Estamos habituados a escuchar cifras acerca de la desigualdad económica existente en el mundo, mediante las cuales se pone de manifiesto que un reducido porcentaje de la población posee un gran porcentaje de la riqueza mundial. Como una gran parte de la población supone que las riquezas ya están disponibles y vienen otorgadas por la naturaleza, y no creadas por el hombre, esto implicaría una injusticia que debería resolverse cuanto antes. Sin embargo, poco se tiene en cuenta que tiene más riqueza quien más produce (por lo general), y que, si se procediera a “redistribuir” esa riqueza entre los pobres, el sector productivo quedará imposibilitado de seguir generándola.
De ahí que deba tenerse presente, en cada caso, cómo obtuvo su patrimonio económico determinado individuo; es decir, si lo obtuvo mediante el trabajo, la innovación y la inversión, como lo han hecho muchas empresas, o bien si se trata de alguien que pertenece a un grupo guerrillero que por las armas se apoderó de una nación y la sometió durante varios años. Ludwig von Mises escribió: “Dentro de la economía de mercado a nadie empobrece la riqueza ajena. La riqueza de las clases acaudaladas no provoca pobreza. Antes al contrario, la mecánica que enriquece a unos deriva de haber satisfecho las necesidades de muchos de sus semejantes. Los empresarios, los capitalistas y los técnicos prosperan en tanto y en cuanto consiguen aplacar, de la mejor manera posible, las apetencias de los consumidores”.
“La filosofía popular del hombre corriente deforma estas realidades del modo más lamentable. Juan Pérez se halla convencido de que las nuevas industrias, gracias a las cuales disfruta de una vida cómoda que sus padres no sospechaban, son obra de un ente mítico llamado progreso. La acumulación de capital, el espíritu de empresa y el ingenio técnico no tienen nada que ver con la prosperidad, que, en su opinión, surge por generación espontánea” (De “La mentalidad anticapitalista”-Fundación Ignacio Villalonga-Valencia 1957).
En primer lugar, debe considerarse que el problema a resolver es el de la pobreza, y no tanto el de la desigualdad económica. Si alguien tiene medios económicos suficientes para llevar una vida normal y se amarga la vida comparándose con el vecino que posee mejor automóvil o se siente despreciable ante un acaudalado empresario, no debemos olvidar que la envidia es un problema tan viejo como el mundo y que no es aconsejable cambiar un proceso productivo eficaz para compensar los serios defectos personales que deben resolverse a nivel psicológico o psiquiátrico.
Una persona que no sea envidiosa, pensará mejorar su situación económica ganando hoy algo más que ayer, sin tener en cuenta al vecino, mientras que el envidioso deseará que al vecino le ocurra algo malo para, de esa forma, sentirse “igual”, socialmente hablando. Tales actitudes se reflejan en un caso imaginado como el siguiente:
a) En la China comunista, todos los obreros ganaban 100 unidades monetarias al mes.
b) En la actual China, algunos obreros ganan 300, y otros hasta 1.000 unidades monetarias al mes.
El envidioso dirá que existía mayor “igualdad social” en la China socialista de Mao y la preferirá a la actual China con economía de mercado, por cuanto, la desigualdad le resulta un infierno, ya que se verá superado por millones de personas. De ahí que las soluciones propuestas surgen de dos formas de pensar y de sentir distintas e incompatibles, y son las siguientes:
Socialismo: se trata de igualar económicamente a la población, aun en la pobreza, para evitar el sufrimiento de los envidiosos.
Liberalismo: se trata de elevar socialmente a la población permitiendo que todos puedan llegar a un nivel económico alto.
Por las razones expuestas, el socialista combate al empresario porque produce “desigualdad social”, mientras que el liberal lo valora porque crea riquezas. El socialista aspira a que el Estado confisque las empresas, o sus ganancias, para redistribuirlas pensando en la tan ansiada “igualdad”, mientras que el liberal propone que haya cada vez más empresarios buscando el desarrollo del mercado y de la nación.
La mentalidad anti-empresarial constituye la base ideológica de la única forma discriminatoria considerada legal y “políticamente correcta”. Ayn Rand escribió: “Si un pequeño grupo de hombres fuera siempre considerado culpable, en cualquier enfrentamiento con algún otro grupo sin considerar las cuestiones o circunstancias involucradas, ¿llamaría a eso acoso? Si a ese grupo se le obligara a pagar siempre por los pecados, errores, o fracasos de cualquier grupo, ¿llamaría a eso acoso? Si ese grupo tuviese que vivir bajo un silencioso régimen de terror, bajo leyes especiales, a las cuales todas las otras personas fueran inmunes, leyes que el acusado no puede comprender o definir con anticipación y que el acusador siempre puede interpretar de la manera que a él le guste ¿llamaría a eso acoso? Si este grupo fuera penalizado, no por sus fallas, sino por sus virtudes, no por su incompetencia, sino por su habilidad, no por sus fracasos, sino por sus logros y mientras mayor el logro, mayor la penalidad, ¿llamaría a eso persecución?”.
