Debido a que las distintas ramas de la ciencia social describen una misma realidad, aunque desde distintas perspectivas, no teniendo entre ellas límites bien definidos, resulta conveniente la existencia de “buenas relaciones” entre las mismas. De esa manera se facilitarán los vínculos interdisciplinarios. Sin embargo, es frecuente observar bastante ignorancia de los especialistas respecto de las demás ciencias sociales, incluso con la intención de negarles validez. José Ortega y Gasset alguna vez se refirió a la “barbarie del especialismo”, mientras que Friedrich von Hayek, en el mismo sentido, escribió: “Nadie puede ser un gran economista si es solamente un economista –y me veo incluso tentado de agregar que un economista que es solamente un economista puede ser una calamidad, hasta un verdadero peligro” (Citado en “Los profetas de la felicidad” de Alain Minc-Paidós-Buenos Aires 2005).
El caso más notable es el marxismo, una filosofía social considerada por muchos como parte de la sociología. El marxismo considera que sus hipótesis (poco comprobadas o bien erróneas) constituyen una ciencia verificada mientras que le quita toda validez a la ética, la religión, la economía, el derecho, etc., calificándolas como vulgares “ideologías”. Actúa como un cáncer al pretender desplazar todas las ciencias sociales pretendiendo reemplazarlas por una ideología filosófica poco verídica y poco exitosa en cuanto a sus aplicaciones.
Entre los efectos negativos del especialista, puede mencionarse la creencia en que sólo desde su ciencia particular podrán solucionarse todos los problemas humanos prescindiendo completamente de las demás ciencias sociales. El caso más conocido es el economismo, o economicismo, postura que aduce que, una vez mejorada la economía de un país, se solucionarán todos los problemas humanos y sociales. Para el “bárbaro especialista”, el científico social multidisciplinario es un “irresponsable” por pretender abarcar demasiados conocimientos, mientras que para el multidisciplinario es irresponsable el “bárbaro especialista” por abarcarlos en forma insuficiente.
Algunos sociólogos sostienen que la sociedad tiene sus propias leyes y que tales leyes son independientes de aquéllas que gobiernan las conductas individuales, existiendo un explícito desconocimiento de la psicología social. Por el contrario, para el psicólogo social son los individuos, y sus actitudes, quienes conforman los comportamientos colectivos. Solomon Asch escribió: “A esta altura los criterios se bifurcan en direcciones radicalmente diferentes. Un importante punto de vista intenta reducir íntegramente los hechos de la determinación social al dominio de la psicología. Sostiene que las organizaciones institucionales y las acciones sociales son, en toda su extensión, hechos referentes a la psicología de los individuos. En particular, busca en los procesos de aprendizaje la clave de la acción social”.
“Un punto de vista totalmente opuesto, cuyo representante más conspicuo es el sociólogo Emile Durkheim, sostiene que, puesto que los miembros de las diferentes sociedades son fundamentalmente similares en su equipo biológico y en sus capacidades y tendencias individuales, éstas últimas no pertenecen a una ciencia de la sociedad o a una descripción del comportamiento social. El principio que invoca es que lo que hay de similar en todos los hombres no puede ser usado para explicar las diferencias entre ellos. Por lo tanto sugiere que existe una categoría de hechos sociales que surge de acuerdo con principios autónomos, y que no puede ser reducida al nivel de hechos individuales, biológicos o psicológicos. Estos principios de la sociedad solamente pueden ser descubiertos por el estudio de los movimientos e instituciones sociales, sus interrelaciones y cambios. Durkheim, el destacado exponente de la posición según la cual los hechos sociales tienen una existencia y legalidad propias, deduce que la psicología no tiene, en última instancia, relación con los hechos de la sociedad y el cambio histórico” (De “Psicología Social”-EUDEBA-Buenos Aires 1964).
La visión de la sociedad, sostenida por Durkheim, resulta similar a un hormiguero, en el que las acciones individuales tienen sentido sólo si se agregan a las acciones de la multitud de hormigas. Mientras que las sociedades humanas se establecen en base a la libertad y la responsabilidad individual, las sociedades de insectos se establecen en base a integrantes que carecen de libertad y de responsabilidad individual, ya que sólo se limitan a obedecer al colectivo. De ahí que la visión de Durkheim se adapte bastante a las ideas totalitarias. Solomon Asch agrega: “Algunos teóricos sociales…observan la manera cómo las fuerzas sociales enredan a individuos cuyo carácter real desconocen. Se sorprenden de la marcha impersonal de la historia, que se impone con arrogancia a los individuos, y sostienen, con Hegel, que la historia es el degolladero de las naciones. Consecuentemente concluyen que la historia posee una dirección independiente de la conciencia o de los deseos de sus actores y que, comparados con ella, los factores psicológicos son pequeños e impotentes. Infieren que cada sociedad se ingenia para moverse en una dirección particular e instalar sus instrumentos humanos en las posiciones exactas, de manera de producir resultados que ellos pudieron o no proponerse”.
