Por lo general, las denominaciones asociadas a los integrantes de grupos políticos, tienden a reflejar la esencia ideológica y personal de los mismos, como es el caso de la denominación “liberal” adoptada por quienes consideran que la libertad individual ha de ser un objetivo prioritario que debe alcanzarse en una sociedad. En el caso de la denominación “socialista” se espera algo similar, es decir, que el socialista sea una persona sociable y que identifique a todo miembro de la sociedad como un amigo potencial, si todavía no lo es. Sin embargo, es fácil verificar que la actitud socialista dista bastante de esa posibilidad.
El primer síntoma de discordancia entre actitud y denominación aparece en la postura socialista respecto del cristianismo. Como se sabe, la esencia de los Evangelios radica en los mandamientos orientados, el primero, a tener siempre presente la existencia de un orden natural al cual nos debemos adaptar, mientras que el segundo nos sugiere compartir las penas y las alegrías de los demás (el prójimo) como propias, sin hacer distingo entre familiares y extraños, o entre nacionales y extranjeros. De ahí que Cristo haya sido alguien sociable al extremo pretendiendo que todos lo fuéramos.
Los socialistas, sin embargo, se oponen a lo que predica el cristianismo delatando justamente una sociabilidad débil o inexistente. Podemos ejemplificar la situación con algunas expresiones de Juan B. Justo, el fundador del socialismo en la Argentina: “Su función [de la religión] esencial es el engaño que amedrenta a los hombres, la fascinación que los entrega inermes a la voluntad ajena, hacer del hombre «el animal doméstico de Dios» para que sufra paciente el despotismo, embaucarlo con promesas de ultratumba que lo anestesien para los dolores de su miseria presente”. “No tiene en sí misma la religión ninguna tendencia progresiva. Sus dogmas, apenas enunciados, se petrifican”.
“Infinitamente superior a las religiones por sus fundamentos objetivos y su influencia sobre la conducta de creyentes y profanos, ese exaltado idealismo tiene, sin embargo, algo de ellas, y puede decirse que es el lado religioso del socialismo”. “Por mucho que los ideales obreros se alejen de la realidad, están siempre incomparablemente más cerca de ésta que las absurdas esperanzas sugeridas por las sectas cristianas y otras iglesias”.
“Cada paso hacia la vida inteligente nos inmuniza contra la inoculación religiosa y nos hace impenetrables al dogma. La ciencia, en anhelo de saber, la investigación de la verdad es la actividad humana más estorbada por las ligaduras religiosas, la que está siempre con ellas en inmediato conflicto y tiende primero a romperlas”.
“Las nuevas verdades sólo tienen trascendencia histórica en cuanto se hacen vulgares y, directa o indirectamente, se incorporan al sentido común”… “prácticamente el hombre es el centro del mundo, y nada tanto como el hombre mismo debe preocupar al hombre” (Citado por Rolando M. Rivière en “Concepto humanista de la historia”-Ediciones Libera-Buenos Aires 1966).
El socialista ubica al hombre en el lugar central de su vida mientras que el religioso y el científico ubican a Dios, o a las leyes naturales, como el centro de sus pensamientos, lo que no significa relegar al hombre a un lugar secundario sino, simplemente, implica tener un mínimo de sentido común al advertir que el universo no fue creado por el hombre y que debemos indagarlo para conocer nuestro lugar y nuestra misión en el mismo.
Quien asocia cierto antagonismo entre ciencia y cristianismo no ha advertido que la mecánica y la astronomía adquieren sus fundamentos a partir de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton, adeptos a los Evangelios, mientras que los también cristianos practicantes Faraday y Maxwell establecen los fundamentos del electromagnetismo, por citar algunos ejemplos.
En cuanto a los dogmas mencionados por Juan B. Justo (que no ve tan justo) debe advertirse que las leyes naturales que rigen nuestra conducta son invariantes, tal es así que la neurociencia se ocupa de investigar actualmente fenómenos relacionados con la empatía, que son esencialmente los fundamentos neurológicos de la actitud afectiva predicada por Cristo. Además, el cristianismo pone en juego su prestigio estableciendo profecías para el futuro, advirtiéndose lo infundadas que son las críticas a su aparente estancamiento. Eso sí, si consideramos como cristianismo, no a lo que aparece en la Biblia, sino a lo que piensa o hace algún predicador o algún creyente concreto, es posible encontrarle justificación a las criticas adversas de los socialistas.
Otros de los valores culturales atacados por el socialista es la libertad, ya que considera que el hombre en estado de libertad tiende a perjudicar a los demás ya que las condiciones lo permiten. Si el socialista cambia esas condiciones, supone, será posible una mejora del ser humano. Adolfo Zerboglio escribió: “No es por la bondad humana por lo que se establecerá el socialismo; por el contrario, es el socialismo el que hará mejores a los hombres al imposibilitar el ejercicio de las malas acciones y de las facultades psíquicas inferiores”. “Del mismo modo en que hemos ido perdiendo en el transcurso de los siglos los hábitos y tendencias salvajes que resultaban innecesarios por inútiles, así nuestros hijos perderán los que hoy tienen en cuanto no les sean beneficiosos”. “En realidad, no existe la naturaleza humana intrínsecamente”.
