Entre las civilizaciones de la antigüedad se destaca la de los hebreos; pueblo que se caracteriza pricipalmente por haber introducido en religión el culto al "Dios de la virtud", dando inicio a la religión moral monoteísta. Entre ellos surge el Antiguo Testamento cuya finalidad consiste en legislar y orientar las acciones humanas buscando establecer un orden social acorde a los designios de ese Dios.
Como todo pueblo, se dedica a ciertos aspectos culturales y bastante menos a otros. Edward McNall Burns escribió al respecto: "Fue más bien en legislación, literatura y filosofía donde el genio hebreo se expresó con pujanza. Si bien todos estos tópicos estaban estrechamente ligados a la religión, tenían un aspecto profano. El ejemplo más acabado de la ley hebrea fue el Código Deuteronómico, que forma el corazón del Deuteronomio".
"A despecho de su fama de antiguo, pertenece en realidad a la revolución operada por los profetas. En general, sus disposiciones son más justicieras que las del Código Hamurabi. Una de ellas ordenaba liberalidad para con los pobres y extranjeros. Otra disponía la liberación del esclavo hebreo al término de seis años y hacía notar que no debía ser desposeído de medios. Una tercera fijaba que los jueces y otros funcionarios debían ser elegidos por el pueblo, prohibiéndoles aceptar donativos o ser parciales en las sentencias".
"Un cuarto condenaba la brujería, la adivinación y la nigromancia. Una quinta denunciaba el castigo de los hijos a causa de faltas cometidas por los padres y afirmaba el principio de responsabilidad personal ante el pecado. Una sexta establecía que no se debían cobrar intereses de ninguna especie por préstamos concedidos entre judíos. Una séptima prescribía, en fin, la condonación de deudas cada cuatro años".
"Como puede deducirse del estudio de las condiciones que lo determinaron, el Código Deuteronómico quiso inyectar en la sociedad judía un concepto igualitario y equitativo. Por ejemplo, no condenó la esclavitud como un mal en sí; buscó, tan sólo, evitar la esclavitud permanente de los judíos. No puede negarse que este código hizo más por la democracia política y social que cualquier otro de los antiguos pueblos orientales, excepto el egipcio".
"Hasta al Rey le estaba prohibido acumular exceso de riquezas o hacer ostentación de lujo. No se toleraba ningún despotismo militar de tipo asirio o babilónico. El monarca no estaba colocado por encima de la ley, sino sujeto a ella. Debía llevar constantemente consigo un ejemplar del código y «leer allí todos los días de su vida...para que su corazón no se elevara por encima del de sus hermanos y no diese la espalda a sus mandamientos». Además, su poder y el de sus funcionarios estaban estrictamente limitados" (De "Civilizaciones de Occidente"-Ediciones Peuser-Buenos Aires 1953).
La ética asociada a una religión tiende a favorecer, o no, al desempeño de sus seguidores en el campo económico tanto como en el resto de los aspectos familiares y sociales. De ahí que la ética sea el punto de partida de toda propuesta económica, aunque a veces sea establecida en una forma implícita. En este sentido, la cooperación social ha de ser la consecuencia que toda propuesta deberá promover.
Como afirman varios autores, los judíos mostraron un buen desempeño durante el posterior auge del capitalismo debido a la ética del Antiguo Testamento. También influyó el hecho de habérseles negado ejercer la agricultura y la industria, para relegarlos a realizar "actividades pecaminosas" como las finanzas. Friedrich Hayek escribió: "Es la vieja historia de la carrera del extranjero al que se le permite trabajar sólo en ocupaciones menos relevantes, y, al poco tiempo, se le odia mucho más por practicarlas" (De "Camino de servidumbre"-Alianza Editorial SA-Madrid 1984).
Por otra parte, Román Weissmann escribió: "A los judíos les atraía el dinero porque éste les procuraba oportunidades que por la vía normal no podían conseguir, al estar excluidos de los canales normales de acceso al trabajo y a las relaciones comerciales. La existencia de la diáspora (judíos viviendo en muchos países, en grupos aislados) sirvió incluso de potenciación de las actividades relacionadas con el dinero y las finanzas. La gran red de protección social que formaban muchos judíos de la diáspora necesitaba una red de apoyo financiero que se nutriera y retroalimentara de esas habilidades, ya desarrolladas, de manejo del dinero dentro del capitalismo".
"Mil setecientos años antes, ya contaban con un sistema de normas y principios (entre otros, comerciales) que se dio en llamar Deuteronomio, quinto libro del Antiguo Testamento".
"A lo largo de la historia económica mundial, ha quedado bastante claro que los países triunfadores en cuanto a desarrollo económico y logros de bienestar para sus ciudadanos han sido aquellos que se dotaron de un sistema judicial bien organizado, independiente de cualquier otro tipo de poder y en donde la corrupción quedaba arrinconada a niveles marginales. Y, al contrario, un sistema judicial corrupto es ingrediente seguro para que el país que lo sufre quede rezagado en los furgones de cola del desarrollo" (De "Malabares económicos"-Editor Bubok Publishing SL-Barcelona 2012).
Respecto de los jueces, en el Deuteronomio se atribuye a Dios advertir: "no aceptarán dádivas porque las dádivas cierran los ojos de los sabios y pervierten los dictámenes de los justos".
Acerca de la autoridad, del gobierno o del rey, ordena: "una vez que éste fuera establecido no ha de reunir muchos caballos, no tendrá excesivo número de mujeres, ni tesoros inmensos de oro y plata; también se guardará de ensorberbecerse de sus hermanos y de desviarse de los mandamientos a derecha e izquierda".
Weissmann agrega: "El Deuteronomio está lleno de preceptos y leyes que facilitan el desarrollo de un sistema de vida austero, poco dado a excesos, en donde las transacciones comerciales deben ser honestas, para crear así un marco socioeconómico en el que sea más difícil el crecimiento de burbujas de precios y se desarrollen". "Una frase y/o concepto que se repite mucho es «acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto y que el Señor tu Dios te liberó de allí, por cuya razón te ordeno que hagas esto»".
"Además de ser cautos a la hora de prestar también hemos de serlo a la hora de cobrar las deudas: «Cuando vayas a cobrar a tu prójimo alguna deuda, no entres en su casa para tomarle prenda, sino que te quedarás afuera y él te sacará lo que tuviere; mas si es pobre no pernoctará la prenda en tu casa, sino que se la restituarás antes de que se ponga el sol, para que se acueste sobre su ropa...y esto será una buena acción ante el Señor, tu Dios»".
Un tema de gran importancia en la economía fue el del cobro de intereses sobre los préstamos otorgados. Weissmann escribe al respecto: "La Iglesia, ante el dilema de obstaculizar un mecanismo comercial que, por otro lado, estaba siendo beneficioso para el desarrollo de los países, inventó una solución en el siglo XII: siguió prohibiendo la usura para los católicos, pero no para los judíos, ya que estos últimos no estaban afectados por el derecho canónico. Y, más adelante, en el siglo XVIII, distinguió los beneficios de la usura de los beneficios lícitos".
"De todas maneras, la ficción era de tal magnitud que los reyes europeos, siempre muy necesitados de dinero para financiar guerras, tuvieron que crear figuras legales para proteger a prestamistas laicos o católicos, convirtiéndolos en judíos, para así poder cobrar impuestos sobre los préstamos a interés que realizaban".
"El circuito funcionaba de esta manera: la nobleza y los clérigos no pagaban impuestos, pero los judíos, a través del cobro de intereses cuando financiaban a aquéllos, eran quienes pagaban impuestos al rey".
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