Existe al menos un país en el mundo en el que las actividades terroristas resultan “legales”, al menos en cuanto a las consecuencias sufridas por sus responsables, ya que quienes incurren en tales delitos no son castigados y, si caen abatidos como consecuencia de tales acciones, sus familiares recibirán una indemnización importante por parte del Estado. Además, una gran parte de la sociedad los considera “jóvenes idealistas” y los ideólogos promotores del terrorismo pueden llegar a ser funcionarios estatales de alto rango, sin necesidad de haberse arrepentido por los más de 20.000 atentados cometidos contra locales, instituciones, fábricas, etc. A ello hay que agregarle unos 1.745 secuestros extorsivos y de 800 a 1.500 asesinatos, según las distintas versiones. Ese país es la Argentina.
Incluso desde la presidencia kirchnerista, un retrato del asesino serial Ernesto Che Guevara está colgado en la Casa de Gobierno escoltado por dos granaderos. Quienes pretendieron destruir moral y materialmente a toda una nación son considerados “ejemplos” para el resto de la sociedad, al menos si uno se pone en el lugar del niño o del adolescente que cree firmemente en la responsabilidad y en la sabiduría de la gente adulta y de sus gobernantes, tendrá esa sensación. Tal niño podrá, en el futuro, cometer atentados, secuestros, y hasta asesinatos, para responder, en el caso de que alguien lo acuse de delincuente o asesino, que actuó influenciado por los gobernantes y por una gran parte de los medios de comunicación.
Mientras que para los islámicos existe una “guerra santa”, que viene justificada en el libro sagrado musulmán, con promesas de recompensas eternas en el más allá, si es que ha “defendido la fe con la espada”, en la Argentina se adopta una actitud similar y es aquella por la cual se promueve establecer el socialismo en toda la región. De la misma manera en que, para millones de musulmanes, los terroristas islámicos en Europa son héroes de la religión “verdadera”, para un importante sector de la población argentina los terroristas de los setenta son héroes y mártires del socialismo.
Resulta difícil hacer comprender a un musulmán, o a un socialista, que existen principios aceptados por los pueblos civilizados que prohíben el asesinato de cualquier persona: es el derecho a la vida; el derecho humano más simple y elemental. Lo grave del caso radica en que son millones los que apoyan y festejan los atentados, ya que el odio inculcado por los ideólogos y predicadores les hizo llegar a tal extremo.
Marcos Aguinis escribió: “En la Argentina, tan castigada por el terrorismo, se ha resbalado a la hipocresía ideológica de sólo llamar así al terrorismo de Estado. Los crímenes perpetrados por organizaciones independientes (o aparentemente independientes) de un Estado no entran en el concepto, aunque alteren la vida del país, asesinen ciudadanos desarmados y arrastren a una anarquía que puede desembocar en una guerra civil. Esta interpretación fue sostenida por nuestra Corte Suprema de Justicia”.
“La nueva Corte, armada por Kirchner con juristas mejor capacitados, no parece resistir los pellizcones del Ejecutivo. Su independencia y majestad comienzan a tener vahídos. Con su extraño criterio, Al Qaeda no sería una organización terrorista y sus integrantes podrían encontrar hospitalario refugio en nuestro país. Es el baldón que nos faltaba. No olvidemos que décadas atrás tuvimos el honor de cobijar criminales de guerra nazis. De esa forma nos respetarán más aún”.
“El criterio de no considerar terroristas a quienes no responden a un Estado saltó a escena cuando el gobierno español pidió a la Argentina que extraditase a un asesino de la ETA. Si reconocía a ese criminal como terrorista, sentaría un precedente que obligaría a reconocer que también lo fueron decenas de guerrilleros argentinos que asesinaron entusiastamente en los ’60 y ’70. Prefirió entonces cometer la «gaffe» jurídica de desconocer la definición que brinda el artículo 7 del Estatuto de Roma, del año 1998, que señala como crímenes de lesa humanidad los asesinatos, exterminio y otros actos graves contra una población civil, «de conformidad con la política de un Estado o una organización»”.
