jueves, 9 de junio de 2022

Idea predominante vs. Descalificación de ideas equivocadas

En la actualidad, y en las diversas sociedades, parece predominar "la fuerza del odio y la mentira" en lugar del predominio de "la fuerza del amor y la verdad", promovida por el Mahatma Gandhi. Como en toda cuestión ética, resulta evidente que la lucha ideológica requiere de dos etapas principales: describir aceptablemente las causas que producen el Bien, para acentuarlo, y describir aceptablemente las causas del Mal, para atenuarlo.

Una alternativa a esta descripción dual, implica describir y promover principalmente las causas del Bien, concentrando todos nuestros esfuerzos en tal aspecto de la lucha ideológica. Se adopta una postura comprensible desde una analogía con la física. Este es el caso de los protones del núcleo atómico, que deben estar muy juntos a pesar de que la fuerza de repulsión eléctrica tiende a impedirlo. Sin embargo, en el núcleo aparece una fuerza mucho más intensa (fuerza nuclear fuerte) que vence a la fuerza eléctrica permitiendo la reunión de los protones, además de otras partículas.

En el caso de la promoción de "la fuerza del amor y la verdad", ignorando al conjunto de "fuerzas opositoras", se tiende a descalificarlas asociándoles un carácter pecaminoso. Así, por ejemplo, se considera que la ambición de poseer un auto Ferrari o Mercedes Benz, descuida la atención respecto del cumplimiento prioritario de los mandamientos bíblicos. Y de ahí surge la equivocada actitud de descalificar a tales medios de movilidad en lugar de advertir la desaconsejable escala de valores adoptada por quienes priorizan los automóviles a los seres humanos.

Este error consiste en no confiar en la efectividad de los mandamientos bíblicos y en su valor como medio para lograr un elevado nivel de felicidad. De ahí la necesidad de descalificar injustamente a todo bien material. Por el contrario, cuando se valora adecuadamente la ética bíblica, desaparece la necesidad de establecer descalificaciones, lo que no implica que convenga dejar de describir todo alejamiento de las normas éticas naturales.

En las diversas interacciones sociales casi siempre aparecen conflictos. Para solucionarlos resulta imprescindible recurrir a instancias superiores, tal el caso de la ley natural que rige las conductas individuales. Ello nos conduce a adoptar la visión del astrónomo, acostumbrado a "mirar desde arriba", y a quien le resulta familiar contemplar la vida inteligente en el marco de todo el universo.

Desde ese punto de vista, observaremos al resto de los seres humanos como nuestros iguales, regidos por las mismas leyes naturales y ubicados en un pequeño planeta marginal. Ello nos hará recordar que todos necesitamos del resto de los humanos para establecer la mejor estrategia de supervivencia, y de ahí la conveniencia de acentuar la empatía emocional, como un atributo con que nos ha provisto la evolución biológica y que debemos considerarlo como prioritario en el proceso de nuestra adaptación cultural al orden natural.

La empatía emocional, por la cual tenemos la predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, es la base de la "fuerza" de unión que deberá prevalecer contra las diversas fuerzas de oposición. De ahí que la sensación de igualdad entre seres humanos predominará netamente sobre las ideas de desigualdad por cuestiones de nacionalidad, etnia, clase social, nivel intelectual, etc.

El mandamiento del amor al prójimo no es otra cosa que un mandato proveniente de Dios (según la visión teísta), que nos induce a priorizar la empatía emocional. Tal mandamiento implica que debemos desarrollar una predisposición empática, en lugar de compartir penas y alegrías ajenas de cualquier persona, lo que resulta totalmente impracticable. Para que mejore la sociedad, no es necesario que sus integrantes lleguen a tal extremo. Es el mismo caso requerido para evitar accidentes viales; no hace falta que nos convirtamos en perfectos conductores que nunca más cometeremos falta alguna, lo que resulta imposible de lograr, sino que deberemos adoptar la predisposición o actitud de manejar con sumo cuidado respetando las reglas de tránsito establecidas. Con ello las cosas mejorarán notablemente.

1 comentario:

agente t dijo...

El problema es que esa predisposición empática brilla por su ausencia o está presente a un nivel casi anecdótico tanto en los ámbitos que le serían más proclives (familia, educación, centros de trabajo) como en el ambiente general que establecen en la sociedad los poderes con indudable carga ideológica (la administración pública, los medios de comunicación de masas, la publicidad, el cine, etc). Se puede afirmar sin miedo a exagerar que estamos en un mundo notablemente deshumanizado pero que no parece que sienta esa situación como algo a corregir.