Podemos encontrar personas cuyo comportamiento económico admite el riesgo y la incertidumbre como otras que optan por la seguridad y la certeza. Mientras que los primeros podrán transitar por los extremos de la riqueza o de la pobreza, los otros lograrán una situación económica intermedia. Las economías nacionales tienden también a orientarse en esas formas. Rubén Zorrilla escribió:
“Las grandes máquinas, coordinadas en vastas organizaciones (pensemos en el ferrocarril), fueron caracterizadas como demonios. La tecnología, y la misma ciencia, han sido reiteradamente desestimadas por creadoras de incertidumbre y problemas (lo que es cierto) como si ésas no fueran las consecuencias necesarias de elegir entre opciones perentorias –realizadas por millones de personas-, todas las cuales tienen los mismos resultados inciertos y problemáticos. Pero mientras la tecnología y la ciencia nos lanzan al itinerario azaroso de vivir y aun exprimir lo desconocido y misterioso de la sociedad y la historia, su quiebra, o la abstención de producirlas, nos llevaría a la estabilidad de la inacción y a la nada, sin superar o enfrentar los problemas de vivir. Rifaríamos la propuesta imprevisible de crear y saber frente a lo desconocido que nos asedia. Dejaríamos de ser los astronautas del misterio, para gozar de la seguridad –por completo ilusoria- en el nicho de la ignorancia”.
Mientras que el capitalismo es la economía del riesgo y de la incertidumbre, el socialismo lo es de la seguridad y de la certeza. El citado autor agrega: “Es indudable que la segunda mitad del siglo XX ha deparado un admirable progreso –en todos los planos- de la sociedad de alta complejidad, allí donde el capitalismo pudo desarrollarse. No obstante, cubre una porción minoritaria del planeta, aunque sin duda está en la proyección de todos los países que cuentan con una economía dineraria en crecimiento. Además, las resistencias a tolerar su expansión han desatado terribles oposiciones, como el comunismo, el nacional-socialismo, el anarquismo, los nacionalismos populares, el terrorismo y sus diversas mezclas” (De “Sociedad de alta complejidad”-Grupo Editor Latinoamericano SRL-Buenos Aires 2005).
El carácter incierto del futuro, observado desde la óptica capitalista, proviene esencialmente de la innovación empresarial y tecnológica. Implica un proceso similar al de la evolución biológica, por cuanto la innovación tiende a reemplazar lo obsoleto produciendo una mejora productiva en beneficio de toda la sociedad, siendo denominado como la “destrucción creativa”, que cumple un papel similar a la “evolución creadora”, por lo que también podría denominarse la “innovación creativa”. Joseph Schumpeter escribió: “El proceso de mutación industrial revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo sin cesar la vieja y creando sin cesar una nuevo. Este proceso de destrucción creativa es el hecho esencial del capitalismo”.
Los avances vertiginosos de la tecnología informática es una consecuencia directa del capitalismo por cuanto, al existir una tenaz competencia entre las empresas, éstas se ven obligadas a investigar y a innovar constantemente para no verse relegadas en el mercado. Resulta ser una lucha por la “supervivencia del más apto”, ya que las mejores sobreviven y las otras desaparecen, o se ven obligadas a reestructurarse. Ello explica el comportamiento de los empresarios que tratan de reducir costos y mejorar la calidad de sus productos. Sin embargo, no son ellos los que dictaminan el éxito o el fracaso de las empresas, ya que son los consumidores quienes dan la espalda a quienes no satisfacen sus demandas, o las satisfacen en menor medida que otras.
Algunos economistas afirman que las crisis económicas sirven para castigar a las empresas ineficientes y que ello resulta finalmente favorable a la economía. Sin embargo, las crisis también producen efectos devastadores a nivel social, por lo que resulta mejor esperar una evolución económica gradual y continua que una asociada a las crisis. Es un caso similar a la evolución de las especies promovida por cataclismos (como la desaparición de los dinosaurios) o bien por la lenta y continua selección derivada de la herencia genética, que se va instalando sin cambios abruptos. Edmund Conway escribió: “El escepticismo acerca de la propuesta [de la destrucción creativa] se ha visto reforzado recientemente debido a los estudios que demuestran que las empresas tienden a reestructurarse y modernizarse más durante un periodo de auge que en tiempos de crisis” (De “50 cosas que hay que saber sobre Economía”-Ariel-Buenos Aires 2011).
