Partiendo de la definición de "religión" como "unión de los adeptos", puede también asociarse a los movimientos políticos totalitarios la calificación de "religiones paganas", con gran vigencia en la actualidad. Mientras que las religiones del amor buscan la unión de todos los seres humanos, sin exclusión, las religiones del odio buscan la unión de un sector en contra del resto, o de otro sector importante de la humanidad.
Si bien, en el caso del cristianismo, se promueve establecer vínculos afectivos con todos los seres humanos, sin distinción, no significa que todos los adeptos sean "amorosos", ya que existen serias distorsiones o interpretaciones del mensaje inicial desvirtuando completamente la religión del amor para asemejarla, muchas veces, a las antiguas religiones paganas.
Para entender el comportamiento de los adeptos a los totalitarismos, conviene tener presente el comportamiento de los fanáticos de un club de fútbol. Así, puede decirse que el hincha fanático de Boca Juniors prefiere observar la derrota de River Plate antes que el triunfo de su propio equipo; lo mismo en el caso inverso. También el adepto al totalitarismo prefiere observar el fracaso del capitalismo antes que el éxito de la política o de la economía totalitaria. De esa forma se podrá burlar con toda la motivación posible.
En el corto plazo, tanto la religión del amor como la del odio parecieran lograr similares resultados, ya que sus respectivos adeptos sienten felicidad provocada por lo que a otros les sucede. Sin embargo, en el largo plazo, mientras que el adepto al cristianismo tiende a compartir el éxito ajeno, o bien a ser indiferente, el adepto al totalitarismo tiende a sufrir ante el éxito del rival. De ahí que la religión del odio promueve la burla ante el fracaso del enemigo y la envidia ante su éxito, siendo tal elección de vida "un mal negocio".
Si se presta atención a las prédicas peronistas, o a las prédicas marxistas, se advierte que, permanentemente, hacen referencias al enemigo, ya sea el oligarca, el burgués, el rico, el capitalista, el liberal, el norteamericano, etc. Se cumple siempre con lo expresado por Jorge Luis Borges: “Odiando, uno depende de la persona odiada. Es un poco esclavo de la otra. Es su sirviente”.
Las diversas religiones conceden a sus adeptos un sentido de la vida, algo necesario para no extraviarse en el sinsentido o en el nihilismo destructor. También las religiones del odio brindan ese sentido, y de ahí uno de sus atractivos, pero el sentido que brindan es la esperanza en el fracaso, la destrucción o la muerte del enemigo.
El odio, como una simultánea predisposición a la burla y a la envidia, es propia de los seres humanos inferiores. De ahí que los líderes totalitarios, como Perón y Eva, son esencialmente líderes denigradores de sus propios adeptos, porque los orientan al odio al "enemigo" (el no peronista, o al antiperonista) vinculándolos con sus "compañeros", que lo son al compartir ese odio selectivo, como vínculo de unión entre individuos. Friedrich Nietzsche escribió: “No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior”.
La democracia argentina, al dejar de lado el principio de la elección de los mejores gobernantes y el rechazo de los peores, por parte del peronismo, impide salir de la grave situación en la que nos encontramos. Ello se debe a que el sector peronista votará siempre, e incondicionalmente, a un candidato de su "religión", en forma independiente a las virtudes o defectos que pueda tener como gobernante. Incluso avalará con su voto aquellos candidatos peronistas que han cometido actos de corrupción, como una especie de apoyo al caido, o algo semejante.
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1 comentario:
La primera víctima del odio es la razón, con lo que el partidario de él además de desprenderse de la bonhomía y de las buenas maneras en general, se desliza por una pendiente que lleva al fracaso por ineptitud y falta de perspicacia.
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