Los conocimientos son adquiridos de distintas formas, predominando en el pasado la fe religiosa y la razón filosófica. En la actualidad, aun cuando mantengan su vigencia, van quedando relegadas ante el predominio del conocimiento científico. Ello se debe a que la ciencia experimental adopta como referencia, y en forma decidida, a la propia realidad, contrastando cada hipótesis propuesta. Paul B. Horton y Chester L. Hunt escribieron: “En la búsqueda de la verdad, el hombre ha confiado en: 1) la intuición, que va desde la imaginación brillante hasta una simple conjetura; 2) la autoridad, que le indica lo que es cierto; 3) la tradición, que considera verdad lo que durante mucho tiempo ha sido aceptado como verdad; 4) el sentido común, especie de baúl mundo que lo incluye todo desde la observación fortuita, hasta todas o cualquiera de las otras fuentes de verdad; y 5) la ciencia, el método más reciente de buscar la verdad”.
“La ciencia difiere de las otras fuentes de verdad en que, 1) puesto que la verdad científica está basada en una evidencia que se puede comprobar, la ciencia estudia sólo aquellos problemas en que se puede llegar a la evidencia verificable, sin intentar dar una respuesta a muchas preguntas importantes acerca del valor, del fin o de la significación última de las cosas; es más, la ciencia admite que toda verdad científica es de tipo experimental y que está sujeta a revisión a la luz de una nueva evidencia; y 2) la ciencia es neutral desde el punto de vista ético, pues trata de descubrir los conocimientos, pero no de dirigir el uso que se ha de hacer de ellos” (De “Sociología”-McGraw-Hill de México SA-México 1970).
Todo lo que puede comprobarse experimentalmente ha de ser validado como un conocimiento objetivo, ya que cualquiera puede verificarlo repitiendo las pruebas de validez, cuyos dos resultados posibles son la verdad o la falsedad de la hipótesis que se trata de comprobar. De ahí que, en principio, no existe algo como una “ciencia subjetiva”, o ciencia de validez personal o sectorial, por el hecho de que, en ese caso, no puede ser verificada por cualquier individuo.
Ello no implica que lo que no entra en el marco de lo verificable experimentalmente haya de ser necesariamente un conocimiento falso, sino que, si no puede ser verificado por cualquiera, no es un conocimiento científico. Por ejemplo, desde la ciencia experimental no puede afirmarse la veracidad ni tampoco la falsedad de la vida después de la muerte, por cuanto no resulta verificable. Sin embargo, una de las dos posibilidades ha de ser verdadera. Los autores citados escriben: “El conocimiento científico se basa en la evidencia verificable. Entendemos por evidencia las observaciones concretas de los hechos que otros observadores pueden ver, pesar, medir, contar o comprobar en busca de exactitud. Podríamos pensar que esta definición es obvia y que ni siquiera se debía mencionar; pues la mayoría de nosotros tiene ciertas nociones de lo que es el método científico. Sin embargo, hace sólo unos pocos siglos, los estudiantes de la Edad Media sostenían largos debates sobre el número de dientes que tenía un caballo en la boca, sin molestarse en mirarle la boca para contárselos”.
Francis Bacon fue el precursor del método experimental, mientras que Galileo Galilei fue el iniciador de la ciencia experimental. Ludovico Geymonat escribió al respecto: “El enfoque inicial de Galileo no difiere del de Bacon; la naturaleza no sólo debe ser «escuchada», sino también «interrogada». Pero entre el italiano y el inglés surge una gran diferencia apenas tratan de precisar el carácter de esta interrogación. La interrogación baconiana está, en efecto, estructurada con la intención de buscar en los fenómenos su «forma», su «esquematismo latente», sus notas comunes; la galileana, en cambio, a descubrir leyes de los fenómenos, o sea, las proporciones matemáticas entre fenómeno y fenómeno” (De “Historia de la Filosofía y de la Ciencia”-Crítica-Barcelona 1998).
Las ciencias sociales describen fenómenos subjetivos, pero la descripción de los mismos es objetiva. Por ejemplo, el gusto musical es una cuestión subjetiva, pero si se quiere saber si el cantante A tiene mayor aceptación que el cantante B, se puede indagar objetivamente la cantidad de reproducciones vendidas por cada uno. Ernest Nagel adopta como un subtítulo de su libro: “La naturaleza subjetiva de los temas de estudio sociales” (De “La estructura de la ciencia”-Ediciones Paidós Ibérica SA-Barcelona 1991).
Mientras que la descripción de un fenómeno social en particular no ofrece, por lo general, mayores inconvenientes en cuanto a la subjetividad del tema y la objetividad de la descripción, no ocurre lo mismo en el caso de las teorías generales, que cubren varios fenómenos y que adoptan como fundamento algunos axiomas que son justificados posteriormente por el éxito de la teoría. Maurice Agulhon escribió respecto de la indagación histórica: “¿A qué género de historia pertenece la búsqueda de la verdad? Me parece, de manera especial, corresponde a la llamada historia «del acontecer». Es con relación a un hecho preciso que podemos hablar de lo verdadero o de lo falso, y sobre todo, que puede realizarse una demostración convincente acerca de la falsedad o de la veracidad. Pero los historiadores no se contentan con eso. Buscan alcanzar interpretaciones y conclusiones generales. A este nivel, ya es más dudoso que se pueda calificar una interpretación de verdadera o falsa. Por último, existen sectores de la historia que se caracterizan por no pertenecer a la corriente histórica llamada «del acontecer», en las cuales el problema de lo verdadero y de lo falso no puede ser planteado en términos simples” (De “Certidumbres e incertidumbres de la historia” de Gilbert Gadoffre-Grupo Editorial Norma-Bogotá 1997).
Cuando un estudio social no puede proponer una posible verificación experimental, sale del campo de la ciencia para pasar al ámbito de la filosofía social, sin que por ello deba hablarse de fracaso; simplemente se acepta la imposibilidad de verificar las hipótesis propuestas. La siguiente expresión ilustra lo dicho: “No proporcionamos aquí una respuesta para ese interrogante; quizá nunca pueda darse una respuesta final, ya que para desarrollar este tema debemos abandonar el dominio de la ciencia y asumir una actitud reconocidamente subjetiva. Puesto que la existencia del hombre no es observable en el mismo sentido en que lo son sus relaciones sociales, nos vemos forzados a abandonar la posición objetiva, «desde afuera», que hemos tratado de mantener…pues a esta altura de nuestra indagación ya no hay un «afuera»” (De “Teoría de la comunicación humana” de P. Watzlawick, J. B. Bavelas y D. D. Jackson-Editorial Herder SA-Barcelona 1993).
Como antes se dijo, la confusión surge esencialmente de las teorías generales y de los axiomas elegidos. Recordemos que una teoría es una descripción resumida de varios fenómenos naturales o sociales. Como ejemplo puede mencionarse la teoría electromagnética de James Clerk Maxwell, que describe todos los fenómenos eléctricos y magnéticos a partir de cuatro ecuaciones matemáticas básicas.
La primera descripción unificada aparece en el siglo III AC, cuando Euclides de Alejandría sintetiza la geometría utilizando cinco axiomas básicos. A partir de tales axiomas podían deducirse todos los teoremas conocidos de la geometría. Los axiomas, por constituir el punto de partida, eran indemostrables, por lo que la veracidad de los mismos estaba asociada a la veracidad posterior de todo el sistema descriptivo conocido como “geometría euclideana”.
Luego de unos dos mil años de “reinado”, algunos matemáticos intentaron reducir la cantidad de axiomas, aunque sin éxito. Sin embargo, en esos intentos, cambiaron a uno de ellos y descubrieron geometrías diferentes, denominadas “no euclideanas”, que en un principio parecieron ser una “curiosidad inútil”. Observaron que los nuevos sistemas descriptivos tenían la misma coherencia matemática, o lógica, de la misma manera en que podía establecerse un juego distinto al ajedrez cambiándole alguna de sus reglas.
Con el tiempo, se advirtió que las geometrías no euclideanas tenían cabida en el mundo real a través de la teoría de la relatividad generalizada de Einstein. Morris R. Cohen escribió: “Pero si bien esas geometrías son lógicamente semejantes por su coherencia, difieren en sus supuestos. ¿Cuál es la verdadera? El matemático puro no necesita responder esta pregunta. Así, no les adjudica la verdad ni a los axiomas de Euclides ni a los no-euclídeos. Sólo se limita a afirmar que a partir de los axiomas de Euclides se siguen, necesariamente, ciertos teoremas, y que, a partir de otros axiomas, deben seguirse otras proposiciones. En el mundo físico, sin embargo, no nos declaramos satisfechos con la coherencia sistemática. Queremos saber qué axioma o sistema es verdadero de hecho” (De “Razón y naturaleza”-Editorial Paidós-Buenos Aires 1956).
Puede decirse que no existen axiomas verdaderos junto a deducciones falsas, sino axiomas y deducciones verdaderas o falsas ambas. Se cumple un tanto aquello de que “Por sus frutos (deducciones) los conoceréis (axiomas)”. E. Nagel y J. Newman escribieron: “La creencia tradicional de que los axiomas de la geometría (o los axiomas de cualquier disciplina) pueden quedar establecidos por su aparente autoevidencia, se vio así radicalmente socavada. Además, se hizo cada vez más obvio que el verdadero interés del matemático puro consiste en derivar teoremas de supuestos postulados y que, como matemático no le incumbe decidir si los axiomas de los que parte son realmente verdaderos” (Citado en “Teoría de la comunicación humana”).
En el caso de la economía han surgido controversias entre detractores y defensores de la praxeología; la teoría de la acción económica que fundamenta la propuesta de la Escuela Austriaca de Economía. Los primeros afirman que sólo tiene un carácter subjetivo, por lo que no debería ser considerada como parte de la ciencia, o bien aducen que se trata de una “ciencia subjetiva” (o no ciencia). Al respecto, puede decirse que la validez de una teoría implica al sistema axiomas-deducciones, aceptándose al sistema completo si las deducciones resultan compatibles con la realidad.
Los defensores de la praxeología aducen que la economía es una “ciencia formal” (no fáctica, como debería ser considerada). En cuanto a sus axiomas, Jesús Huerta de Soto escribió: “La ciencia económica se construye sobre la base de razonamientos lógico-deductivos a partir de unos pocos axiomas fundamentales que están incluidos dentro del concepto de «acción humana». El más importante de todos ellos es la propia categoría de la acción humana; los hombres eligen, por tanteo, sus fines, y buscan medios adecuados para conseguirlos; todo ello según sus individuales escalas de valor. Otro axioma nos dice que los medios, siendo escasos, se dedicarán primero a la consecución de los fines más altamente valorados y sólo después a la satisfacción de otros menos urgentemente sentidos («ley de la utilidad marginal decreciente»). En tercer lugar, que entre dos bienes de idénticas características, disponibles en momentos distintos del tiempo, siempre se preferirá el bien más prontamente disponible («ley de la preferencia temporal»)” (De www.eseade.edu.ar).
Para convertir la economía austriaca en una ciencia fáctica, habría que ingeniarse para “interrogar” adecuadamente la conducta humana y convertir los axiomas “no verificables” en fundamentos verificados, si bien la veracidad del sistema descriptivo queda asegurado por la veracidad experimental de sus conclusiones.
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