Corruptissima republica plurimae leges. Esta frase en latín, que pertenece a Publio Cornelio Tácito, un historiador, senador, cónsul y gobernador del Imperio Romano, quiere decir que "La república es más corrupta mientras más leyes tiene".
Para darle un sentido acorde a la realidad actual, debemos contemplar dos aspectos principales:
a) Mientras mayor sea la corrupción de una sociedad, surge una mayor necesidad de leyes para salvaguardar la seguridad y la integridad de todos sus integrantes.
b) Debido al incremento tanto de las leyes como de la corrupción, debe admitirse que sólo con la promulgación de nuevas leyes no se logrará disminuir la corrupción generalizada, lo que implica una limitación de la política y del derecho.
Mientras que, en psicología, se mantiene vigente la controversia respecto de la acción humana debida a la herencia genética o bien a la influencia social, surgiendo un equilibrio entre ambas causas, al menos desde las opiniones generalizadas, en cuestiones sociales aparece una controversia similar, ya que muchos piensan que todo accionar colectivo depende del sistema económico y social adoptado, mientras que otros suponen una prioritaria causa en las actitudes y predisposiciones éticas individuales.
Entre las conclusiones a las que llega Alexis de Tocqueville, respecto de la política y la democracia, es que se logrará el mejor sistema a partir de los "hábitos del corazón y de la mente", por lo que deberíamos optimizar los atributos éticos individuales. Al respecto escribió: "El estado social es corrientemente el producto de un hecho, a veces de las leyes y muy frecuentemente de ambas cosas unidas; pero, una vez que existe, se le puede considerar a él mismo como la causa primera de la mayor parte de las leyes, de las costumbres y de las ideas que rigen la conducta de las naciones. Así, lo que no rinde, lo modifica".
"Si largas observaciones y meditaciones sinceras conducen a los hombres de nuestros días a reconocer que el desarrollo gradual y progresivo de la igualdad es, a la vez, el pasado y el porvenir de su historia, el solo descubrimiento dará a su desarrollo el carácter sagrado de la voluntad del supremo Maestro. Querer detener la democracia parecerá entonces luchar contra Dios mismo. Entonces no queda a las naciones más solución que acomodarse al estado social que les impone la Providencia" (Citas de "Historia de la Filosofía Política" de L. Strauss y J. Cropsey-Fondo de Cultura Económica-México 1996).
Los sistemas políticos y económicos tienden a facilitar o bien a dificultar la acción de benefactores o bien de delincuentes, mientras que tales condiciones morales no serían creadas por los sistemas sino que provendrían de causas reinantes a nivel individual. Así, un sistema totalitario tiende a favorecer al inepto y al vago mientras perjudica al honesto y al trabajador. En el largo plazo, posiblemente, tal sistema logre convencer a muchos incautos.
Las leyes totalitarias tienden a prohibir "todo lo que no está permitido" por el Estado, mientras que las leyes democráticas tienden a permitir "todo lo que no esté prohibido". En el primer caso se busca una igualdad generalizada a costa de la anulación de la libertad; en el segundo caso se busca la libertad sacrificando la igualdad económica presuponiendo que la igualdad entre seres humanos implica igualdad ante ley, o igualdad desde el punto de vista de la empatía emocional.
Si bien una mejora en el sistema económico puede brindar también una mejora en los demás aspectos de la sociedad, tampoco resulta suficiente para eliminar la corrupción social, si bien es posible limitar la corrupción en el Estado con su achicamiento. De todas formas, en un sistema democrático, resulta poco esperable que una sociedad corrupta vote mayoritariamente por candidatos que demuestren capacidad y decencia.
Para evidenciar cambios favorables, es preciso advertir la existencia de una mentalidad generalizada que influye en cada uno de los integrantes de la sociedad, si bien en distintos grados. Esta mentalidad, asociada a lo "políticamente correcto", actúa como una inercia mental que tiende a mantener vigentes las ideas y actitudes que conducen a la corrupción.
De ahí que sea conveniente describir las actitudes que impiden la cooperación social generalizada. Este es el caso del egoísmo, actitud por la cual un individuo sólo se interesa en sí mismo a la vez que se desinteresa por el resto de la sociedad. Si todos fuésemos totalmente egoístas, no habrían vínculos sociales de tipo emocional y no habría algo que podríamos denominar como "sociedad". Anatole France escribió: "Todos nos creemos centro del universo y obramos como si en realidad lo fuésemos; para todos, el mundo se reduce a sí mismo" (Del "Diccionario Antológico del Pensamiento Universal" de Antonio Manero-UTEHA-México 1958).
Bastante más destructivo es el odio, con sus dos componentes: la burla y la envidia. Friedrich Nietzsche escribió: “No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior”, mientras que, respecto de la burla, escribió: "El hábito de la ironía y del sarcasmo corrompe la moral y termina por parecerse a un perro arisco que, además del arte de morder, hubiese aprendido el arte de reír".
En cuanto a la envidia, Cayo Crispo Salustio escribió: "Si me envidian el honor que tengo, envidien también mis trabajos, mi conducta y los peligros en que me he visto, pues por tales medios lo he adquirido".
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2 comentarios:
Se usa mucho por parte de la izquierda el recurso al sarcasmo y a la burla. No lo hacen directamente los políticos, encargan de ello a un verdadero ejército de acólitos formado por pseudoperiodistas, humoristas muy politizados, activistas con cancha pública, y muy especialmente, tertulianos, correspondiendo mayoritariamente a todos ellos la formación de la real opinión pública en los temas directamente políticos o muy ligados a la política, pues la mayor parte del público sólo se informa por vía televisiva. Y luego la gente vota lo que vota.
La burla y la envidia son los atributos típicos del izquierdista. Pareciera que sin un enemigo a quien odiar, su vida no tuviese sentido...
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