El hombre es el principal artífice del proceso de la evolución cultural, asociado a la vida inteligente, siendo la ciencia y la tecnología una parte importante de la actividad humana que lo favorece. El conocimiento científico tiende a constituirse en el único saber realmente objetivo, superando las etapas en que predominaba el subjetivismo religioso y filosófico, de los cuales sólo sobrevive aquél que admite un fundamento científico. Walter L. Wallace escribió: “Los métodos científicos buscan, deliberada y sistemáticamente, aniquilar el punto de vista del científico individual. Nos gustaría poder decir de cada enunciado de información científica (ya sea una observación, una generalización empírica, una teoría, una hipótesis o una decisión para aceptar o rechazar una hipótesis) que representa una imagen imparcial del mundo; no la imagen personal del mundo de un científico dado, y en último extremo ni siquiera una imagen humana del mundo, sino una imagen universal que representa el modo en que el mundo «realmente» es, sin considerar el tiempo o el lugar de los acontecimientos observados y sin considerar ninguna característica distintiva del observador” (De “La lógica de la ciencia en la sociología”-Alianza Editorial SA-Madrid 1976).
La ciencia es la actividad cognoscitiva del hombre por medio de la cual describe las leyes naturales que rigen todo lo existente. Organiza el conocimiento en forma axiomática y verifica sus resultados contrastándolos con la propia realidad. Tiene dos aplicaciones básicas: permite nuestra adaptación cultural al orden natural y brinda el conocimiento que le permite a la tecnología realizar su misión. Karl R. Popper escribió: “Ciertamente, sólo admitiré un sistema como empírico o científico si es capaz de ser contrastado con la experiencia…Un sistema empírico científico debe poder ser refutado por la experiencia” (Citado por W.L. Wallace).
La evolución y la adaptación biológica involucran periodos del orden de los millones de años. De ahí que se nos impone la necesidad de acelerar dicho proceso, es decir, debemos reemplazarlas por algo que busque una misma finalidad en menor tiempo. Así, los ambientes climatizados, la vestimenta, los medicamentos, etc., junto a las herramientas, máquinas y dispositivos que extralimitan las potencialidades de nuestros músculos y de nuestra mente, son el resultado de la tecnología; que tiene una finalidad similar a la de la evolución biológica.
La actitud que permite el progreso científico y tecnológico no ha de diferir esencialmente de la que promueve el progreso de los demás aspectos culturales. De ahí que no sólo encontraremos actitudes cooperativas, sino también egoístas y competitivas. Así como el trabajo ha de ser tan intenso como profundos sean los ideales que lo motivan, es importante vislumbrar los ideales de la ciencia y de la tecnología para que motiven nuestro accionar. Si las consideramos como partes del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural, veremos en ellas una finalidad cercana a la de la propia religión.
La vida de Louis Pasteur muestra facetas similares a la vida de un santo. Alguna vez tuvo que contemplar el sufrimiento de quienes morían por la rabia, o el de quienes tenían que padecer los primitivos e inoperantes métodos para combatir la enfermedad, por lo que puso todo su empeño y su capacidad para el más noble fin de toda actividad humana: disminuir y evitar el sufrimiento de sus semejantes.
La ciencia y la tecnología, dirigidas desde el Estado por políticos, son promovidas por quienes además proponen una economía estatal planificada. La planificación de las actividades creativas lleva a restringir y a anular la libertad de pensamiento y de acción. Cuando los nazis llegan al poder, deben irse de Alemania y de Austria muchos científicos de primer nivel. También los físicos integrantes del grupo de Roma, dirigidos por Enrico Fermi, deben irse ante las divergencias con el Estado fascista. Respecto de la URSS, Andrei Sajarov escribió: “Escritores, pintores, artistas, pedagogos, humanistas, todos se hallan sometidos a tan monstruosas presiones que no pueden por menos de admirarle a uno que el arte y las letras no hayan desaparecido por completo de nuestro país. La influencia de estos mismos factores anti-intelectuales es más indirecta sobre las ciencias exactas y la técnica, pero no menos destructiva” (De “Mi país y el mundo”-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).
Cuando se habla de “revolución”, como un paso adelante en el desarrollo de las sociedades humanas, casi siempre se hace referencia a la reacción violenta de los súbditos ante el egoísmo de los gobernantes. En realidad, lo que cambia el aspecto de las sociedades son las innovaciones tecnológicas, como lo fue la que produjo la Revolución Industrial del siglo XVIII. El nombre más ilustre fue el de James Watt, quien perfecciona la máquina de vapor. La industria se ve favorecida por este dispositivo mientras que sus seguidores se encargan de “llevar la revolución” a otros ámbitos: Robert Fulton la aplica a la navegación, mientras que George Stephenson la aplica a los ferrocarriles. Y el mundo dejó de ser lo que antes fue.
El avance tecnológico, en la antigüedad, fue establecido por el aporte de inventores aislados, pero a fines del siglo XIX, Thomas A. Edison reúne en su empresa a varios inventores para que puedan dedicarse exclusivamente a esa tarea. Igualmente, en los Laboratorios Bell, fundado por el inventor del teléfono, surgen avances importantes de la tecnología, como el transistor, la teoría de la información, la transmisión en banda lateral única, los filtros eléctricos, la radioastronomía, la verificación de las propiedades ondulatorias de las partículas atómicas, etc. Ocho de sus empleados fueron galardonados con el Premio Nobel de Física.
La actitud del científico difiere esencialmente de la actitud del ingeniero. Mientras que el primero busca conocer la ley natural que rige determinado fenómeno natural, el segundo busca aplicarla para resolver algún problema planteado, o para optimizar alguna solución ya existente. El científico se desinteresa por una posible aplicación práctica de sus conocimientos, mientras que el ingeniero se desinteresa por el fundamento científico de los conocimientos que emplea; aunque también existen posturas intermedias.
