La teología, en un sentido amplio, es el estudio acerca de Dios a lo largo de la historia y en los distintos pueblos. Los atributos con los que se caracteriza al Creador de todo lo existente difieren en cada caso ya que se hace referencia a un ente invisible que, sin embargo, determina el destino de la vida de cada hombre y de cada pueblo, dando sentido a la expresión de William James: “Dios es real porque produce efectos reales”.
Las distintas actitudes adoptadas frente a Dios surgen de una previa asignación de atributos conferidos. Así, quienes le asocian la imagen de un Dios justiciero que castiga a los hombres cuando éstos no responden a sus mandatos, como ocurre en el Antiguo Testamento, adoptan una actitud temerosa ante la idea siempre presente de los riesgos que corren ante una desobediencia o una infidelidad. En el otro extremo, quienes suponen que no existe algo parecido a un Dios con atributos humanos ni tampoco un orden natural que nos involucra, posiblemente intentarán ocupar su lugar diseñando ordenamientos artificiales pretendiendo imponerlos a los demás.
Cada imagen que se ha hecho de Dios, como se dijo, genera una distinta actitud en cada hombre, conduciendo a un orden social emergente que podrá evaluarse según sus resultados. De ahí que la mejor idea de Dios será la que produzca los mejores individuos y la mejor sociedad. Al menos esta posibilidad sirve para descartar propuestas cuyos efectos sean opuestos a los buscados. Los seres humanos tienden a unirse cuando coinciden en los atributos conferidos a Dios y tienden a rechazarse cuando difieren, ya que las respuestas individuales tenderán a ser diferentes.
Algunos autores ven en las coincidencias la posibilidad de agruparse para pretender luego imponer su religión a los demás pueblos produciendo efectos similares a los que provoca todo nacionalismo. Fedor Dostoievsky escribió a través de uno de sus personajes literarios: “El pueblo es el cuerpo de Dios. Toda nación sólo se conserva como tal mientras tiene su dios propio, y a todos los demás dioses del mundo los excluye sin excepción alguna; mientras, cree que con su dios ha de vencer y echar del mundo a todos los demás dioses. Así han creído todas, desde el principio de los tiempos, todas las grandes naciones; por lo menos, todas las que por algo han descollado, todas las que se han puesto a la cabeza de la humanidad. Contra los hechos es imposible arremeter”.
“Los hebreos vivieron únicamente para aguardar al dios verdadero. Los griegos divinizaron la Naturaleza y legaron al mundo su religión, es decir, la filosofía y el arte. Roma divinizó la nación en el imperio, y dejó a las naciones el imperio. Francia, en el curso de toda su larga historia, fue solamente la encarnación y desarrollo de la idea del dios romano, y cayó en el ateísmo, que ellos llaman socialismo sólo porque el ateísmo es, a pesar de todo, mejor que el catolicismo romano”.
“Cuando una gran nación no cree que sólo ella posee la verdad (sólo ella, y sólo ella exclusivamente), si no cree que es la única capacitada y predestinada para resucitar y salvar a todos por medio de su verdad, en seguida se convierte en un material etnográfico, pero deja de ser una gran nación. Una verdadera gran nación nunca puede avenirse al papel secundario, sino irremisible y exclusivamente al primero. La nación que pierde esa fe, deja de ser nación. Pero la verdad es una, y, por lo tanto, una sola de las naciones puede poseer al dios verdadero, aunque las demás tengan también sus dioses propios y grandes. La única nación «deífera»….es la nación rusa” (Citado en “El nacionalismo” de Hans Hohn-Editorial Paidós SAICF-Buenos Aires 1966).
Si cada pueblo propone un dios y luego se evalúan sus efectos, la teología adopta una postura similar al resto de las ramas de la ciencia experimental ya que luego se seleccionará, mediante prueba y error, la religión que mejor nos adapte al mundo real. Para ello deberá tenerse presente la existencia de lo único concreto y objetivo que disponemos para llegar a una decisión afortunada; las leyes naturales invariantes que rigen todos y cada uno de los rincones de nuestro universo, incluidos nosotros mismos. William James escribió: “Resumiendo a grandes trazos las características de la vida religiosa, incluyen las siguientes creencias:
1- Que el mundo visible constituye una parte de un universo más espiritual del que extrae su sentido esencial.
2- Que la unión o la relación armónica con este universo superior es nuestro verdadero objetivo.
3- Que la plegaria o la comunión íntima con el espíritu trascendente, ya sea «Dios» o «ley», constituye un proceso donde el fin se cumple realmente, y la energía espiritual emerge y produce resultados precisos, psicológicos o materiales en el mundo fenomenológico.
La religión incluye también las características psicológicas siguientes:
4- Un entusiasmo nuevo que se agrega a la vida en calidad de un don o presente, tomando la forma de encantamiento lírico o llamada a la honradez y al heroísmo.
5- Una seguridad y sensación de paz, y, en relación con los demás, una preponderancia de sentimientos amorosos (De “Las variedades de la experiencia religiosa”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1994).
La vida religiosa y los modelos de Dios propuestos surgen de necesidades espirituales primarias. Así como el alimento para el cuerpo es imprescindible para nuestra supervivencia, también lo es el alimento espiritual. En cuanto a las “raíces de la religiosidad”, J. Ma. Rovira Belloso menciona las siguientes:
1- La religión es el sentimiento de la absoluta dependencia: “Friedrich Schleiermacher más que una teoría del origen de la religión intenta una definición de la misma”.
