Las sociedades humanas, como sistemas complejos adaptativos, requieren de cierto orden social para una plena supervivencia de sus integrantes. Esa plena supervivencia no requiere sólo del alimento y del abrigo del cuerpo, sino también de la posibilidad de desarrollo de todas las potencialidades humanas.
Para lograr el orden social necesario para tal supervivencia y para una plena adaptación al orden natural, se requiere disponer de una adecuada información sobre el comportamiento humano, y que sea accesible a todo integrante de la sociedad. Tal información consta principalmente de una descripción de las actitudes básicas del ser humano y de las ventajas de acentuar la mejor de esas predisposiciones.
Si bien este proceso resulta bastante evidente, vemos frecuentemente el caso de políticos, que pretenden solucionar los problemas sociales, que suponen que sus decisiones y leyes, propuestas desde el Estado, serán suficientes para una mejora general. Sin embargo, los integrantes de la sociedad no han cambiado en lo más mínimo ante el nuevo gobierno, ni tampoco se ha tratado de que cambien en lo más mínimo, por lo cual los planes de los políticos tienden a quedar sin efectos positivos considerables.
A nivel global sucede otro tanto, ya que a cada tanto se habla del "nuevo orden mundial", como lo fue el intentado por Hitler, también por Stalin, por los EEUU, por la URSS, y así sucesivamente. En todos estos casos se intenta por parte de una potencia militar y/o económica predominar sobre el resto de los países, sin que la mayor parte de los habitantes del mundo participen en lo más mínimo en el proceso considerado.
Aún cuando sea una propuesta que tiene muchos siglos, la antigua idea del Reino de Dios sigue teniendo plena vigencia. Si tenemos presente que tal Reino, o Gobierno de Dios sobre el hombre, a través de las leyes naturales, habrá de conducir a todo individuo y a la sociedad en general hacia un orden social y mundial futuros, parece ser la mejor solución práctica ante todos los problemas que afectan a las sociedades actuales y a sus integrantes.
De ahí que la solución buscada vendría a establecerse a través, no de un gobierno mundial de potencias militares y/o económicas, sino de un autogobierno personal orientado por la ética bíblica, interpretada adecuadamente en función de una descripción conforme a los actuales conocimientos aportados por las diversas ciencias sociales, especialmente por la psicología social.
Un orden mundial estable y duradero, no se fundamentará en el poder militar de algún país, ni en la economía, ni en la política, sino en la ética individual derivada de la empatía emocional, es decir, fundado en la principal ley de supervivencia disponible. Si bien hasta ahora sirvió para unir familias y, parcialmente, a pueblos, esta vez deberá servir para unir a toda la humanidad.
Todo este proceso de crecimiento individual ha de estar asociado al hecho de colocar nuestra vida individual en la corriente de un posible sentido del universo, de un sentido de la humanidad y luego de un sentido objetivo de la vida individual. Tales sentidos implican "subirse" a un ómnibus para un mejor viaje por nuestra existencia individual. De ahí que es importante para el hombre poder vislumbrar la existencia de un sentido objetivo del universo, tal como lo sostiene Teilhard de Chardin, Hubert Reeves, Christian de Duve y otros científicos. La ausencia de sentido permite la introducción de “sentidos subjetivos”, o del “sinsentido”, lo cual puede desviarnos de la voluntad aparente del orden natural. De la ausencia de un sentido objetivo del universo puede inferirse la ausencia de un sentido objetivo de la propia vida del hombre, lo que lleva además a la ausencia de una ética objetiva y a su reemplazo, desde el relativismo moral, por diversas éticas subjetivas.
Respecto de la asignación, o no, de un sentido, o de una finalidad, del universo, aparecen dos libros representativos de ambas posturas, tales los casos de “El fenómeno humano” de Pierre Teilhard de Chardin y “El azar y la necesidad” de Jacques Monod. Acerca de ellos, Christian de Duve, Premio Nobel de Medicina, escribió: “Podría parecer que he optado por Teilhard en contra de Monod, pero no es así; científicamente me siento mucho más cerca de Monod que de Teilhard. Sin embargo, he optado a favor de un universo con sentido en oposición a uno que no lo tenga. No porque quiero que así sea, sino porque así interpreto la evidencia científica disponible, que incluye mucho de lo que fue conocido por Monod, quien sabía mucho más que Teilhard”.
“Monod subrayó la improbabilidad de la vida y la mente y el papel preponderante del azar en su surgimiento, y por ende la falta de designio en el universo, su absurdo y su carencia de sentido. La manera en que interpreto los mismos hechos es diferente. Le doy el mismo papel al azar, pero actuando dentro de un conjunto tan estricto de restricciones que obligatoriamente debe producir la vida y la mente, no una sino muchas veces. A la famosa frase de Monod «El universo no estaba preñado con la vida, ni la biosfera con el hombre», yo respondo: «Falso. Sí lo estaba»”.
“He enfrentado dos personalidades paradigmáticas. Monod y Teilhard; dos filosofías, una representativa del absurdo y la otra del sentido. Cada uno de nosotros debe escoger por su cuenta”. “Teilhard, el jesuita devoto, quien deseaba con todas sus fuerzas descubrir una evidencia objetiva que sustentara su fe. Monod, el existencialista orgullosamente desesperado, deseaba con igual pasión que el mundo viviente apoyara su sentimiento de aislamiento y absurdo” (De “Polvo vital”–Editorial Norma SA-Bogotá 1999).
En cuanto al azar en biología, el astrofísico Hubert Reeves escribió: “El lector de Monod habrá notado hasta qué punto mi visión de los acontecimientos difiere de la suya. Es una cuestión de interpretación. Los hechos los aprendo de los biólogos. Han sido adquiridos por medio de una tecnología científica que presenta todos los caracteres de la objetividad. Pero la interpretación de los hechos procede de la persona entera, comprendida su lógica, sus emociones, sus pulsiones, sus vivencias anteriores. Implica a la vez a la observación y al observador. A ese nivel, no es «objetiva». Cada persona tiene la suya, que conviene respetar, pero no forzosamente adoptar. Para Monod, el papel esencial del azar en la evolución biológica prueba la ausencia de una «intención» en la naturaleza. En ese sentido, denuncia como ilusoria la antigua alianza del hombre con el universo. El hombre es un accidente del trayecto, en un cosmos vacío y frío. Es un hijo del azar. Cierto. Pero del «azar controlado». Quitémonos el sombrero ante la naturaleza que ha dominado al «azar» para hacer de él un admirable aliado.” (De “Paciencia en el azul del cielo”–Ediciones Juan Granica SA-Barcelona 1982).
Ya sea que consideremos que el universo está mal hecho o que esté bien hecho, lo objetivo e indiscutible es que está regido por leyes naturales invariantes y que, nos gusten o no, lo único que resulta accesible a nuestras decisiones implica adaptarnos a tales leyes. Siendo éste el sentido objetivo de la vida de todo ser humano, el cual deberíamos adoptar en beneficio de todos.
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1 comentario:
El poder de la mente humana es tan grande que incluso si los datos nos muestran un mundo sin sentido podremos optar por dárselo.
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