La innovación tecnológica trae como consecuencia inmediata la desocupación tecnológica. Sin embargo, es un problema circunstancial y de corto plazo por cuanto, al reducirse los costos (lo que justifica la innovación) el consumidor tendrá dinero disponible para gastarlo en otras necesidades, por lo aparecerán nuevas ofertas de trabajo. Martín Krause escribió: “La nueva inversión desplazaba puestos de trabajo, pero ahora, como resultado de ella, se genera una nueva inversión que crea nuevos puestos de trabajo y absorbe a los trabajadores desplazados”. “En los países que no restringen ese movimiento laboral, el paso de un empleo a otro no demanda mayor tiempo y el desempleo es bajo. Se genera un circuito por el cual se invierte, aumenta la productividad de los trabajadores, crecen las ganancias, bajan los precios de los productos, aumenta el poder adquisitivo y la creación de fuentes de empleo” (De “La Economía explicada a mis hijos”-Aguilar SA de Ediciones-Buenos Aires 2003).
Como ejemplo de innovación tecnológica puede mencionarse el caso de Boeing, empresa pionera en la utilización comercial de aviones a reacción, antes usados sólo para fines militares, cuando arriesgó gran parte de su capital en la realización del 707 cuya inversión inicial fue de “casi el triple de las utilidades medias anuales de los cinco últimos años –aproximadamente la cuarta parte del valor neto de la compañía”. Al tener éxito, “lleva al mundo comercial a la era del jet”. James C. Collins y Jerry I. Porras agregan: “Este modo de actuar no terminó en los años 50 con el 707”. “En 1965, Boeing tomó una de las decisiones más audaces en la historia de los negocios: la de seguir adelante con el jumbo-jet 747, decisión que por poco acaba con la compañía” (De “Empresas que perduran”-Grupo Editorial Norma-Bogotá 2005).
En las economías socialistas, por el contrario, se trata de aumentar las fuentes de trabajo a cualquier costo y a mantener incluso las deficitarias, por lo cual resultan ser economías ineficientes. En lugar de estar al servicio del consumidor, es el pueblo el que debe soportar la pesada carga del déficit conjunto de las empresas obsoletas. Recordemos que en el socialismo el vínculo de unión social propuesto no son los afectos, sino los medios de producción, que tienen un significado tan importante como las vacas sagradas para los hindúes, por lo que los resultados económicos pasan a un segundo plano. Vladimir Bukovski escribió respecto de la etapa soviética:
“Se permite a los campesinos tener una vaca sin pagar impuestos por ello. Pero, lamentablemente, se les prohíbe producir el forraje. Una equivocación que el Partido corrigió tiempo después: se pudo disponer del forraje, pero no de la vaca, ya que ésta, obsérvese bien, se consideraba como un «medio de producción» y, en el socialismo, los medios de producción no podrían pertenecer a los particulares. Desde entonces ya nadie quiso tener una vaca”. “La economía de «mando» descansa sobre la obediencia. Una rígida planificación, una burocracia enorme, el poder discrecional del movimiento en materia de promoción o expulsión, crean la ilusión de un control absoluto. En forma paralela, se pierde todo interés en el trabajo, declinan la calificación y la productividad y el mercado negro florece. En la práctica, el gobierno ignora qué es lo que realmente se produce y cómo reglamentar la producción” (De “URSS: de la utopía al desastre”-Editorial Atlántida SA-Buenos Aires 1991).
Todas las actividades humanas deben tener como finalidad mejorar nuestro nivel de adaptación al orden natural, lo que involucra tanto a la religión, como a la ciencia y la tecnología. De ahí que la economía de la innovación, el riesgo, la incertidumbre, la competencia y el progreso se encuentre en este camino, mientras que la economía de la planificación centralizada, la seguridad, la certidumbre, la obediencia y el estancamiento se encuentra alejada de la tendencia adaptativa mencionada. Martín Krause escribió: “La competencia es la emulación entre distintas personas para sobrepasarse unas a otras. No es una pelea ni un combate, y por tal razón el uso de terminología militar para describir lo que sucede en el mercado es claramente inapropiado”.
Los distintos actores de la economía se mueven en ella entre dos sentimientos extremos de miedo y euforia. El primero está ligado a la búsqueda de la seguridad, mientras el segundo es el que admite al riesgo. Edmund Conway escribió: “Las economías son, por su misma naturaleza, propensas a los ciclos de auge y crisis: los mercados oscilan de la confianza al pesimismo y los consumidores de la codicia al miedo”.
