Una parte de la información acerca de hechos acontecidos en nuestra sociedad la adquirimos a través de versiones directas de testigos y también indirectas de emisores secundarios que la transmiten y que a veces la distorsionan hasta hacerla irreconocible. El rumor surge también como una invención que busca producir algún efecto negativo sobre una persona o sobre un sector, constituyendo una calumnia o una difamación. P.B. Horton y C.L. Hunt escribieron: “Gran parte de nuestra conversación cotidiana se compone de tráfico de rumores. Todo tema, desde la moral de nuestro vecino hasta el destino de la nación, atrae interesantes y perturbadores rumores. Siempre que hay tensión social, florece el rumor. Cuando no se dispone de datos exactos y completos sobre una cuestión, o cuando no se les da crédito, abundan los rumores. Puesto que los rumores pueden arruinar por completo la reputación de personas, desacreditar causas y socavar la moral, su manipulación es un instrumento común de propaganda”.
En cuanto a las causas que favorecen la aparición de rumores, los autores citados agregan: “En su definitiva obra sobre el rumor, Allport y Postman señalan que un gran tráfico de rumores surge de algo tan poco complicado como el deseo de una conversación interesante y el disfrute de un chisme picante o poco usual. Sin embargo, una persona se inclina más a recordar y a extender un rumor si éste sirve para aliviar, justificar y explicar sus tensiones emocionales. La gente a quien desagrada los republicanos, que odia a los negros o teme a los comunistas, recordará y repetirá rumores dañinos para estos grupos”.
“El rumor cambia constantemente a medida que se extiende, ya que sus portadores lo desfiguran inconscientemente para adaptarlo a la forma que mejor ratifique sus antagonismos. Los individuos aceptan y dan pábulo a un rumor, sin someterlo a crítica alguna, si encaja en su patrón de preferencias y desagrados, o si le proporciona una explicación emocionalmente satisfactoria de algún fenómeno que les preocupe” (De “Sociología”-McGraw-Hill de México SA-México 1962).
El rumor, cuando constituye una mala noticia, se transmite a una velocidad bastante mayor que si se trata de una buena; de ahí la expresión “Si no hay noticias, buenas noticias”. Marco Tulio Cicerón escribió: “Nada hay tan veloz como la calumnia; ninguna cosa más fácil de lanzar, más fácil de aceptar, ni más rápida en extenderse”.
De la misma manera en que los compradores de objetos robados favorecen el robo generalizado, quienes, desde la jerarquía de una institución, prestan atención a chismes y a calumnias, las promueven hasta que tal institución se transforma en un verdadero infierno. Como los chismes y las calumnias se transmiten a espaldas del perjudicado, éste termina desconfiando hasta de su propia sombra. Plauto escribió: “Los que propalan la calumnia, y los que la escuchan, todos ellos, si valiera mi opinión, deberían ser colgados; los propaladores por la lengua, y los oyentes por las orejas” (Del “Diccionario de citas” de C. Goicoechea Romano-Editorial Labor SA-Barcelona 1953).
La generación del rumor depende de dos factores principales; la importancia y la ambigüedad, considerando como ambigüedad una mala definición y un pobre sustento de la información asociada a un hecho. En el Nuevo Diccionario de la Lengua Española puede leerse: “Ambiguo: que puede entenderse de varios modos o admitir distintas interpretaciones. Dudoso, incierto” (Ediciones Marzo SA-Buenos Aires 1997). Gordon W. Allport y Leo Postman establecieron una proporcionalidad matemática para definir los factores que intervienen en la aparición de un rumor:
(Rumor) es proporcional a (Importancia) x (Ambigüedad)
Al respecto escribieron: “Traducida en palabras, la fórmula significa que la cantidad del rumor circulante variará con la importancia del asunto para los individuos afectados, multiplicada por la ambigüedad de la prueba o testimonio tocante a dicho asunto. La relación entre importancia y ambigüedad no es aditiva sino multiplicativa, puesto que con importancia o ambigüedad igual a cero, no hay rumor” (De “Psicología del rumor”-Editorial Psique-Buenos Aires 1973).
En cuanto a la predisposición de un individuo para transmitirlos, M.A. Hogg y G.M. Vaughan escribieron: “Que los rumores sean distorsionados o no, e incluso que se transmitan, parece depender del nivel de ansiedad de aquellos que escuchan el rumor. La incertidumbre y la ambigüedad aumentan la ansiedad y el estrés, lo que lleva a la gente a buscar información con la que racionalizar la ansiedad, lo que aumenta, a su vez, la difusión del rumor. Que el consiguiente rumor se distorsione o se vuelva más preciso depende de si la gente considera el rumor con una orientación crítica o acrítica. En el primer caso, el rumor se refina, mientras que en el último (que suele acompañar a una crisis), se distorsiona” (De “Psicología Social”-Editorial Médica Panamericana SA-Madrid 2010).....................................
Se emiten rumores en el ámbito de la economía cuando se busca obtener alguna ventaja y en política cuando se trata de afianzar el prestigio de quien se estima o denigrar el de quien se aborrece. Los citados autores agregan: “Los rumores siempre tienen una fuente, y a menudo esta fuente elabora el rumor deliberadamente por un motivo específico. El mercado de valores es un contexto perfecto para la elaboración de rumores. Al final de la década de los noventa el rumor desempeñó un papel evidente en el aumento del valor de las compañías dot com [punto com], que después colapsaron en la fusión NASDAQ a principios del año 2000”.
