De la misma forma en que la evolución le da sentido a la biología, el mercado le da sentido a la ciencia económica siendo, ambos, procesos autoorganizados, ya que son considerados sistemas complejos adaptativos. Mientras que la evolución biológica por selección natural fue propuesta a mediados del siglo XIX, el proceso del mercado aparece, como la “mano invisible” de Adam Smith, a fines del siglo XVIII. El propio proceso de la ciencia experimental puede también describirse mediante un sistema de realimentación negativa. Murray Gell-Mann escribió:
“La empresa científica humana constituye una hermosa ilustración del concepto de sistema complejo adaptativo. Los esquemas son en este caso las teorías, y lo que tiene lugar en el mundo real es la confrontación entre la teoría y la observación. Las nuevas teorías tienen que competir con las ya existentes, en parte en cuanto a coherencia y generalidad, pero en último término en cuanto a su capacidad de explicar las observaciones existentes y predecir correctamente otras nuevas. Cada teoría es una descripción altamente condensada de toda una clase de situaciones, y como tal tiene que suplementarse con los detalles de una o más de estas situaciones a fin de poder hacer predicciones concretas” (De “El quark y el jaguar”-Tusquets Editores SA-Barcelona 1995).
En el mercado, toda innovación compite con lo existente previamente, mientras que en el ámbito de lo viviente, cada mutación actúa como una “innovación biológica” que compite con las variedades anteriores produciendo una mejora adaptativa de la especie en cuestión. William Beveridge escribió: “La economía es el estudio de los métodos generales con los cuales los hombres cooperan para satisfacer sus necesidades materiales”.
La ventaja de constituir tales sistemas el fundamento de diversas ramas de la ciencia radica en que todos los aportes hechos por los distintos científicos han de agregarse de la misma forma en que lo hacen los ladrillos que conformarán un edificio. De lo contrario, cuando ello no se logra, o cuando el tema no permite esta conjunción de aportes, no puede establecerse el avance continuo que es deseable lograr. Es lo que sucede en filosofía, ya que, por lo general, los distintos pensadores no construyen sobre el pensamiento previo, sino que comienzan todo nuevamente desde un principio.
Si la ciencia económica resulta ser una descripción objetiva del mercado, las posturas que lo invalidan tienden a quedar fuera del ámbito científico. Este es el caso de las planificaciones que establecen procesos económicos “artificiales” que sólo tienen interés histórico, tal el caso del socialismo. Mientras que el creyente creacionista se rebela contra la evolución biológica, por cuanto no admite dejar de lado la posible acción del Creador, el socialista rechaza al mercado autoorganizado por cuanto no admite dejar de lado la acción del político a cargo del Estado.
No existe una coincidencia de opiniones sobre la forma en que el Estado debe actuar respecto del mercado, ya que unos sugieren que debe “cuidarlo” para que siga funcionando sin perturbaciones, mientras que otros sostienen que el Estado debe intervenirlo para evitar las perturbaciones. James W. Dean escribió: “Hay una premisa fundamental de la economía prekeynesiana del laissez faire, a saber, que el sector privado es autoestabilizador. La inestabilidad del mundo real resulta principalmente de acciones fiscales, monetarias y reguladoras del gobierno. Keynes, por supuesto, sugería justamente lo opuesto” (De “La crisis en la Teoría Económica” de D. Bell e I. Kristol-El Cronista Comercial-Buenos Aires 1983).
Al igual que otras ciencias sociales, la economía admite dos facetas; una descriptiva (economía positiva) y la otra normativa. La primera describe el comportamiento económico de los seres humanos en libertad, mientras que la segunda indica las acciones a realizar para lograr una optimización del mismo, ya que ha de conformar, con las demás ramas de la ciencia y de la técnica, una parte importante del proceso de adaptación cultural del hombre a la ley natural; exigencia que el propio orden natural nos impone como precio para lograr nuestra supervivencia. Milton Friedman escribió: “No existe una relación de uno a uno entre las conclusiones de política económica y las conclusiones de la economía positiva; si la hubiese, no existiría una ciencia normativa separada”.
