La sociedad en la que “todo lo pagamos entre todos” constituye el Estado de bienestar, o Estado benefactor. Esta forma de socialismo, sin que los medios de producción sean nacionalizados, presenta las limitaciones propias de toda forma de socialismo, ya que esta vez se nacionalizan parcialmente los recursos monetarios vía impuestos.
Henry Hazlitt escribió: "La conclusión que se desprende naturalmente de todo esto -y Galbraith no vacila en expresarla- es que habría que privar a los consumidores de la libertad de elegir y que, en cambio, quienes deben determinar sus preferencias de consumo son los burócratas del gobierno, que rebosan de sabiduría, una sabiduría muy poco convencional, por supuesto. No se debe dar a los consumidores lo que ellos mismos quieren, sino lo que los burócratas de exquisito gusto y de refinada cultura consideran bueno para ellos".
"La manera de hacerlo es despojar a la gente mediante impuestos, de todos los ingresos que han cometido la torpeza de ganar por encima de lo necesario para cubrir sus gastos esenciales, y entregar ese dinero a los burócratas, quienes se ocuparán de gastarlo de una manera, según ellos, realmente útil para el pueblo. Más y mejores carreteras, parques, campos de juego, escuelas y programas de televisión; todo ello provisto por el gobierno, por supuesto".
"Y aquí Galbraith recurre a un evidente truco semántico. Los bienes y servicios en los cuales la gente gasta voluntariamente su dinero, constituyen, en su vocabulario, el «sector privado» de la economía; por otra parte, los bienes y servicios que les proporciona el gobierno con los ingresos que él mismo les ha quitado en forma de impuestos, constituyen el «sector público»".
"Ahora bien, el adjetivo «privado» está rodeado por un aura de egoísmo y egocentrismo, pues mira hacia adentro; mientras que el adjetivo «público» tiene un aura que connota lo democrático, compartido, generoso, patriótico, lo que mira hacia afuera; en suma, lo que sirve al espíritu público. Pero en vista de que la tendencia del creciente Estado benefactor ha consistido en retirar más y más de las manos privadas, para asumir la provisión de los bienes y servicios considerados esenciales y edificantes en mayor grado, hay una progresiva propensión a ligar cada vez más la palabra «público» con todo lo que sea realmente necesario y loable, dejando que el término «sector privado» se asocie simplemente con los deseos superfluos y caprichosos apartados a un lado después de haberse atendido todo lo realmente importante".
"La verdadera distinción y el vocabulario apropiado, empero, arrojarían una luz completamente distinta sobre la cuestión. Lo que Galbraith denomina «sector privado» de la economía es en realidad el sector voluntario, mientras que lo denominado por él como «sector público» en en realidad el sector coercitivo. El sector privado está compuesto por bienes y servicios en los cuales la gente gasta voluntariamente el dinero que ha ganado. El sector coercitivo está constituido por los bienes suministrados a los individuos sin contemplar sus apetencias, por medio de los impuestos que se le aplican. Y puesto que este sector crece a expensas del sector voluntario, llegamos a la esencia del Estado benefactor”.
“En tal Estado, ninguno paga la educación de sus propios hijos, sino que todos pagan la educación de los hijos ajenos. Ninguno paga sus propias cuentas de médico, pero todos pagan las cuentas de médico correspondientes a los demás. Ninguno presta ayuda a sus propios padres ancianos, sino que todos la prestan a los miembros restantes de la comunidad. Ninguno hace previsiones para las contingencias de su propia desocupación, enfermedad, vejez, sino que todos atienden al desempleo, enfermedad y vejez de todos los demás. El Estado benefactor, como lo dijo Bastiat con misteriosa clarividencia hace más de un siglo, es la gran ficción por intermedio de la cual todos intentan vivir a expensas de todos los demás”.
Desde el punto de vista ético, al menos en una primera impresión, no aparecen fallas visibles en esta tendencia social. Sin embargo, es necesario ver las cosas desde el punto de vista de los resultados económicos y ahí se advertirán fallas que lo hacen éticamente criticable. Hazlitt agrega: “Esto no sólo es una ficción; está destinado al fracaso. Fin que, con seguridad, ha de resultar siempre que el esfuerzo quede separado de la recompensa. Cuando la gente gana más de lo común se encuentra con que su «excedente», o la mayor parte de él, le es quitado en forma de impuestos, y cuando la gente que gana menos de lo común se encuentra con que la deficiencia, o gran parte de ella, le es entregada en forma de donación o repartos, la producción de todos tiene que declinar abruptamente, pues los enérgicos y capaces pierden incentivo para producir más de lo común, y los haraganes e inhábiles pierden incentivos para mejorar de situación” (De “El Estado y la libertad”-Centro de Estudios sobre la libertad-Buenos Aires 1965).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
El estado socialdemocrático tendrá su talón de Aquiles en la sostenibilidad económica, como ya se puede colegir no colapsará debido a sus deficiencias éticas, sino que lo hará por causa de inviabilidad material.
Publicar un comentario