En una sociedad, el disenso es algo normal siempre y cuando se reconozcan instancias superiores de cuyo ámbito surgirán posibles acuerdos. Las opiniones diversas, que conducen a un mismo objetivo, permiten disponer de varios puntos de vista sobre un mismo aspecto de la realidad. Por el contrario, cuando no se acepta instancia superior alguna, los desacuerdos pueden conducir a posturas irreconciliables.
A veces la Argentina nos parece un conjunto de seres humanos sin objetivos comunes, estando cada uno dedicado a lo suyo, sin interesarse por lo que le pueda suceder a los demás. Tal desinterés se advierte en la falta de respeto a toda ley vigente, por lo que se la ha considerado como “un país al margen de la ley”. Otras veces la vemos como un país dividido en dos bandos, sin instancias superiores comunes y, por lo tanto, irreconciliables. A estos dos bandos podemos denominarlos con las letras A y B, con la esperanza de que sea un antagonismo que finalmente podamos superar.
Así como dos fuerzas coincidentes duplican su efecto, dos fuerzas en oposición se anulan, haciendo estériles su existencia individual. De ahí que un primer punto de desacuerdo entre ambas posturas en conflicto sea precisamente la elección de los “héroes” nacionales. Teniendo en cuenta que las divisiones abruptas impiden el desarrollo de una sociedad, los héroes nacionales serán aquellos personajes históricos que favorecieron la unidad nacional acudiendo a instancias superiores, mientras que los antihéroes serán quienes promovieron la desunión y la discordia, incluso considerándose ellos mismos como la “instancia superior” a considerar, aun sobre ideales tales como Dios, la Patria o la Nación.
Teniendo presente la opinión del Gral. Manuel Belgrano acerca de las desventajas de las divisiones irreconciliables, tenemos al trío Rosas-Perón-Kirchner como los máximos promotores de división en la sociedad argentina. Belgrano escribió: “Procurando indagar en la historia de los pueblos las causas de la extinción de su existencia política, habiendo conseguido muchos de ellos un renombre que ha llegado hasta nuestros días, en vano las hemos buscado en la falta de religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de la autoridad de los gobernantes, en la corrupción de las costumbres, y demás”.
“Después de un maduro examen y de la reflexión más detenida, hemos venido a inferir, que cada uno de aquellos motivos, y todos juntos no han sido más que concausas, o mejor diremos, los antecedentes que han producido la única, la principal, en una palabra, la desunión”.
“Esta sola voz es capaz de traer a la imaginación los más horribles desastres que con ella puede sufrir la sociedad, sea cual fuere el gobierno que la dirija: basta la desunión para originar las guerras civiles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el imperio más floreciente” (De “La Revolución de Mayo y sus proyectos nacionales”-Alejandro Herrero-Grupo Editor Universitario-Buenos Aires 2010).
Podemos resumir las características de ambos sectores:
a) Argentina A: Admite instancias superiores. Busca la verdad y la unidad nacional. Trata de insertarse en la civilización Occidental (Democracia económica y política junto al cristianismo)
b) Argentina B: No admite instancias superiores. Busca el poder a costa de la unidad nacional. Adopta posturas totalitarias y anti-occidentales.
Un ex-integrante de Montoneros, Héctor Ricardo Leis, expresó: “Lo que estábamos percibiendo intuitivamente en esa época [los 70] y lo vemos muy claro hoy es que dentro de los movimientos democráticos es normal que existan facciones, grupos o sectores enfrentados. Pero dentro de los movimientos fascistas o totalitarios de cualquier signo existen enemigos irreconciliables. Hasta un determinado momento unos y otros van juntos pero después se matan. Eso fue lo que ocurrió con las SA en tiempos de Hitler en Alemania. Las SA lo ayudaron a conquistar el poder para ser luego eliminados. Entre nosotros, la Juventud Peronista y Montoneros ayudaron a Perón a subir y después Perón nos quiere matar a todos” (De “El diálogo” de Graciela Fernández Meijide y Héctor Ricardo Leis-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2015).
Luego del partido entre Boca y River, en donde hinchas del primero agredieron con sustancias químicas a jugadores del segundo, se afirma que previamente existió cierta “planificación” en la que se proponían diversas formas de ataque contra los jugadores del bando “enemigo”. Surgieron comentarios periodísticos señalando la gravedad de la situación sin advertir que lo grave no radica en que un sector de hinchas adopte tal actitud, sino que un gran sector de la población admita como ejemplos a Perón y al Che Guevara cuyas formas de lucha política implican esencialmente eliminar al adversario político convertido en enemigo. Perón expresa en su discurso del 31/Ago/55: “La consigna para todo peronista, esté aislado o esté dentro de una organización, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”.
Posteriormente expresa: “Al amigo, todo; al enemigo, ni justicia, porque en esto no se puede tener dualidades”. Luego (21/01/74), en un comunicado a las Fuerzas Armadas, durante su tercer mandato presidencial, sugiere el exterminio de sus antiguos aliados, los guerrilleros marxistas: “Teniendo en nuestras manos las grandes banderas o causas que hasta el 25 de mayo de 1973 pudieron esgrimir, la decisión de las grandes mayorías soberanas nacionales de protagonizar una revolución en paz y el repudio unánime de la ciudadanía, harán que el reducido número de psicópatas que va quedando sea exterminado uno a uno para el bien de esta República”.