“Si su respuesta es «sí», entonces pregúntese qué clase de injusticia monstruosa usted disculpa, soporta, o está perpetrando. Ese grupo es el de los empresarios estadounidenses”.
“La defensa de los derechos de las minorías hoy es aclamada virtualmente por todos, como un elevado principio moral. Pero este principio, que prohíbe la discriminación, es aplicado por la mayoría de los intelectuales «socialdemócratas» de una manera discriminatoria: es aplicado sólo a las minorías raciales o religiosas. No es aplicado a esa minoría pequeña, explotada, denunciada, indefensa, que conforman los empresarios” (De “Capitalismo. El ideal desconocido”-Grito Sagrado Editorial-Buenos Aires 2008).
Por lo general, la gente asocia la palabra “empresario” a una persona exitosa, económicamente hablando, olvidando a todos los pequeños empresarios que quedaron en el camino. De ahí que no resulte exagerada la anterior exposición de Ayn Rand, por cuanto la mentalidad anti-empresarial es una de las razones por las cuales algunos países transitan por la etapa del subdesarrollo, con pocas posibilidades de superarlo en el futuro. Se estima que en la Argentina, al cabo de 10 años de fundadas, sólo sobrevive el 2% de las empresas.
Luego de la caída del comunismo, se pensaba que la mentalidad anti-capitalista habría de debilitarse. Sin embargo, el socialismo supo adaptarse a las épocas y, en lugar de tratar de expropiar empresas desde el Estado, se propone expropiar sus ganancias, ya que el político socialdemócrata se atribuye, como redistribuidor de lo ajeno, cierta superioridad moral respecto del productor de riquezas. La citada autora agrega: “Considere la maldad de juzgar a las personas con un doble estándar y de negar a algunos los derechos concedidos a otros. Los «socialdemócratas» de hoy reconocen el derecho de los trabajadores (la mayoría) a su subsistencia (sus sueldos) pero niegan el derecho de los empresarios (la minoría) a su subsistencia (sus ganancias). Si los trabajadores luchan por sueldos más altos, esto es aclamado como «ganancias sociales», si los hombres de negocio luchan por ganancias más altas, esto es condenado como «codicia egoísta»”.
“Si el nivel de vida de los trabajadores es bajo, los «socialdemócratas» culpan a los empresarios; pero si los hombres de negocios tratan de mejorar su eficiencia económica, para expandir sus mercados y ampliar los ingresos económicos de sus empresas, haciendo posibles sueldos más altos y precios más bajos, los mismos «socialdemócratas» los denuncian como «mercantilistas»”.
Gran parte de quienes promueven una mayor igualdad social, o bien la reducción de la pobreza en el mundo, dirigen la totalidad de sus sugerencias a las grandes empresas. Creen que una “redistribución de la riqueza” producirá grandes cambios, a pesar de que la cantidad de empresarios ha de ser, en ese caso, igual o menor. Los propios socialdemócratas, que poco o nada producen, no se sienten responsables por la situación. Incluso en sus mensajes parecen decir a la mayoría de la población, constituida por empleados y obreros: no cambien absolutamente en nada ya que ustedes no son en nada culpables por la situación. Justamente, al existir pocos empresarios y muchos empleados, en una sociedad, resulta imposible establecer mercados desarrollados que darán lugar, luego, a países desarrollados.
Todo parece indicar que la ambición del socialdemócrata sigue siendo la búsqueda, consciente o subconsciente, de la caída del capitalismo y la consiguiente destrucción de la civilización occidental, fines promocionados abiertamente por el marxismo-leninismo. “Siempre, en cualquier época, en cualquier cultura, o sociedad, se encuentra el fenómeno del prejuicio, la injusticia, la persecución y el odio ciego irracional hacia alguna minoría, la búsqueda de la pandilla que tiene algo que ganar con esa persecución, la búsqueda de aquellos que tienen un interés oculto en la destrucción de estas particulares victimas del sacrificio. Invariablemente, encontrará que la minoría acosada cumple la función de chivo expiatorio de algún movimiento que no quiere que se divulgue la naturaleza de sus fines personales. Todo movimiento que busca esclavizar a un país, toda dictadura o toda dictadura en potencia, necesita alguna minoría como chivo expiatorio, a la cual poder culpar por los problemas de la nación y usarla como justificación de sus propias demandas de poderes dictatoriales. En la Rusia Soviética, el chivo expiatorio fue la burguesía; en la Alemania Nazi, fueron los judíos, en Estados Unidos, son los empresarios”.
La reciente aparición, en los EEUU, de algunos pre-candidatos socialdemócratas, para las próximas elecciones presidenciales, está indicando que los temores o presunciones de Ayn Rand pueden llegar a confirmarse en los próximos años. “Estados Unidos aún no ha alcanzado el grado de una dictadura. Pero, preparando el camino, por muchas décadas pasadas, los hombres de negocio han servido de chivo expiatorio para toda clase de movimiento estatista: fascista, comunista, o asistencialista. ¿Por los pecados y males de quién se culpó a los empresarios Por los pecados y males de los burócratas”.
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