De la misma forma en que existen las leyes del caos, o las leyes del azar (probabilidades), existen también regularidades observables en las decisiones subjetivas establecidas por los seres humanos. Incluso en la mecánica cuántica surge la paradoja de que la función de onda (asociada a las partículas atómicas), cuyo cuadrado es interpretado como una medida de la probabilidad de localización de una partícula, está regida por una ecuación diferencial determinista, en la que el futuro depende del estado del presente.
En el caso de la economía, luego de la admisión de que el valor de los bienes económicos tiene un carácter subjetivo (es el consumidor quien le otorga valor a las cosas, sin que haya que atribuirles un valor objetivo) resulta erróneo suponer que no existan regularidades ni leyes que amparen tales valoraciones y decisiones posteriores, llegando a la errónea conclusión de que la ciencia económica es una “ciencia subjetiva”; por cuanto resulta sencillo observar en cualquier texto de economía gran cantidad de leyes propias de esa rama de las ciencias sociales. Carl Menger advertía a sus lectores de no caer en ese error: “Tan sólo querríamos prevenir aquí contra la opinión de quienes niegan la regularidad de los fenómenos económicos aludiendo a la libre voluntad de los hombres, porque por este camino lo que se niega es que las teorías de la economía política tengan el rango de ciencia exacta” (De “Principios de Economía Política”-Ediciones Folio-Barcelona 1996).
Por otra parte, Ludwig von Mises consideraba inadecuada la intención de describir la acción humana en base a relaciones del tipo estímulo-respuesta, considerando que para ello debería llegarse a una descripción a nivel de los procesos físicos y químicos que gobiernan nuestro cuerpo y nuestra mente. De ahí que considera, acertadamente, que la acción humana depende esencialmente de las ideas y de una finalidad asociada a cada una de nuestras acciones. Al respecto escribió: “Un positivista confiado puede esperar que algún día los fisiólogos tengan éxito en describir en términos físicos y químicos todos los eventos que resultaron en la producción de individuos determinados y en la modificación de su sustancia innata durante sus vidas. Podemos dejar de lado la pregunta de si un conocimiento tal sería suficiente para explicar de manera completa el comportamiento de los animales en cualquier situación que debieran enfrentar. Pero no debe dudarse de que no le permitiría al estudiante lidiar con el modo en que un hombre reacciona a estímulos externos. Porque esta reacción humana está determinada por ideas, un fenómeno cuya descripción está más allá del alcance de la física, la química y la fisiología” (De “Los fundamentos últimos de la ciencia económica”).
Se advierte, sin embargo, que Mises no tiene en cuenta la posible existencia de una actitud característica, que es una respuesta típica individual que tiene en cuenta las ideas, el razonamiento y los aspectos emocionales que intervienen en los procesos asociados a la toma de decisiones. Al no estar del todo convencido de tal atributo individual, que es la base de la Psicología social, adopta el largo y complejo camino de adoptar para la acción humana un fundamento similar al de las ciencias formales como la lógica y las matemáticas. Al respecto escribió: “Desde el punto de vista de la epistemología, la característica distintiva de lo que llamamos naturaleza consiste en la descubrible e inevitable regularidad en la concatenación y secuencia de los fenómenos. Por otra parte, la característica distintiva de lo que llamamos el ámbito humano o historia o, para decirlo mejor, el reino de la acción humana, es la ausencia de dicha regularidad”.
“Bajo condiciones idénticas las piedras siempre reaccionan de la misma manera a los mismos estímulos; podemos aprender algo acerca de esos patrones regulares de reacción, y podemos utilizar ese conocimiento para encaminar nuestras acciones hacia fines específicos. La clasificación que hacemos de objetos naturales y el darle nombre a estas clases es un resultado de ese conocimiento. Una piedra es una cosa que reacciona en una forma específica. Los hombres responden de diferentes maneras ante el mismo estímulo, y el mismo hombre en diferentes ocasiones puede actuar en formas distintas a su conducta pasada o futura. Es imposible agrupar a los hombres en clases cuyos miembros siempre reaccionen de la misma manera”.
“Esto no quiere decir que las acciones humanas futuras sean totalmente impredecibles. Pueden, en cierta manera, ser previstas hasta cierto punto. Pero los métodos utilizados en tales previsiones y su alcance son lógica y epistemológicamente diferentes de los que se utilizan en la predicción de acontecimientos naturales y también de su alcance” (De “Teoría e Historia”-Unión Editorial SA-Madrid 1975).
