vanagloriaban de las bajas del enemigo no pueden decirnos qué es la democracia y qué son los derechos humanos.
- ¿Con quién está realizando el filme?
- El director de la película soy yo, pero los realizadores audiovisuales son varios.
- Quedó pendiente decir qué va a mostrar.
- En el documental voy a emplear videos y fotografías de época, animaciones, entrevistas, texto, música, voz en off y probablemente un narrador para ir contando, según un guión, los temas más importantes de esos años. Por ejemplo, un tema que no puede faltar es la amnistía de 1973. Voy a tomarme algunas licencias temporales. No va a ser todo 1975. Porque en realidad lo que yo quiero mostrar es ese período de tres años en donde las izquierdas revolucionarias no dejaron las armas y siguieron con su guerra popular integral y prolongada. Este es el nudo de la película. Es mostrarle al público y hasta preguntarle a la izquierda por qué siguió haciendo eso. Para mí no tiene respuesta. Pero vamos a preguntárselo. Serán diez o doce temas los que trataremos. El tema de la amnistía es muy importante. El público no puede ignorar que los jefes de las organizaciones guerrilleras y todos los otros guerrilleros tuvieron un juicio unos años antes, llevado a cabo por la Cámara Federal Penal, que los persiguió, encarceló, enjuició y condenó, con todas las garantías del derecho y con abogados defensores. Como tampoco pueden desconocer que con la amnistía del nuevo gobierno de Cámpora en el 73 salieron todos a la calle. Por ejemplo: los asesinos de Oberdan Sallustro, presidente de la FIAT Argentina, secuestrado y asesinado, fueron objeto de un proceso que duró un año pero estuvieron sólo un mes en prisión, liberados por la amnistía. ¿Y que hicieron los guerrilleros al salir? Fueron a matar a los jueces que los habían encarcelado. Cuando en la película Argentina 1985 el personaje que hace del juez Arslanian dice “nosotros les vamos a dar a los militares el juicio que no les dieron a los guerrilleros”, miente. Es un invento. Ese es un ejemplo que voy a contar. Otro es el ataque en octubre de 1975 a los cuarteles de Formosa. Quiero poner el testimonio de ese soldado que dice: “A nosotros nos dijeron que eran jóvenes idealistas. Y ellos no entraron con un libro debajo del brazo para explicarnos sus ideas”. Quiero que el espectador sea llevado a medir la magnitud de esa agresión, que fue “criminal, clandestina y cobarde”, como dicen que fue la represión de las Juntas Militares.
(De www.laprensa.com.ar)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
En España también hubo en los inicios de la transición a la democracia una amnistía a los presos políticos, incluyendo a los terroristas izquierdistas de ETA, FRAP y Grapo, y asimismo, la mayoría de estos últimos volvieron a matar pese a que ya la dictadura había desaparecido y se estaba iniciando una etapa nueva y democrática.
Es absolutamente necesario difundir la parte de la historia argentina que la hegemónica industrial cultural izquierdista quiere ocultar. La juventud debe saber la verdad sobre el carácter violento y totalitario de los presuntos antifascistas y la ausencia de arrepentimiento acerca de sus fechorías.
Publicar un comentario