La obra de Pierre Teilhard de Chardin consiste esencialmente en enunciar y sostener un principio, el de “complejidad-conciencia”, que le da sentido tanto al universo como a la vida inteligente. De ahí que pueda considerarse como el intento definitivo de erradicar el ateismo, considerando al mismo como la postura que niega todo posible sentido, o finalidad, asociada tanto al universo como al hombre y la humanidad. Joël de Rosnay escribió: “Teilhard de Chardin sostiene que la materia del universo está organizada en una larga cadena de complejidad creciente. La cadena comienza en las partículas elementales, sigue con los átomos, las moléculas, las células y los organismos individuales; se extiende finalmente a los agrupamientos complejos constituidos por las sociedades humanas. En cada nivel de complejidad se encuentran los elementos constructivos a partir de los cuales se forma el siguiente, más complejo”.
“Aparentemente, Teilhard de Chardin fue uno de los primeros en subrayar que esta clasificación por orden de complejidad creciente correspondía también a una clasificación cronológica. De acuerdo con este enfoque, para comprender la vida en su estadio inicial es necesario observarla «en relación con lo que la precede más que en relación con lo que la sigue»” (De “La aventura del ser vivo”-Editorial Gedisa SA-Barcelona 1998).
El fundamento del proceso evolutivo, que va desde la materia inorgánica a la vida, se establece con el modelo cosmológico del “Big-bang” o Modelo de Friedman-Lemaitre-Robertson-Walker, y por el Modelo Estándar de la Física de Partículas. Adviértase que el mérito de Teilhard radica en haber sido el primero en postular el principio mencionado, que se extrae en la actualidad a partir de la vigencia de tales modelos; confirmados hasta el momento por la experiencia.
Al pretender que sus escritos e investigaciones sean consideradas bajo un punto de vista estrictamente científico, debe considerarse su veracidad, o su falsedad, bajo una óptica experimental, sin tener en cuenta afinidades de tipo ideológico o filosófico, que deben considerarse en el contexto de las ciencias sociales. Confiado en la veracidad de sus observaciones y en una adecuada interpretación posterior, Teilhard trata de compatibilizar (supuestamente) la religión cristiana con la ciencia experimental, lo que constituye, en nuestra época, una urgente necesidad. De la misma manera en que, en épocas pasadas, guiados por la creencia en una única verdad, se trató de buscar la compatibilidad de religión con filosofía, en la actualidad debe encontrarse la compatibilidad entre religión y ciencia, cuya primera consecuencia ha de ser el rechazo de las creencias incompatibles con la ley natural. Teilhard escribió: “Discutiendo, como científico, las perspectivas científicas, debo limitarme, y así lo haré estrictamente, al examen y a la disposición de las apariencias, es decir, a los «fenómenos». Preocupado por las ligazones y la sucesión que manifiestan estos fenómenos, no me ocuparé de sus cualidades profundas” (De “El fenómeno humano”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1967).
En principio, tal postura poco o nada tiene que ver con el marxismo, con la “lucha de clases” como motor de la historia y con la violencia asociada al socialismo real. Sin embargo, Teilhard pretende incorporar en su esquema lo que “está de moda”, lo que parece constituir alternativas válidas para la orientación del ser humano. Admite tácitamente que Cristo no es el único camino a la verdad, ya que interpreta que existen otras alternativas válidas al “amarás al prójimo como a ti mismo”. Al respecto escribió: “A diferencia de las venerables cosmogonías asiáticas que acabo de eliminar, los panteísmos humanitarios representan a nuestro alrededor una forma muy joven de religión. Religión poco codificada o sin codificar (aparte del Marxismo). Religión sin Dios aparente, y sin revelación. Pero Religión en el verdadero sentido, si con esa palabra designamos la fe contagiosa en un Ideal al que hay que entregar la vida propia. A pesar de extremas diversidades de detalle, un número rápidamente creciente de nuestros contemporáneos está ya de acuerdo en reconocer que el interés supremo de la existencia consiste en dedicarse en cuerpo y alma al Progreso universal, y que éste se expresa a través de los desarrollos tangibles de la Humanidad. Desde hace mucho tiempo, el mundo no había asistido a semejante efecto de «conversión». Lo cual significa que, bajo formas variables (comunistas o nacionalistas, científicas o políticas, individuales o colectivas), vemos sin lugar a dudas que a nuestro alrededor nace y se constituye, desde hace un siglo, una nueva Fe: la Religión de la Evolución” (De “Yo me explico”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1968).
Aquí parece aceptar sin inconvenientes a los nacionalismos; causas principales de las Guerras Mundiales. También al comunismo y a los colectivismos (generalmente totalitarios) que produjeron decenas de millones de víctimas. Al respecto agregó: “Comunismo, fascismo, nazismo, etc., todas estas corrientes mayores a donde vienen a confluir la multitud de los grupos deportivos, escolares, sociales, son con frecuencia condenados como un retorno a condiciones gregarias primitivas. Error. La vida no ha conocido, ni podía conocer nada comparable a estos movimientos en masa que, para producirse, exigen una napa homogénea de conciencia” (Citado en “Teilhard de Chardin o la Religión de la Evolución” de Julio Meinvielle-Ediciones Theoria SRL-Buenos Aires 1965).