“Otro motivo para elaborar intencionalmente rumores es desacreditar a individuos o a grupos. Una organización puede difundir un rumor acerca de un competidor para debilitar su participación en el mercado, o un grupo social puede propagar un rumor para culpar a otro grupo de una crisis generalizada”.
“Las teorías conspirativas o del complot son teorías causales elementales y exhaustivas que atribuyen calamidades naturales y sociales generalizadas a las actividades intencionales y organizadas de ciertos grupos sociales que se considera que forman cuerpos conspirativos para arruinar y luego dominar al resto de la humanidad. La teoría conspirativa mejor conocida es el mito de la conspiración judía, que emerge periódicamente y a menudo provoca persecución sistemática masiva”.
En el caso de la guerra, debido al alto nivel de secretismo imperante, se acentúa la predisposición tanto para crear como para transmitir rumores. Allport y Postman escriben al respecto: “En las guerras modernas, la defensa contra el rumor en el frente interno tiene su contraparte en la ofensiva de rumores dirigida contra el enemigo. La guerra psicológica conducida por los nazis fincaba principalmente en la estrategia de «divide e impera» y la estrategia del terror. Los alemanes infectaron a los países elegidos con rumores derrotistas y terroríficos. Utilizando la radio como vehículo, los rumores se sucedían incesantemente en Polonia, Francia y los Países Bajos”.
”Sobre todo en campos de operaciones remotos, privados de las fuentes de noticias normales, el rumor era el único venero de «informaciones». En un barco, los oficiales del puente de mando acaso estuvieran «al tanto», pero el marinero quedaba a la merced de los chismes corrientes. Las tropas que aguardaban el momento de partir (¿hacia dónde?) substituían el punto de destino con el fruto de la imaginación hipersensible”.
Existe otro elemento de gran importancia asociado a los rumores y es el surgimiento de cierta mentalidad generalizada que tiende a establecer una especie de “sabiduría popular” que ignora o desconoce sistemáticamente la información surgida de la ciencia, o de fuentes especializadas, en cualquier tema. Los políticos populistas y totalitarios se caracterizan por dirigir mensajes cuyos contenidos son compatibles, no con la realidad, sino con la sabiduría popular. Luego, el destino de una nación dependerá esencialmente de la mentalidad generalizada imperante; si se forma mediante un proceso similar al de la creación y difusión de rumores, no es de esperar nada bueno para el futuro.
Como ejemplo puede considerarse el caso de la ventaja o la desventaja que tiene para la sociedad la vigencia y permanencia del Estado paternalista. Adviértase que tal denominación se ha elegido acertadamente por analogía con el padre de familia protector. En este caso, consideremos una situación en que un padre rico mantiene a sus hijos, ya adultos, por cuanto éstos no pueden mantenerse por sus propios medios. Ésta es una situación desagradable para todos, de ahí que para evitarla, se conocen muchos casos en que el padre millonario apenas ayuda a sus hijos adolescentes con lo suficiente para que sobrevivan de manera de estimularlos a desarrollar sus propias capacidades para llevar una vida independiente de la tutela paterna. Si se trata de un padre pobre, con mayor razón resulta conveniente que sus hijos adquieran habilidades laborales suficientes para lograr una situación económica desahogada.
Si en lugar del padre consideramos al Estado paternalista, ha de ocurrir algo similar. No es bueno que el Estado mantenga a gran parte de sus ciudadanos; ya que en toda circunstancia terminará como un Estado pobre con una población pobre. La situación ideal es que cada ciudadano sepa ganarse la vida por sus propios medios. De ahí que, mientras menor sea la cantidad de habitantes que dependa de una ayuda social estatal, mayor cantidad dispondrá de un trabajo estable y productivo, especialmente fuera del Estado.
Sin embargo, en países en donde la sabiduría popular ha sido suficientemente estimulada por hábiles politiqueros, se considera como un gran avance social el hecho de que sectores cada vez más numerosos dependan de la ayuda estatal para sobrevivir. En la Argentina, según la propaganda oficial, son 17 millones (sobre un total de 42 millones de habitantes) los que reciben tal ayuda, sin contar con el sector laboral que se desempaña en el Estado. En lugar de considerarse como un gran fracaso, tal tendencia goza de la aceptación mayoritaria de la población y de la mayor parte de los políticos. Incluso un 20% de los encuestados sostiene que “debería profundizarse el modelo”.
La profundización del modelo implica aumentar los impuestos al sector productivo impidiendo que éste realice inversiones y genere fuentes de trabajo adicionales. Implica seguir estimulando la vagancia generalizada en sectores que no tienen una mínima intención de trabajar ya que, al juntar en un grupo familiar varios planes sociales, logran ingresos similares al de quienes trabajan ardua y cotidianamente. De ahí que pueda afirmarse que nuestro subdesarrollo es consciente y consensuado, y que es una consecuencia directa de la sabiduría popular.
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