El actor principal del proceso económico es el individuo, que demanda cierto bien material o lo produce para ofrecerlo en intercambio. Existe una valoración de lo que desea adquirir que depende de sus atributos personales, lo que conduce a la “elección racional”, un supuesto básico de la teoría económica. Sin embargo, la labor de la ciencia económica consiste en encontrar la manera óptima de traducir las necesidades humanas a productos que las han de satisfacer; necesidades que dependen tanto de las actitudes racionales como de las otras. Mario Bunge escribió:
“En cuanto a las fuentes no racionales de la acción, subestimadas por la teoría de la acción racional, no hace falta más que recordar que no sólo el egoísmo ilustrado puede motivar la acción prosocial. También pueden impulsarla la tradición, el miedo al castigo (social o divino), el deseo de reconocimiento por parte de los pares, el sentido del deber, [etc.]”. “La teoría de la acción de la elección racional es en líneas generales falsa y amoral, cuando no inmoral. Esto es así porque está bajo el conjuro de una estrecha noción economicista de la acción humana, a saber, la que maximiza la utilidad subjetiva esperada o bien la relación beneficio/costo para un agente situado en el vacío social” (De “Las ciencias sociales en discusión”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1999).
La economía no es la rama de la ciencia que promueve en los hombres el predominio de las actitudes cooperativas sobre las demás, que es justamente la tarea propia de la ética, la religión o la psicología. Sin embargo, cuando el empresario debe afrontar el riesgo de realizar una importante inversión, debe al menos tener una idea del posible comportamiento de los futuros clientes. De ahí la idea simplificadora que caracteriza al “hombre económico” como un ser racional que apunta a obtener la mayor ganancia o a obtener al menor precio todo lo que desea. Lionel Robbins escribió: “El absurdo generalizado de creer que el mundo de que se ocupa el economista se halla poblado de egoístas o de «máquinas de placer» debiera quedar aclarado…El concepto fundamental del análisis económico es la idea de las valoraciones relativas. Si suponemos que los diferentes bienes tienen distintos valores en diversos márgenes, no consideramos como parte de nuestro problema explicar por qué existen esas valoraciones. Las tomamos como datos. Por lo que a nosotros se refiere, nuestros sujetos económicos pueden ser egoístas puros, altruistas puros, ascetas puros, sensuales puros o, lo que es más probable, una mezcla de todos esos impulsos. Las escalas de las valoraciones relativas son tan sólo un medio formal conveniente de presentar características permanentes del hombre tal como es en realidad. La renuencia a conocer la primacía de estas valoraciones es simplemente negarse a entender el significado de los últimos sesenta años de la Ciencia Económica” (De “Ensayo sobre la naturaleza y significación de la Ciencia Económica”-Fondo de Cultura Económica-México 1944).
El intento de Ludwig von Mises de fundamentar la economía en la acción humana (praxeología) consiste en una estructura lógica coherente, aunque no resulta contrastable con la propia realidad. Al respecto escribió: “La ciencia de la acción humana que busca el conocimiento universalmente válido es el sistema teórico cuya rama mejor elaborada hasta ahora es la economía. En todas sus ramas, esta ciencia es apriorística, no empírica. Como la lógica y la matemática, no deriva de la experiencia; es previa a la experiencia. Es, por decirlo así, la lógica de la acción y el hecho” (De “Filosofía y teoría económica”).
Si bien el intento de von Mises de describir la acción humana en forma independiente del tiempo y del espacio, en oposición a las descripciones historicistas, no resulta convincente por cuanto lo esencial de una teoría científica es el vínculo con la propia realidad, no ha de ser necesariamente errado. Tampoco por ello se han de ignorar sus importantes y esclarecedores aportes. Toda teoría de la acción ha de provenir de la psicología, ya se trate de la psicología social a través de las actitudes básicas del hombre, o bien de los trabajos de Daniel Kahneman, que distingue entre el pensamiento rápido (asociado a la lógica analógica) y el pensamiento lento (asociado a la lógica simbólica). Incluso desde la neurociencia se ha encontrado un vínculo entre los afectos y la capacidad de un individuo de tomar decisiones, a través de los trabajos de Antonio Damasio.