Graciela Fernández Meijide comenta al respecto: “Este fomento del odio que transforma al adversario en un enemigo irreconciliable al que hay que exterminar aún existe. En dosis menores o mayores reaparece dependiendo de las circunstancias. En distintos momentos, en la Argentina la gente pasó a creer que las cosas se podían conseguir con más violencia. Y lo que comienza con un verdadero culto a la violencia acaba siendo un culto al odio y, en última instancia, un culto a la muerte”.
En los medios masivos de comunicación del Estado, manejado por el kirchnerismo, se propala actualmente la ideología que promovió las acciones subversivas de los 60 y 70, siguiendo vigente la idea sembrar el odio y los enfrentamientos entre la Argentina A y la Argentina B. Las ideologías con poco o ningún sustento en la realidad constituyen el primer peldaño en la escala ascendente de la violencia generalizada. Héctor Leis expresó: “La ideología impedía ver la realidad. Yo fui comunista, peronista, socialista, socialdemócrata, verde, liberal. Ahora no soy nada de eso. Pasé por todas. Ahora pude ver la realidad. El que antepone su ideología, el que dice «yo siempre fui peronista» o «yo siempre fui socialista» no ve la realidad. ¡Hay tanta ideología en la Argentina! La noción de ideología en la Argentina representa un sentimiento negativo, un sentimiento de violencia, de ganas de matar al otro”.
A pesar de los nefastos acontecimientos de los 70, la Argentina B sigue promoviendo la división de la sociedad entre “amigos” y “enemigos”, incluso alineándose con países en franca oposición a todo lo que signifique civilización occidental. En la Casa Rosada, dos granaderos escoltan un cuadro de Ernesto Che Guevara por cuanto el camino emprendido es el de la lucha motivada por el odio al enemigo. El citado autor nos da una viva imagen de lo que sentía en su etapa de guerrillero, como fiel emulador y admirador del Che:
“Yo quería matar a todo el mundo. Una vez estábamos en la ruta que va a Berisso y Ensenada, esperando a dos camiones de Techint para hacer un atentado. Inesperadamente aparecen unos camiones del Ejército que estaban patrullando la zona. Eran dos camiones cargados de soldados. Le dije a mi responsable: «Aprovechamos y los matamos a todos». Íbamos a matar a conscriptos. Yo era consciente de eso. También sabía que era muy probable que nos mataran, más allá de la ventaja de la oscuridad y de estar atrincherados sobre la banquina. Pero yo tuve esa sensación, yo quería matarlos a todos. Uno de los que me acompañaban se cagó, literalmente, y me dijo: «Vayámonos». En el camino quiso enterrar las armas y tuve que insubordinarme, saqué el seguro del arma, y le dije «no, si vos la dejás, yo me llevo tu arma, pero yo no voy a dejar ningún arma aquí». Después lo procesaron en la organización y debe haber quedado por el camino, el pobre pibe”.
“Era un pibe joven que había sido llevado a oficial por ser fiel a la línea, pero que no tenía mucha experiencia de combate. El que entró en el combate varias veces tiene siempre el deseo de vengarse. O sea, si vos nunca entraste en combate, vos dudás. Pensás «entro, no entro». Si entraste una vez, y ganaste y mataste a todos, la próxima vez podés hasta ser magnánimo. Pero si empataste o perdiste, la próxima vez querés, igual que en la ruleta, doblar la jugada a ver si ganás. Doblás una y otra vez. Doblás, doblás. Y querés matar a todo el mundo. No podés parar. A veces hay circunstancias que te hacen parar. A mí la circunstancia que me hizo parar fue la conciencia de la derrota, cuando yo percibí que estábamos derrotados”.
La Argentina B, la del odio, el totalitarismo, el populismo y el subdesarrollo, sigue vigente bajo el lema “vamos por todo”. El acontecimiento del partido de fútbol señalado, no hace más que mostrarnos la actitud predominante en los grupos violentos, que es esencialmente similar a la del peronista o del kirchnerista. Aunque debe admitirse que en la actualidad ya no se busca la eliminación del enemigo sino su descalificación, su degradación o su ninguneo. Mario Bunge escribió: “Basurear es hablar mal de algo o de alguien. El ninguneo es el colmo del basureo; es transformar a alguien en nadie. Y algunear es lo opuesto, esto es, sacar a alguien del anonimato”. “En los regímenes totalitarios se ningunea al individuo al mismo tiempo que se florea al Estado o al partido dominante y su cabeza visible. Una de las consignas más populares del régimen nazi fue «Tú no eres nadie, tu pueblo lo es todo». Y el mariscal Goering declaró una vez que la Revolución Francesa de 1789 no había ocurrido” (De “Provocaciones”-Edhasa-Buenos Aires 2011).
No puede existir diálogo entre las dos Argentinas por cuanto una instancia superior, como la ética natural y universal, no es reconocida por una de las partes, justamente por aquel sector que declara “enemigos” a la gente decente y la degrada en forma permanente junto a toda institución que la represente o la caracterice. El viejo eslogan utilizado por los adeptos de la Argentina B de “defender al trabajador” constituye el punto de partida para el proceso de discriminación social por el cual se presupone que a los trabajadores, inocentes hasta que se demuestre lo contrario, se los debe defender de los empresarios, culpables hasta que demuestren lo contrario. En lugar de buscar inocentes y culpables en ambos lados, se promueve la división social luego de sembrar tal semilla de discordia.
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