La ética natural, necesaria para una plena adaptación del hombre al orden natural, admite dos posibilidades extremas:
a) Ha de ser una ética sólo accesible a mentes intelectualmente aptas para la elaboración de razonamientos complejos
b) Ha de ser una ética muy simple, accesible a la casi totalidad de los seres humanos, sin requerir de una inteligencia más elevada que la normal.
Si tal ética requiriese de una elevada capacidad de razonamiento, y fuese accesible sólo a un sector limitado de la población, veríamos que el propio orden natural "ha dispuesto" mal las cosas, por cuanto, en ese caso, impediría a muchas personas acceder al principal medio de supervivencia exigido, justamente, por dicho orden.
De ahí que la segunda opción pareciera ser la más adecuada para las exigencias impuestas por el propio orden natural. Es por ello que Cristo haya expresado: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los listos y las has revelado a los insignificantes" (Del Evangelio según Mateo).
Así, la propuesta bíblica, para una ética natural, está sintetizada en el "Amarás al prójimo como a ti mismo", entendida como "Compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias". Si, por el contrario, se la interpreta de una forma compleja e inaccesible al habitante común, se advierte que se trataría de algo que no podría cumplir con la finalidad asociada a tal mandamiento.
Son muchos los autores que suponen que la ética bíblica ha sido deducida luego de asignarle a Dios atributos humanos de tal manera de imaginar luego lo que ese Dios espera de cada uno de nosotros, siendo una postura poco simple y poco accesible al entendimiento de la persona común. Claude Tresmontant escribió: "La ética bíblica forma parte de una filosofía de la historia, que consiste simplemente en percibir el designio de Dios sobre su creación. El soberano bien para el hombre, en la perspectiva bíblica, consiste en alcanzar el fin sobrenatural al que ha sido llamado: la asimilación de Dios, la participación en la vida de Dios" (De "La doctrina moral de los profetas de Israel"-Taurus Ediciones SA-Madrid 1962).
El amor al prójimo no es algo distinto a la empatía emocional, proceso asociado a las leyes naturales que rigen nuestras conductas individuales, por lo que asociar tal proceso a lo "sobrenatural", tiende a perder la validez universal (o planetaria) que debería tener toda propuesta ética. Incluso el autor mencionado tiende a distinguir "moral natural" de "moral bíblica", como si fueran cosas distintas. Al respecto escribió: "En lo que respecta a la «moral natural» y a sus relaciones con la moral bíblica, nos hallamos ante la misma serie de problemas que encontramos al considerar el concepto de conocimiento «natural» de Dios y sus relaciones con el conocimiento de Dios dado en la Revelación, a través de los profetas, los inspirados y los Apóstoles".
La simple ética de los Evangelios, al estar encerrada y enterrada bajo las infinitas complejidades de teólogos y filósofos, tiene un alcance muy limitado en la vida de los pueblos. De ahí que sigan los intentos por elaborar éticas que la ignoran totalmente. Este es el caso de quienes proponen éticas racionales que excluyen explícitamente las emociones, es decir, la empatía emocional, proceso psicológico esencial para la supervivencia humana. Así, Rafael Echeverría escribe: "Es a través de la razón que los seres humanos logran acceder a la verdad y, a partir de ella, orientar adecuadamente sus vidas. Una vez alcanzadas determinadas verdades, nos es posible, haciendo uso adicional de la razón, acceder a otras. La verdad conduce a la verdad. La razón es proclamada como el atributo humano por excelencia. Los seres humanos somos seres racionales. Todo lo demás en nosotros, como el cuerpo y el mundo de las emociones, son residuos de nuestra animalidad y no atributos de nuestra humanidad" (De "Ética y coaching ontológico"-Ediciones Granica SA-Buenos Aires 2022).
Según este autor, la empatía emocional, base de la ética natural, sería un "residuo de animalidad" y no sería "un atributo de nuestra humanidad". A partir de los desarrollos en neurociencia, se advierte el lugar central que ocupan las emociones en el comportamiento humano. Tanto la razón como las emociones, son atributos necesarios e imprescindibles para el establecimiento y permanencia de la vida inteligente.
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1 comentario:
Una ética sencilla es la única que puede tener alcance general y popular. Lo demás es alejarse del objetivo intrínseco a este tipo de asuntos. Por otra parte, si las verdades no producen ninguna emoción no sirven de nada en lo relativo a la orientación vital.
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