La búsqueda de la unificación de las fuerzas de la naturaleza, surgida de necesidades puramente teóricas, favoreció indirectamente el avance tecnológico. Así, cuando Isaac Newton unifica la gravedad celeste con la gravedad terrestre, establece las leyes de la mecánica, que son la base científica de la tecnología respectiva. Cuando con los trabajos de Michael Faraday se unifican los fenómenos eléctricos y magnéticos, aparecen las máquinas eléctricas (generadores, motores, transformadores). Cuando James Clerk Maxwell logra la síntesis del electromagnetismo y la radiación, establece la base científica para las comunicaciones de larga distancia, como la radiotelefonía y la televisión. Lo anterior implica que no es conveniente una “dirección de la ciencia hacia aplicaciones concretas”, por cuanto la ciencia avanza motivada por la simple y saludable curiosidad intelectual.
Cuando se realiza la corrección relativista de la mecánica (Albert Einstein) surge la posibilidad de la conversión de la masa en energía. Cuando Louis de Broglie predice la existencia de propiedades ondulatorias de las partículas atómicas, no tiene en su mente la aplicación de su descubrimiento: el microscopio electrónico, que favoreció las investigaciones en biología y en medicina. Cuando se estableció la lógica simbólica (George Boole) no se tuvo en cuenta la aplicación posterior, ya que dicha estructura matemática resultó ser también el fundamento matemático de la electrónica digital, que dio lugar a la computadora digital y a la revolución informática. Cuando se realiza la corrección cuántica de la mecánica (Werner Heisenberg, Erwin Schrödinger, Paul Dirac) no estaba prevista una importante aplicación: el transistor, que es la unidad básica de la microelectrónica. Cuando el matemático V. Jones estudia la topología de nudos, no esperaba que las fórmulas por él encontradas sirvieran para determinar la factibilidad de realización de moléculas por medio de la ingeniería genética. En todos estos casos se nota que una finalidad científica da lugar a una aplicación tecnológica imprevista.
Una de las secuencias típicas, en la historia de la ciencia y de la tecnología, se da en el caso del descubrimiento y aplicación de las ondas electromagnéticas. Primero aparece la descripción teórica (Maxwell), luego la verificación experimental (Heinrich Hertz) y finalmente la aplicación tecnológica: la telegrafía sin hilos (Guglielmo Marconi).
También ha habido casos en que la tecnología se adelanta a la ciencia. Así, el desarrollo de la máquina de vapor (Savery, Newcomen, Watt) siguió una secuencia inversa a la anterior, ya que primero aparece la aplicación tecnológica sin que exista una teoría que la contemple; apareciendo la descripción teórica varios años más tarde (Sadi Carnot).
El progreso tecnológico libera al hombre de esclavizantes tareas, aunque también puede producir el desempleo tecnológico. En vez de actuar como un medio que adapta al hombre al medio natural, resulta que lo desadapta del medio social. La educación técnica tiende a solucionar este inconveniente.
La comodidad excesiva implica un consumo desmedido de energía y ello conduce a una adicional contaminación del medio ambiente. También produce deterioros físicos, como es el caso de quienes poco caminan por cuanto se desplazan en automóvil en forma casi permanente. Otros se vuelven dependientes de la posesión de la novedad tecnológica y viven con ansiedad la espera de la próxima innovación.
Los preparativos militares aceleraron el desarrollo científico y tecnológico, tal fue el caso de la Ecole Politechnique, instituto francés en donde se formaban los ingenieros militares de Napoleón. Dirigido por Laplace y Lagrange, preparó a varios de los mejores científicos franceses del siglo XIX. Durante la Segunda Guerra Mundial, se reúne en EEUU una gran cantidad de científicos con la misión de realizar la bomba termonuclear (de fisión). Luego de finalizada la guerra, se logra un arma más poderosa aún: la bomba de hidrógeno (de fusión), cuyo proceso es similar al que permite a las estrellas producir energía a partir del hidrógeno.
La obtención de energía por fisión y por fusión nuclear (esta última sólo a nivel experimental, por ahora) implica que el hombre obtiene energía por métodos terrestres, y no sólo a partir del Sol. Cuando se agoten las reservas de petróleo, carbón y uranio, la fusión nuclear será nuestra salvación energética. Puede verse que lo que implica ser el principal medio de autodestrucción, también puede significar el principal medio de supervivencia. Mientras que la ciencia siempre es “buena”, porque provee un conocimiento progresivo, su aplicación (tecnología) es “neutra”, por cuanto puede ser aplicada tanto para el Bien como para el Mal.
El descubrimiento del genoma humano (mapa genético) permitirá, en el futuro, el tratamiento de gran cantidad de enfermedades hereditarias. De esa forma, la ciencia y la tecnología seguirán favoreciendo el aumento de la duración promedio de la vida del hombre. Así como la fusión nuclear puede ser un medio de supervivencia o de autodestrucción, las aplicaciones de la biología molecular podrán constituir la salvación alimenticia de la humanidad o bien la generación de desórdenes biológicos imprevistos.
La ética del científico, y la del ingeniero, no difieren de la ética que debe imperar en todo ser humano. Toda acción será buena o mala según buenos o malos sean los efectos que produzca, pero, cuando no se conocen totalmente las leyes naturales que rigen a ciertos fenómenos biológicos, no es posible prever los efectos que seguirán a determinadas causas. Y aquí es necesario tener presente ciertas tendencias, o principios, vigentes en el orden natural. El hombre no debe pretender dominar la naturaleza, sino vivir en armonía con ella, porque el camino a seguir viene impuesto por sus leyes, y no sólo por los deseos de los hombres.
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