Ello implica que el socialista propone moldear la naturaleza humana para cambiarla, bajo el socialismo, hasta llegar a un hombre pleno de virtudes y exento de defectos. Pero tales virtudes y defectos no provendrán de aquellos considerados por el cristianismo, ya que han sido desechados, sino de una escala de valores asociada a la producción de bienes materiales. No serán los atributos afectivos los que conducirán al hombre a asociarse a los demás, sino que se vinculará a los demás mediante los medios de producción. Es decir, los demás seres humanos no serán nuestros hermanos, como lo propone el cristianismo, sino que serán nuestros “socios”, ya que todos seremos dueños de los medios de producción confiscados previamente por el Estado.
Si los valores cristianos no son tales, entonces el hombre no debe preocuparse por cumplir con los mandamientos bíblicos ni tampoco tratar de compartir las penas y las alegrías de los demás como propias, sino que debe tratar de obedecer las directivas de los planificadores socialistas. El citado autor agrega: “Si es el medio el que determina las costumbres, el que forma el carácter humano, bastará que un cierto ambiente social produzca la bondad como consecuencia de la adaptación al mismo, para no considerar contrario a la Naturaleza un orden social cuya constitución ha de predisponer a la bondad de los hombres”. “La bondad, en ese caso, será un efecto natural, no una causa, del nuevo régimen social” (De “El socialismo”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 1947).
Mientras que, para el cristianismo, y para una parte de los científicos sociales, es el individuo el que conforma la sociedad, para el socialista es la sociedad la que “conforma” a los individuos. Luego, en lugar de buscar una mejora ética individual, para que mejore la sociedad, propone un cambio de las relaciones de producción para producir tal mejora. De ahí que actualmente las leyes humanas tiendan a proteger al delincuente por cuanto, se aduce, su maldad se debe a la existencia de un sistema social injusto (la sociedad capitalista) por lo que no se lo debe castigar. Bajo un sistema de producción socialista, por el contrario, dejará de haber delitos y corrupción. Mientras tanto, las víctimas inocentes y sus familiares deben soportar todo el peso de los efectos de la creencia socialista básica.
El socialista supone que, al expropiar los medios de producción, nacerá, mediante una especie de magia, un nuevo hombre y una nueva sociedad, es decir, una nueva sociedad, primero, y un nuevo hombre después. Sin embargo, ha ocurrido muchas veces que quienes no aceptan el robo de su propiedad y la pérdida de su libertad, hayan sido considerados enemigos del pueblo, de la patria y del Estado, por lo que deben sufrir los efectos del desprecio, las amenazas y el terror, como ocurre actualmente en Venezuela. Por lo general, se supone que el socialismo implica, en el peor de los casos, vivir modestamente ganando en otros aspectos. Sin embargo, cuando el líder socialista está muy convencido de sus ideas, impone a sus enemigos un régimen de miedo y terror que malogra las vidas de quienes se le oponen. Arnaldo Pedrosa D’Horta escribió: “No nos contentaría una solución que, eliminando el capitalismo privado, fuese a resultar una forma superior de explotación del trabajador: el capitalismo de Estado. No queremos derrumbar las bastillas de mil propietarios, comerciantes, banqueros e industriales para con sus despojos construir una superbastilla en la que un Estado autocrático sea el nuevo esclavizador del hombre” (De “Examen del comunismo”-Editorial Antloy-Buenos Aires 1957).
Tal posibilidad, el capitalismo de Estado, es la consecuencia inmediata y necesaria de toda confiscación masiva, por lo cual el socialismo real tiende a acentuar cada uno de los defectos que el socialista atribuye al capitalismo. Andrés Oppenheimer escribió: “Cientos de bailarinas cubanas, en su mayoría mulatas menores de 25 años, han estado llegando a esta ciudad en los últimos tres años. El régimen cubano, desesperado por divisas, comenzó a exportarlas a México con visas de seis meses, bajo un acuerdo por el cual los empresarios mexicanos entregaban el total de los salarios de las artistas al gobierno de Cuba, y éste a su vez les paga a las bailarinas una pequeña fracción de los mismos. En otros países, este tipo de explotación sería denunciada como una forma de esclavitud. Pero en la jerga oficial de Cuba y México, este tipo de arreglos oficiales –que también se realizan con entrenadores deportivos cubanos- se conocen como «convenios de intercambio cultural»”.
Debido a las limitaciones laborales impuestas por el Estado cubano, surge una economía paralela, o ilegal, el mercado negro, que se abastece a través del robo al Estado. El citado autor agrega: “Los cubanos sobreviven gracias al robo cotidiano de los bienes del Estado, a menudo bajo la mirada complaciente de los encargados de custodiarlos”. “Como dicen por allí, existe una especie de pacto social tácito en este país: «El gobierno hace como que no ve las cosas malas que hacen los cubanos, y los cubanos hacen como que no ven las cosas malas que hace el gobierno»” (De “Crónicas de héroes y bandidos”-Editorial Grijalbo SA-México 1998).
Cuando un socialista trata de imponer a los demás el socialismo, piensa muchas veces en los efectos que ocasionará a sus enemigos antes de pensar en su declamada acción a favor de los pobres. “Fidel Castro podría haber llegado a la conclusión de que –cuando las papas queman- el inmovilismo podría ser más peligroso que la tolerancia de un espacio de libertad económica. O, en el mejor de los casos, que le sería preferible pasar a la historia como el hombre que tomó el poder para ayudar a los pobres, que como el que empobreció al pueblo con tal de mantenerse en el poder” (A. Oppenheimer).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario