Mientras que algunos autores suponen que existen ciertas fuerzas históricas que conducen a la humanidad hacia futuros estados, imposibles de eludir, todo parece indicar que la humanidad es conducida, para bien o para mal, por individuos capaces de influir en los demás a través de ideologías que actúan como vínculos entre la personalidad del ideólogo y la de quienes reciben su influencia. Así como los Evangelios transmiten la personalidad de Cristo, o el Manifiesto Comunista las personalidades de Marx y de Engels, los libros de Nietzsche transmiten la suya a una parte de sus lectores, ya que existen distintos grados de identificación entre lector y autor.
Los ideólogos totalitarios fueron los autores intelectuales de las grandes catástrofes producidas por comunistas y nazis. Si bien muchos aducen que Friedrich Nietzsche, al morir en el año 1900, nada tuvo que ver con el nazismo, puede decirse que fue quien sembró una semilla de discordia que creció cuando cayó en manos de quienes cumplieron el papel de “tierra fértil”. Nada puede asegurarse de que, de no haber existido Nietzsche, el nazismo hubiese hecho lo mismo que hizo. En cuanto a la personalidad del filósofo, El psiquiatra Henri Baruk escribió: “Bajo el título de «nietzscheísmo y carencia de sentimientos humanitarios» he descrito una de las variedades de los trastornos de desarrollo. Se trata de personas que son incapaces de sentir simpatía por el medio humano. Su afectividad muy viva está dirigida exclusivamente hacia la naturaleza, los árboles, los bosques, los animales, sin poderse aplicar al hombre. También, a primera vista, estos sujetos se nos presentan con un aire de sensibilidad, poético, romántico, artístico, que los hace simpáticos, pero se descubre enseguida que esta sensibilidad artística oculta un vacío profundo por lo que toca al hombre. También nos sorprende ver que estos sujetos de apariencia dulce y sensible, a los que conmovía el menor sufrimiento infligido a un pollito, no vacilarían, si tuvieran los medios de hacerlo, en sacrificar, o en mandar asesinar o torturar a seres humanos sin el menor escrúpulo y sin el menor sentimiento”.
“Así mismo son incapaces de sentir simpatía por la humanidad. Pero el hombre nada en el medio social, que es su medio natural. Todo el que se siente extraño a su medio y no puede vivir con él, padece. También encontramos en estos sujetos un sufrimiento agudo, que se vuelve a menudo rencor y odio. Sintiéndose extraños al medio de sus prójimos, tienen la impresión de ser rechazados, excluidos, y de esta manera conciben una violenta aversión por toda la humanidad, a la que desprecian profundamente y a la que quieren someter, dominar, aplastar bajo su bota en un deseo ardiente de compensación y de venganza y, en caso de necesidad, de exterminio” (De “Psiquiatría moral experimental”-Fondo de Cultura Económica-México 1960).
De la misma manera en que el delincuente ve en la persona decente síntomas de debilidad e ingenuidad, Nietzsche encuentra en el cristianismo la promoción de ciertas actitudes de debilidad y bajeza moral, ya que, supone, dicha religión se opone al pleno desarrollo de la voluntad de poder latente en todos los seres humanos. Carlos Goñi escribió al respecto: “Nietzsche fue un filólogo que comenzó estudiando la tragedia griega. En ella encontró la contraposición de dos ideales estéticos: lo apolíneo y lo dionisiaco. Apolo representa la versificación y el diálogo, la luz, la armonía, el orden….Dionisos, en cambio, representa la música y la danza, la embriaguez, el entusiasmo desmedido, el delirio, el arrebato, el gozo desenfrenado, y descubre la esencia vital. El primero enmascara la vida; el segundo la presenta en su cruda realidad y con toda su fuerza. Apolo simboliza la moral; Dionisos, la vida”.
“El análisis de lo apolíneo y lo dionisiaco lleva al filólogo alemán a una posición radical: «La moral es el reverso de la voluntad de vivir», puesto que «mientras creemos en la moral condenamos la vida». El que cree en la moral es el pusilánime, el viejo, el decadente al que le molesta la vitalidad juvenil, porque no puede disfrutar de su exuberancia”.
“En Occidente ha vencido la moral de los esclavos, la que nace en el alma del vulgo, en el alma de los oprimidos y resentidos, subyugados por los verdaderos dominadores….El poderoso es el creador de valores, él decide qué es bueno y qué malo, porque no son las acciones buenas las que hacen al hombre bueno, sino, al revés, es el hombre noble, dominante y fuerte el que determina la bondad de las acciones” (De “Las narices de los filósofos”-Editorial Ariel SA-Barcelona 2008).
En este momento viene a la mente la hipótesis de Alfred Adler cuando propone que los complejos de superioridad surgen como una compensación de un previo complejo de inferioridad, siendo mayor el primero en cuanto mayor es el segundo. Puede decirse que el superhombre que surge de la mente de Nietzsche tiende a ser personificado por el nazi. El citado autor agrega: “Los escritos de Nietzsche fueron utilizados por el nazismo para defender sus ideas, de tal modo que, durante la Segunda Guerra Mundial, todos los soldados alemanes llevaban en su mochila una antología de Nietzsche titulada «Espada de Espíritu: palabras para el combatiente y soldado alemán». Se trataba de una selección de textos del filósofo que ayudaban, por su enaltecimiento de la raza aria y el encomio de lo irracional, a luchar y morir por la patria. Como es lógico, este hecho no inculpa a Nietzsche ni de antisemita ni de nazi. En todo caso, nos sirve para darnos cuenta de que las ideas también pueden ser manipuladas”.
