Así como la religión moral tiene un Antiguo y un Nuevo Testamento, la principal religión del odio tiene un profeta teórico (Marx) y un profeta práctico (Lenin). Todos los movimientos socialistas que se desarrollan en el siglo XX, son prolongaciones o ramificaciones de las ideas prácticas de Lenin. Incluso Benito Mussolini absorbe las enseñanzas de Lenin previamente a fundar el fascismo. Lenin escribió: "La dictadura, en su concepción científica, no significa otra cosa sino un poder que no está limitado por nada, por ninguna ley, y se apoya directamente en la violencia...La dictadura significa, notadlo de una vez por todas, un poder ilimitado que se apoya en la fuerza y no en la ley" (Citado en "El licenciado, el seminarista y el plomero" de Alberto Falcionelli-Editorial La Mandragora-Buenos Aires 1961).
Guy Sorman escribió: “La Revolución Rusa de Octubre de 1917 no fue una revolución popular sino un golpe de Estado militar, fomentado en secreto por veinte personas. El Zar y toda su familia fueron asesinados en 1918 por orden directa de Lenin. Fue Lenin quien creó el Gulag a partir de 1918. Fue Lenin quien instauró el terror y la toma de rehenes desde que subió al poder, ordenando ejecuciones masivas sin ningún tipo de juicio. El culto a la personalidad comenzó con Lenin. Él no cesó de recibir dinero del gobierno alemán antes y después de la revolución de 1917. El Pradva estaba financiado antes de la revolución por la policía del Zar…..”.
Respecto de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, puede afirmarse que en realidad no fue la consecuencia de una manifestación auténtica de las masas disconformes con el gobierno existente, sino más bien la consecuencia de un complot pergeñado por Vladimir Lenin que traiciona la revolución ocurrida en febrero de ese mismo año. En la revolución de febrero, el pueblo busca con la protesta un cambio en el gobierno pensando en mejorar su nivel de vida, y no en derrocar una dictadura para reemplazarla por otra mucho peor, que es lo que finalmente ocurrió. Guy Sorman escribió: “El terror rojo es instaurado por Lenin inmediatamente después de tomar el poder, cuando no existía ninguna amenaza real contra los bolcheviques. Fue de cierta manera un terror preventivo. El temor de Lenin era perder el poder, no por vanidad personal, sino porque consideraba que encarnaba la Historia en marcha. Él era la Revolución. Ahora bien, hasta ese momento todas las revoluciones han fracasado, observaba Lenin, en particular la Comuna de Paris en 1871. Según él porque no pudieron exterminar a sus enemigos y destruir radicalmente el antiguo orden”.
Haciendo referencia al historiador Richard Pipes, Sorman continúa: “En diciembre de 1917 Lenin, apoyado por Trotsky, convence a su gobierno de que «acabe con la antigua clase dirigente»; hace restablecer la pena de muerte y crea la Checa. A partir de noviembre se proclamó el principio de la ejecución de rehenes. Kamenev, que forma parte del Comité Central, declara que hay que matar, a fin de sanear la sociedad. Lenin insiste personalmente en que las ejecuciones sean masivas, sin juicios, sin tribunales. Poco importa que mueran inocentes, dirá Lenin, si es para salvar a la Revolución. La responsabilidad directa de Lenin en ese terror masivo, tal como lo describe Pipes, es indudable, al igual que su responsabilidad directa en la decisión de asesinar la familia del Zar, para que no se convirtiera en un símbolo de la contrarrevolución”.
“Pipes reproduce los innumerables telegramas dirigidos por Moscú a los bolcheviques de provincia sospechosos de blanduras; se espera de ellos expresamente ejecuciones en masa. En agosto de 1918, «Ejecuten inmediatamente, escribe Lenin a las autoridades de Ninji Novgorod, a centenares de prostitutas, soldados ebrios, oficiales, etc….». Terrible este «etcétera», que da carta blanca a las matanzas. Y los testimonios abundan; bastaba con exhumarlos como lo hizo Pipes para ver desfilar las columnas de prisioneros productos de las razzias: «burgueses, intelectuales, propietarios, contrarrevolucionarios». Las ejecuciones en masa tienen lugar por la noche en el patio de las prisiones; los prisioneros, totalmente desnudos, son muertos de un disparo en la nuca, los cuerpos apilados en camiones y arrojados en enormes fosas, por ejemplo en el emplazamiento del actual estadio Dynamo de Moscú”.
“«No debemos ejecutar solamente a los culpables –declarará el ministro Krylenko-la ejecución de inocentes impresionará aún más a las masas». En esto se funda el terror leninista. Provocar tal clima de odio, de sospechas, que nadie se atreverá a levantarse contra el régimen bolchevique que no tiene ninguna base popular. «El terror –dice Pipes- es el sustituto de una legitimidad inexistente»”.
“Stalin se limitó a desarrollar los principios establecidos por Lenin. Pero Stalin innova en un punto: ¡mata también a los comunistas! Lenin siempre había protegido a sus camaradas bolcheviques, junto con los cuales consideraba que formaban un orden aristocrático. Stalin, presa del delirio de persecución, los eliminará a todos. Por otra parte, observa Pipes, en el gran juicio que Kruschev entablará contra Stalin en 1956, ¿cuál será la principal inculpación? ¡No el Gulag, no el pacto con Hitler, sino el asesinato de los bolcheviques!” (De “Hacia un nuevo mundo”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1991).
La influencia de Lenin llega a la Argentina de los años 70 y el terrorista Roberto Santucho proyecta la eliminación de un millón de argentinos para asegurar el éxito de la revolución socialista, ejecutada por el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) y por Montoneros. Santucho tenía como abogado defensor al ex presidente Raúl Alfonsin, considerado por muchos como el "campeón de la democracia". En realidad, fue el triunfo en las armas del Ejército Argentino el que impidió el final de la democracia y el asentamiento en el poder de los grupos socialistas.
Así como existe cierta continuidad entre judaísmo y cristianismo, existe un estrecho vínculo entre marxismo y leninismo, por lo cual se habla siempre de "marxismo-leninismo". Mediante el disfraz de la Teología de la Liberación, sigue vigente ideológicamente en la actualidad impulsado por la Iglesia Católica, principalmente.
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1 comentario:
Según Hannah Arendt el estalinismo y el nazismo ya no entran dentro del concepto de tiranía clásica. Éstas utilizan el poder absoluto que las caracteriza para obtener a su favor diversos fines de tipo económico, social o de influencia en los súbditos, y sólo utilizan el terror en la medida que creen imprescindible para consolidarse en el gobierno. Las tiranías totalitarias del siglo XX aspiran al poder por el poder mismo, sin buscar realmente nada más allá, son nihilistas y utilizan el terror en grado superlativo, digamos que por el placer de aterrorizar. Si Stalin simplemente subió de grado un actuar diseñado en sus líneas básicas por Lenin deberíamos adjudicar a éste el invento del totalitarismo moderno.
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