En la mayoría de las descripciones del comportamiento humano aparecen, bajo distintas denominaciones, los dos aspectos básicos que se necesitan para establecer una aceptable definición de nuestros atributos principales. Estos son: lo ético o emocional, por una parte, y lo racional o cognitivo, por otra parte. Estos aspectos han sido simbolizados, desde épocas remotas, como el “corazón” y la “cabeza”, si bien se sabe que todos esos aspectos provienen principalmente de nuestro cerebro.
Desde el punto de vista de la psicología social, tal descripción general se asocia a la existencia de la actitud característica con sus cuatro componentes emocionales (amor, odio, egoísmo, indiferencia) y sus cuatro componentes cognitivas (referencia en la realidad, en uno mismo, en otra persona, en lo que todos dicen). Estos aspectos conforman, en el primer caso, una Teoría de la acción ética. El segundo aspecto conduce a una Teoría del conocimiento. Ambas conforman una Teoría de la personalidad.
Los seres humanos compartimos similares componentes corporales y mentales, como también ocurre con las diversas especies de animales. Así, todos tenemos corazón, cerebro, piernas y demás. Denominamos “personalidad” a todo aquello que nos distingue de los demás, como lo es la predisposición a actuar de determinada forma, lo que constituye precisamente lo que se denomina “actitud característica” de cada individuo.
Es oportuno mencionar una de las teorías de la personalidad que contempla ambos aspectos en forma más explícita que otras teorías. Las coincidencias tienden a reforzar y a afianzar las distintas versiones de la única realidad, que es el ser humano. Robert Cloninger expresó: “El temperamento siempre significó esas cosas con la que nacemos, que tienden a ser hereditarias y estables a lo largo de toda nuestra vida. He descubierto que los rasgos del carácter, que se desarrollan con el paso del tiempo, también son hereditarios, y a veces estables a lo largo de nuestra vida, pero que pueden estar asimismo influenciados por la experiencia. Por lo tanto, la distinción entre temperamento y carácter no es simplemente que uno es biológico y que el otro se aprende. Al principio, al igual que otros, esa separación me tentó; pero después de realizar estudios en mellizos demostramos que no era así”.
“Hoy, diría que el temperamento hace referencia al núcleo emocional de la personalidad: nuestros instintos elementales para ir a buscar las cosas que queremos inmediatamente. Esos instintos están organizados y modelados por procesos cognitivos superiores, nuestro carácter, al que defino en los siguientes términos: nuestros objetivos, nuestros valores y nuestras relaciones con la gente. El carácter representa las maneras en que regulamos nuestros instintos emocionales (el temperamento) para perseguir objetivos particulares, que tiene algún interés para nosotros”.
“Así, podemos vincular el temperamento a cosas reguladas por las costumbres o por el aprendizaje de competencias; y el carácter, a cosas que aprendemos y desarrollamos a través de la comprensión (el insight) sobre quienes somos. El temperamento y el carácter, pues, implican diferentes sistemas de aprendizajes y de memoria en el cerebro” (De “Los nuevos psi” de Catherine Meyer-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2010).
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1 comentario:
Muy adecuada forma de ilustrar distintos conceptos que son básicos e importantes. Es una buena introducción para legos en la materia.
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