Por lo general, la negligencia de individuos y pueblos tiende a ser justificada con argumentos que consisten esencialmente en considerar que la culpa es de otros; que lo que no se hace y lo que no se quiere hacer se debe a un impedimento ajeno al individuo o al pueblo en cuestión. Una vez justificada la inacción, la “victima inocente” se siente con derecho a protestar y a calumniar a los supuestos culpables de sus propias carencias y debilidades.
Entre los culpables aparece generalmente la sociedad, el sistema “injusto”, el Estado, el gobierno, el imperialismo foráneo, etc. Si hubiese algo de cierto en estos casos, conviene suponer que tales causantes de impedimentos son en realidad el doble de perjudiciales de lo que en realidad son y, por ello mismo, debemos realizar el mayor esfuerzo personal para impedir el perjuicio supuesto ya que, por lo general, son muchas las cosas que podemos hacer antes de cruzarnos de brazos para lamentarnos por nuestras desgracias o por nuestras incomodidades. Juan Bautista Alberdi se hacía varias preguntas cuando observaba las consecuencias de la inacción de sus contemporáneos del siglo XIX, escribiendo al respecto:
“Aquí, el atraso español en todo su punto. Los naturales han encontrado el modo de disculpar su incuria y atraso, haciendo pesar toda su responsabilidad en el gobierno: sí, el gobierno es culpable en cierto modo; el gobierno es malo; no sus hombres, sino su sistema: es más central que lo necesario: tiene en pupilaje a pueblos lejanos, cuyas necesidades no conoce. Cuando se ha justificado la conveniencia de atender a cierta necesidad, ya esa necesidad ha pasado. Pero vos, ciudadano, ¿Por qué vivís mal? ¿Por qué es sucia, desprovista vuestra casa? ¿Por qué es malo vuestro vino, vuestro servicio? ¿Por qué coméis mal? ¿Por qué sois perezoso, ignorante, mezquino? ¿El gobierno es autor de todo esto? ¿Él os impide que tengáis buenas posadas, cómodo alojamiento?”.
“¿Véis, acaso, que en Norte América los papeles publiquen quejas contra el gobierno, como los nuestros? No: allí se hace todo por el país, no por el gobierno. ¿Quién os impide hacer el bien? No es libertad, ni aptitud lo que os falta. Ved cómo el extranjero os aventaja en todo en vuestro propio país. ¿Tiene él más libertad que vos?”.
“Y por otra parte, tenéis razón en quejaros contra los gobernantes poseídos de su monomanía de proyectismo”. “El encanto de los ociosos: escribir decretos: el distintivo de los políticos de escuela”.
“El proyectismo elevado, la utopía política, la poesía de las reformas, todo esto es simple, inmediato, eficaz, he aquí lo que distingue al verdadero hombre de Estado”.
“Haced: bien o mal, haced en vez de hablar”.
“Y vos, oposición, ¿qué queréis? ¿El poder? ¿Para qué? Para fundar instituciones no tenéis necesidad de gobernar. Ellas se fundan por el país, lo mismo que por el gobierno. ¿A ver los esfuerzos que habéis hecho para fundarlas? ¿Se os ha impedido establecer Bancos, fundar caminos, hacer tentativas de navegación, abrir colegios, invertir métodos, imprimir y circular libros? Por qué no lo habéis hecho, es lo que el gobierno puede preguntarnos a su vez. ¿O preferís el pupilaje ocioso e incapaz que todo lo quiere del tutor?” (De “Memorias e impresiones de viaje”-Editorial Luz del Día-Buenos Aires 1953),
En pleno siglo XXI, las cosas no han cambiado demasiado en cuanto a la mentalidad reinante. No hace mucho tiempo, un periódico de Mendoza destacaba el hecho de que un grupo de niños había preparado un terreno baldío para realizar prácticas deportivas….sin ayuda de la Municipalidad. Esto indica que lo anormal es nuestro país implica hacer algo bueno por uno mismo, y que lo normal es esperar que la sociedad, a través de alguna institución estatal, nos beneficie de alguna manera. Y que, si no lo hace, el ciudadano debe cruzarse de brazos y protestar hasta que el beneficio esperado se haga realidad.
Mientras que, en los países desarrollados, el joven o el adolescente trabaja para ganar el dinero que les permitirá emprender un viaje, en la Argentina se observan algunos estudiantes secundarios pidiendo dinero a los automovilistas detenidos en un semáforo por cuanto “deben” hacer su viaje de estudios. Ante la existencia de mucha gente que necesita ayuda económica para solventar necesidades básicas, resulta grotesco que alguien pida una ayuda monetaria para ir de vacaciones. Si no se tiene dinero suficiente para ese fin, es moralmente más digno no ir a ninguna parte antes que pedir a los demás que financien el viaje.
En cuanto a las imposibilidades que nos impone el “sistema”, Alejandro Rozitchner escribió: “Uno de los primeros puntos a considerar es lo romántico que resulta sentirse preso de las circunstancias, atado a la imposibilidad, y creer que si fuera por nosotros liberaríamos nuestro mundo interno y seríamos felices, generaríamos bienestar y riqueza, porque por dentro somos puros y buenos, y es culpa de esta sociedad trastornada y mezquina que no podamos levantar vuelo. Es romántico sentir que «el sistema» está en contra de uno y uno contra el sistema”.