2- La religión brota del desvalimiento que desea la protección del padre: Sigmund Freud escribió: “Dios es la superación del Padre, y la necesidad de una instancia protectora –la nostalgia de un padre- es la raíz de la necesidad religiosa” (“El Porvenir de una ilusión”).
3- La religión como expresión de la estructura autoconsciente y relacional de la persona: para Romain Rolland “esta fuente última de lo religioso es la «sensación de eternidad», una experiencia esencialmente subjetiva: “un sentimiento como de algo sin límites ni barreras, en cierto modo «oceánico»”.
4- La religión es el “suspiro de la criatura oprimida”: “La miseria religiosa es, por una parte, expresión de la miseria real y, por otra, la persona contra la miseria real. La religión es el suspiro de la persona oprimida, el alma de un mundo sin corazón, al igual que es el espíritu de un mundo en el que el espíritu está excluido. Es el opio del pueblo (Karl Marx)” (Citas de “Revelación de Dios, Salvación del hombre” de J. Ma. Rovira Belloso-Ediciones Secretariado Trinitario-Salamanca 1979).
Podría agregarse otra raíz de la religiosidad:
5- Encontrar un sentido de la vida: “Entre los siglos 800 y 300 AC, en el periodo que los historiadores denominan era axial, la busca del sentido de la vida giró en torno a figuras como Buda, Sócrates, Confucio y Jeremías, todos los cuales compartían la idea de que la vida tiene una dimensión trascendente o espiritual, a la que ellos intentaban dar forma por primera vez” (De “50 cosas que hay que saber sobre Religión” de Peter Stanford-Ariel-Buenos Aires 2013).
Una opinión influyente ha sido la de Marx; para quien la religión no es más que un calmante que se utiliza para encubrir los verdaderos síntomas de enfermedad espiritual, o del sufrimiento humano, por lo que estima que el verdadero remedio consiste en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. En cierta forma supone que cubiertas las necesidades primarias para el cuerpo (alimentos) las demás vendrán por añadidura. Esto contrasta con lo expresado por Cristo: “Primeramente buscad el Reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura”.
A partir de la idea de Freud acerca de la necesidad de protección de tipo paternalista junto a la idea de las necesidades primarias de Marx, se ha propuesto el cambio de la religión en la que predomina la idea de un Dios Padre, que cubre tanto las necesidades espirituales como materiales del hombre, a un Estado paternalista (el socialismo) que lo reemplazaría con mayor eficacia. De ahí que varios autores consideran al marxismo-leninismo como una “religión” adicional.
La “nueva religión atea” se instala primeramente en la nación que pretendía lograr trascendencia mediante la idea de cierto mesianismo. Como ha resultado típico en el marxismo-leninismo, siempre trató de infiltrarse en algún sector o actividad que muestra debilidades, para deformarlos y para amoldarlos a sus propios fines. Alfredo Sáenz escribió: “El marxismo es enemigo frontal de la religión. El odio al misterio, la lucha contra el misterio, he ahí el pathos que lo dinamiza. Su filosofía, esclava del tiempo presente, no medita jamás sobre el sentido del sufrimiento y de la muerte, sobre el minusvalor de lo efímero, sobre la eternidad. Sin embargo su lucha no es la de un ateo escéptico, sino la de un creyente invertido, la del que cree….pero en la antirreligión”. “Lo que intenta es elaborar una especie de teología al revés, una teología del más acá en donde el Hombre venga a ocupar el lugar de Dios. En el fondo no hay ateísmo sino antiteísmo. Marx no prescindirá de la religión sino que construirá una religión al revés” (De “De la Rus’ de Vladímir al «hombre nuevo» soviético”-Ediciones Gladius-Buenos Aires 1989).
En cuanto a la búsqueda de la eternidad, Ortega y Gasset, en cierta oportunidad, expresó que “muchos no saben qué hacer con su tiempo mientras esperan una vida ilimitada”. Matthew Alper escribió: “¿Qué metas o motivaciones podríamos tener en la eternidad? ¿Qué importancia tendrían las cosas? Eventualmente, las horas, los años y los eones se difuminarían haciendo que la existencia fuera una aventura en la oscuridad. Sería como una carrera sin meta, sin ganadores, sin perdedores, sin nada…Sería existir por existir. En ese caso, ¿no nos haría perder el interés, disminuir el ritmo, y dejar de esforzarnos para obtener logros? ¿Qué significado tendrían? Tal vez sea mejor que las cosas sean de este modo; es mejor arder fuerte y rápido que apagarse lentamente. Si no existiera la muerte, quizá la vida perdería su atractivo y su significado. Puede que sí, o puede que no. Tal vez sólo esté intentando racionalizar mi temor subconsciente a mi desaparición inevitable” (De “Dios está en el cerebro”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 2008).
Todo parece indicar que la religión que mejores resultados produce es la que le permite a cada individuo desarrollar todas sus potencialidades bajo la sensación de libertad, mientras que la que peores resultados produce es la que le sugiere relegar sus decisiones y responsabilidades al Dios que interviene en los acontecimientos humanos.
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