Mientras que algunas ideas de Nietzsche pudieron ser “manipuladas”, la actitud que transmite en sus escritos resulta bastante coincidente con la actitud prevaleciente en Hitler y sus secuaces. Incluso es oportuno mencionar el caso de Goebbels, cuyo manifiesto odio podría vincularse a la debilidad física que lo aquejaba y a la necesidad de compensarla, debido a las ideas que sustentaba. Giovanni Papini escribió: “El secreto está descubierto. En una palabra –en una sola y pequeña palabra- está el secreto de Nietzsche, es la palabra «debilidad»”.
“¿Por qué os sonreís? ¿Por qué os maravilláis? ¿Tal vez porque Nietzsche ha hecho la apoteosis de la potencia y ha elevado himnos a la fuerza? Pero es precisamente por esto que yo estoy seguro que fue débil en toda la melancólica extensión de la palabra”.
“Yo me avergonzaría de expedirme sobre la filosofía de Nietzsche citando el abuso de narcóticos, el reblandecimiento hereditario y su parálisis progresiva como han hecho de buena gana muchos hombres serios, médicos o no. Pero es imposible no tener en cuenta que desde 1870 hasta la muerte, la salud de Nietzsche fue muy desgraciada. Estaba siempre oscilante entre la excitación y el decaimiento, entre la convalecencia y las recaídas, atormentado por las crisis de neuralgia, de debilidad, de fiebres que han tenido sus efectos reconocidos por la medicina, sobre su actividad intelectual. Cuando niño, era enfermizo y delicado; hombre, después de la enfermedad adquirida en los ambulatorios de Metz, estuvo siempre más o menos enfermo”.
“Todo esto explica muchísimas fases y muchísimas actitudes de su pensamiento. Los hombres norman la debilidad y la enfermedad; los que las poseen son llevados a odiarlas violentamente. Los fuertes no hacen teorías para exaltar la fuerza, los sanos no escriben el elogio a la salud, los alegres no predican sobre las virtudes de la danza y de la risa. Solamente los débiles, y los débiles ambiciosos, anhelan más alta potencia para el dolor de no tener siquiera potencia real y actual; solamente los enfermos y los enfermos que continuamente tienen altos y bajos, convalecencias y recaídas, comprenden la gran importancia del cuerpo; solamente los melancólicos fugitivos del pesimismo sienten la necesidad de aconsejar para sí y para los otros, la alegría” (De “El crepúsculo de los filósofos”-Editorial Tor-Buenos Aires 1936).
Los escritos de Nietzsche, de los cuales se rescata la claridad expositiva junto a frases de gran elocuencia, carecen del orden lógico propio de lo compatible con el mundo y el hombre real. Roger-Pol Droit escribió: “Se objetará que la metáfora musical, a pesar de todo, tiene sus límites. Aquellos a quienes el pensamiento de Nietzsche desconcierta e incluso descompone siguen pensando que este filósofo es un chico malo. Maligno, astuto, sutil, por cierto. Pero decididamente incoherente: bajo su pluma se encuentra todo y lo contrario. ¿Cómo hacer si, a cada cita de Nietzsche, puede yuxtaponerse otra, también firmada por Nietzsche, que sobre el mismo tema dice exactamente lo opuesto a la primera? Este autor es aberrante, inasible, irracional, monstruoso”.
“A la manera de ver de los lectores que le son hostiles, sigue encubriendo peligros más graves. No sólo la razón está expuesta: la República está en peligro, la virtud está amenazada. ¡Ciudadanos, desconfiemos! Este agitado antojadizo, perturbado, megalómano, irascible, no sólo es ilógico. Es aristócrata hasta la punta de las uñas, visceralmente antidemocrático. Es sencillo: ¡no se puede ser más re-ac-cio-na-rio! Y además inmoral. Y violento, por añadidura. No le gustan los débiles, ni la piedad, ni las pequeñas bajezas del confort. A no dudarlo, no sabe amar para nada. Pondera s los bárbaros, y anuncia la guerra. Flirtea con lo inhumano y sueña con lo sobrehumano. Desvaría, es cosa clara. Decididamente, este patán es un individuo extremadamente peligroso. Anticristiano, antisocialista, anticientífico. Sospechado además de varios delitos. Racismo, fascismo, antisemitismo; gusto inmoderado por la jerarquía; predilección por la mentira, la ilusión, la apariencia; atracción hacia la fuerza bruta, la crueldad, la dominación. Si Hitler ofrece a Mussolini una edición de Nietzsche encuadernada en cuero, ¿realmente es un azar?” (De “En compañía de los filósofos”-Fondo de Cultura Económica-Buenos Aires 1999).
Cabe la siguiente pregunta: ¿Puede considerarse a Nietzsche un filósofo? ¿un amante y un buscador de la verdad? ¿o la filosofía ha llegado al extremo de aceptar lo inmoral y lo que promueve lo peor?
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