Puede decirse que las posturas socialistas se justifican en las visiones sociológicas y filosóficas, como las mencionadas, mientras que las posturas liberales se justifican en la visión surgida de la psicología social. Al ignorar los procesos individuales, la sociología da visiones incompletas y distorsionadas del hombre. Asch agrega: “No podemos crear una ciencia de la acción social que no se base en las relaciones del hombre con su ambiente físico. Para poder hablar del carácter social del hombre se debe conocer la manera cómo percibe, conoce y actúa”.
Una de las metas de las ciencias sociales ha de ser la de responder la pregunta acerca de lo que el “hombre debe ser”. Para ello debe primero describir “lo que el hombre es” para, luego, efectuar una optimización de ese comportamiento real. Si bien la optimización no ha de ser un conocimiento verificable, sí lo es la descripción previa. Sin embargo, muchos científicos sociales se oponen a tal respuesta, aceptando tácitamente que no debe ser dada por quienes estudian el comportamiento humano, sino por aquellos que poco saben acerca del mismo. Solomon Asch escribe al respecto: “El sentido común advierte que los hombres no siempre, ni siquiera frecuentemente, obran de acuerdo con sus mejores impulsos; pero también reconoce que estos impulsos son condiciones necesarias para la sociedad. Empero estas ideas no sólo son excluidas de la discusión científica; los esquemas conceptuales con que la psicología trabaja hoy, casi no dejan lugar para ellas”.
“Es frecuente justificar esta parcialidad en nombre de la ciencia y la objetividad, de la necesidad de ser realistas, de apelar al hecho, de desconfiar de las especulaciones, y sobre todo de la necesidad de no dejarse engañar por las nociones de lo que el hombre debería ser”.
Quizá el síntoma más evidente de las disputas entre las diversas ciencias sociales radique en la presunción de algunos científicos sociales que aducen poseer cierta prioridad para determinados estudios por cuanto suponen poseer cierta “concesión exclusiva” de la naturaleza para emprender tales estudios, siendo una disputa similar a la de los diversos grupos religiosos que aducen cierta “concesión exclusiva” por parte de Dios. Así, cuando desde la psicología social se habla acerca de praxeología, algunos economistas lo interpretan como una intromisión injustificada por cuanto ignoran que las teorías de la acción son temas propios de la psicología social y, esencialmente, de toda persona que tenga interés en tal tema, cualquiera sea su especialidad intelectual.
La ausencia de comunicación entre las diversas ciencias sociales no se presenta solamente entre ciencias rivales, sino también entre aquellas que coinciden en sus métodos y fines, como es el mencionado caso de la psicología social y la praxeología. G. Klimovsky y C. Hidalgo escriben respecto al debate entre holismo e individualismo metodológico: “Para el holismo, las entidades sociales fundamentales de una teoría social unificada deberán referirse a tales entidades colectivas y permitirán la deducción y subsumisión de cualquier otra teoría acerca de los individuos, sus propiedades e interacciones. Durkheim es la figura más representativa de esta forma de concebir la ontología de lo social y las consecuencias reduccionistas que ella tiene respecto de la construcción de teorías sociales”.
“En oposición, los individualistas metodológicos (como los economistas F. A. Hayek y Ludwig von Mises, y el propio Popper) sostienen que las entidades sociales básicas son los individuos, sus creencias, sus disposiciones típicas y sus fines particulares. Para ellos la acción colectiva se puede explicar a partir de teorías cuyas hipótesis aluden a la acción individual de diversos agentes con sus creencias, fines y disposiciones típicas en el marco de interacción social y, por ende, las teorías individualistas serían las únicas con capacidad de reducir a todas las teorías cuyas hipótesis se refieren a la acción colectiva y a las entidades colectivas” (De “La inexplicable sociedad”-A-Z Editora SA-Buenos Aires 1998).
El tema mencionado resulta un tanto análogo al de la termodinámica, una teoría macroscópica de los fenómenos térmicos (con la presión, el volumen y la temperatura como magnitudes relevantes) y a la mecánica estadística, una teoría microscópica que llega a los mismos resultados describiendo el comportamiento molecular basándose en las leyes newtonianas. En el caso de los seres humanos, el vínculo entre individuo y sociedad es la actitud característica; que es una variable social que resulta ser el puente natural para unir ambos niveles de observación, y, especialmente, para dejar de lado la visión de la sociedad como un simple “hormiguero” humano.
Según las neurociencias, las decisiones humanas, y las acciones en general, dependen no sólo de aspectos racionales, sino también de aspectos emocionales. De ahí la limitación que muestra la praxeología de Ludwig von Mises para constituirse en “la ciencia de todo tipo de acción humana”. También escribió: “Por definición, la acción siempre es racional” (Citado en “Las ciencias sociales en discusión” de M. Bunge-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1999).
Se advierte, de lo anterior, que resulta necesaria una actualización y un reforzamiento de la praxeología como fundamento de la economía, teniendo esta vez presente al ya casi centenario concepto de “actitud”, concepto básico de la psicología social, ya que la actitud tiene en cuenta tanto los aspectos cognitivos como los emocionales de todo individuo.
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