Si no existiera una respuesta típica en las personas, sería imposible conocerlas y sería imposible toda vida en sociedad. Si un individuo actúa respetuosamente un día mientras que al día siguiente, ante un estímulo similar, actuara en forma descortés, pensamos que algo le habrá sucedido o que actúa en una forma impredecible, por lo que resulta poco confiable para un vínculo social estable. Por el contrario, al disponer todo individuo de una personalidad típica, materializada en la actitud característica, es posible establecer vínculos sociales estables. Ello no significa que tal respuesta sea invariable como la de una piedra a la que se le da un impulso, ni tampoco que los seres humanos mantengamos una misma actitud durante toda nuestra vida, ya que la educación y la influencia social van modificando las ideas y la conducta a lo largo del tiempo.
Al desconocer Ludwig von Mises los lineamientos básicos de la Psicología Social, desvinculó la praxeología (estudio de la acción humana) de las teorías de la acción de las demás ciencias sociales. De ahí que resulte bastante más simple, incorporar la economía al resto de las ciencias sociales y adoptar una teoría de la acción basada en la actitud característica, surgida de la Psicología Social.
El concepto de actitud no es solamente el puente que une lo individual con lo social, sino también el vínculo entre las diversas ramas de las ciencias sociales, incluso entre ciencia y religión. Al adoptar como base de la acción cooperativa a la actitud por la cual tendemos a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias (amor), se observa un vínculo entre la religión cristiana y la economía de mercado, que promueve un beneficio simultáneo en todo intercambio económico. La ética cristiana resulta ser una ética natural (basada en la empatía) que ha de servir también para optimizar el comportamiento económico de productores y consumidores. Jesús Huerta de Soto escribió: “La consideración del proceso social como una realidad dinámica constituida por la interacción de miles de seres humanos, cada uno de ellos dotado de una innata y constante capacidad creativa, imposibilita el conocer con detalle cuáles serán los costes y beneficios derivados de cada acción, lo que exige que el ser humano tenga que utilizar como piloto automático de comportamiento una serie de guías o principios morales de actuación”.
“Estos principios morales además tienden a hacer posible la interacción coordinada de los diferentes seres humanos y, por tanto, generan un proceso de coordinación que, en cierto sentido, podría calificarse de dinámicamente eficiente. Desde la concepción del mercado como un proceso dinámico, la eficiencia entendida como coordinación surge del comportamiento de los seres humanos efectuado siguiendo unas específicas normas pautadas de tipo moral, y viceversa, el ejercicio de la acción humana sometida a estos principios éticos da lugar a una eficiencia dinámica entendida como tendencia coordinadora en los procesos de interacción social. Por eso, podemos concluir que desde un punto de vista dinámico la eficiencia no es compatible con distintos esquemas de equidad o justicia, sino que surge única y exclusivamente de uno de ellos”.
“Quizá uno de los aspectos más significativos de las últimas formulaciones de la doctrina social de la Iglesia Católica a favor de la economía de mercado radica en la gran influencia que en las mismas han tenido las concepciones de la Escuela Austriaca de Economía, y en particular las de Hayek y Kirzner, el primero un católico agnóstico no practicante, y el segundo un judío practicante profundamente religioso”.
“En efecto, el pensador católico Michael Novak sorprendió al mundo cuando hizo pública la extensa conversación personal que el papa Juan Pablo II y Hayek mantuvieron antes del fallecimiento de este último. Y posteriormente, en su notable libro «The Catholic Ethic and the Spirit of Capitalism», Novak señala el gran paralelismo existente entre la concepción de la acción humana creativa, desarrollada por el Papa en su tesis doctoral titulada «Persona y acción», y la concepción de la función empresarial que debemos a Kirzner”.
“Esta concepción ha sido refinada por Juan Pablo II en su encíclica «Centesimus annus», donde expresamente se refiere ya a cómo el factor decisivo en la sociedad es la capacidad empresarial o acción humana creativa o, como dice con sus propias palabras, «el hombre mismo, es decir su capacidad de conocimiento», en sus dos variantes de conocimiento científico y conocimiento práctico, que define como aquél necesario para «intuir y satisfacer las necesidades de los demás». De acuerdo con Juan Pablo II, estos conocimientos permiten al ser humano «expresar su creatividad y desarrollar sus capacidades», así como introducirle en esa «red de conocimiento e intercomunicación social» que constituye el mercado y la sociedad. De manera que, para Juan Pablo II, cada vez «se hace más evidente el determinante papel del trabajo humano (yo diría, más bien, acción humana) disciplinado y creativo y el de las capacidades de iniciativa y del espíritu emprendedor como parte esencial del mismo trabajo»”
“Por primera vez en la historia, pues, y gracias a la positiva influencia de la Escuela Austriaca de Economía, la doctrina social de la Iglesia Católica se ha puesto por delante del paradigma dominante de la propia ciencia económica que hasta ahora ha venido ignorando al ser humano creativo y anclado en una concepción estática del mercado y de la sociedad” (Del Estudio Preliminar de “Creatividad, Capitalismo y Justicia Distributiva” de Israel M. Kirzner-Ediciones Folio SA-Barcelona 1997).
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