“La Corte Suprema, con mayoría K, adoptó la teoría de la imprescriptibilidad para reabrir el juicio de los crímenes cometidos solamente por militares y civiles que respondían al Estado, pero no los perpetrados por organizaciones sin ese paraguas. De esta forma los integrantes de FAL, ERP y Montoneros pueden seguir gozando de amnistía o impunidad, aunque hayan asesinado civiles, destruido instituciones, alienado a gran parte de la juventud y empujado el país hacia otro golpe de consecuencias devastadoras”.
“Para vergüenza de nuestra Corte, va creciendo en el mundo el concepto que identifica el terrorismo con las acciones que violan elementales reglas del derecho humanitario, vengan de donde vengan. Se fortifica la tendencia a proteger la sociedad civil de ataques contra la vida e integridad de las personas. Este criterio incluye, por supuesto, las violaciones llevadas a cabo con finalidades políticas o ideológicas, incluso en los casos de conflictos internos. Sin duda integran el nefasto paquete de organizaciones que cometen crímenes de lesa humanidad entidades como Al Qaeda, Hezbollá, Hamás, Montoneros, ERP, ETA, Brigadas Rojas, Baader-Meinhof, Sendero Luminoso, FARC, etcétera, que simpatizan entre ellas aunque sus orígenes, teorías y objetivos sean muy variados”.
“En la Argentina y el mundo se ha impuesto la idea de que se nos vino encima la tragedia de súbito, en el otoñal 24 de marzo de 1976. Ahí empezó la última y feroz dictadura. El cielo estaba sereno y azul cuando unos oficiales enloquecidos pusieron fin al gobierno de Isabelita y empezaron la peor matanza de nuestra historia. Casi ni se hace (o hacía) referencia al escuadrón de la muerte llamado Triple A….Para no cambiar de dial, sólo quiero recordar en este momento que las organizaciones guerrilleras –estimuladas, armadas y entrenadas por otras organizaciones guerrilleras y algunos Estados- cometieron innumerables crímenes antes del golpe de Estado y antes de que naciera el monstruo de la Triple A. Sus integrantes no sólo asaltaron cuarteles y asesinaron militares, sino civiles. Cometieron crímenes de lesa humanidad o violaron el derecho humanitario, úsese la terminología que se quiera”.
“La Seprin brinda una larga lista de victimas civiles, de la cual sólo copiaré unos renglones, para no fatigarse. Algunos nombres iluminan la memoria: Arturo Mor Roig, Hipólito Pisarello, Oberdán Sallustro, Ramón Samaniego, Antonio Muscat….Su pecado había sido trabajar en empresas como Fiat, La Cantábrica, Hilandería Olmos, Tiendas Elena, Sancor, Swift, Materfer, Schering, Textil Oeste, Peugeot…Salteo varios renglones para evocar a los gremialistas perforados por la metralla: Henry Klosterman, Antonio Magaldi, José Rucci, José Alonso,…. También balearon al periodista David Kraiselburd. Hay otra lista, la de funcionarios, que también es larga e incluye personas de la intendencia de San Martín, Ferrocarril Mitre, Banco de la Nación, ENTEL, INTA. En fin, produjeron un reguero de cadáveres que, por ahora, no se consideran punibles” (De “El atroz encanto de ser argentinos” (II)-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2007).
Un sector importante de la población no sólo critica las acciones anti-reglamentarias cometidas por algunos militares, sino que le restan legitimidad a la defensa del país ante el asedio de la guerrilla promovida desde Cuba con las intenciones de que el Imperio Soviético se expandiera por toda Latinoamérica.
En el día de la memoria debemos recordar, en primer lugar, a los soldados, policías y militares que cayeron en defensa de la Patria impidiendo que la nación se convirtiera en una nueva cárcel soviética, y que quienes habitamos este suelo no fuésemos denigrados hasta llegar a obedecer a nefatos líderes como Fidel Castro o el Che Guevara.
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