Por lo general, se dice de alguien que es idealista cuando dedica su vida a mejorar el mundo en que vive. En contraposición, se dice de quienes buscan el dinero y el poder, desinteresándose del resto, que son egoístas o materialistas. Sin embargo, se denominó “jóvenes idealistas” a los miembros de Montoneros y del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) que cometían atentados, secuestros extorsivos, robos y asesinatos durante los años, llegando a un total de 21.642 (entre 1969 y 1979). Para una persona normal, que se orienta por criterios universales asociados a una ética natural, tales acciones son consideradas delictivas.
En cuanto al origen de la denominación, que por cierto ofende a la memoria y a la inteligencia de la gente decente, proviene de Beatriz Sarlo: “Todos éramos jóvenes idealistas que queríamos transformar el mundo”. Tal transformación, debería haber agregado, orientada bajo el criterio de Karl Marx y mediante sus violentos métodos. Agustín Laje Arrigoni escribió: “Así como el setentismo ha impuesto mitos cuyas función es demonizar a quienes enfrentaron al terrorismo marxista (Fuerzas Armadas y de Seguridad), existen también aquellos otros mitos que juegan un papel inverso, consistentes en victimizar, edulcorar y glorificar a los combatientes de la guerrilla. De esta forma se ha instalado variopintos motes destinados a travestir a los terroristas homicidas en jóvenes simpáticos, siendo el apodo «jóvenes idealistas» el más exitoso de ellos”.
“Entendemos por idealista a un sujeto que, impregnado de ideales, los propone, los sugiere y vive en coherencia con ellos. La diferencia que existe con nuestros mal llamados ‘jóvenes idealistas’ es que éstos, imbuidos efectivamente de ideales, lejos de proponerlos o sugerirlos, pretendieron imponerlos bajo la fuerza de la violencia armada. Por tanto, la calificación correcta es la de fundamentalista, definida por la Real Academia Española (RAE) como «exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida». Un fundamentalista que hace uso del terror desde una estructura organizada para imponer sus dogmas, no es más que un terrorista. La RAE define terrorismo como «actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos»”.
“Aquellos que deseaban incorporarse a las bandas terroristas en cuestión, por normativas internas, estaban obligados a participar de –al menos- una operación armada. Cuenta de ello da el historiador y ex miembro del ERP Pablo Pozzi: «para llegar a ser un ‘militante’ partidario había que haber realizado por lo menos una acción armada». Por el lado de Montoneros, se disponía que los aspirantes debían «realizar una práctica militar paulatina que culmine con su participación en la ejecución de un cana [policía]»” (De “Los mitos setentistas”-Buenos Aires 2011).
Las organizaciones mencionadas no toleraban las deserciones, pagando con su vida quien renunciaba a sus actividades delictivas. El citado autor agrega: “El Artículo 5 del código montonero (en el caso del ERP las normas eran similares) se sancionaba nada menos que con fusilamiento a todo aquel que osara desertar de la organización y no fuera autorizado por la cúpula. Similarmente, en el Artículo 7 se castigaba también con fusilamiento a quien incurriera de «delación», aclarando que no se exculpaba ni siquiera en los casos en los que el enemigo hubiera obtenido datos mediante la aplicación de tormentos”.
Uno de estos casos fue el del “montonero Carlos Alberto Baglietto, fusilado por sus «amigos» por el sólo hecho de haber abandonado la organización terrorista buscando reconstruir su vida y reinstalarse en la sociedad. Junto con él también se asesina a su esposa Estela Moy de Baglietto acusada de haberlo inducido a dejar la banda”.
El ex montonero Héctor Ricardo Leis critica al líder de Montoneros (Firmenich) por reclutar adolescentes en el exterior cuando militarmente estaban vencidos, enviándolos a una muerte segura. En cierta forma actúa como Hitler al enviar a las “juventudes hitlerianas” a luchar cuando estaba todo perdido. Leis escribió: “Firmenich era cínico, entre otras cosas. Durante el régimen constitucional democrático, cuando comienzan los ataques de la Triple A, para responderles, los montoneros organizaron un sistema de represalia y venganza, como los nazis. Es decir, administraban la muerte e inventaron un cronograma de muertes para cada columna”.
“En función de las fuerzas, en función del lugar en el que operaban, tenían que matar a uno, dos, tres miembros por mes de las Fuerzas Armadas, de la derecha, de las fuerzas de seguridad, de lo que fuere. Llegó un momento en el que ya no había ningún trabajo de inteligencia previo que determinara a quién se iba a ejecutar. Por lo tanto, simplemente se iba a la puerta de una comisaría, y cuando salía alguien caminando con cara de policía, se lo mataba”.
“Ocurría que después podías enterarte de que el ejecutado era amigo nuestro. ¿Cómo alguien puede defender los derechos humanos cuando administró la muerte de una forma que era igual a la de los nazis? Administró la muerte de una forma burocrática. Hay que matar a alguien que use uniforme todas las semanas, ésa era la orden. ¿Cómo sabía cada uno a quién matar? Los militares usaban uniforme. Nuestro uniforme era la ideología. En última instancia había una uniformidad del mal. Esa uniformidad le impide a una persona que diseñó una estrategia de muerte como Firmenich, reivindicar los derechos humanos” (De “El Diálogo” de G. Fernández Meijide y H. R. Leis-Sudamericana-Buenos Aires 2015).