Por lo general, se supone que el empresario es un ser inhumano y materialista, que sólo piensa en sus ganancias, y que está rodeado de seres espirituales entre los cuales se encuentran varios socialistas que esperan algún día poder contemplar la expropiación de su empresa. Milton Friedman escribió: “Si el comportamiento de los empresarios no se aproxima de algún modo al comportamiento consistente con la maximización de los rendimientos, parece improbable que permanezcan mucho tiempo en el mercado” (De “Filosofía y teoría económica” de F. Hahn y M. Hollis-Fondo de Cultura Económica-México 1986).
Debido a que existe un flujo de bienes y servicios desde los productores hacia los consumidores, y un flujo monetario en sentido inverso, pueden establecerse, en principio, dos formas descriptivas distintas, y equivalentes, según se considere a uno u a otro, y que han sido denominados como economía real y simbólica, respectivamente. Sin embargo, la economía simbólica en cierta forma parece inducir en los distintos actores económicos que el dinero es lo importante y la producción lo secundario, favoreciendo la tendencia a la especulación. Peter Drucker escribió:
“En la economía keynesiana, la oferta es una función de la demanda y está controlada por ésta. Por sobre todo –la más grande innovación-, Keynes redefinió la realidad económica. En lugar de bienes, servicios y realidades laborales del mundo físico y de las «cosas», las realidades económicas de Keynes son símbolos: dinero y crédito. Para los mercantilistas, también, el dinero daba control, pero político antes que económico: Keynes fue el primero es postular que el dinero y el crédito dan completo control económico”. “Bienes, servicios, producción, productividad, demanda, empleo y finalmente precios, son todas variables dependientes de los acontecimientos macroeconómicos de la economía monetaria, del símbolo”.
También Milton Friedman fundamenta su visión en la economía simbólica. El citado autor escribe: “La economía de Friedman se centra por completo en la demanda. El dinero y el crédito son la realidad económica que lo penetra todo, y en verdad, la única” (De “La crisis en la Teoría Económica”).
El inconveniente que observa Drucker en la economía del símbolo es que en ella no aparece en forma explicita la productividad y la formación de capital, que son las causas del crecimiento económico. Recordemos que en la mecánica aparecen tres versiones distintas de una misma teoría, como son las formulaciones de Newton, Lagrange y Hamilton. La primera utiliza como variables básicas a la fuerza y la masa; la segunda a las energías cinética y potencial; la tercera a la posición y la cantidad de movimiento. Existen algunos descubrimientos teóricos que son dificultosos o imposibles de establecer a partir de las restantes versiones. Adoptar distintas variables implica cambiar la perspectiva para describir el mismo “paisaje”. De ahí la ventaja de su formulación. Volviendo a la economía, Drucker escribe: “Dentro del sistema keynesiano no hay lugar para la productividad, ningún modo de estimularla o incentivarla, ningún medio para hacer más productiva la economía”. “Tampoco puede encararse la formación de capital dentro del universo económico keynesiano”.
Los teóricos de la economía no pierden la esperanza de establecer un vínculo firme entre micro y macroeconomía. Lo importante del caso es hacer que la economía real tienda a fundamentarse en la microeconomía. Peter Drucker escribió: “La «revolución científica» futura, el derrocamiento de los paradigmas que subyacieron en la teoría y en la política económicas estos últimos treinta años, puede iniciarse con la productividad o con la formación de capital. Hay comienzos en ambas áreas. Pero que exista tanto una crisis de la productividad como una crisis de la formación de capital, torna seguro que la próxima economía tendrá que ser nuevamente microeconómica, y centrarse en la oferta. Tanto la productividad como la formación de capital son microacontecimientos. Ambas se ocupan también de los factores de producción, antes que de ser funciones de la demanda”.
Es oportuno decir que no sólo el economista o el inversor tienden a pensar que el dinero es lo prioritario bajo el pensamiento asociado a la economía simbólica, sino el ciudadano común que cree y admite que toda su seguridad y su bienestar dependen exclusivamente de la macroeconomía y que ésta, a su vez, depende del Estado. De ahí que busque algún tipo de protección estatal antes de pensar en cómo producir y en cómo formar capital.
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