“Un gran enemigo da consistencia. Si uno dice: «el sistema no me deja ser yo mismo» está sugiriendo la idea de que uno es tan importante que un contrincante de semejante tamaño considera vital limitar nuestras posibles jugadas. Pero lo más probable es que el sistema no repare en uno, es más, que no repare en nada”.
“Además, ¿quién dijo que el sistema era un ser con voluntad? La imagen frecuente es la de ver el sistema como una persona, creer que el sistema tiene intenciones como si fuera alguien: no quiere que crezcas, no le conviene que seas libre, está emperrado en tenerte quieto, callado, sometido, jamás te van a dejar llevar adelante tu deseo. Pero el sistema no es eso, es una acumulación de voluntades humanas en constante enfrentamiento unas con otras, es más un despelote inmanejable que un plan perfecto de dominación. No se puede ser parte del sistema, ni hay que decirle «sistema», que es una palabra acusatoria: ¿no es mejor «sociedad» o «comunidad»?” (De “Ideas falsas”-Editorial del Nuevo Extremo SA-Buenos Aires 2004).
Las actitudes individuales llegan a hacerse colectivas hasta involucrar a los propios gobernantes. Luego, los gobernantes son los que se encargan de difundir en la población que algún enemigo externo impide que el país crezca y se desarrolle. Se fortalecen los justificativos para la inacción favoreciendo además las divisiones internas de la sociedad ya que tal enemigo necesita la complicidad de los “enemigos internos”. Marcos Aguinis escribió: “El factor externo es real, pero no exclusivo. Circunscribirse a él tranquiliza: justifica la derrota. Nos exime de responsabilidad. Pero observado con agudeza, debería avergonzarnos. Porque es una coartada. Porque obtura futuros éxitos. No hay duda que en el complejo entramado nacional e internacional juegan las presiones de intereses que nos convierten en víctimas de sus ciegos apetitos. Pero no son ellos siempre y únicamente los autores: también lo somos nosotros. Y de nosotros depende que les resulte difícil someternos”.
“Paradójicamente, quienes más enronquecen denunciando la culpa de los otros, menos ayudan al desarrollo de la responsabilidad que nos permitirá enderezar nuestro destino. Aunque insistan en que somos sujetos de la historia, por este mecanismo tranquilizador y alienante nos condenan a ser objetos de la historia. La culpa en el otro nos arrincona en la pasividad –aunque se acompañe de bombas y petardos-. La responsabilidad propia nos eleva al rol activo, aunque carezca de espectacularidad” (De “Un país de novela”-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1988).
Cuando un país se siente víctima inocente ante los extranjeros, comienza a aislarse del ámbito y del comercio internacional favoreciendo la debilidad propia y el subdesarrollo. Hugo D. Eberle escribió: “El día 23 de diciembre de 2001, el presidente electo por asamblea Adolfo Rodríguez Saá, en su discurso frente al Congreso de la Nación, anunció la cesación de pagos de la República Argentina en razón de no contar con las divisas necesarias para afrontar deudas con acreedores internacionales privados que vencerían en los próximos días”.
“Dicho anuncio provocó uno de los más estruendosos aplausos en la sede parlamentaria; duró casi dos minutos y mostró en ese solo acto toda la irresponsabilidad de los dirigentes del país, expresada por sus representantes más directos, en quienes la sociedad confió la creación de las leyes que rigen la República. A partir de ese momento el país entró nuevamente en el aislamiento internacional, cosa que ocurre con los pocos países que hoy no pagan sus deudas. El aislamiento significó el corte automático de todas las líneas de crédito externas, sin discriminación de si están destinadas a financiar proyectos políticos, sociales o de desarrollo económico”.
“Pero ese acto es una consecuencia de una manera de ser y de pensar de gran parte de la sociedad argentina actual, cuya desorientación la ha llevado a confundir valores y a extraviar el camino que siguen los países que buscan en la sociedad el fin de sus propósitos. Y es que esa práctica de no pagar las deudas ya viene siendo aplicada de hecho por una buena parte de nuestra propia sociedad, desde hace mucho tiempo; a manera de una gimnasia habitual, una buena cantidad de familias argentinas tienen damnificados y favorecidos por el vicio de no pagar deudas contraídas o simplemente contraerlas sabiendo que no se pagarán”.
“Esto es solo un ejemplo de «viveza criolla», aquella del engaño puntual para salir del paso, aunque en definitiva resulte ser una mentira de patas cortas, pues ya se sabe que quien lo hace una vez, no tendrá oportunidad de repetirlo. A nivel de país es lo mismo; quien vivió de prestado durante muchísimos años se cansó de incumplir hasta que sus acreedores se cansaron de los incumplimientos y no quisieron seguir tomando riesgos”.
“El resultado de esta conducta necesariamente es el aislamiento ¿Por qué? ¿Quién va a prestarle dinero a quien ostenta semejante antecedentes de insolvencias periódicas o de deliberado incumplimiento de sus obligaciones financieras? Nadie en nuestro país, en los últimos años, advirtió como esto fue haciéndose carne en la microestructura social hasta constituirse casi en una cultura y si lo hizo no tuvo la valentía de corregirlo o fue cómplice de la viveza criolla oficial organizada” (De “Latinoamérica: la región de las crisis crónicas”-México 2005).
Las justificaciones para la inacción luego serán justificaciones para acciones ilegales e incluso para el delito. La culpa asociada a individuos y sectores implica el surgimiento de enemigos, tendencia que tarde o temprano será causante de la violencia. Por el contrario, al advertir culpas propias, se encuentra el camino para el crecimiento individual y el progreso.
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