Así como un judío no puede ser amigo de un nazi, ni siquiera intenta un mínimo contacto social, por cuanto éste reivindica el asesinato masivo de judíos, un argentino decente no puede ser amigo de alguien que idolatra y admira a quienes asesinaban justamente a la gente decente. De ahí que la grieta que divide a la población es una grieta moral que sólo podrá cerrarse cuando gran parte de la sociedad deje de admirar y alabar a los terroristas de los setenta, relegando a un infame olvido a sus victimas, que ni siquiera reciben homenajes, o recordatorio alguno, ni aparecen en alguna lista que no sea semiclandestina. Por el contrario, en los canales de televisión estatales, se sigue promoviendo las ideas que orientaron la violencia de los setenta, posiblemente con la esperanza de reiniciar algún día un conflicto similar.
Para los terroristas, las vidas ajenas carecían de todo valor, incluso si se trataba de sus propios parientes. Tal el caso de algunos militantes sobrinos o hijos de militares que atentaron contra sus propios familiares. Leis agrega: “A partir de ese momento [asesinato de Aramburu], yo creo que los militares comenzaron a vivir como amenaza a aquellos hijos o sobrinos que eran de izquierda o eran revolucionarios. Aún no se ha investigado cuántos hijos, sobrinos y parentela de militares participaron en la guerrilla, sobre todo entre los montoneros. Yo conozco a muchos. Algunos facilitaban operaciones y otros directamente participaban”.
El lema aparente de quienes buscaban el poder o “hacer la historia”, a cualquier costo, parece haber sido: ‘Usar y tirar una vez que no sirve a nuestro propósito’; ya se tratara de vidas humanas, amistades o incluso ideas. Tal es así que, cuando llega Carlos Menem a la presidencia, y utiliza el disfraz de neoliberal, participan en su gobierno unos 500 ex Montoneros, quienes olvidan su lucha armada por “una patria socialista” al apostar esta vez por “una patria capitalista”. Julio Alsogaray (h), ex Montonero, expresó: “Siento que lo peor ha sido el pase al menemismo, la traición a los ideales por los cuales muchos dieron la vida” (Citado en “Montoneros” de Viviana Gorbato-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1999).
Los que seguramente no cambiaron sus ideas fueron los ideólogos de izquierda, que promovían el odio marxista-leninista, y que en la actualidad siguen con una similar orientación, a pesar de la caída del comunismo. Constituyeron el primer eslabón de la cadena de violencia y encontraron en los “jóvenes idealistas” a quienes podrían llevar a cabo sus objetivos destructores. Leis agrega: “En la Argentina nadie se hace cargo de sus responsabilidades intelectuales. Por eso admiro a Oscar del Barco, que se hizo cargo de una cosa que no cometió pero que sí incentivó como intelectual. Hubo muchísimos intelectuales que en esa época también incentivaron la lucha armada y no se dieron por aludidos. Se defendieron de la acusación como si hubiese estado dirigida a ellos mismos… ¡y era a ellos mismos! Fueron y son tan cobardes que aún no consiguen pensar en el otro, pero defienden el derecho de matar a los otros. Dicen: «Yo no maté a nadie». ¡No mataron a nadie pero estaban de acuerdo!”.
Los terroristas muertos eran reclamados por sus familiares como gente inocente que nunca hizo nada malo. De esa manera promovieron en la sociedad la idea de que los militares mataban a jóvenes idealistas y pacíficos que sólo luchaban por un mundo mejor. “¿Cómo es posible que un compañero haya muerto con el grado de Mayor, Oficial Primero o Aspirante y sea recordado como empleado bancario? Los jefes de las organizaciones deberían reivindicar esto. Pero no lo hacen. El error o la omisión no fue por parte de los organismos de derechos humanos al tomar las denuncias de los familiares. Los responsables de esto fueron otros, que se aprovecharon porque al negar la identidad del militante desaparecido lo convertían en una víctima aun mayor. Hay un oportunismo y un cinismo terrible en esta cuestión”.
“Yo he reclamado por este tema y no ha pasado nada. Hace mucho que escribo sobre el cinismo de los intelectuales. Por eso ayer decía que Firmenich es igual a Videla. Porque ninguno de los dos se hace cargo de lo que hizo. El problema está en las conducciones que piden que el otro bando se haga cargo de todo. Como si no hubiera habido errores y crímenes contra la humanidad en ambos lados. Un buen ajuste a la realidad jurídica mostraría que en la Argentina no hubo un genocidio. Es más, yo pienso que no hubo crímenes contra la humanidad”.
“La Argentina inventó una ficción jurídica para fomentar una posición política. Yo no sabía que la cifra de 30.000 desaparecidos había tenido el objetivo de poder incluir los crímenes de la dictadura bajo la figura de genocidio. Luego aparece la decisión de convertir a todos en víctimas. Si todos son víctimas, entonces los jefes también son víctimas. ¿Cómo no van a ser víctimas?...Un error. Un horror”.
“Hay personas que tienen más mérito, más responsabilidad y eso debe ser reconocido. Precisamente, porque los que tienen más responsabilidad deben pagar por las consecuencias de sus actos más que los que no la tienen. Por eso creo que si un funcionario público comete un delito debe pagar con una condena tres veces mayor que la de aquel que no es funcionario público. En este sentido, no tengo nada en contra de que a los militares se les multiplique por tres su condena. Pero es exagerado que a los otros se les multiplique por cero para que dé nada”.
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1 comentario:
Exactamente. El problema de los DD.HH. en argentina es una inmensa montaña de hipocresía y cobardía. Espero que algún día la historia real ponga las cosas en su lugar. Mientras tanto, en las condiciones actuales no hay posibilidades de reconciliación o cierre de grieta o aceptación de la política de defensa de esos derechos. Sólo queda el camino de despreciar a tanta basura humana y su abominable ideología.
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