Pareciera que tal visión evolucionista del mundo pretende compatibilizar ideologías de adaptación con falsas ideologías promotoras de violencia. Parece no distinguir entre el Bien y el Mal. La tibieza y la irresponsabilidad de su postura puede simbolizarse en la actitud de los “espíritus conciliadores” que razonan más o menos de la siguiente forma: Si para Cristo 2+2=4, y para Marx 2+2=5; entonces aceptamos como verdad que 2+2=4,5, y así quedamos todos contentos.
Teilhard está lejos de colocarse en una postura antagónica hacia la barbarie marxista-leninista aun cuando ya se conocían las catástrofes sociales ocurridas principalmente en la URSS y China. Pero el párrafo más inverosímil es el siguiente: “Como me gusta decir, la síntesis del «Dios» (cristiano) de lo alto y del «Dios» (marxista) de lo adelante, he aquí el solo Dios que podemos aquí en adelante adorar «en espíritu y verdad»” (Carta de mayo-junio de 1952) (Citado por J. Meinvielle).
En realidad, en lugar de buscar una compatibilidad entre cristianismo y ciencia, Teilhard busca compatibilizar cristianismo con marxismo. En lugar de representar a los máximos promotores del amor (Cristo) y del odio (Marx), en oposición, los representa como dos vectores desplazados un ángulo de 90º, y cuya resultante, a 45º, representa la síntesis esperada y promovida por Teilhard. Al respecto escribió: “En virtud de lo que acabo de decir, la figura adjunta representa simbólicamente el estado de tensión en que se halla al presente, más o menos conscientemente, instalado todo individuo humano a consecuencia de la aparición, en su propio corazón, junto a las tradicionales fuerzas ascensionales de adoración (Oy) [Eje vertical], una modernísima acción propulsiva (Ox) [Eje horizontal] ejercida sobre cada uno de nosotros por las recién nacidas fuerzas de trans-hominización. Para concretar más el problema, reduzcámoslos a sus términos más perfectos o más expresivos. Es decir, convengamos en que Oy representa simplemente la tendencia cristiana, y Ox representa simplemente la tendencia comunista o marxista, tal como cristianos y marxistas se expresan comúnmente en torno a nosotros, en este mismo momento”.
“Como un conflicto –y aun como un conflicto en apariencia irreductible- nos es forzoso responder. Aquí (siguiendo Oy) una Fe en Dios indiferente, si no hostil, a toda idea de una ultra-evolución de la especie humana. Allí (siguiendo Ox) una fe en el Mundo, formalmente negativa (al menos verbalmente) de todo Dios trascendente”.
“Tomada en sí sola, la fe en el Mundo no basta, pues, para mover la Tierra hacia delante. Pero tomada en sí sola, tampoco es seguro que la fe cristiana, en su antigua explicitación, baste todavía para levantar al Mundo hacia lo alto…Por definición, por principio, la función distintiva de la Iglesia es la de saber y poder cristianizar todo lo humano en el Hombre. Ahora bien, ¿qué puede acontecer (qué no está ya aconteciendo…) si, en el momento preciso, cuando en la «anima naturaliter christiana» empieza a surgir una componente tan viva como la conciencia de un «ultra-humano» terrestre, que la autoridad eclesiástica ignora, desdeña o incluso condena, sin siquiera llegar a comprenderla, la nueva aspiración?”.
“Oy y Ox, en lo alto y hacia delante: dos fuerzas religiosas, repito, que ahora ya se afrontan en el corazón de todos los hombres; dos fuerzas, acabamos de verlo, que se debilitan y marchitan si se aíslan; dos fuerzas, por consiguiente (y es lo que me falta por demostrar), que sólo esperan una cosa: no que hagamos una elección entre ambas, sino que hallemos el modo de combinarlas a la una con la otra” (Extractos de “El porvenir del hombre”-Taurus Ediciones SA-Madrid 1962).
Según Teilhard, el marxismo-leninismo, que produjo en el mundo unas cien millones de victimas al intentar imponer el socialismo, no debe desaparecer, sino que debemos “combinarlo” y compatibilizarlo con el cristianismo. Ésta parece ser la semilla que ha crecido dentro de la Iglesia hasta relegarla al lugar más denigrante en toda su historia, ya que la propia Iglesia de Cristo trata de asociarse a las fuerzas del Anti-Cristo.
El autor del presente escrito, como posiblemente les ocurra a los lectores, nunca sospechó semejante sacrilegio y traición hacia la Iglesia y, sobre todo, a la humanidad. El mensaje teilhardiano resulta ser el perfecto disfraz de quien, consciente o no, ha resultado ser “un lobo con piel de cordero”. Incluso la trampa siguió presente, luego de su muerte, cuando varios bienintencionados miembros del Comité científico y destacados académicos de Francia, patrocinaron la edición póstuma de sus obras.
El error, que muchas veces se comete, consiste en rechazar toda la obra de Teilhard, o bien aceptarla totalmente. En el primer caso se incurre en el error de rechazar un planteo evolucionista que resulta compatible con la realidad, mientras que en el segundo caso se llega a aceptar una ideología nefasta, como es el marxismo. Henri Poincaré expresó: “Dudar de todo o creerlo todo, son dos soluciones igualmente cómodas, pues tanto una como la otra nos eximen de reflexionar”.
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