¿Qué sucede en una sociedad en donde no hay gente optimista que quiera correr riesgos en forma similar al caso de Boeing? Sin gente emprendedora (empresarios) no puede haber desarrollo económico. Y si los hay, no debe haber políticos socialistas que les impidan desarrollar sus potencialidades.
Es conveniente distinguir entre el empresario que pone en riesgo su propio patrimonio a aquellos que, especialmente en el mercado financiero, arriesgan temeraria e ilegalmente los patrimonios ajenos que les son dados para administrar, provocando serios trastornos que afectan las economías nacionales e incluso de todo el planeta. Entre las principales causas de las crisis financieras aparece la codicia desmedida, asociada a la especulación, de quienes buscan optimizar sus ganancias sin apenas importarle los efectos negativos que sus decisiones podrán producir. Tal comportamiento se ve favorecido por una valoración social exagerada tanto de los bienes materiales como del poder económico. Puede decirse que es la propia sociedad la que crea un pedestal imaginario que ha de ser ocupado por los especuladores exitosos y que son confundidos por la sociedad con quienes obtuvieron éxito empresarial a través de la producción de bienes y servicios útiles a la sociedad.
Como causa secundaria puede mencionarse la falta de controles adecuados para eliminar los posibles descalabros financieros promovidos por la especulación desmedida, carencia que se debe tanto a las dificultades al establecer controles eficientes ante el avance de las nuevas tecnologías informáticas como a la excesiva confianza en la honestidad de los actores en el ámbito de las finanzas.
Cada vez que se trata un tema asociado a la economía, debe invertirse cierto tiempo en desestimar las versiones inexactas de los marxistas que no pierden oportunidad alguna para culpar al “sistema capitalista” de todos los inconvenientes surgidos, incluso afirmando que el liberalismo “promueve la no intervención del Estado” en el control de las actividades financieras. En realidad, lo que proponen las figuras más representativas del liberalismo es la no intervención estatal cuando ha de perturbar los mercados, pero promueve y apoya la necesaria intervención del Estado en el campo del derecho y la justicia para proteger a los actores de la economía ante posibles actos ilícitos que pueden entorpecer las transacciones o los distintos intercambios, perjudicando a toda la sociedad. Frank Partnoy escribió:
“En la actualidad, los puntos clave que se ocultan tras los recientes escándalos financieros son los instrumentos complejos utilizados para eludir normas legales; los empleados deshonestos que los gerentes y accionistas no pudieron controlar; y los incentivos de los ejecutivos para involucrarse en malversaciones financieras, dados los mercados desregulados. El anticuado sistema de regulación financiera, desarrollado en la década del treinta y diseñado para prevenir otro crac como el de 1929, ya no se adapta a los mercados modernos. Los intentos por desregular los «huecos» a instancias de los lobbystas financieros crearon una suma de reglas estrictas sólo para algunas transacciones. El resultado: los mercados de la actualidad son como el queso gruyère: los huecos –los sitios desregulados- se hacen más grandes cada año, porque quienes eluden las reglas legales corroen el sistema regulador desde el interior”.
“El gran vacío de información entre los inversores comunes y las compañías cuyas acciones compran es, en la actualidad, aún mayor, gracias a los cambios en los mercados, las leyes y la cultura imperante desde fines de la década del ochenta. Contadores, banqueros y abogados continúan utilizando derivados para evadir regulaciones; ejecutivos corporativos, analistas de títulos e inversores están más concentrados en alcanzar los cálculos trimestrales de las ganancias que en la realidad económica de sus negocios”.
Los mercados financieros funcionan en base a la confianza, o no, de los inversores. De ahí que se trata de esconder parte de la realidad para evitar caídas de las cotizaciones accionarias. El citado autor agrega: “La cobertura de los medios de lo que ocurre en el mercado de acciones sigue siendo tan intensa como siempre; no obstante, los inversores son incapaces de filtrar información que reciben, o de encontrar a alguien que diga la verdad sobre una empresa en particular”. “A los inversores les llevó gran parte del 2002 abandonar la costumbre de comprar acciones por un capricho, mito o rumor. El «crac» del mercado de acciones el año anterior se produjo en cámara lenta, una compañía por vez, hasta que los inversores supieron que les resultaba prácticamente imposible comprender a muchas firmas cuyas acciones habían adquirido” (De “Codicia contagiosa”-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2003).
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